El gusto -musical, literario, artístico-
como criterio de organización del mundo no sólo alude a la realidad, sino que
nos habla acerca de quiénes están en condiciones de entenderse entre sí. Nos
reconocemos unos a otros por lo que nos agrada y desagrada. A mí si alguien me
dice que le gusta Spinetta y el fútbol, ya sé que probablemente con esa persona
me voy a llevar más o menos bien, y probablemente muy bien.
En términos generales, me parece
que los gustos están primero, y la justificación racional después. No es que
nos gusta Floyd porque son buenos, sino que nos parecen buenos porque nos
gustan. Es obvio que también existe la influencia de la opinión pública -ya sea
para rechazarla o para seguirla-; la justificación racional de aquel crítico o
artista que admiramos o el influjo tentador de la mina que nos gusta…
Tiene razón Sartre cuando sugiere
que la literatura es ínfima frente al hambre de un solo niño. Tenía buenas
razones Wittgenstein cuando, aborreciendo la inutilidad de la filosofía, encaró
laburos más prácticos y sin duda más útiles como maestro escolar o enfermero de
hospital. No podemos vivir sin pan, sin frutas, sin verduras. Podemos vivir sin
libros. Sin embargo, una vez asegurado cierto bienestar material mínimo, para
mí vivir sin poesía, sin música y sin
filosofía sería una verdadera garcha.
Luego está la cuestión respecto de
que el contacto con el gran arte, pese a que complejiza y mejora tu
sensibilidad, no necesariamente te hace mejor persona. Mi “hermano mayor”,
Fabián Casas, escribió sobre su amigo Juan Desiderio:
“Siempre
me llamó la atención Desiderio no sólo por su fantasía desbocada –sistemáticamente
desbocada- sino por su gran corazón. Considero a la bondad como un don superior
que sólo muy pocos pueden esgrimir. Entiendo por bondad como una natural
disposición a perderse en el otro, a ayudar a los demás por encima de nuestra
importancia personal. Existe la vocación de poder y la vocación de servicio”.
Es una reflexión muy linda, con la
que no estoy totalmente de acuerdo pero sí en lo esencial.
El crítico literario George Steiner
ha demostrado muy bien que las humanidades no siempre humanizan: el contacto
con el arte con mayúsculas no necesariamente te hace más generoso, más
solidario ni más democrático, e incluso hay varios casos donde se ha dado el
proceso inverso. Muchos jerarcas nazis, luego de torturar a los prisioneros de
los campos de concentración, volvían a sus casas, besaban a su esposa y a sus
hijos y ponían música clásica. El campo de concentración de Buchenwald
("bosque de hayas") debe su nombre a un bosque por donde caminaban
personalidades de la cultura alemana, como Goethe, Schiller, Herder, Schelling.
Para decirlo con Benjamin (no Button sino Walter): "no hay
documento de cultura que no sea, al tiempo, de barbarie".
LA LITERATURA ABURRIDA Y EL
ESNOBISMO
Juan Carlos Gómez era amigo de
Gombrowicz y propuso un anatema: jamás iba a leer un ensayo de un autor en el que
más del treinta por ciento de sus palabras esté construido por la transcripción
textual de la obra citada o glosada o criticada o algo con ada como pavada o
nada. Ok, si es así entonces estoy al horno con papas, porque yo cito y robo y
saqueo autores que da calambre. Los dejo en pelotas en el medio del camino, sin
tan siquiera unas monedas para tomarse el bondi.
Parece ser que el aburrimiento era
indigerible para Gombrowicz. Hacía esfuerzos para leer El proceso de Kafka, e incluso reconocía el talento del checo, pero
no había caso. No sé hasta qué punto estaba queriendo provocar y hasta qué
punto era sincero ni me importa.
La solución que su amigo Gómez dice
que Gombrowicz propone en Ferdydurke
consiste en presentar un plan de batalla
para apartar el aburrimiento de las bellas artes: convocar a los
artistas a enamorarse de la inferioridad.
Por elección personal, que tienen derecho a no compartir, decido pasarme por las
pelotas el anatema de Gómez y pongo otra cita de Fabián Casas:
“Cuando
dejamos de vivir en estado de peligro o de incertidumbre y nos volvemos
accesibles, entramos en la muerte de lo mejor de nuestro ser. Ser accesibles
significa gastar a nuestros seres queridos, vivir la cultura del zapping. Estoy
con vos, pero en cuanto me aburro, le mando un mensajito de texto a otro. No
podemos estar juntos sin hablarnos, no podemos confrontar nuestro aburrimiento.
La posibilidad de aburrirnos es intolerable, ya que todos vivimos en una
pantalla de televisión y ahí el tiempo es tirano. ¡Que no nos manden a la
tanda!”
¿Qué quieren que les diga? A mí eso
de dividir la literatura en aburrida y divertida en una primera leída más o
menos superficial me parece medio una pelotudez, aunque no niego que las
opiniones de Don Witold me suelen dejar regulando. Ahora, ¿perderse de leer a
Kafka o James Joyce por ese prejuicio tan pelotudo?
Parece ser que hacia 1934 “Gombrowicz
ignoraba la existencia de Joyce y de Kafka, conocía muy poco del surrealismo y
tenía unas nociones vagas sobre Freud, captaba lo que estaba en el aire, en las
conversaciones y hasta en los chistes. El aparato formal que había puesto en
movimiento era pues, en buena parte, de su propia cosecha”. Citado acá:
Tal vez lo interesante de leer a
Joyce consista justamente en que se trata de un autor sin ninguna clase de piedad para con el lector. Coincido
con Carlos Gamerro cuando sugiere que no existe un autor que respete más a sus
lectores que Joyce, porque no los respeta por lo que son, sino por lo que pueden
llegar a ser.
Ahora bien, ¿qué nos quiere decir
Gombrowicz? En cierto modo, cuando nos dejamos llevar por la opinión ajena, la
percepción de la belleza entra en contradicción con la libertad de elegir. De
ahí que Gombrowicz guste de la siguiente fórmula: TÚ NO ADMIRAS, TÚ QUIERES
ADMIRAR. Es como si yo dijera: “a vos no te gusta el Ulises de Joyce, sino que
te gustaría que te guste, o decís que te gusta para pavonearte, o para no
sentirte solo”.
Entiendo que, en cierto modo, el
artista tiene que superar la tentación de “ser aceptado” o de “ser escrito” por
sus lectores. Sólo aquél que logra separarse de la gente y existir como un ser
singular puede plasmar su personalidad en una obra de arte.
¿Mi opinión personal en relación
con la cultura? Me sigue gustando más el ideal que concibe a la cultura y al
arte como COMUNIÓN más que como ONANISMO. Una persona culta es aquella que sabe
elegir compañía entre los seres humanos, entre las cosas, entre las ideas,
entre los libros, tanto en el presente como en el pasado. El arte es importante
porque forma parte de la vida, pero la vida es más importante que el arte.
En un próximo posteo me gustaría profundizar acerca de la recontraremilremanida cuestión sobre la utilidad del arte, para lo cual me pienso
ayudar de algunas intuiciones de Oscar
Wilde, y de un libro muy lindo de Nuccio Ordine acerca de “la utilidad de lo inútil”.
Por hoy creo que ya escribí
demasiado.
¡Sean felices!
Para Gómez: https://www.google.com.ar/search?q=good+artist+steal&oq=good+artist+st&aqs=chrome.1.69i57j0l3.28033j0j4&client=ms-android-att-us&sourceid=chrome-mobile&ie=UTF-8#imgrc=uvYkqb4pEKYx0M%3A
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