El modo más sencillo de introducir cambios atroces es presentarlos y/o concebirlos como inevitables.
Pese a que Polanyi publicó su obra principal allá por 1944; La gran transformación: los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, sigue siendo sorprendentemente actual.
En la mitología griega, Procustes era el apodo de Polipemón, un tipo que vivía al lado del camino, donde tenía dos camas: una pequeña y otra grande. Daba alojamiento a los viajeros que pasaban por su hogar, y los torturaba, obligando a los bajos a acostarse en la cama grande, y a los altos en la pequeña. El tormento consistía en estirar a los petisos en la cama larga, hasta que se ajustaran al tamaño del lecho; y cortarle las piernas –como hicieron con Diegote en 1994- a los lungos, cuyos miembros sobresalían en la cama pequeña.
Otros dicen que tenía una sola cama, donde estiraba o acortaba a sus huéspedes para que encajasen en ella. Lo cierto es que Teseo le hizo sufrir en carne propia lo que él había hecho sufrir a otros. A los teóricos ortodoxos del neoliberalismo, en cambio, no hubo ningún Teseo que los haya obligado a sufrir en carne propia sus mismas recetas.
En fin, la cuestión es que tenía ganas de debatir o tal vez exponer algunos planteos de su obra principal. La edición que tengo es del FCE, trae un prólogo del Premio Nobel de Economía -Joseph Stiglitz- , para quien:
“Les decimos a los países en desarrollo lo importante que es la democracia, pero, cuando se trata de asuntos que les preocupan más, los que afectan sus niveles de vida, la economía, se les dice: las leyes de hierro de la economía te dan pocas opciones, o ninguna; y puesto que es probable que vos (mediante tu proceso político democrático) desestabilices todo, debes ceder las decisiones económicas clave, digamos las referentes a la política macroeconómica, a un banco central independiente, casi siempre dominado por representantes de la comunidad financiera; y para asegurar que vas a actuar conforme a los intereses de la comunidad financiera, se te dice que atiendas en exclusiva la inflación y te olvides de los empleos o del crecimiento; y para asegurarnos de que hagas eso, se te dice que te sometas a las reglas del banco central, como expandir la oferta de dinero a una tasa constante, y cuando una regla no opere como se esperaba, se impondrá otra, como centrarse en la inflación. En resumen, mientras en apariencia fortalecemos a los individuos en las ex colonias mediante la democracia con una mano, con la otra les arrebatamos esa misma democracia”.
Karl Polanyi escribió su obra antes de que los economistas modernos explicaran las limitaciones de los mercados autorregulados. Salvo excepciones, ningún economista serio ignora hoy que los mercados, por sí mismos, no son capaces de generar resultados eficientes, y mucho menos equitativos. “Siempre que la información resulta imperfecta o los mercados están incompletos –es decir, en esencia todo el tiempo-, las intervenciones que se dan en principio mejorarían la eficacia de la asignación de recursos.” (Stiglitz) En la actualidad hay cierto consenso respecto a la importancia de la intervención gubernamental en los mercados financieros, aunque se discute acerca de cuál es la mejor manera en que debe aplicarse.
EL CONCEPTO DE “ARRAIGO” EN KARL POLANYI
Para Polanyi, el concepto de “arraigo” (embedded) expresa la idea de que la economía no es autónoma, como debe serlo en la teoría económica, sino que está subordinada a la política, la religión y las relaciones sociales. Este concepto le permite destacar la radicalidad del rompimiento de los economistas clásicos, en especial Malthus y Ricardo, respecto de los pensadores que los han precedido. En lugar del patrón históricamente normal de subordinar la economía a la sociedad, su sistema de mercados autorregulados requiere que la sociedad se subordine a la lógica del mercado.
Embedded: el término tendría su origen en la metáfora de las minas de carbón. Al investigar la historia económica inglesa, Polanyi leyó abundantes materiales sobre la historia y la tecnología de la industria minera que enfrentaba la tarea de extraer el carbón que estaba incrustado, arraigado, en las paredes de roca de la mina.
DESARRAIGO, O “DESINCRUSTACIÓN”
Polanyi estudia cómo, a partir del siglo XIX y con la instauración del mercado autorregulador, la economía como actividad de producción, reparto e intercambio tiende a independizarse de la esfera social, política y cultural, es decir, a erigirse como institución separada. Un poco como en El aprendiz de brujo de Paul Dukas –obra basada en un una balada de Goethe- cuyo argumento es el siguiente: un aprendiz de las artes de la brujería aprovecha la ausencia de su maestro para pronunciar el conjuro que da vida a una escoba, que cumplirá con el trabajo que le ha sido encomendado, consistente en verter agua para limpiar el estudio del maestro. El problema es que el aprendiz ha olvidado las palabras mágicas para detener el trabajo, con lo cual la escoba se multiplica y se reanima, y casi termina por producir una inundación. Por suerte, el maestro llega a tiempo para evitarlo.
