miércoles, 6 de mayo de 2020

RESPONDIÉNDOLE A CICERONA: UNA JOVEN MEDIO OBTUSA QUE SEGURAMENTE SEA MÁS DESPIERTA DE LO QUE ME DEMOSTRÓ EN TWITTER

Hay una idea que se mantiene en algunos macristas culturales como la amiga Cicerona, quien se indigna de aquellos que a su juicio "condenan la riqueza" porque, estimo yo, deduce que somos resentidos o que odiamos al que se esfuerza y "crea riqueza" o alguna distorsión "aynrandiana" por el estilo.


Dato al pasar: el 2% del total que se blanqueó gracias al amigo Macri es el equivalente aproximado a lo que gastó el Pami a lo largo de todo el 2019.



Recordemos que el blanqueo es el perdón de un delito de aquellos que pusieron su dinero en paraísos fiscales o evadieron impuestos. Se le llama "blanqueo" como un eufemismo, así como le llaman "dólar blue" al dólar ilegal para embellecerlo o "cepo" al dólar -un instrumento de tortura- a la restricción a la compra de dólares del kirchnerismo. La terminología económica, lo sabemos bien, muy pocas veces es neutral.


El proyecto de ley tiene que ver con un gravamen extraordinario, aplicado por única vez, para paliar los efectos de la pandemia. La idea es crear un impuesto a las personas físicas -no a las empresas- que tengan un presupuesto superior a los 200 millones de pesos: se trata de menos de 12 mil personas. La recaudación estaría -hay que ver bien cuál es el proyecto de ley si finalmente se aprueba- entre los 3.500 y los 4.000 millones de dólares.


Me gustaría que Cicerona, que me dice que soy un pelotudo y que la grieta es moral e intelectual, presente sus argumentos en los comentarios, dado que debería ser sencillo para alguien tan brillante como ella debatir con un ganso tan básico e inmoral como yo. En lo personal me gusta el debate de ideas, y estoy dispuesto a darle la razón a quien no piensa igual toda vez que me convenza con sus argumentos. No me gustan las burbujas culturales.


Retomando, en éste diálogo con Carlos Heller, un periodista del programa de Andino le dice que  "hay una diferencia entre perseguir y seducir". Y ahí arribamos a la idea zombi de "seducción plutocrática". 

La seducción plutocrática:

Algunos kukas decimos que "la seducción plutocrática" es una idea que "aparece defendiendo una medida como justa, pero sugiere lograrla mejor por la vía del diálogo con el poderoso, convencerlo de que consienta suscribir a ella. Es la idea que subyace en el apoyo indudable a una quita de impuestos a todo rico que haga A, para estimular que hagan A, pero rechazar de plano el aumento de impuestos a todo aquel rico que no haga A, para estimular que lo haga". En otras palabras, el rico sería un burro que sólo se mueve con zanahoria, y el resto sólo nos movemos con un palo porque si no pagamos impuestos nos multan.

"Si el poderoso posee el derecho a ser seducido en lugar de ser compelido como el resto, ¿no estaríamos reconociéndole derechos desiguales? ¿Por qué la ley debería someter a quienes no tienen poder de resistirla y debería buscar seducir a quien sí?".

Entiendo que Cicerona me hablaría de "clima de negocios" y "seguridad jurídica" para atraer inversiones y que crezca el empleo, pero la cuestión no es tan sencilla. Es cierto que en una economía capitalista hacen falta inversiones, pero ojo. La industria minera es un claro ejemplo de sensibilidad a la seducción, dado que cuanto menos niveles de control ambiental y menores regalías se le imponga, posiblemente más invertirá. Claro que eso puede tener costos irreversibles para el medioambiente y para la salud  de la población que vive en las cercanías de la mina explotada. La reducción salarial es otro argumento muy atrayente para Mauricio Macri, quien durante una entrevista decía "lo que hay que hacer es bajar los costos, y los salarios son un costo más". El problema es que luego los seducidos por ahí no invierten a causa de la caída del consumo que conlleva esa reducción masiva de salarios. Lo que quiero decir es que son cuestiones que el debate democrático debe tener en cuenta.

