“¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!”, dijo el personaje de la
viejecilla en Así habló Zaratustra.
En la foto que ilustra el post, tan cargada de ironía, es en cambio la bella rusa
Louise von Salomé la que empuña la fusta, en un carro tirado por Friedrich Nietzsche
y su amigo Paul Rée.
Hay mujeres cuya mezcla de
belleza y carisma despiertan envidia y deseo en quienes las rodean. “Pero a su vez”, nos dice Carolina Aguirre, “dentro de esa elite femenina,
hay un tipo aún más escaso de mujer que trasciende la conquista a granel. Una
clase de mujer que, sin ser necesariamente despampanante o inteligente (aunque
podría serlo), no sólo tiene una cantidad increíble de admiradores, sino que
además tiene a los mejores. Que en vez de tentar a doscientos cincuenta
mecánicos desde un almanaque de gomería, es la musa de muchos escritores,
músicos y artistas plásticos de su generación. Una mujer que en vez de recibir
perfumes y chocolates como todas las mortales, despierta poemas magistrales,
inspira personajes de libros, o es la protagonista de las mejores canciones del
rock”.
Los ejemplos son abundantes:
Norah Lange y su atracción sobre Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges y
Oliverio Girondo; Gala, quien fue musa de los surrealistas Louis Aragon, André
Breton, Paul Eluard, Max Ernst, y del pintor Salvador Dalí. “De Marianne Faithfull y Anita Pallenberg
todos sabemos la historia: novias, amantes, talentosas musas de Mick Jagger y Keith
Richards entre otras, tuvieron un gran impacto en los Rolling Stones, e
inspiraron y ayudaron a componer decenas de canciones memorables como She Smiled Sweety, Complicated, Beast of burden,
Sister Morphine y Something Better hasta Wild Horses y Sympathy for the Devil”.
En el caso que nos ocupa, el de Lou
Salomé, no sólo el solitario autor de El
nacimiento de la tragedia se copó con ella: fue amante de Rainer María
Rilke y amiga de Sigmund Freud. Nacida en 1861 en San Petersburgo, tenía
veintiún años de edad cuando conoció a Friedrich Nietzsche, quien era
diecisiete años mayor.
Siendo la única niña entre cinco
varones; su padre, el severo general ruso Gustav von Salomé, de ascendencia
alemana, la adoraba y, por tanto, le consentía casi todos sus caprichos. En el
seno de la familia se hablaba indistintamente el ruso, el francés y el alemán,
y la pequeña Lou creció rebelde y llena de deseos de aprender. En vez de
consagrar su adolescencia y juventud temprana a la búsqueda de un esposo para
formar una familia, como era norma entre las hijas de la gran burguesía, la
tenaz Louise se interesó muy pronto por la literatura y el conocimiento. A sus
diecisiete años conoció a un culto predicador, llamado Hendrik Gillot, con
quien leyó a Kant, Spinoza y Kierkegaard. Lamentablemente para ella, Hendrik -veinticinco
años mayor, casado y con dos hijos- se terminó por enamorar de su joven
discípula y le propuso matrimonio, con lo cual la pobre Lou tuvo que cortar
relaciones, por negarse a tener relaciones (cuac).
Luego de la muerte del padre, en
el otoño de 1880 y acompañada por la mamá, Lou llegó a Zúrich; a partir de ese
momento no volvió a vivir en Rusia. A poco de llegar dedicó sus esfuerzos al
estudio de la teología, la filosofía y la historia del arte, a tal punto que se
pasó de rosca y los médicos le aconsejaron que parara un poco la máquina. La
cura de reposo llevó a madre e hija hasta Roma, donde conoció el círculo de
intelectuales reunido en torno a Malwida von Meysenburg, una rica aristócrata
defensora de los derechos de la mujer, conocida en Europa como la autora de Memorias de una idealista (1876).
A comienzos de 1882 y por
mediación de Malwida von Meysenburg, Lou trabó amistad con Paul Rée primero,
quien le habló a Nietzsche de una rusa que podría convertirse en su discípula:
“Salude usted a esa rusa de mi
parte”, le escribió Nietzsche, “si es que ello tiene algún sentido.
Particularmente, estoy ávido de ese tipo
de almas. Así que hasta es muy posible que lo primero que haga sea salir a
cazarla, pues, considerando todo lo que deseo hacer durante los diez próximos
años, la necesito”.
Con ayuda de Malwida von
Meysenburg, Paul Rée convenció a Nietzsche de que Lou podría ser una discípula
ideal y una ayudante idónea, capaz de ocuparse de la redacción y corrección de
sus manuscritos. Les recuerdo que el pobre Federico tenía problemas de visión que le dificultaban mucho la lectura.
El problema es que Nietzsche se
embaló, incluso con proyectos matrimoniales, ante una personalidad que no
correspondía para nada con sus deseos: en primer lugar, Lou Salomé aborrecía la
idea del matrimonio; en segundo lugar, estaba empeñada en convivir con hombres
inteligentes tal como de niña había convivido con sus hermanos, tratándolos
como a compañeros ideales de juegos y fatigas con quienes aprender. No es poco
probable que también quisiera que tanto Paul Rée como Nietzsche se ajustaran a
sus caprichos, tal y como estaba acostumbrada a que ocurriese desde que era pendeja.
Tengan en cuenta que todo esto
pasaba por su croqueta, ¡y ni siquiera se habían visto! El encuentro se produjo en abril, en
la Basílica de San Pedro, en Roma. La “frase matadora” que le tiró ni bien la
vio fue: “¿Desde qué estrella hemos caído para venir a encontrarnos aquí?”. Lou
repuso, mitad pasmada y mitad divertida, que al menos ella había venido de
Zúrich.
Para sintetizar un post que ya
está tomando dimensiones poco recomendables, en las que el lector se ha ido y
el autor sigue tipeando como un enajenado, diremos que tanto biógrafos como
comentaristas coinciden en afirmar que, con el tiempo, Lou debió de alentar en
Nietzsche algún tipo de esperanzas; pero también que, debido a su manera de
ser, abierta y espontánea, su comportamiento seductor debió de inflamar muy
fácilmente a un solitario perpetuo, bastante poco piola a la hora de ejercer el
arte de la coquetería.
Es todo por hoy, la
seguimos en un próximo posteo.
¡Sean felices!
Soy una "lectora en las sombras" que casi nunca comenta pero que lee tu blog con mucho placer: está bien escrito, mayormente comparto el enfoque y se nota que es hecho por alguien muy inteligente.
ResponderBorrarFelicitaciones!
Muchas gracias anónima. Saludos!
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