La literatura está cargada de tristeza y fatalidad no porque la vida sea siempre fea, sino porque el arte suele brotar de nuestras propias carencias. Si fuéramos seres inmortales y omnipotentes, posiblemente no haríamos arte, o no lo haríamos del mismo modo. En cierta manera, la escritura es una formar de conjurar la desdicha, de ponerle palabras. La felicidad es un fin en sí mismo. Cuando uno es feliz no escribe, se dedica a vivir su felicidad. Como dice Abelardo Castillo, “en la literatura se pone el deseo, la nostalgia, la ausencia, lo que se ha perdido o no se quiere perder. Por eso es tan difícil escribir una buena historia feliz”. Por otra parte, sabemos que la felicidad absoluta no existe, porque lo que existen son los instantes de felicidad; las alegrías fugaces cuyo recuerdo nos mantiene vivos. La literatura también puede ser un intento de eternizar esos momentos, o de buscarles un sentido.
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lunes, 12 de septiembre de 2016
ESCRITURA Y FELICIDAD
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