¿Es “democrático” un debate
televisivo acerca de si está bien o está mal violar a un menor? Es evidente que
no. ¿Estaría bien que la televisión mostrara pornografía explícita por el canal
abierto a la hora en que los niños regresan de la escuela? ¿Estaría bien que la
televisión mostrara cadáveres despanzurrados, con las vísceras al aire, en un
noticiero de la tarde? La discusión no tiene que ver con si la gente lo miraría
o no, porque la respuesta sería un rotundo sí, o cuantimenos un sí mayoritario.
Parece una obviedad, pero a esta altura del delirio, no está de más aclarar que
EL RATING Y LA DEMOCRACIA SON CONCEPTOS DISTINTOS. La discusión tiene que ver
con el acceso. Todos los seres humanos, en mayor o menor medida, sentimos
atracción por el morbo, por el sexo explícito y por la muerte. Es evidente que
si emitiera en directo imágenes de la decapitación de un tipo, o de una joven practicando
sexo oral, cualquier canal abierto se aseguraría un alto nivel de audiencia. El
hecho de que existan imágenes accesibles con solo pulsar el botón del control
remoto, no es un tema menor. Afirmar livianamente que la televisión muestra “lo
que la gente quiere ver”, y pretender con eso justificar cualquier barrabasada,
me parece: a) una estupidez; b) simple pereza mental; y/o c) una canallada.
Ilustro el post con la siguiente cita de Karl Kraus: "el secreto de la demagogia es parecer tan tonto como su audiencia para que la gente se piense a sí misma tan inteligente como el demagogo". Esto no quiere decir que "la gente" sea "tonta", sino fomentar el desarrollo de la tolerancia, la solidaridad y el coraje en lugar del pánico, el miedo, la depresión y la estupidez. Ya bastante estúpidos somos los seres humanos como para necesitar que nos fogoneen nuestros vicios naturales.
¿Por qué razón deberíamos naturalizar el hecho de que los ancianos de un geriátrico deban pasarse los últimos años que le quedan de vida mirando por la televisión noticieros plagados de escándalos, robos, secuestros, violaciones, sangre y ojetes a repetición, desde que se levantan hasta que se acuestan? ¿Eso implica "estar informado"? Para mí eso no es estar informado, sino idiotizado, temeroso y manipulado.
Ilustro el post con la siguiente cita de Karl Kraus: "el secreto de la demagogia es parecer tan tonto como su audiencia para que la gente se piense a sí misma tan inteligente como el demagogo". Esto no quiere decir que "la gente" sea "tonta", sino fomentar el desarrollo de la tolerancia, la solidaridad y el coraje en lugar del pánico, el miedo, la depresión y la estupidez. Ya bastante estúpidos somos los seres humanos como para necesitar que nos fogoneen nuestros vicios naturales.
¿Por qué razón deberíamos naturalizar el hecho de que los ancianos de un geriátrico deban pasarse los últimos años que le quedan de vida mirando por la televisión noticieros plagados de escándalos, robos, secuestros, violaciones, sangre y ojetes a repetición, desde que se levantan hasta que se acuestan? ¿Eso implica "estar informado"? Para mí eso no es estar informado, sino idiotizado, temeroso y manipulado.
