sábado, 3 de agosto de 2019

LA NECESIDAD DE CONSTRUIR UNA CIUDADANÍA POLÍTICA Y ECONÓMICAMENTE ACTIVA

Post dedicado a mi "Coniglia hermosa"


En estos días asumí la necesidad de escribir –especialmente para las generaciones más jóvenes, que son buena parte de nuestro futuro- algunos artículos que tienen el propósito de que asumamos una postura ciudadana política y económicamente activa y responsable. La razón principal de mi decisión es la molestia de ver y escuchar a tantas víctimas apoyando verdugos sin cuestionarse nada. 


Mi apasionamiento por estos temas ha hecho que incluso me pelee con algunos compañeros de trabajo, entre otras cosas porque elegí estrategias comunicacionales muy malas. Y es que hace falta saber cuándo, cómo y con quiénes hablar de algunos temas. Sin ir más lejos, hace pocos días se fueron yendo las personas de mi grupo de Whatsapp del laburo porque se pudrieron de que yo discutiera de política e incluso ejerciera cierta “soberbia puteadora” con varios. Tenemos que entender que los interesados en política seguimos siendo, muy a mi pesar, una “minoría intensa”. 

Antes que nada quiero recordar que, como decía Wittgenstein, VEMOS INTERPRETACIONES todo el tiempo. Al respecto, me parece interesante citar al gran Pedro Saborido, quien en el transcurso de la presentación de un libro de entrevistas a Axel Kicillof en la Feria del Libro, reflexionó:

“¿Cómo es que estamos percibiendo de una manera tan distinta? ¿Cómo puede ser que a un montón de gente la misma persona le parezca un gran cuadro político y a otro, una loca de mierda? Y no sabemos si estamos hablando de Cristina o de Carrió. Funciona, funciona para ambos casos. (…) El otro día hablaba con Marlene y con mis chicos sobre quién se supone que es normal. ¿Quién es el normal? Va un tipo en un auto a la mañana y la radio le habla y le dice que va a haber un montón de cortes en la 9 de Julio. Ese tipo es el normal y escucha: ‘Bueno, usted que va para tal lado va a cruzarse con una serie de cortes de piqueteros’. Le hablan sobre el derecho a la circulación y qué se yo. La radio no le habla al que participa del movimiento social, al piquetero. La radio no le dice: ‘Señor piquetero que hoy va a cortar la calle, se va a encontrar con un montón de pequeños burgueses que van al trabajo, le van a tocar la bocina, lo van a insultar’. No. El tipo que va en el auto entonces se cree el centro. El normal. Y como en ese momento es el normal, no puede por un instante pensarse del otro lado. Ponerse en el lugar del que corta la calle. Uno le diría: ‘Mirá, vos tenés que esperar media hora, qué se yo, vas al laburo o volvés a tu casa y vas a llegar más tarde para ver Friends. Pero el otro se está cagando de hambre y vos te quejás en vez de agradecer que tenés un auto y tenés un trabajo. Agradecer que no sos el que tiene que cortar la calle. Poné Aspen, dale boludo, dos, tres temas de Richard Marx y ya pasó. El otro se está cagando de hambre’”.

Esto que dice Saborido, un poco en broma pero bastante en serio, tiene que ver con que no existe el pelotudo integral: los seres humanos somos pluridimensionales, excelentes cirujanos que toman en serio las gansadas de Luis Majul, expertos en literatura rusa que no pueden hacer un huevo frito sin quemar todo, y así siguiendo. Uno puede adjetivar cada tanto a alguien -amigo, hermano, jefe, vecino- diciendo “este tipo es tremendo pelotudo”. Sin embargo, como agrega Peter: “no existe el boludo integral, porque no podría sobrevivir a él mismo, no podría cruzar Constituyentes o se ahogaría en la ducha. Pero resulta que tienen hijos, los tienen a upa y no se les caen, los llevan todos los días al mismo jardín (…) La persona es un poliedro y uno de sus lados es boludo, y cuando uno ve ese costado, ve a un boludo”.

Es cierto que hay poliedros y poliedros, pero en esencia el amigo Peter tiene razón. Uno se enoja con compañeros por haberse tirado un tiro en el pie votando a Macri, pero esos mismos compañeros por ahí son brillantes, incluso mucho mejores que uno, en un montón de otras actividades o aspectos de la vida.


En fin, la cuestión es que no soy muy original: allá por 1548, cuando tenía nada más que 18 años, el pensador francés Étienne de La Boétie (1530-1563) escribió su Discurso sobre la servidumbre voluntaria, donde se pregunta cuál es la legitimidad de los menos sobre los muchos, o de cualquier autoridad sobre un pueblo, analizando la situación de sumisión que las personas adoptan, en buena medida, voluntariamente.


En lo personal me jode que muchos de los que más sufren las políticas neoliberales, o de libre mercado, son frecuentemente quienes más las apoyan: los han convencido, y se han dejado convencer, de que el adelgazamiento del gobierno, el rigor fiscal, el individualismo extremo, el egoísmo, la libertad de empresa, la autoayuda individual -frente a la política, que es la autoayuda colectiva- son las únicas bases posibles para una economía dinámica y la conformación de una sociedad decente.


En síntesis, podría decirse que flota en el aire una pregunta recurrente: ¿por qué razón las víctimas votan a sus verdugos? Traducido a la política local: ¿cómo es posible que un jubilado, un empresario Pyme, un asalariado o un científico del Conicet siga apoyando al macrismo? Sabemos que un banquero o un miembro de la sociedad rural tiene sobradas razones para apoyar a Macri, ¿pero un jubilado?


