Hay un diálogo maravilloso, de los tantos diálogos
maravillosos que nos legó Platón, que está en el Georgias. Allí hay un
personaje ficticio llamado Calicles, quien acusa a Sócrates de perder el tiempo
por estar siempre filosofando:
“La filosofía, Sócrates, está por cierto llena de encantos
cuando uno se dedica a ella moderadamente en la juventud; pero si uno se demora
en ella más de lo necesario, la ruina os espera. Porque, por bien dotado que se
esté cuando se continúa filosofando hasta una edad avanzada, se permanece
necesariamente novato en todo lo que es necesario saber si se quiere ser un
hombre honesto y hacerse una reputación. Y en efecto, no se entiende nada de
las leyes del Estado y del lenguaje que es preciso tener para tratar con los
hombres en las relaciones privadas o públicas, ni se tienen ninguna experiencia
de los placeres ni de las pasiones, en una palabra, de los caracteres de los
hombrees. Así uno se presta a risa cuando se mezcla en algún asunto privado o
público, de la misma manera que, me imagino, se cubren también de ridículo los
hombres políticos cuando se mezclan en vuestras conversaciones y en vuestras
disputas”. (Platón, Georgias, 484b-485c)
Al comienzo la discusión entre Sócrates y Calicles es
violenta, pero llega un cierto momento en que Calicles le dice a todo que sí,
como a los locos. Llegado un punto de la discusión, Sócrates se da cuenta de que lo
están pelotudeando, entonces lo interpela: "¿Pero qué es lo que te lleva a ser ahora tan
cortés?” Y Calicles le responde una de las cosas más terribles que se le puedan decir a un filósofo: le sugiere que si está siendo
amable con él, es porque sus palabras no le interesan un cuerno.
Como bien nota Chatelet, el filósofo es aquél que
usa la palabra. ¿Qué puede hacer frente a alguien que utiliza el lenguaje como
un martillo, como un garrote o como un instrumento meramente pragmático, pero
que no se interesa por el significado de lo que está diciendo?
El filólogo y helenista alemán Hermann Diels confesó cierta
vez: “Ich schätze mich glücklich, dass es mir vergönnt war, den besten Teil
meiner Kraft den Vorsokratikern widmen zu können”. Que traducido al castellano
sería “me considero afortunado/dichoso de que me hayan dado el poder de dedicar
la mejor parte de mis fuerzas a los presocráticos”. Semejante declaración, en
una sociedad donde para muchos ser gordo es un crimen y ser un burro algo
simpático, no deja de parecernos un poco extravagante. ¿Se puede ser dichoso
leyendo filosofía? Yo creo que sí, que se puede.
A mí me parece que cuando dejamos de vivir en estado de
incertidumbre y nos acostumbramos a la seguridad de la estupidez cotidiana, se
nos va muriendo una parte del ser. Nunca está de más luchar contra ciertas
tendencias nocivas de la cultura del zapping:
“Estoy con vos, pero en cuanto me aburro, le mando un
mensajito de texto a otro. No podemos estar juntos sin hablarnos, no podemos
confrontar nuestro aburrimiento. La posibilidad de aburrirnos es intolerable,
ya que todos vivimos en una pantalla de televisión y ahí el tiempo es tirano.
¡Que no nos manden a la tanda!”. (Fabián Casas dixit)
Hay gente que necesita rodearse de aparatos encendidos,
porque el interior de su ser está desenchufado. Para mí, una persona culta es
la que menos dinero y parafernalia externa necesita para no aburrirse. A menor
cultura, más derroche, más pirotecnia, más ritos, porque se requieren más
recursos para amoblar un ser que está semi-vacío.
¿No les molesta cuando le están contando algo trascendente a
un interlocutor que nos presta atención a medias, porque se distrae cada tanto
jugando con su celular?
Pues justamente, una de las cosas que la lectura te puede
dar es experiencia. La lectura es de las pocas cosas que te permiten “escuchar
con los ojos a los muertos”, a los autores que ya no están pero que nos han
legado sus vivencias. La educación no existe para hacernos creer que el mundo
es inmutable o que estamos predestinados, sino para que conozcamos las
experiencias y los aportes de quienes nos han precedido.
A mí la verdad es que me pudre el intercambio con personas
que “no dejan huella”, que son “personas trámite”, como la coca cola: bebida
destinada al olvido, al presente puro, que apenas calma la sed. Me gustaría
conocer gente que se parezca un poco al vino, que deja huella, que es capaz de
producir un trastorno. No sé si me estoy explicando bien, pero tal vez ya es un
poco tarde y tenga demasiado sueño.
¡Sean felices!
Me parece que poco mérito tendría haber evolucionado un lenguaje para usarlo como martillo. Para eso nos quedábamos con las piedras y las ramas. El lenguaje puede usarse, tal como lo usa el filósofo, para algo más noble: para razonar sistemáticamente. Con el tiempo y la práctica, si no lo abandona en la juventud, se puede uno volver alguien razonable. Usar el lenguaje como garrote es posible, pero qué desperdicio!
ResponderBorrar"¿Qué puede hacer frente a alguien que utiliza el lenguaje como un martillo, como un garrote o como un instrumento meramente pragmático, PERO QUE NO SE INTERESA POR EL SIGNIFICADO DE LO QUE ESTA DICIENDO?" He ahí el quid. En cuento empiece a interesarse comenzará a filosofar a martillazos como Friedrich Nietzsche.
Borrar"... como la coca cola: bebida destinada al olvido, al presente puro, que apenas calma la sed." Error. Se le adiciona ácido fosfórico para que provoque sed y estimule su consumo.
ResponderBorrarOk, está bien. Pero creo que estamos diciendo básicamente lo mismo. Si estás sediento te sirve tomar coca cola, pero apenas te calma la sed (esto es, te deja sediento). No te deja más sediento, me parece. Si te falta líquido es mejor tomar coca cola que respirar aire.
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