Post dedicado a mi "Coniglia hermosa"
En estos días asumí la necesidad de escribir –especialmente para las generaciones
más jóvenes, que son buena parte de nuestro futuro- algunos artículos que
tienen el propósito de que asumamos una postura ciudadana política y
económicamente activa y responsable. La razón principal de mi decisión es la molestia de ver y escuchar a tantas víctimas apoyando verdugos sin cuestionarse nada.
Mi
apasionamiento por estos temas ha hecho que incluso me pelee con algunos compañeros de trabajo, entre otras cosas porque elegí estrategias comunicacionales muy malas. Y es que hace falta saber cuándo, cómo y con quiénes hablar de algunos temas. Sin ir más lejos, hace pocos días se fueron yendo las
personas de mi grupo de Whatsapp del laburo porque se pudrieron de que yo
discutiera de política e incluso ejerciera cierta “soberbia puteadora” con
varios. Tenemos que entender que los interesados en política seguimos siendo, muy a mi pesar, una “minoría intensa”.
Antes
que nada quiero recordar que, como decía Wittgenstein, VEMOS INTERPRETACIONES
todo el tiempo. Al respecto, me parece interesante citar al gran Pedro
Saborido, quien en el transcurso de la presentación de un libro de entrevistas a Axel Kicillof en la Feria del Libro, reflexionó:
“¿Cómo
es que estamos percibiendo de una manera tan distinta? ¿Cómo puede ser que a un
montón de gente la misma persona le parezca un gran cuadro político y a otro,
una loca de mierda? Y no sabemos si estamos hablando de Cristina o de Carrió.
Funciona, funciona para ambos casos. (…) El otro día hablaba con Marlene y con
mis chicos sobre quién se supone que es normal. ¿Quién es el normal? Va un tipo
en un auto a la mañana y la radio le habla y le dice que va a haber un montón
de cortes en la 9 de Julio. Ese tipo es el normal y escucha: ‘Bueno, usted que
va para tal lado va a cruzarse con una serie de cortes de piqueteros’. Le
hablan sobre el derecho a la circulación y qué se yo. La radio no le habla al
que participa del movimiento social, al piquetero. La radio no le dice: ‘Señor
piquetero que hoy va a cortar la calle, se va a encontrar con un montón de
pequeños burgueses que van al trabajo, le van a tocar la bocina, lo van a
insultar’. No. El tipo que va en el auto entonces se cree el centro. El normal.
Y como en ese momento es el normal, no puede por un instante pensarse del otro
lado. Ponerse en el lugar del que corta la calle. Uno le diría:
‘Mirá, vos tenés que esperar media hora, qué se yo, vas al laburo o volvés a tu
casa y vas a llegar más tarde para ver Friends. Pero el otro se está cagando de
hambre y vos te quejás en vez de agradecer que tenés un auto y tenés un
trabajo. Agradecer que no sos el que tiene que cortar la calle. Poné Aspen ,
dale boludo, dos, tres temas de Richard Marx y ya pasó. El otro se está cagando
de hambre’”.
Esto
que dice Saborido, un poco en broma pero bastante en serio, tiene que ver con
que no existe el pelotudo integral: los seres humanos somos pluridimensionales,
excelentes cirujanos que toman en serio las gansadas de Luis Majul, expertos en
literatura rusa que no pueden hacer un huevo frito sin quemar todo, y así
siguiendo. Uno puede adjetivar cada tanto a alguien -amigo, hermano, jefe,
vecino- diciendo “este tipo es tremendo pelotudo”. Sin embargo, como agrega Peter:
“no existe el boludo integral, porque no podría sobrevivir a él mismo, no
podría cruzar Constituyentes o se ahogaría en la ducha. Pero resulta
que tienen hijos, los tienen a upa y no se les caen, los llevan todos los días
al mismo jardín (…) La persona es un poliedro y uno de sus lados es boludo, y
cuando uno ve ese costado, ve a un boludo”.