La dominación económica y política se basa esencialmente en estereotipos: nos dicen, como Tatcher, que "no hay alternativa" ("there is no alternative"), y con eso quieren decir: "nosotros decidimos lo que cuenta como alternativa y lo que no". Nos dicen que "la estabilización de la economía requiere sacrificios por parte de todos", y  lo que quieren decir es que "la estabilización de nuestras ganancias necesita del sacrificio del pueblo". Nos dicen que "las promesas fáciles y engañosas son una amenaza para la estabilidad" y con eso nos están diciendo: "La democracia es una amenaza para nuestro poder".

A mi juicio, defender la democracia es promover una participación más activa del pueblo en la toma de decisiones que lo afectan, en todos los niveles. Tanto a través de instituciones existentes como mediante la creación de nuevas instituciones. No estoy a favor de aceptar acríticamente ni la tecnocracia del economista neoliberal que se viste de sumo sacerdote que le habla a los feligreses ni la defensa de los intereses privados de las élites como si fueran el interés general.

Dujovne llegó y eliminó las trabas a los ingresos al país de los capitales golondrina, el gobierno de Macri bajó o eliminó retenciones al campo y a la minería, levantó el cepo al dólar y aumentó las tarifas de los servicios públicos. En síntesis: el macrismo le dio a los empresarios todo lo que pidieron, devaluó, aumentó las tarifas, ajustó los salarios por la inflación e hizo mierda el mercado interno. ¿Cuál fue el resultado? Aumentó la deuda externa, la inflación, la desocupación, creció la pobreza y la prometida "lluvia de inversiones" fue esencialmente la especulativa, que vino a hacerse un verano y no mejoró los niveles de empleo respecto del gobierno anterior.

La industria de la minería tuvo una enorme ventaja del macrismo porque le eliminaron las retenciones, y sin embargo cayó la inversión y cayó el empleo en el sector minero. El amigo Macri demuestra que las facilidades a la clase empresaria muchas veces se traducen no en más inversión productiva y mejores niveles de empleo, sino lisa y llanamente en mayor ganancia para los empresarios. Luego retomamos este aspecto.


Estimo que Cicerona es mucho más inteligente que yo y me sabrá rebatir, pero los kukas promedio pensamos que "el mayor estímulo para un gobierno, de escoger el camino de la seducción plutocrática, es no tener a su clase empresarial como viento de frente. No tener a los poderosos oponiéndose a cada medida, buscando vericuetos legales para no cumplir las leyes, presionando por los medios, las cámaras, los lobbistas y las embajadas para cambiarlas o directamente para erosionar el sustento político del gobierno. Ese menor ruido ambiente es maná para un gobierno, en especial para uno cuyo sustento popular esté debilitado. Sin olvidarnos del factor humano, por el cual muchos políticos sobrevaloran los beneficios de la seducción plutocrática y minimizan sus consecuencias adversas.

Una tesis hermana de esta es la de la confianza. La que propone que el Estado debe crear confianza para que sean los hombres de negocios que inviertan en la  economía y no el Estado. Ya a mitad del siglo XX, el economista Michal Kalecki escribía sobre el riesgo de esta teoría de la confianza. El estado sometería de esta manera todas sus políticas a un derecho de veto de su clase empresarial. Si esta objetaba algo, la inversión se desplomaría y el desempleo resurgiría. Según Kalecki, el Estado, por el contrario, debería invertir cuando los privados no lo hicieran para garantizar siempre la creación de empleos más allá de la confianza o la buena voluntad de los hombres de negocios. De este modo, los empresarios podrían decidir ingresar o no al proceso productivo, pero no tendrían poder de chantaje ni impondrían privilegios sobre él". (@rinconet, @elbosnio, @nagusinfo).


Se nos habla todo el tiempo de "la confianza de los mercados", pero no sabemos bien en qué corno consiste esa confianza ni quiénes son "los mercados". Ganar su confianza se parece a las ofrendas a los dioses, que uno les entrega esperando obtener bendiciones. Si esas bendiciones no llegan, la culpa será siempre nuestra por haber sido avaros con nuestras ofrendas.


