Hernán Casciari narra cómo, cuando tenía siete u ocho años, alguien en el recreo del colegio se dio cuenta de algo: “mirá gordo, tenés tetas, podés tocar una teta cuando quieras”.
Incluso un compañero le propuso darle su sándwich a cambio de que se dejase tocar.
“Ése es el momento donde tenés que ser comediante o víctima”, nos dice Casciari: “O te dejás manosear diez años enteros en el baño, o respondés con cierta velocidad y te convertís en otra cosa. Yo le dije: ‘si me traés albóndigas, te dejo que me agarres el pito’”.
El compañero se mató de la risa, partió el sándwich, le convidó la mitad y a partir de ahí se hicieron amigos.
Tanto el pibe que encuentra rápido la respuesta adecuada, como el que no la encuentra y termina el resto de sus días manoseado en el baño, son conscientes de estar viviendo un momento bisagra. Saberse gordo y saberse feo ayudó a que Casciari desarrollara su talento como escritor. La prosa coloquial de Casciari es hija de la pereza y de la necesidad, y sin embargo me parece que sus obras son muy entretenidas, están muy bien escritas y tienen una mirada oblicua que a veces te deja pensando. Se trata de un tipo "querible", de un "mentiroso sincero", que toda su vida trabajó para tratar de vivir sin trabajar. Yo no creo que Casciari sea escrito por sus lectores, sino que escribe como si estuviera hablándole a sus amigos de toda la vida.
Roberto Bolaño, por su parte, asociaba la experiencia literaria a la valentía:
“La literatura se parece mucho a las peleas de los samuráis, pero un samurái no pelea contra un samurái: pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura”.
Para Bolaño, el auténtico poeta puede soportarlo todo. El escritor cobarde, el "escribiente", suele ser alguien ansioso de buscar y encontrar “respetabilidad”. El afán de respetabilidad termina siendo un pesado lastre para cualquier escritor.
Yo creo que el que relata, escribiendo o hablando, debe lograr el asombro y la sorpresa. Si se logra es gratificante para el autor y el lector/oyente.
ResponderBorrarY, como no, acá talla el gusto de ambos en el encuentro.
Hay tantas miradas y modos de concebir la literatura que ya ni sé lo que un escritor debe lograr, je. Me gustan escritores muy diversos: Kafka, a veces Casciari o Fontanarrosa, Joyce, James Boswell... lo que sí creo es que leer escritores grosos te quita las ganas y el tiempo de leer a un Federico Andahazi (cuyos libros no dicen nada, son puro efecto).
Borrar