Es
cierto que hay poliedros y poliedros, pero en esencia el amigo Peter tiene
razón. Uno se enoja con compañeros por haberse tirado un tiro en el pie votando
a Macri, pero esos mismos compañeros por ahí son brillantes, incluso mucho
mejores que uno, en un montón de otras actividades o aspectos de la vida.
En
fin, la cuestión es que no soy muy original: allá por 1548, cuando tenía nada
más que 18 años, el pensador francés Étienne de La Boétie (1530-1563) escribió
su Discurso sobre la servidumbre voluntaria, donde se pregunta cuál es la
legitimidad de los menos sobre los muchos, o de cualquier autoridad sobre un
pueblo, analizando la situación de sumisión que las personas adoptan, en buena
medida, voluntariamente.
En
lo personal me jode que muchos de los que más sufren las políticas neoliberales, o de libre mercado, son frecuentemente quienes más las apoyan: los
han convencido, y se han dejado convencer, de que el adelgazamiento del
gobierno, el rigor fiscal, el individualismo extremo, el egoísmo, la libertad de
empresa, la autoayuda individual -frente a la política, que es la autoayuda
colectiva- son las únicas bases posibles para una economía dinámica y la
conformación de una sociedad decente.
En
síntesis, podría decirse que flota en el aire una pregunta recurrente: ¿por qué razón las
víctimas votan a sus verdugos? Traducido a la política local: ¿cómo es posible
que un jubilado, un empresario Pyme, un asalariado o un científico del Conicet siga
apoyando al macrismo? Sabemos que un banquero o un miembro de la sociedad rural
tiene sobradas razones para apoyar a Macri, ¿pero un jubilado?
No
es una pregunta sencilla de contestar, aunque se pueden ensayar algunas
respuestas: 1) la derecha conservadora suele manejar buena parte de los
aparatos ideológicos de construcción de sentido, y además se mueve en bloque:
sectores del poder judicial, del poder mediático, del poder económico y parte
del poder político funcionan de manera coordinada para construir sentido, para
construir subjetividad. Cuando te convencen de votar un ajuste lo hacen desde
la hegemonía neoliberal que te dice que “no existe otra alternativa”, es eso o
“el caos”, “Venezuela”, “el monstruo del populismo”, etc. Es una suerte de legitimación de cierto darwinismo
social radicalizado y convertido en una lógica fatalista: “el mundo es una
selva donde predominan los más fuertes, y todo aquél que lo cuestione es un
izquierdista infantil que no entiende nada”. Algo así como Nietzsche para
pelotudos mezclado con Ayn Rand. El macrismo, como no tiene logros económicos
para mostrar, sólo puede sostener su chance electoral a través de la
demonización del kirchnerismo.
2)
La segunda razón es antipática pero es real: a muchas personas NO LES GUSTA LA IGUALDAD. De algún
modo tiene que ver con lo que Freud denominaba “el narcisismo de las pequeñas
diferencias”. Lo vemos todo el tiempo: tipos que disfrutan el ascenso social
mínimo con respecto al vecino, así como envidian profundamente que alguien que
vive al lado tenga un logro o un éxito económico o social que él/ella también tiene.
“¿Cómo puede ser que este negro de mierda maneje una 4 x 4 tan linda como la que manejo yo?”. Salvando las distancias, algo así como el mayordomo esclavista personificado por Samuel Jackson en Django Unchained
(2012)
De
todos modos no es mi intención buscar en este post mayores precisiones sobre la
psicología del votante, ni tampoco creo que el kirchnerismo sea la solución a
todos nuestros males. ¡Al contrario! Creo que la hegemonía neoliberal es tan
omnipresente, el individualismo egoísta está tan arraigado, que cada mínimo avance "populista" -por llamarlo de algún modo- en relación a cierta equidad se logra con
muchísimo esfuerzo; por algo a cada gobierno que intenta distribuir un poquito le
sucede la restauración de los gobiernos de derecha, cuyas políticas son siempre
el mismo perfume de mierda con diferente frasco: Martínez de Hoz, Cavallo,
Dujovne… Lo digo nuevamente: mi intención en varios de los próximos posteos que proyecto publicar, y algunos que ya escribí, es tratar de entender, y ayudarle a entender a los más
jóvenes, algunas cuestiones sobre política y economía. Y es que con los viejos carcamanes onda Quintín no hay nada que debatir: sería una pérdida de tiempo, esfuerzo y neuronas.