No es una pregunta sencilla de contestar, aunque se pueden ensayar algunas respuestas: 1) la derecha conservadora suele manejar buena parte de los aparatos ideológicos de construcción de sentido, y además se mueve en bloque: sectores del poder judicial, del poder mediático, del poder económico y parte del poder político funcionan de manera coordinada para construir sentido, para construir subjetividad. Cuando te convencen de votar un ajuste lo hacen desde la hegemonía neoliberal que te dice que “no existe otra alternativa”, es eso o “el caos”, “Venezuela”, “el monstruo del populismo”, etc. Es una  suerte de legitimación de cierto darwinismo social radicalizado y convertido en una lógica fatalista: “el mundo es una selva donde predominan los más fuertes, y todo aquél que lo cuestione es un izquierdista infantil que no entiende nada”. Algo así como Nietzsche para pelotudos mezclado con Ayn Rand. El macrismo, como no tiene logros económicos para mostrar, sólo puede sostener su chance electoral a través de la demonización del kirchnerismo.


2) La segunda razón es antipática pero es real: a muchas personas NO LES GUSTA LA IGUALDAD. De algún modo tiene que ver con lo que Freud denominaba “el narcisismo de las pequeñas diferencias”. Lo vemos todo el tiempo: tipos que disfrutan el ascenso social mínimo con respecto al vecino, así como envidian profundamente que alguien que vive al lado tenga un logro o un éxito económico o social que él/ella también tiene. “¿Cómo puede ser que este negro de mierda maneje una 4 x 4 tan linda como la que manejo yo?”. Salvando las distancias, algo así como el mayordomo esclavista personificado por Samuel Jackson en Django Unchained (2012)




De todos modos no es mi intención buscar en este post mayores precisiones sobre la psicología del votante, ni tampoco creo que el kirchnerismo sea la solución a todos nuestros males. ¡Al contrario! Creo que la hegemonía neoliberal es tan omnipresente, el individualismo egoísta está tan arraigado, que cada mínimo avance "populista" -por llamarlo de algún modo- en relación a cierta equidad se logra con muchísimo esfuerzo; por algo a cada gobierno que intenta distribuir un poquito le sucede la restauración de los gobiernos de derecha, cuyas políticas son siempre el mismo perfume de mierda con diferente frasco: Martínez de Hoz, Cavallo, Dujovne… Lo digo nuevamente:  mi intención en varios de los próximos posteos que proyecto publicar, y algunos que ya escribí, es tratar de entender, y ayudarle a entender a los más jóvenes, algunas cuestiones sobre política y economía. Y es que con los viejos carcamanes onda Quintín no hay nada que debatir: sería una pérdida de tiempo, esfuerzo y neuronas. 

Parto de la base de que, como sugería Joan Robinson, el principal propósito de estudiar economía es “aprender a evitar ser engañado por economistas”, que muchas veces no son más que lobbystas del establishment o traficantes de información financiera al servicio de intereses ajenos e incluso contrarios a los nuestros.

Se ha hecho famosa una frase de Raúl Scalabrini Ortiz: “Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Solo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende, es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defender la patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros”. (Bases para la Reconstrucción Nacional, 1965).

Me parece que se trata de una verdad a medias, en el sentido de que uno no puede ahorrarse el esfuerzo, y que tampoco se puede negar que existen ciertos tecnicismos y ciertos conocimientos mínimos que no son sencillos de aprender. En otras palabras, adhiero a la postura del economista coreano Ha-Joon Chang cuando dice que "no hace falta que entendamos todos los aspectos técnicos para hacernos una idea de qué pasa en el mundo y ejercer lo que llamo ‘ciudadanía económicamente activa’ para exigir medidas adecuadas a los cargos de responsabilidad. A fin de cuentas, la falta de conocimientos técnicos no nos impide pronunciarnos sobre muchos otros temas. No hace falta ser un experto en epidemiología para darse cuenta de que las fábricas de productos alimentarios, las carnicerías y los restaurantes deben seguir normas de higiene. Pronunciarse sobre economía viene a ser lo mismo: una vez que se conocen los principios clave y los datos básicos, se pueden emitir juicios sólidos sin conocer detalles técnicos”.

Y es que estoy convencido de que la economía es una ciencia social, no una ciencia exacta. Hay que rechazar la idea de la ciencia económica como un modelo predictivo para aceptarla como una ciencia que debe combinarse con otros aportes: la antropología, la psicología, la sociología, la política… La economía es un terreno de disputa de poder. Como dije alguna vez: "economistas queridos, ¡ciencia no es cientificismo!"

También es importante no confundir "democracia" con "plutocracia": con los plutócratas que se disfrazan de demócratas no hay nada que hablar, simplemente hay que combatirlos en la arena política con todo el pesimismo del intelecto y el optimismo de la voluntad de que seamos capaces.

La raíz de la voluntad está en el deseo: hay que QUERER pensar, volverse una persona autónoma, reflexiva aunque no por eso menos apasionada. La voluntad es un deseo que ha pasado por el tamiz de la reflexión crítica.

Eso es todo por hoy. 

¡Sean felices!,

Rodrigo

2 comentarios:

  1. Hola Rodrigo: Por aquí como vagabundenado me encontré con tu blog y me ha parecido muy esclarecedor lo que has posteado. Ahora, te escribo desde Colombia y me ha llamado mucho la atención las reflexiones que tares sobre la realidad política de Argentina, pero lo más significativo que allí donde tu escribes Argentina se puede poner Colombia y no cambia nada el sentido. Los nombres, igual. Derecha e izquierda, pobres y ricos. estamos nadando en la misma caca. Un abrazo, Gustavo lopez

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