"Borges me dijo que los recuerdos que más nos emocionan son los de olores y gustos, porque suelen estar rodeados de abismos de olvido: hay que oler el mismo olor para recordar un olor, hay que sentir el mismo gusto para recordar un gusto (no ocurre así con imágenes y sonidos). ¡Con qué emoción volvemos a oler el mismo olor que por última vez olimos en tiempos lejanos, en lugares a los que nunca volveremos!"
(Adolfo
Bioy Casares).
Y como estamos hablando de Proust, ¿cómo no citar su extraordinario pasaje de la magdalena y la memoria involuntaria?
Y muy pronto,
abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro triste
día tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en la
que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel
trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención
en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me
invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba. Y él me convirtió las
vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su
brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una
esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es
que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde
podría venirme esa alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor
del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma
naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo?
Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que
ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del
brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en
él, sino en mí. El brebaje la despertó, pero no sabe cuál es y lo único que
puede hacer es repetir indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese
testimonio que no sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un
instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración
decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. (Por el camino de Swann, primer libro
de los siete que forman "En busca
del tiempo perdido").
Eso es todo lo que se puede decir que Borges comentó de Proust?
ResponderBorrarNo, debe haber más cosas que puede haber dicho de Proust. De todos modos eso lo escribió Bioy Casares en su libro "Borges", que es magnífico. Borges no leía novelas, y no creo que haya leído a Proust, al menos no en profundidad. Tal vez algún fragmento de "En busca del tiempo perdido", pero de ningún modo toda la novela.
BorrarMejor dicho: Borges no solía leer novelas. No sé si habrá leído alguna (imagino que sí, y más de una). Por ejemplo: el "Ulysses" de James Joyce dijo no haberlo leído entero.
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