Parece ser que Leonardo da Vinci, poco después de llegar a Milán, se hizo cargo de la cocina de una famosa taberna ubicada junto al Ponte Vecchio, llamada “Los Tres Caracoles”. Como estaba asqueado de las fuentes rebosantes de polenta servida con trozos de carne enormes e irreconocibles, desperdigadas al tuntún en el resto del plato, se propuso civilizar la "especialidad de la casa" para que se ajuste al espíritu renacentista, y cuando los comensales recibieron las diminutas porciones de exquisitas carnes servidas en diminutos trozos de polenta tallada, irrumpieron furiosos en la cocina queriendo cagar a trompadas al cocinero. Esto nos recuerda al restaurant “Uy, nos rompieron el orto”, ubicado en cualquier lugar de Palermo: un lugar donde un bife a caballo se llama "huevo con consumación de fritez en aceite en hervor sobre soporte de lonja tronchada de vacuno".
Entre sus numerosas invenciones -según nos recuerda Juan Forn en La tierra elegida- Don Leonardo también ideó el popular sándwich:
"La rebanada de carrillo de buey debe ir entre sendos pedazos de pan y no al revés. Será un plato como no se ha visto nunca en la mesa de mi señor Ludovico Sforza. En verdad, se podría disponer toda suerte de cosas entre los panes: ubres, testículos, orejas, rabos, hígados. Los comensales no podrán ver el contenido al atacarlo con sus cuchillos. Lo llamaré, por eso, 'pan con sorpresa´".
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