El problema de que los intelectuales orgánicos de la derecha sean los periodistas hegemónicos:


En una democracia sólida, tanto el oficialismo como la oposición deben aportar al debate de ideas, deben construir y discutir de cara a la opinión pública políticas y proyectos para mejorar tal o cual aspecto de la sociedad en virtud del bienestar colectivo. El problema es que los cuadros intelectuales de la derecha argentina no son los políticos sino más bien los periodistas y algunos economistas. Más allá de que lo nocivo de la "telepolítica" afecta a toda el arco de la clase dirigente a nivel mundial, el problema es particularmente pronunciado entre los representantes de la derecha vernácula.

"Los intelectuales orgánicos de la derecha no son cuadros políticos que se identifican con los partidos, son o periodistas o economistas que se venden frente a la opinión pública como independientes, que construyen un relato desde empresas privadas y que operan como partidos políticos".

Esto que dice Leandro Santoro es grave, porque los delirios paranoicos de una Felicitas Beccar Varela no nacen por generación espontánea sino que se basan en que los cuadros políticos de la derecha se han vuelto perezosos para discutir ideas, porque van atrás del dispositivo mediático que los protege:

"¿Sabés qué estamos viendo? La ausencia de partidos políticos, porque cuando vos tenés un partido de oposición, construye desde una lógica racional y previsible, y eso hace posible por ejemplo la construcción de acuerdos y políticas de Estado. Ahora cuando lo que tenés en realidad es una oposición articulada sobre un grupo mediático, y la política va atrás de ese grupo mediático, ni siquiera tenés interlocutores válidos para ponerte de acuerdo".

¿Ustedes creen que es casualidad que Mauricio Macri no sea capaz de articular un discurso sólido y no pueda lucirse con sus respuestas ni siquiera frente a periodistas operadores como Luis Majul, que le trata de tirar centros para que se luzca? ¿Se imaginan a Mauricio Macri como presidente entrevistado por Horacio Verbitski? Hay cuadros de la derecha que tienen una formación discursiva sólida, como por ejemplo Carlos Pagni, ¡pero es un periodista!


Fíjense como Cicerona le pide a los periodistas que "no perdonen" al peronismo. ¿Por qué alguien que supuestamente milita en la política o cuantimenos defiende sus ideas de derecha es capaz de semejante boludez? Porque se naturalizó la banalidad mediática, el relato vacío o mentiroso, la pereza mental. La carencia de un debate político argumentado, rico en ideas, sólido desde el punto de vista del conocimiento y de la riqueza del lenguaje, es gravísimo.

Todos nos dejamos llevar por el torrente irrefrenable de la estupidez twittera. A lo sumo algunos pueden ser ingeniosos, pero no mucho más. 

Ese tipo de construcción política de la derecha que va atrás de los medios perjudica hoy al oficialismo, pero mañana lo hará con la oposición:

Como bien sugiere Leandro Santoro, quien como imaginarán es alguien odiado y despreciado por la amiga Cicerona:

"Muchas veces lo hemos visto a Macri rehén de las corporaciones que lo ayudaron a ganar las elecciones y le trataron de fijar la agenda. Hay que dejar de joder con la supremacía de la telepolítica, de las operaciones mediáticas como dispositivo de contrucción política y fortalecer la discusión y el debate públicos de nuestra clase política. La dirigencia política en su conjunto debe elevar el nivel de debate y tratar de independizarse del poder mediático, porque si la derecha no tiene territorio ni fortaleza intelectual, terminará parasitando el discurso mediático. En una democracia sólida, los políticos dicen algo y los medios lo reproducen. En la Argentina, hay grupos mediáticos hegemónicos que construyen un relato y luego los políticos lo tratan de reproducir, y muchas veces con un nivel intelectual inferior al de muchos periodistas que lo construyen". 