Retomando, Polanyi muestra cómo la actividad económica ya no se considera un medio, sino que se vuelve una finalidad que sólo obedece a las leyes de la racionalidad de la rentabilidad económica. La actividad económica está “desarraigada” (disembedded): ha salido del mecanismo de contención que le ponía límites políticos, culturales y sociales a la transformación del conjunto de las actividades sociales en mercancías. A partir del momento en que los propios factores de producción, y en particular el trabajo y la naturaleza, se insertan dentro de la institución del mercado, puede llevarse a cabo la mítica empresa del liberalismo económico que tiende a convertir a la sociedad en una “servidora” del mercado: entonces, son las relaciones sociales las que se incrustan, “arraigan”, dentro del sistema económico. Según los términos de Polanyi, una economía de mercado sólo puede funcionar en una sociedad de mercado.
Aspirar a la autonomía del mercado y a la separación de las esferas económica y política es, según Polanyi, una utopía perversa. De realizarse, significaría la destrucción de la sociedad misma.
La separación de las esferas nunca ha sido completa, no obstante, esa utopía provoca efectos reales que se expresan por el intervencionismo practicado por los propios liberales en el siglo XIX. Pero, al mismo tiempo, Polanyi muestra que a fines del siglo XIX también se construyó un movimiento de protección de la sociedad contra aquellas fuerzas destructoras. El Estado “social” aparece entonces como una tentativa de “reincrustación” de la economía, reduciendo la separación institucional de lo político y lo económico. No obstante, el agotamiento de la sociedad de mercado desde fines del siglo XIX y el fracaso del socialismo han llevado, según él, al fascismo, a “la gran transformación” fascista, como respuesta al derrumbe de la utopía de un mercado autorregulador.
Las políticas neoliberales actuales expresan claramente el intento de colonización del orden social y político por la sola lógica de la búsqueda de la acumulación de las riquezas y las ganancias, planteada como finalidad última de la humanidad.
Y esto que dice Fred Block, interpretando a Polanyi a la luz del presente, me parece fundamental:
“Los esfuerzos de los teóricos del libre mercado por desarraigar la economía de la sociedad están condenados al fracaso. Pero el utopismo en sí del liberalismo de mercado es un origen de su extraordinaria capacidad intelectual de recuperación. Debido a que las sociedades invariablemente retroceden ante el precipicio de la experimentación cabal de la autorregulación del mercado, sus teóricos siempre pueden sostener que cualquier fracaso no es resultado del diseño de estos mercados, sino de la falta de voluntad política para ponerlos en práctica. De este modo, no es posible desacreditar el credo de la autorregulación de los mercados por experiencias históricas, sus defensores tienen una excusa hermética para sus fracasos. El asunto más reciente en que sucedió esto fue la imposición del capitalismo de mercado en la ex Unión Soviética mediante “terapia de choque”. Aunque el fracaso de este esfuerzo es obvio para todo el que quiera verlo, los apologistas de la “terapia de choque” aún culpan del fracaso a los políticos que cedieron demasiado pronto a las presiones sociales; si sólo hubiera persistido, se habrían materializado los beneficios prometidos de un cambio rápido hacia el mercado”.
Aclaración: lo que se está diciendo es que el cambio, en caso de implementarse, debe ser gradual. De ningún modo se postula la superioridad del sistema soviético. Lo digo para evitar que los eunucos bufen con objeciones pelotudas. Polanyi no es “marxista leninista estalinista colectivista montonero renuncie”. Sus planteos no se reducen ni al marxismo ni al keynesianismo, aunque puedan tener puntos de contacto.
Como aclara Stiglitz: "Los fracasos de Rusia fueron aún más dramáticos. El país que había sido ya víctima de un experimento -el comunismo- fue objeto de uno nuevo, el de poner en práctica la noción de una economía de mercado autorregulada, antes de que el gobierno tuviese oportunidad de echar a andar la infraestructura legal e institucional necesaria".
¿Vieron el club de fútbol Chelsea, que tiene un dueño llamado Roman Abramovich, un multimillonario ruso que tuvo y/o tiene vinculaciones con las mafias de Moscú? Durante los noventa, mientras la privatización radical permitió el surgimiento de algunos oligarcas que se transformaron en multimillonarios, la economía rusa se hundió casi a la mitad, y el porcentaje de personas en la pobreza (con una media de cuatro dólares al día) aumentó de 2 a casi 50 por ciento.
En otras palabras: la única manera de imponer un cambio brusco en dirección al desarraigo al confiar más en la autorregulación de los mercados es mediante sangre y represión. Se requiere el aparato y la represión estatales para imponer al pueblo la lógica del mercado y sus riesgos subsecuentes.
Digresión final: Según Polanyi, el trabajo no debía ser considerada una mercancía más, dado que no puede venderse ni comprarse independientemente de quienes lo hacen. La diferencia con lo que ocurre hoy, como bien recuerda Zygmunt "todo es líquido" Bauman, es que el trabajo del que hablaba Polanyi era un trabajo “encarnado”, ya que no podía trasladarse sin trasladar a los trabajadores. En otras palabras, los supervisores convivían con los supervisados. El trabajo desencarnado de la época del software y de Internet, ya no ata al capital: le permite ser extraterritorial, volátil e inconstante.
Eso es todo por hoy.
Eso es todo por hoy.
¡Sean felices!
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