¿Por qué motivo los noticieros
estadounidenses censuraron las imágenes de los cadáveres enterrados entre los
escombros, a consecuencia del atentado terrorista a las Torres Gemelas? Salvo
que tengan ganas de confundir democracia con cualunquismo, acordarán conmigo en
que se trató de una medida atinada, al menos desde el punto de vista de los
derechos humanos. La cuestión no se reduce a "tapar la realidad o hacerla tapa", como sugería una publicidad del Grupo Clarín. Ya lo dijimos en éste post:
“Los periodistas despliegan todos los días ese poder de construcción y constitución de la difusión masiva, por el hecho de publicar o no publicar los temas que surgen –hablar de una manifestación o dejarla en silencio, dar cuenta de una conferencia de prensa o ignorarla, resumir de modo fiel o inexacto, deforme, favorable o desfavorable- o incluso por el hecho de colocar títulos y leyendas o etiquetas profesionales más o menos arbitrarias, por exceso o por defecto –por ejemplo, la etiqueta de ‘filósofo' por el hecho de transformar en un problema algo que no lo es, o viceversa. Pero pueden ir mucho más lejos, con total impunidad, respecto de las personas o de sus actos. Podríamos decir, sin exagerar, que poseen el monopolio de la difamación legítima”. (En Bourdieu Pierre, “Pensamiento y acción”, Ed. Libros del Zorzal, Capítulo 9, págs.. 53-54)
Mi postura es que el nivel de tolerancia
a la crueldad que tiene la sociedad argentina es muy alto, y además creo que el
rol de los medios hegemónicos en todo este guiso es, con pocas excepciones,
tremendamente nocivo.
El discurso mediático, cuando
sugiere que la discusión sobre los contenidos es, a priori, contraria a la pluralidad
y a la democracia, suele ser profundamente perverso. Desde el punto de vista de
la democracia y los Derechos Humanos, no es cierto que la cuestión se reduzca a
dos extremos: o libertad absoluta de contenidos; o vigilancia estricta de lo
que se emite en aras de un supuesto ideal igualitario. ¡No! Entre censura
absoluta y libertad negligente hay múltiples matices, que no tienen por qué sustraerse
a la discusión pública. Desde el punto de vista de la democracia y los derechos
humanos, la libertad de expresión absoluta no existe: no se puede hacer
apología del delito, no se pueden mostrar por televisión violaciones de niños
ni cadáveres en descomposición. Imagino que en este punto estaremos todos más o
menos de acuerdo. Ahora bien: ¿qué pasa con los noticieros que muestran una y
otra vez el crimen nuestro de cada día? ¿En qué medida ayudan a resolver los
problemas por los que fingen estar preocupados? Sostengo que son parte del
problema, más que de la solución. Al respecto, les propongo leer el siguiente
post sobre la criminología mediática.
En síntesis, estoy tratando de alertar acerca del peligro que implica fomentar mediáticamente la “violencia simbólica”. Al decir de Alejandro Kaufman:
"La
violencia simbólica es una violencia que no es física pero tiene un correlato y
consecuencias eventualmente físicas. Y precede a la violencia física. Siempre
que va a haber violencia física viene precedida por la violencia simbólica.
Nadie se pelea en frío: mojar la oreja, insultar (…) En los colectivos sociales,
la violencia no ocurre de repente. Cuando se trata de situaciones de
linchamiento, de discriminación, de racismo y de genocidio antes hay una
sistemática situación de violencia simbólica que puede durar mucho tiempo (…) Y
los derechos humanos están relacionados con combatir la violencia simbólica,
porque esta precede a las atrocidades. Carrió, por ejemplo, no está loca, lo
que hace es construir un arma letal de tipo verbal que está disponible para
cuando sea necesario usarla, que es un arma linchadora. Cuando (…) dijo que es ‘el
fin del fascismo, y lo que ahora viene es Rumania y Roma’, está(ba) hablando de
Ceaucescu y Mussolini, que sabemos cómo murieron: está haciendo un llamamiento
al linchamiento de la presidenta”.
Pongamos un ejemplo extremo, para
ver si nos damos a entender: podríamos acordar en que, desde el punto de vista
de los derechos humanos, no es relevante lo que opina una mujer golpeada de su
marido golpeador/abusador, al menos no si con eso pretendemos liberar al verdugo de la culpa que le corresponde. Sería absurdo alegar la opinión favorable de la
víctima respecto del victimario, en virtud de la supuesta “libertad” que el
tipo tiene de gozar y expresarse, para absolverlo de toda responsabilidad, toda
vez que se probara que efectivamente violó y/o golpeó a su mujer.