La Unión Cívica Radical, el Pro, la Coalición Cívica deben tener adentro de sus filas personas formadas que podrían elaborar un discurso político para confrontar civilizadamente con el gobierno y proponer soluciones alternativas. Ahora bien, "como están en un estado de pereza intelectual autoasumida, han dejado que la agenda la fijen las grandes corporaciones, entonces después ves cómo por ejemplo senadores de la provincia de Buenos Aires como Felicitas Beccar Varela construye cualquier disparate y eso se termina masificando, porque además es como la noticia deseada. Hay un sector de la sociedad que espera que se digan esas cosas para festejarlo y tratar de construir una suerte de relato fantástico donde siempre se divide todo entre buenos y malos, honestos y corruptos".



En fin, a mí me parece bien que existan las Ciceronas que quieren profundizar la grieta y lo reconozcan, lo que deploro es que-lo digo nuevamente- se suplante el debate democrático y racional, la discusión de ideas, por un moralismo perezoso, políticamente bobo. No quiero opositores zombis sino lúcidos, que mejoren mis ideas, que las pongan a prueba.

Antes de terminar, quiero retomar algo más sobre la cuestión de la democracia y de las inversiones.

La democracia siempre ha sido el proceso de lucha por la socialización del poder y la distribución de la riqueza. Sin embargo, las élites económicas e intelectuales y su casta política nos tratan de convencer de que la democracia es meramente un procedimiento de selección entre élites para ejercer el control de la administración. ¡No viejo, no me traten de vender espejitos de colores!

Como dijo John Stuart Mill, "la idea de una sociedad en la que los únicos vínculos son las relaciones y los sentimientos que surgen del interés pecuniario es esencialmente repulsiva" (citado por Tony Judt en Algo va mal).

No es tan difícil de entender: la democracia no puede ser sólida si un grupo de personas es tan rica como para comprar la voluntad de un número grande de personas que es lo suficientemente pobre como para estar compelida a venderse. 

Comparto los ideales de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Son tres valores extremadamente difíciles de conciliar, pero nuestra democracia tiene que proponerse como horizonte deseable el tratar de acercarse lo más que pueda a ese ideal.


"El neoliberalismo, antes de ser un proyecto económico es un proyecto cultural, y el macrismo vino a resignificar el sentido común, a construir una nueva subjetividad, y esa subjetividad la construyen con herramientas que son sumamente profundas y que apelan a ansiedades, temores, angustias, aspiraciones. Hay una lectura de lo que somos como sociedad que en los últimos años ellos han profesionalizado. No son solamente tipos que dicen discursos vacíos porque pretenden conectar con el alma más superficial de las personas" (Santoro dixit).

Acá el problema es que los sectores populares compren el discurso del macrismo: "te hicieron creer que podías irte de vacaciones", "te hicieron creer que podías tener un plasma o usar aire acondicionado", si te quedás sin trabajo es bueno vivir en la incertidumbre. El cinismo del macrismo consiste en hacer que las víctimas piensen como sus verdugos, y lo consigue porque conecta con el darwinismo social que postula el discurso neoliberal como la única alternativa. Discutir sus ideas económicas es como discutir el verdor del césped o la humedad del agua.

El mayor logro de la hegemonía neoliberal es haber instalado la idea de que las clases que viven de obtener beneficios del Estado son principalmente las bajas, por eso hasta los pobres se quejan: "¿cómo puede ser que mi vecina se haya podido jubilar si nunca hizo aportes?". Si uno les recuerda los negocios fabulosos que la familia Macri, los Bullrich, los Brown han hecho con el Estado, se hacen los pelotudos. No es ningún misterio: la ideología como falsa conciencia que disfraza el interés privado de interés general.


"Durante mucho tiempo escuchamos a los adalides de la ortodoxia económica reclamarle a los pobres que aprendan a nadar, y ahora le están reclamando al Estado que haga salvavidas". Si el Estado asiste con políticas de transferencia monetaria a los sectores más desfavorecidos de la sociedad eso es un gasto público terrible que no puede tolerarse ni mantenerse. Ahora cuando las propias empresas entran en crisis y no pueden pagar los salarios gracias a la pandemia, son los primeros en ir a golpearle la puerta al Ministerio de Producción, al Ministerio de Economía o al Ministerio de Trabajo para que le den subsidios. La conclusión de todo esto es que siempre el Estado cumple un rol indispensable en la armonización de los diversos intereses. Vale decir que el rol del Estado está bien cuando ayuda a las Pymes tanto como cuando atiende a la emergencia social y la pobreza. No es o una cosa o la otra.