Parto
de la base de que, como sugería Joan Robinson, el principal propósito de
estudiar economía es “aprender a evitar ser engañado por economistas”, que
muchas veces no son más que lobbystas del establishment o traficantes de
información financiera al servicio de intereses ajenos e incluso contrarios a
los nuestros.
Se
ha hecho famosa una frase de Raúl Scalabrini Ortiz: “Estos asuntos de economía
y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Solo
requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte
hasta que la entienda. Si
no la entiende, es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya
habrá aprendido a defender la patria en el orden inmaterial de los conceptos
económicos y financieros”. (Bases para la Reconstrucción Nacional ,
1965).
Me
parece que se trata de una verdad a medias, en el sentido de que uno no puede ahorrarse el esfuerzo, y que tampoco se puede negar que existen ciertos tecnicismos
y ciertos conocimientos mínimos que no son sencillos de aprender. En otras
palabras, adhiero a la postura del economista coreano Ha-Joon Chang cuando dice que "no hace
falta que entendamos todos los aspectos técnicos para hacernos una idea de qué
pasa en el mundo y ejercer lo que llamo ‘ciudadanía económicamente activa’ para
exigir medidas adecuadas a los cargos de responsabilidad. A fin de cuentas, la
falta de conocimientos técnicos no nos impide pronunciarnos sobre muchos otros
temas. No hace falta ser un experto en epidemiología para darse cuenta de que
las fábricas de productos alimentarios, las carnicerías y los restaurantes
deben seguir normas de higiene. Pronunciarse sobre economía viene a ser lo
mismo: una vez que se conocen los principios clave y los datos básicos, se
pueden emitir juicios sólidos sin conocer detalles técnicos”.
Y
es que estoy convencido de que la economía es una ciencia social, no una ciencia exacta. Hay que
rechazar la idea de la ciencia económica como un modelo predictivo para
aceptarla como una ciencia que debe combinarse con otros aportes: la
antropología, la psicología, la sociología, la política… La economía es un
terreno de disputa de poder. Como dije alguna vez: "economistas queridos, ¡ciencia no es cientificismo!"
También es importante no confundir "democracia" con "plutocracia": con los plutócratas que se disfrazan de demócratas no hay nada que hablar, simplemente hay que combatirlos en la arena política con todo el pesimismo del intelecto y el optimismo de la voluntad de que seamos capaces.
La raíz de la voluntad está en el deseo: hay que QUERER pensar, volverse una persona autónoma, reflexiva aunque no por eso menos apasionada. La voluntad es un deseo que ha pasado por el tamiz de la reflexión crítica.
La raíz de la voluntad está en el deseo: hay que QUERER pensar, volverse una persona autónoma, reflexiva aunque no por eso menos apasionada. La voluntad es un deseo que ha pasado por el tamiz de la reflexión crítica.
Eso
es todo por hoy.
¡Sean felices!,
¡Sean felices!,
Rodrigo
Hola Rodrigo: Por aquí como vagabundenado me encontré con tu blog y me ha parecido muy esclarecedor lo que has posteado. Ahora, te escribo desde Colombia y me ha llamado mucho la atención las reflexiones que tares sobre la realidad política de Argentina, pero lo más significativo que allí donde tu escribes Argentina se puede poner Colombia y no cambia nada el sentido. Los nombres, igual. Derecha e izquierda, pobres y ricos. estamos nadando en la misma caca. Un abrazo, Gustavo lopez
ResponderBorrarMuchas gracias por leer estimado! Abrazo grande!!
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