Hay
una veta polemista que muchos olvidan en los escritos de Borges. Considero que el
autor de Ficciones no era simplemente
un ingenuo: hay ensayos, reseñas y artículos periodísticos que lo muestran más
del lado del “militante” que va con los botines de punta; una imagen que lo aleja del viejecito tímido, irónico y desinteresado por las cuestiones políticas.
Bioy
Casares, en conversación con Borges, dijo que “en realidad, el marxismo y el psicoanálisis han hecho un gran mal.
Restan dignidad al individuo: cualquier opinión que uno proponga está
determinada fatalmente por cuestiones de clase o de patología. Lo que uno opina
no lo opina uno, sino la cuenta del banco o un impulso contenido de nuestra
infancia”. El desprecio por Freud y el marxismo fue compartido por ambos
escritores.
Esas
frases tajantes y llenas de sofismas son frecuentes también en Borges, sobre
todo cuando se refieren a cuestiones políticas, históricas o sociológicas. En
su texto Anotación al 23 de agosto de 1944, Borges sugiere la extraordinaria
pelotudez de que los nazis, al ser occidentales, no pueden querer la derrota de
Occidente; por lo tanto, si Hitler perdió la guerra fue porque en el fondo
sabía que no tenía razón y quería ser vencido. Es curiosa una explicación tan
burda en alguien que desprecia el psicoanálisis. Precisamente las teorías
psicoanalíticas, al ser extrapoladas a la interpretación histórica, suelen
desembocar en juicios absurdos.
La
conclusión del artículo es de un reduccionismo apabullante: "Para los europeos y americanos, hay un
orden -un solo orden- posible: el que antes llevó el nombre de Roma y que ahora
es la cultura de Occidente. Ser nazi (jugar a la barbarie enérgica, jugar a ser
viking, un tártaro, un conquistador del siglo XVI, un gaucho, un piel roja) es,
a la larga, una imposibilidad mental y moral (…) Hitler de un modo ciego,
colabora con los inevitables ejércitos que lo aniquilarán, como los buitres de
metal y el dragón (que no debieron de ignorar que eran monstruos) colaboraban,
misteriosamente, con Hércules”.
En
síntesis: el sofisma grosero de atribuir toda la cultura, el progreso y la
probidad moral a Occidente y la barbarie y la violencia a sus adversarios, como
si no hubiesen existido los conquistadores españoles y portugueses del siglo
XVI, los piratas holandeses e ingleses que abordaban un barco para saquearlo y
hundir a toda la tripulación, el etnocidio indígena y la esclavitud en África.
Me cuesta calificar las omisiones borgeanas como una “enorme ingenuidad”.
Decir
que existe "un orden" en Occidente es casi una tenue anticipación de
las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia y las desmesuras xenófobas de
Samuel Huntington respecto del concepto de “civilización occidental”. Ni
siquiera en Sarmiento se encuentra un reduccionismo semejante.
Es
cierto que mientras un tipo como Vargas Llosa es amigote de los Holdings
financieros internacionales, Borges nunca aspiró a tener una influencia
política semejante, e incluso es conocido su desprecio por el dinero. En la
entrevista a Soler Serrano dice no entender nada de política sino de ética, y
declara que la democracia es “un abuso de la estadística”, un régimen que no
sirve en un país -¿tan bárbaro?- como el nuestro.
Como
bien notó Juan José Saer: "en una
América latina atormentada por la violencia, en el marco de los últimos
conflictos de la guerra fría, eligió su campo con total lucidez, pero sin el
coraje ni la energía intelectual que nos hubiese inducido a respetarlo, ya que
trató de atenuar el alcance de su elección por medio de la ironía o de una
supuesta indiferencia. La lógica de las declaraciones que treinta años más
tarde causarían tanto escándalo ya estaba inscripta en la concepción de
Occidente que tenía en 1944".
BORGES
Y SARMIENTO
Dicho
gruesamente, en Sarmiento hay un énfasis romántico mucho mayor que en Borges.
El romanticismo valora lo propio, lo auténtico, lo original y distintivo de
cada nación, en contraposición al cosmopolitismo ilustrado; aprecia a las
personas que están cerca de la naturaleza, a los campesinos -cuya ignorancia en
cuestiones intelectuales se compensa por su saber instintivo, natural,
espontáneo, incontaminado de los refinamientos civilizados.
A
lo largo del Facundo hay divorcios tajantes entre civilización y barbarie, y
otras veces ambos conceptos se presentan con una fuerte hibridación. Sarmiento
reconoce valores tanto a Rosas como a los gauchos.
A
grandes rasgos, la fricción entre civilización y barbarie irá mutando en
modernidad y atraso, desarrollo y subdesarrollo, primer y tercer mundo,
peronismo y antiperonismo… Haciendo un jueguito intelectual, si tuviera que
elegir entre poner a Borges del lado de los “civilizados” o los “bárbaros” –pese
a su vindicación intelectual del coraje individual, los malevos y los
cuchilleros- lo ubicaría claramente del lado de los que aprecian la
“civilización”: su antiperonismo recalcitrante, su desprecio por la cultura
latinoamericana, su menosprecio por todo tipo de nacionalismo (salvo en su
juventud), su anglofilia, su tendencia liberal-conservadora…
Recordemos
que la élite argentina del siglo XIX se dividirá entre quienes postularon una
identidad de mezcla cosmopolita y los que la filiaron en un pasado más bien
criollo e hispánico. Sin embargo, en casi ningún clivaje se pensó seriamente en
que los pueblos aborígenes fueran un material incorporable a la nacionalidad
argentina. Más allá de que han pasado muchos años desde entonces, tanto Borges
como Vargas Llosa presentan varios de los rasgos de aquella élite decimonónica:
menosprecio por ciertos rasgos culturales de América latina, prejuicios
clasistas, desprecio por "lo indígena", etc. Como muestrario, les
dejo…
Algunos frases de Borges y Bioy
redactadas por Bioy:
1971:
BORGES: “Todas las desgracias
de este país empezaron con la ley Sáenz Peña”.
BIOY: “(…) los intelectuales
ven con simpatía todo lo peor: al comunismo y, por qué no, al justicialismo”.
BORGES: Sí. Y no podés decir nada contra los negros. ¿Vos sabés que en los
países negros de África, ahora que se libraron de la opresión del colonialismo,
se practica la esclavitud y la venta de esclavos?”.
BORGES: “Me preguntaron si me
gustaba Brasil. Les dije que no, porque era un país lleno de negros. Eso no les
gustó nada. No se puede decir nada contra los negros. El único mérito que
tienen es el de haber sido maltratados y eso, como observó Bernard Shaw, no es
un mérito”.
BIOY: (refiriéndose a Borges)
“En no sé qué debate en la Universidad de Columbia le preguntaron qué pensaba
de la guerra de Vietnam; contestó que la política le importaba tan poco que no
tenía una opinión formada. (…) Yo creo que su contestación sobre la política y
la guerra de Vietnam es una verdad profunda, pero alegada para no decir la otra
verdad cotidiana: que sí tiene una opinión, que quisiera que ganaran los
norteamericanos esa guerra y que piensa que toda conquista de los comunistas
significa desdicha para millones de personas. Como carece de conocimientos
circunstanciales, no puede o no quiere esgrimir esas verdades generales entre
gente convencida de lo contrario y que ve el asunto desde muy cerca: la guerra
para ellos es la posibilidad de sobrellevarla, de morir o de llorar muertes”.
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