Marcel Proust nos enseñó que los recuerdos que más nos emocionan son, tal vez, los motivados por gustos u olores, porque al estar rodeados de abismos de olvido debemos oler el mismo olor para recordar una fragancia que parecía olvidada, y hay que sentir el mismo gusto para recordar un sabor. En cambio, si una canción te apasiona lo suficiente como para que te acompañe en las diversas etapas de tu vida, el uso va borrando los recuerdos específicos y se transforma en un clásico. ¿Cuántas veces escuchamos el tema "Something" de The Beatles, o "Muchacha ojos de papel" de Almendra? Posiblemente muchos no recuerden cuándo fue la primera vez que escucharon una canción que al tiempo se volvió "clásica".
En el otro extremo, hay canciones espantosas -o no tanto- que nos remiten a un momento particular del pasado: puede ser un jingle publicitario, una cortina televisiva o una canción que sonaba constantemente en la radio porque estaba de moda.
Como ha escrito Nick Hornby en un libro muy entretenido, titulado 31 songs: "lo único que se puede deducir de la gente que dice que el disco favorito de toda su vida les recuerda su luna de miel en Córcega, o al chihuaha de la familia, es que en realidad no les gusta demasiado la música".
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