La
anécdota figura en la biografía de Borges escrita por Edwin Williamson,
titulada Borges, una vida. El libro está bastante bueno, más allá de que
el autor recurre a interpretaciones psicoanalíticas un tanto forzadas.
El
encuentro fatídico ocurrió más o menos así: parece ser que allá por 1926
–Borges tendría unos veintilargos- se dio una fiesta en honor al escritor
Ricardo Güiraldes en los lagos de Palermo. Su amiga Norah Lange, en aquellos tiempos, era conocida como la protegida
de Borges. Oliverio Girondo era bastante más famoso que Borges, y acababa de
llegar de París. En un momento, mientras estaban comiendo, Norah, sin querer,
tiró una botella de vino y Girondo, acercándose, le susurró al oído: “Parece que va a correr sangre entre
nosotros”.
Según
Williamson:
“Norah había llegado a la
fiesta con Borges pero se fue con Girondo, y ese simple hecho traería una
desdicha singular a la vida de Borges. Perder a Norah con otro hombre ya habría
sido un desastre considerable, pero perderla con Girondo justamente era una
humillación desesperante”. Borges y Girondo eran enemigos estéticos. En 1932
uno publicaba un libro que conmocionaba a los lectores (“Espantapájaros”),
repleto de imágenes osadas, y el otro un pequeño volumen de ensayos muy
extraños (“Discusión”) que dejó perplejo a los críticos ya que hablaba de
alquimia, magia, especulaciones teológicas y demás temas esotéricos. Temas
donde Borges fue a rumiar el descontento después de su derrota amorosa por
goleada. Williamson conjetura que Jorge Luis Borges al perder a Norah Lange
perdió también su voz poética, ya que después de “Cuaderno San Martín” no
volvió a escribir en verso hasta mucho después. Lo cierto es que nosotros
sabemos que Borges estaba escribiendo poesía en sus ensayos, en una voz extraña
y nueva, pero en ese entonces muy difícil de percibir".
Promediando
los años veinte, Borges era un joven feliz y enamorado, y sus poemas estaban
escritos en un estilo más barroco, bastante diferente al que cultivaría en su
madurez. El evento entre Norah y Oliverio Girondo lo aniquiló.
Como
sugiere Fabián Casas:
“Borges pensó en el suicidio de
manera persistente. Dramático, hasta llegó a comprar un arma y alquilar una
habitación en un hotel para hacer “La Gran Lugones”. Pero no la hizo.
Desdichado, la obsesión con Norah Lange fue in crescendo y signando gran parte
de su obra. Bioy Casares anotó sorprendido que su amigo estaba obsesionado por
igual por “La Divina Comedia” y Norah Lange. En el comienzo del Aleph, la
mañana en que muere Beatriz Viterbo está fechada en febrero de 1929, el mismo
mes y año en que Norah lo rechazó. Borges sufría pero estaba escribiendo como
los dioses. Convertía su dolor en aventura. Así que en ese candente instante en
que una de las chicas Lange dijo “este sí, este no”, nosotros tuvimos al Borges
que nos rompió la cabeza”.
EL
HOGAR DE LAS HERMANAS LANGE
Visitar
la casa de la familia Lange en la década del veinte debía ser como ir hace unos
años al hogar de las hermanas Attías. Las Lange eran cinco hermanas y un
hermano, con sus correspondientes amigas. Salvando las distancias, Borges y sus
amigos se debían sentir como los pibes del film de Sofía Coppola al entrar por
primera vez al recinto sagrado donde vivían las "vírgenes suicidas".
En
ese ambiente, allá por 1921, Borges conoció a Concepción Guerrero, a quien
describió como una “muy admirable niña de
dieciséis años, sangre andaluza, ojazos negros y una grata y apacible
serenidad, con mar de fondo de ternura”. Era hija de inmigrantes andaluces
que vivían en un “barrio de arrabal”.
Su
amor fue correspondido, aunque mantuvo su romance en secreto porque la madre
era bastante desconfiada hacia las jóvenes que no fueran hijas de
"familias bien". Tanto su madre como su padre, con métodos
diferentes, ayudaron para que Jorge Luis tuviera pocos festejos carnales (para
que no la pusiera nunca, bah).
“Tú/que ayer sólo eras toda la
hermosura/ eres también todo el amor, ahora”, fue inspirado por Concepción.
Al
tiempo que la relación con la morocha andaluza se fue extinguiendo, se
incrementó el interés de Jorgito por la vida y obra de Norah Lange, la
hermosura de herencia escandinava y cabellera roja. Norah era, para el autor de
Ficciones,
una especie de Deborah Ann Woll, la chica que hacía de Jessica Hamby en la
serie de vampiros True Blood.
Tal
parece que Norah tenía embobados a varios poetas y artistas de mediados de
1920. Como Marianne Faithfull, como Lou Salomé, como Gala, fue una de esas
raras mujeres que por su mezcla de misterio, belleza e inteligencia, ofician de
musas inspiradoras.
"Siento el pavor de la
belleza: ¿quién se atreverá a condenarme si esta gran luna de mi soledad me
perdona?"
Esas
líneas de Borges no fueron suficientes, Norah elegiría a otro hombre.
