Hacer de cuenta que uno es lo que no es produce cierto agotamiento, tanto mental como físico. Mostrar sin tapujos nuestra personalidad pelotuda tampoco suele ser muy recomendable, al menos no en cualquier circunstancia o frente a cualquier "auditorio". Una suerte de "asesor de imagen" en un relato de DFW, titulado Mi aparición, le recomienda a una actriz, invitada al programa de televisión Late Night with David Letterman, cómo debe comportarse frente a las cámaras:
-"Actúa como si supieras desde que naciste que todo es tópico, que todo está comercializado, que todo es superficial y absurdo -dice Ron-, y que ahí está precisamente la gracia de todo".
-Pero yo no soy así para nada".
Ella asiste al programa, se ríe ligeramente de sí misma y sale airosa frente al presentador, que es la quintaesencia de la ironía autoconsciente. Sólo que después se siente cansada, porque después de todo esa no era su forma de ser.
Tal vez la solución sea intentar relacionarnos con personas para las cuales debamos recurrir a lo mejor de nosotros mismos cuando tratamos de seducirlas. Si para agradarle a alguien debo comportarme como un imbécil, en algún momento tendré que escuchar una alarma, una especie de "clic" que suene en nuestro cráneo y que nos diga que estamos haciendo el ridículo.
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