Aunque
todavía no he podido terminar de leerlo, me dieron ganas de citar algo que leí
en un libro del especialista en economía del desarrollo, profesor de economía
política en Cambridge, llamado Ha-Joon Chang. El tipo recuerda que en 1819 se
presentó en el Parlamento británico una propuesta de legislación del trabajo
infantil, la Ley de Regulación de las Fábricas de Algodón. Vista a la luz del
presente, esa ley es de una timidez increíble: prohibía el empleo de niños
menores de 9 años, mientras que a los mayores (entre diez y dieciséis) se les
seguía permitiendo trabajar, pero no más de doce horas al día. Esa era la
“permisividad” de aquél momento.
La
polémica fue enorme. Para los detractores de la propuesta, socavaba la santidad
de la libertad de contratación y destruía los cimientos del libre mercado. Al
debatir la nueva ley, algunos miembros de la Cámara de los Lores se
pronunciaron en contra porque “tiene que haber libertad laboral”. Su
argumentación era la siguiente: los niños quieren (y necesitan) trabajar, y los
dueños de las fábricas quieren darles trabajo. ¿Dónde está el problema?
Síntesis:
“si el grado de libertad de un mercado
puede ser percibido de maneras distintas por diferentes personas, es que no hay
una manera objetiva de definir lo libre que es; en suma, que el mercado libre
es una ilusión. Si algunos mercados parecen libres, solo es porque aceptamos
tanto las regulaciones en las que se apoya que se vuelven invisibles”.
Otro
punto: decir que A TODOS NOS PAGAN SEGÚN NUESTRO VALOR INDIVIDUAL ES UN MITO.
Ejemplo: un conductor de autobús de Nueva Delhi cobra en torno a 18 rupias por
hora. Un conductor de bondi en Estocolmo cobra unas 130 coronas (el ejemplo es
de 2009). A valores de 2009, eso implica que el conductor sueco gana casi
cincuenta veces más que su colega indio (una corona eran como 870 rupias).
La
cuestión es, en el caso en que se pudiera cuantificar fehacientemente; ¿se
puede ser 50 veces mejor conductor de bondi que otra persona? Lo más probable
es que el conductor de Nueva Delhi sea, acaso, mucho más habilidoso que el
conductor sueco. ¿Por qué? Porque debe manejar en rutas sinuosas, esquivar
vacas cada dos por tres, sortear bueyes, rickshaws y bicicletas con tres metros
de cajas apiladas, etc. En cambio el sueco, a lo sumo, deberá esquivar algún
conductor medio choborra un sábado a la noche, pero maneja en caminos bien
asfaltados, y con recorridos en línea recta, etc. La explicación es compleja,
pero puede decirse lo siguiente: los pobres de países pobres, por lo común, no
tienen nada que envidiar a sus equivalentes de los países ricos. Cabe pensar
que son los ricos de los países pobres los que usualmente no están a la altura
de los ricos de los países ricos.
El
amigo Bosnio me responde, al respecto, algo en lo que estoy plenamente de
acuerdo:
“Todos los debates históricos sobre derechos populares deberían ser de
enseñanza obligatoria en las escuelas. Contrarían la idea imperante que el bien
es algo obvio, que no tiene argumentación razonable en contrario y que se
obtiene sin ninguna lucha entre honorables, a lo sumo para hacer el bien se
debe decapitar a un malo.
Los
debates por la jornada de 8 horas, por las vacaciones pagas han tenido el mismo
derrotero que el que menciona sobre el trabajo infantil. Quienes se han opuesto
tenían argumentos validos incluso de justicia. Un burócrata en Washington
decide que las jornadas son de 8 horas y un aprendiz de panadero, por ello,
pierde su trabajo de 12 horas que le brindaba el pan para sus hijos porque el
panadero no le pagara por 8 horas lo mismo. La corte suprema de EEUU detuvo esa
intromisión del estado en la libertad de acuerdos entre individuos (panadero y
aprendiz odiaban por igual la intromisión del estado en este caso).
Nadie
sabía de antemano si la economía podría aguantar jornadas de 8 horas,
vacaciones, jubilaciones, el uso de cascos, elementos de seguridad, etc... Nunca
se sabe. Solo se sabe que pasado algún punto la economía no aguanta y que por
debajo de otro punto la humanidad no aguanta. Y no conocemos los puntos hasta
que no los cruzamos, con las consecuencias conocidas. (De hecho el cruce del
punto mínimo se ha visto con frecuencia, no sé si hay casos donde se haya
pasado del otro, sociedades que colapsan por exceso de beneficios para sus
ciudadanos).
En
cuanto a la justa retribución, cualquier que gane una suculenta suma de dinero,
sea por algo que hace, por una herencia o por el azar, intentara creer que es
fruto de su talento. Aquel hombre que se acaba de sacar la lotería nos explica
con convicción como calculo el numero ganador "le sumé a mi edad la
patente del auto de mi tía Inés, le reste el canal de TV que miro, ...." creándose
un mundo en el que su fortuna es fruto de su talento y como tal justificada
desde la teoría meritocrática.
En
los 90's escuchábamos muchos a los managers decir que era lógico que ganasen en
dólares más que sus pares en Estados Unidos ya que trabajaban en un país del
tercer mundo y eso debía ser compensando. Una lógica que no requirió ser
refutada porque al poco tiempo, con una devaluación del 70%, esos mismos managers
comenzaron a ganar como barrenderos en EEUU sin derecho a reclamar su
compensación por tercer mundo.
Se
gana lo que el poder del que disponemos nos permite tomar de la torta sobre la
que actuamos.
Pero
a nadie le gusta reconocer que le ganamos al otro porque es menos ambicioso,
porque pertenece a una minoría al que la sociedad se empecina en oprimir o
porque sus urgencias le impiden jugar más duro en la primer mano. Todos
preferimos soñar con que ganamos en una licitación universal de talento cuyos jueces
son Heidi y Farinello".
El problema también es saber que realmente puede la economía de un mercado. Ninguna empresa ni industria, ni siquiera un estado muestra números ni balances. Yo tengo la esperenza que algún día exista solo 6 de trabajo, pero me pongo a pensar y pienso, es posible? Y la verdad tendría que haber un cambio cultural, no solo ir e imponerle a una empresa que sus trabajadores tengan que trabajar 6 horas. Con respecto a las ocho horas los sindicatos empezaron a pelear por estas cuando el marxismo les dijo que estaban siendo explotados, pensaron que asi eran menos explotados...
ResponderBorrarQuien le dice estimado. Cambia, todo cambia.
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