Tal
vez la entrevista más bella e interesante que he leído de Foster Wallace fue la
que en 1993 le hizo Larry McCaffery, publicada en Review of Contemporary Fiction:
La
leí en un hermoso libro que me compré hace un tiempo, titulado Conversaciones con DFW, compilado por
Stephen Burn y editada en castellano por una editorial de nombre nabokoviano: Pálido Fuego.
La traducción que cito -apenas modificada por mí- no es la de José Luis Amores, sino que la extraje de la siguiente fuente: click acá.
Entiendo
que la conversación es bastante extensa, pero creo que si tienen paciencia, su lectura los
recompensará largamente:
LARRY
McCAFFERY: El ensayo tuyo que sigue a esta entrevista será visto por algunas
personas como una apología de la televisión. ¿Cuál es tu respuesta a esa
crítica común de que la televisión fomenta las relaciones con las ilusiones o
las simulaciones de gente real (siendo Reagan una suerte de ejemplo por
excelencia)?
DAVID
FOSTER WALLACE: Es un intento de diagnóstico comprensivo, no una apología. La
relación de los espectadores americanos con la TV es esencialmente pueril y
dependiente, como todas las relaciones que se basan en la seducción. Esto no es
noticia. Pero lo que rara vez se reconoce es qué tan complejas e ingeniosas son
las seducciones de la tele. Rara vez se reconoce que la relación de los
espectadores con la tele es, aunque subjetiva, intricada y poderosa. Es fácil
que los escritores más viejos se quejen de la hegemonía de la tele por encima
del mercado estadounidense, decir que el mundo se ha ido al demonio y encogerse
de hombros y olvidarse de ello. Pero pienso que los escritores más jóvenes se
deben una referencia mucho más rica sobre porqué la televisión se ha convertido
en una fuerza tan dominante de la conciencia de la gente, si tan sólo porque
nosotros, menores de cuarenta años, hemos estado todas nuestras vidas
conscientes siendo “parte” de la audiencia de la tele.
LM:
La televisión puede ser más compleja de lo que la gente quisiera aceptar, pero
parece que rara vez intenta “desafiar” o “perturbar” a su público, como me has
escrito que deseas. ¿Es ese sentido de desafío y dolor lo que hace tu trabajo
más “serio” que la mayoría de los programas de televisión?
DFW:
Tuve un maestro que solía decir que la labor de una buena narrativa es la de
confortar al perturbado y perturbar al confortable. Creo que gran parte del
propósito de la ficción seria es la de otorgar al lector, que como todos
nosotros se encuentra aislado en su propio cráneo, un acceso imaginativo a
otros seres. Ya que una parte ineluctable de ser humano es el sufrimiento,
parte de la razón por la que nosotros los humanos acudimos al arte es para una
experiencia de sufrimiento, necesariamente una experiencia vicaria, más como
una suerte de “generalización” del sufrimiento. ¿Tiene sentido esto? Todos
sufrimos solos en el mundo real; la verdadera empatía es imposible. Pero si una
pieza de ficción puede permitirnos identificarnos imaginativamente con el dolor
de un personaje, podemos entonces más fácilmente concebir a otros que se
identifican con el nuestro. Estro es sustantivo, redentor; nos sentimos menos
solos en nuestro interior. Puede ser así de simple. Pero ahora date cuenta que
la TV y el cine popular y la mayor parte del arte “menor” –que sólo quiere
decir arte cuya meta principal es hacer dinero—es lucrativa precisamente porque
reconoce que los públicos prefieren 100 por ciento placer a la realidad, que
tiende a ser 49 por ciento placer y 51 por ciento dolor. Mientras que el arte
“serio”, que no se trata primordialmente de obtener dinero de ti, es más apto a
hacerte sentir incómodo, o de obligarte a trabajar arduamente para obtener sus
placeres, de la misma manera que en la vida real el verdadero placer es normalmente
un subproducto del trabajo arduo y la incomodidad. De modo que es difícil para
un público del arte, especialmente uno joven, que ha sido criado para esperar
que el arte sea 100 placentero y que dicho placer venga sin esfuerzo, que lea y
aprecie la ficción seria. Eso no es bueno. El problema no es que los lectores
de la actualidad sean “tontos,” no lo pienso así. Así como que la tele y la
cultura del arte comercial los entrenó para ser flojo e infantil en sus
expectativas. Pero hace el intento por llamar la atención de los lectores
actuales sea de una dificultad sin precedentes, tanto imaginativa como
intelectualmente.
ACÁ LA ENTREVISTA COMPLETA
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