El Estado no debe estar todo el tiempo administrando el interés de las élites sino velando por el interés general, y sobre todo atendiendo a los más débiles. Nadie se puede realizar individualmente en una sociedad que no se realiza y donde las desigualdades son tan grandes.

La desigualdad tiene efectos negativos sobre el crecimiento económico: si la concentración de riqueza es muy grande, la actividad económica se achica y se destruye riqueza colectiva. El que tiene mucha guita tiene más de lo que puede gastar, en tanto que hay gente que no tiene plata ni siquiera para su subsistencia. La desigualdad genera mucho poder político para actores económicos, y esos actores, como es de esperar, presionan al Estado para defender sus propios intereses. No toda inversión es socialmente necesaria y útil.

El Estado tiene que implementar mecanismos para hacer que la inversión tenga beneficios sociales, que se traduzca en consumo y empleo. Hay inversiones, sobre todo las de carácter especulativo, que no generan beneficio social sino rentabilidad privada. Gobernar no es meramente crear riqueza, como propone la derecha, sino crear bienestar.

Eso es todo por hoy. ¡Sean felices!

Rodrigo

martes, 5 de mayo de 2020

PUTO EL QUE LEE ESTO Y LA IDEA DE LITERATURA

Las concepciones sobre la literatura, como el ser de Aristóteles, se dicen de muchas maneras.

Hay autores y lectores que disfrutan de la literatura como de la anécdota de un amigo que sabe cómo narrar los acontecimientos para mantenernos entretenidos e interesados hasta el final:

"'Puto el que lee esto.' 

Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.


Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. 'Puto el que lee esto', y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacéte cargo y si no, jodéte. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. 'Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento...' Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross Macdonald".



Se trata de Palabras iniciales, un cuento lleno de ironía que escribió el amigo Roberto Fontanarrosa hace ya varios años.


El autor de Inodoro Pereyra contaba, en el transcurso de una muy buena entrevista que le hizo Cristián Warnken, que algunos confundieron ese cuento con una suerte de declaración de principios suya, siendo que se trataba de un cuento más.

Sin embargo, es evidente que en toda escritura hay, implícita o explícitamente, una concepción de lo que para el autor es la literatura, la lectura y la escritura:

"De todos modos no voy a deslindar responsabilidades: es posible que muchas de esas cosas yo las piense seriamente, o que alguna vez las haya puesto en la balanza".

Y es cierto que hay escritores que parecen más interesados en complacer a los críticos literarios que en captar la atención del lector. Recuerdo que un filósofo alemán, que si mal no recuerdo era Odo Marquard, decía que los filósofos que escriben para otros filósofos eran tan ridículos como si los fabricantes de medias fabricasen medias exclusivamente para otros fabricantes de medias.

El escritor y profesor argentino Martín Kohan, en cambio, dice que la literatura que a él le interesa es aquella que descoloca, desestabiliza, pone en cuestión y desafía tanto al lector como al escritor:

"Eso supone un riesgo de escritura, una apuesta sin garantías" tanto para el acto de escribir como para el acto de leer.

El amigo Martín recordaba un texto de Jacques Ranciére, titulado El espectador emancipado, que trataba de quebrar la premisa que supone un lugar activo para el que hace, para el escritor o el autor, y un lugar pasivo para el lector o para el espectador:

"El espectador emancipado apunta a recuperar el carácter activo de la mirada, no porque el que mira también después hace sino porque mirar es hacer".


En cierto modo, toda gran literatura es "literatura comprometida", en el sentido de que no se conforma con ser mero entretenimiento sino que compromete tanto al autor como al lector. La literatura comprometida aspira a cambiar la percepción del mundo tanto del autor como del lector. Al decir del amigo Javier Cercas, el escritor trabaja con palabras, y las palabras son dinamita.