viernes, 15 de enero de 2016

EL ONANISMO DEL ESCRITOR DE NARRATIVA Y LA DIVERSIÓN DE ESCRIBIR

El onanismo del escritor de narrativa que se divierte escribiendo para sí mismo porque sabe que lo hace en el desierto, que no lo lee ni el loro, ni bien publica y toma conciencia de que a algunas personas les gusta lo que escribe, o alguna "groupie" se confiesa conmovida por un relato suyo, se convierte en un intento de seducción como motivación para seguir escribiendo, que a su vez resulta en un miedo al rechazo o a no cumplir las expectativas. 

"Descubres algo peliagudo que tiene la escritura de narrativa: que para ser capaz de escribirla es necesaria cierta cantidad de vanidad, pero que cualquier cantidad de vanidad por encima de la estrictamente necesaria resulta letal. Llegado este punto, más del noventa por ciento de las cosas que estás escribiendo ya están motivadas e informadas por una necesidad abrumadora de gustar. Y esto genera una narrativa de mierda. Y la obra de mierda debe acabar en la papelera, no tanto por una cuestión de integridad artística como por el simple hecho de que la obra de mierda va a hacer que no gustes. Llegado a  este punto de la evolución de la diversión del escritor, la misma cosa que siempre te ha motivado para escribir ahora te está motivando también para tirar lo que escribes a la papelera". 

Es por eso que DFW dice que Don De Lillo dice que un libro en proceso de escritura es como un niño "repulsivamente deforme que sigue al escritor a todas partes, yéndole eternamente detrás a cuatro patas (es decir, reptando por el suelo de los restaurantes donde el escritor está intentando comer, apareciendo a primera hora de la mañana a los pies de su cama, etcétera), repulsivamente defectuoso, hidrocefálico y sin nariz y con aletas en vez de brazos e incontinente y retrasado y babeando líquido cerebroespinal por la boca mientras lloriquea y gorgotea y llama al escritor, pidiédole amor, pidiéndole eso que su misma repulsividad le garantiza que va a obtener: la atención total del escritor.


El tropo de la escritura deforme es perfecto porque capta la mezcla de repulsión y de amor que todo escritor de narrativa siente hacia la obra en la que está trabajando". 


Vale decir que tu obra es un poco como un hijo medio pelotudo y del que no estás muy orgulloso pero que es tu hijo y por ende, en cierto sentido sos vos mismo. Vos lo odiás "porque SU deformidad es TU deformidad (puesto que si fueras mejor escritor de narrativa tu criatura, por supuesto, se parecería a esos bebés de los catálogos de venta de ropa para bebés, perfectos y rosados y cerebroespinalmente continentes) (...)".


Sin embargo vos, hipócrita escritor, querés mucho a tu criatura y tenés ganas de que los demás lo quieran tanto o más que vos, cuando por fin llegue el momento de que el niño deforme salga y haga frente al mundo. "Es algo así como que querés engañar a la gente: querés que vean como perfecto lo que vos en tu corazón sabés que es una traición de toda perfección.


Mejor dicho, no es que quieras engañar a esa gente; lo que querés es que esa gente vea y ame a un bebé de anuncio, encantador, milagroso y perfecto, y que TENGAN RAZÓN, que estén EN LO CIERTO en lo que ven y sienten. Querés ser vos el que se equivoca terriblemente: querés que la repugnancia del niño deforme resulte no ser nada más que una extraña alucinación engañosa que has tenido. Pero eso significaría que estás loco: que en realidad esas deformidades repulsivas que viste, que te persiguieron y te hicieron encogerte de asco no existen (o por lo menos te convencen de eso). Lo cual quiere decir que te falta más de un tornillo y más de dos, claramente".


La clave está, aunque seguramente la clave no existe, en que aceptes tus límites y trates de decir la verdad en lugar de ser escrito por los lectores: pinta la aldea de tu yo y pintarás el mundo, o una partecita del mundo, pero eso da miedo y es trabajoso aunque pueda ser divertido. 


Otra solución posible consiste en ser más simple, dejar de lado la autoconsciencia, pero eso no es en realidad más que una utopía, porque si sos escritor y te preocupan todas estas cosas es que sos un neurótico vanidoso autoconsciente la mayor parte del tiempo.

Tal vez lo que ocurre es, como me dice alguien por ahí, que el escritor quiera exorcizar sus demonios y, como cualquier ser humano emocionalmente sano, lo que busca es que lo quieran.

Post scriptum:

"Si el artista depende en exceso de ese mero gustar, de tal modo que su verdadero objetivo no resida en la obra sino en la buena opinión de un público determinado, va a desarrollar una hostilidad terrible a ese público, sencillamente por haber renunciado a todo su poder en favor de ellos. Se trata del consabido síndrome de amor-odio seducción: "En realidad no me importa lo que digo, únicamente me interesa gustarte. Pero dado que tu opinión positiva es el único árbitro de mi éxito y mi valía, tienes un poder tremendo sobre mí, y te temo y te odio por ello". Esta dinámica no es exclusiva del arte. Sin embargo, muy a menudo pienso que puedo apreciarlo en mí mismo y en otros escritores jóvenes, ese deseo desesperado de agradar junto con una especie de hostilidad hacia el lector". (David Foster Wallace)

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