Está claro que el ejemplo es
extremo, y sin embargo puede ser útil para entender el motivo por el cual es
problemático tolerar que, por ejemplo, una chica discapacitada sea exhibida en
un programa de televisión para que todos nos burlemos de ella, sin importar que
ella esté de acuerdo. Recordemos que en la “canción de los parecidos”, TVR editó
imágenes de una nena con síndrome de down para burlarse, más allá de que lo
haya hecho con o sin ternura. Lo curioso es que buena parte de la sociedad asemejó
ese amarillismo a “igualdad” y “democracia”.
¿Y qué pensamos de Tinelli cuando lleva a un tipo humilde a formar parte de su circo, para humillarlo frente a
toda la tele-audiencia? ¿Está tratando de integrarlo a la sociedad o lo está prostituyendo? ¿Nos conformamos con que está todo bien porque la “víctima”
está de acuerdo y se presta para ser un bufón? Mi intención no es clausurar el
debate, sino abrirlo. Sé que esto que digo puede ser interpretado como un discurso condescendiente hacia la persona que se presta para ser objeto de burla. Creo que esa lectura sería, justamente, favorecida por el modo de comunicación masiva hegemónica que estoy intentando cuestionar.
¿Por qué se crea la comisaría de la
mujer? Tiene que ver con la violencia simbólica a la que debe ser sometida
cuando es citada como testigo. Se sabe que rememorar una violación, en cierto
modo, es vivirla de nuevo. No es lo mismo que una mujer deba relatar sus
vivencias a un grupo de policías varones, que a un grupo de policías mujeres.
No estoy aludiendo a la dicotomía “sanción ejemplar” vs “permisividad”. La
violencia simbólica se relaciona con el antes y el después de un hecho violento.
La violencia simbólica es la que favorece la existencia de la violencia física
explícita.
Todos estos temas guardan relación
con el modo en que los medios tratan las noticias políticas. Este post está en
contra de naturalizar la farandulización de la discusión pública. Yo no quiero que un político vaya a lo de Tinelli para ejercitar sus dotes histriónicas. Y ojo que no pretendo impedir que alguien ejerza la libertad de ir al programa que tenga ganas, sino que quiero ayudar a que la "farandulización" de la política sea culturalmente mal vista.
Pongo otro ejemplo que ilustra parte de lo que intento decir: ¿cómo debe actuar un funcionario importante en tiempos de crisis?La función de un líder político,
sobre todo en épocas difíciles, que en la Argentina son casi todas las épocas, se relaciona, entre otras cosas, con llevar
tranquilidad y calma a la población. Y más si tenemos en cuenta que la sociedad
argentina es histérica, exagerada, conflictiva y bastante violenta. Sin embargo,
el nivel de delirio es tal, que cuando un líder político se propone calmar las
aguas en tiempos de crisis, su discurso siempre es leído en forma negativa: se
lo acusa de querer ejercer la censura, de intentar negar la realidad, de tratar de esconder los problemas.
LAS CONFERENCIAS DE PRENSA:
¡QUEREMOS PREGUNTAR!
Por más que suene polémico, creo
que un sector de la prensa hegemónica que reclama conferencias de prensa, lo
hace menos para esclarecer el debate público que para someter a la clase
política a la maquinaria amarilla del escarnio idiotizante. Su indignación está
más emparentada con la farandulización de la política, con el deseo de ponerle
micrófonos en la oreja a un político para acosarlo o vituperarlo, al modo de CQC; o con
invitarlo a lo de Tinelli para que haga las veces de bufón; o con interrumpirlo con estupideces cada vez que trata de explicar el motivo de tal o cual medida.
Un conocido mío, el Bosnio, lo
resumía muy bien:
“Los
ministros que si dan entrevistas, conferencias de prensa, como Garré, no gozan
de mayor aprecio general que los que no. No asisten a sus conferencias los
pensadores más profundos sobre la seguridad, sino noteros que vienen de tratar
una nota de color con Susana o un asalto y luego seguirán con deportes. No
surgen de sus conferencias de prensa debates de largo plazo sobre políticas de
seguridad. En general no surge nada, a lo sumo alguna chicana de alguien que
quiere poder titular con su pregunta más que con la respuesta.
