Según Comte-Sponville, un “canalla
legalista” es aquel que basa casi todo su accionar moral en el estricto respeto
de la ley, y cree que con eso es suficiente.
Debemos considerar además que quienes
empuñan un martillo, son propensos a ver los problemas como si fueran clavos.
No existe ley que me prohíba cultivar la
mentira, ni el egoísmo, ni el desprecio, ni el odio, ni tan siquiera la maldad
o los sentimientos racistas. Corolario: el orden legal no es, ni por asomo,
suficiente para considerarnos moralmente íntegros. El maestro francés Alain (Emile
Chartier), decía que "la moral nunca es para el prójimo". Decirle al
otro "tenés que ser generoso" no es dar muestras de generosidad.
Cabe aclarar que el “canalla
legalista” es una suerte de tipo-ideal weberiano, pues obviamente en la
realidad empírica existen mezclas. Este tipo de individuos es totalmente
compatible con la legalidad republicana, y puede ser un perfecto mentiroso,
egoísta, estar lleno de odio y desprecio hacia gran parte del resto de la
población. El canalla legalista tiene un respeto rígido y absoluto hacia TODA
legalidad, casi sin distinción.
El discurso del canalla legalista
vendría a ser aquel que subyace en quienes vociferan, cuando algún grupete
corta el tránsito –reconozco que en la Argentina se suelen evitar las vías
institucionales, en parte porque funcionan para el carajo, y se corta el
tránsito todo el tiempo- por algún reclamo justo: “¡déjenme de joder: yo pago
mis impuestos, no me meto con nadie y respeto la ley, ¿por qué mierda tienen
que acampar acá estos X de mierda?”
En su obra El capitalismo, ¿es
moral?, Comte-Sponville distingue 4 órdenes: 1) el orden tecno-científico; 2)
el orden jurídico-político; 3) el orden de la moral; 4) el orden ético; y se
podría agregar un quinto: el orden religioso. Como actualmente vivimos en
sociedades laicas, Comte-Sponville no desarrolla mucho el último punto. No voy a extenderme
sobre el asunto, pero me parece evidente que su distinción se basa, directa o
indirectamente, en la concepción weberiana de la modernidad como “proceso de
desencantamiento del mundo”, de progresiva autonomización de las esferas de
conocimiento: saber, verdad y ética ya no forman un todo orgánico y
autosuficiente.
Sea como fuere, es evidente que los cuatro órdenes
pertenecen a esferas autónomas que se relacionan estrechamente entre sí: toda sociedad que intente funcionar adecuadamente debe poder
articular medianamente bien los cuatro órdenes, que a menudo entran en
conflicto. Tomen cualquier fenómeno social: ley de medios, legalización de la
marihuana: tendrá implicaciones políticas (en sentido "amplio" y en
sentido "electoralista"), morales, económicas, jurídicas,
ideológicas... Por otra parte, distinguir racionalmente no equivale a separar:
al correr necesitamos oxígeno, y no por eso confundimos correr con respirar.
El canalla legalista sería aquel
que confunde el orden jurídico-político con el moral. Hay ejemplos clásicos,
como en Antígona de Sófocles, que nos enseña cómo los órdenes morales y los
legales son distintos, y que frecuentemente colisionan entre sí. El canalla
legalista es quien confunde ambos órdenes: “ninguna ley me prohíbe el egoísmo.
¿Con qué derecho me reprocha usted que soy egoísta? Pago mis impuestos, nunca
he matado ni robado, me detengo en los semáforos… ¡No voy, encima, a
preocuparme por los pobres!”
Una ley no dice lo que está bien y
lo que está mal, sino lo que está prohibido y lo que está permitido por el
Estado, que viene a ser el que detenta, en ÚLTIMA INSTANCIA, el monopolio de la
coacción física considerada legítima.
"...yo trabajo, señor...", como sinónimo de buena persona.¡Puaj!
ResponderBorrarSer buena persona es tener una tensión activa hacia la virtud, diría don Pepe Ingenieros.
No leí nada de Ingenieros, salvo algunas páginas de "El hombre mediocre". Sí leí lo que Oscar Terán, que fue profe mío, decía sobre Ingenieros (aunque no recuerdo nada).
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