Bonus
track: algunas opiniones de Borges sobre Oliverio Girondo, sacadas del libro Borges,
de Adolfo Bioy Casares, que ustedes deben leer sí o sí si no quieren que al
encontrarnos frente a frente yo los tenga que andar cagando a trompadas:
Borges mira dormir a mi hija
Marta (de cuatro meses y medio) y comenta: “Su actividad mental será superior a
la de Oliverio Girondo, a la de Aristóteles”. (Martes 30 de noviembre de 1954)
Hablamos de Gómez de la Serna,
de lo olvidado que está; más aún que Capdevila, más que nadie. Decimos que ha
escrito páginas y hasta libros hermosos. Recuerdo biografías. Borges: “Siempre
he leído con emoción el prólogo a las páginas escogidas de Silverio Lanza.
Ramón ha de estar entre los mejores escritores españoles de este siglo. Con qué
desprecio verá a su amigo Oliverio Girondo. En un rato él puede escribir -él ha
escrito- toda la obra de Girondo”. (Lunes
17 de setiembre de 1956)
Daban una comida a Norah Lange,
por su último libro. Silvina dice: “Debemos mandarle un telegrama”. “¿Por
qué?”, pregunta Borges. Yo digo que no sé cuál es peor escritor, Norah u
Oliverio. Borges: “Han hecho mucho mal”. Habla de borracheras ejemplares. (Sábado 10 de noviembre de 1957)
“Mansilla tenía fama de
ocurrente. El mismo Oliverio aspira a esa fama, sólo que no se le ocurre nada,
salvo plagiar a los demás, diez años después” (Sábado 20 de julio de 1957)
Hablamos de Oliverio Girondo,
que según dicen está muy enfermo. Borges: “Su obra no es nada. A Oliverio le
gustaba el lado farrista de la literatura francesa. Su autor preferido era
Jarry”. Bioy: “No hace mucho, el Negro Zorraquín Becú lo ponderó por la obra y
la conducta”. Borges: “¿Conducta? Fue un peronista inmundo”. Bioy: “En tiempos
de la guerra estaba en contra de Inglaterra. Con Norah Lange se alegraba del
bombardeo de Holanda, de la conquista de Noruega por los nazis. Es amigo de
comunistas, de nacionalistas”. Borges: “Cuando le dieron la paliza a Waldo
Frank , censuró a los extranjeros que se permitían hablar de la Argentina. ¿Qué
me decís del gran revolucionario, del iconoclasta, que se ofende porque un
norteamericano -es claro, un yanki, especie aborrecida- se permite hablar de
nosotros?”. (Viernes 30 de noviembre de
1962)
Borges: “Estoy pensando que tal
vez Oliverio Girondo no haya escrito nunca una línea memorable. Molinari ha de
haber escrito más de una; no las recuerdo, pero las hade haber escrito... Nada
comparable a Yo y la rosa esperamos, verso alemán que uno admira sin necesidad
de entender. Probablemente el contexto lo arruinará”. (Domingo 18 de agosto de 1963)
En Mar del Plata. Me entero de
que ha muerto Oliverio Girondo. Borges, que lo conocía mejor que yo, lo
menospreciaba. Para él era la personificación de muchas cosas desagradables: un
escritor que ignoraba su oficio, a cuyas obras un español informado
suministraba puntuación; un escritor por decisión, no por Minerva o musa; un
fanfarrón; un fiestero; un borracho; un ciudadano de tendencias políticas erróneas,
partidario de los nazis en la guerra, y a quien el peronismo no pareció
molestarle. Norah Lange, la mujer de Girondo, alcoholizada y colérica, me vio
con malos ojos, como la influencia que apartó a Borges de su casa. Nada más
injusto: yo carecía de opinión sobre ellos. No aplaudí su nazismo: nada más. El
de la opinión y el desprecio era Borges. Cuando Bustos Domecq escribió contra
la revista Letra y Línea, cuyo mecenas era Girondo, de Bustos, no de Domecq,
vino el impulso.
Los otros días apareció en Primera
Plana una nota sobre Crónicas de Bustos Domecq. Además de la idea general -que
estamos viejos, vale decir chochos-, afirma que uno de los personajes absurdos
allí descritos puede ser Oliverio Girondo. Esto es falso: en ningún momento
pensamos en Oliverio cuando inventamos nuestros cuentos. No somos personas tan
desprovistas de caridad como para satirizar a un enfermo que se debate con la
muerte. (Miércoles 25 de enero de 1967)
Afirma que la gente se acuerda
de Gómez de la Serna, lo que me parece dudoso. Borges: “Las greguerías eran una
suerte de pensamiento insólito e inútil, que, como diría Goethe, no servía para
seguir pensando”. Agrega: “Oliverio Girondo, a lo largo de una vida de relativa
aplicación, apenas logró producir tres o cuatro greguerías mediocres. Tiene
razón Anderson Imbert cuando lo llama 'Peter Pan de nuestras letras', porque
nunca creció”. (Viernes 1º de noviembre
de 1968)
Borges: “Cuando Oliverio
publicó un libro con el título Veinte poemas para ser leídos en el tranvía nos
sorprendió mucho. Nos preguntamos: ¿por qué sale con esa españolada? En Buenos
Aires decíamos tranway; los malevos, trambay”. Bioy: “Mi amigo Joaquín, el
portero de la casa de mis padres, decía tramba”. Borges: “Los españoles decían
tranvía, como finalmente decimos todos ahora. Después nos acordamos de que
Oliverio tenía un individuo que le corregía lo que escribía: le ponía comas, le
suprimía galicismos. Sin duda sería un español”. Bioy: “Y el poeta, como no
estaba para pavadas y no tenía ningún oído para las palabras, aceptó
encantado”. (Lunes 18 de noviembre de
1968)
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