No
digo que deberían prohibirse, ni le exigiría a mis representantes a negarse a
presentarse a ese show inútil, pero hacer de eso la estructura del debate
público me parece que hay una mistificación del proceso de conferencias de
prensa y del funcionario como actor intelectual”.
Los medios hegemónicos tienen
consecuencias, muchas veces nocivas, sobre los estados de ánimo colectivos y
sobre la gobernabilidad. El periodismo hegemónico actúa como si su finalidad
fuera crispar a la población, desanimarla, desesperarla, generarle pánico. No
hay acción política eficaz que pueda neutralizar esa potencia discursiva de los
medios hegemónicos. La finalidad no es ejercer la crítica, sino horadar. Su
finalidad no es construir, sino destruir y crispar. No estoy hablando de kirchnerismo o antikirchnerismo: estoy diciendo que eso lo hacen TODO EL TIEMPO, CON TODOS LOS OFICIALISMOS Y OPOSICIONES DE TURNO. En definitiva, esto se relaciona con la tensión entre "plutocracia" y "democracia".
De modo exagerado, podríamos decir
que mientras la población de Estados Unidos está en estado de alteración
mediática respecto de enemigos externos (inmigrantes latinos, fundamentalistas
islámicos, etc).; la población argentina está en permanente estado de
alteración respecto a “enemigos internos”, que potencialmente serían "todos los argentinos", en particular los más débiles: mujeres, pobres y niños.
Para ir cerrando, déjenme decirles que este post no promueve la censura, sino la discusión acerca de los contenidos, y la proliferación de discusiones "contra-hegemónicas". También quiero dejar en claro, más allá de que sé que no soy el mejor ejemplo, que estoy absolutamente en contra de:
1) el monopolio de la injuria sistemática de la mayoría de los medios masivos;
2) la violencia simbólica ejercida por los medios, junto con el afán por infundir desánimo, complicar la gobernabilidad e infundir miedo, asco y desánimo a toda la ciudadanía. A tal punto creo esto, que a veces me parece que la parodia de Capusotto es más realista que otra cosa.
Addenda: agrego algo más que le escuché decir a Kaufman, y me pareció muy atinado. Un ejemplo de periodismo amarillo clásico es (o fue) el programa de Anabella Ascar en Crónica. A ese programa no iban políticos ni filósofos ni especialistas en cuestiones "serias". El problema, insisto una vez más, es mezclar farándula con política en noticieros que se pretenden serios.
Para ir cerrando, déjenme decirles que este post no promueve la censura, sino la discusión acerca de los contenidos, y la proliferación de discusiones "contra-hegemónicas". También quiero dejar en claro, más allá de que sé que no soy el mejor ejemplo, que estoy absolutamente en contra de:
1) el monopolio de la injuria sistemática de la mayoría de los medios masivos;
2) la violencia simbólica ejercida por los medios, junto con el afán por infundir desánimo, complicar la gobernabilidad e infundir miedo, asco y desánimo a toda la ciudadanía. A tal punto creo esto, que a veces me parece que la parodia de Capusotto es más realista que otra cosa.
Addenda: agrego algo más que le escuché decir a Kaufman, y me pareció muy atinado. Un ejemplo de periodismo amarillo clásico es (o fue) el programa de Anabella Ascar en Crónica. A ese programa no iban políticos ni filósofos ni especialistas en cuestiones "serias". El problema, insisto una vez más, es mezclar farándula con política en noticieros que se pretenden serios.
¡Excelente! No puedo estar más de acuerdo con tu postura. Saludos
ResponderBorrarBueno, gracias! No se trata de un posteo original, está claro. Es más una suerte de catarsis apoyada en varias cosas que dijo un ex profesor mío cuya postura suelo compartir bastante: Aleandro Kaufman. Por ahí él suena pesimista, pero así y todo coincido.
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