domingo, 1 de junio de 2014

PROUST Y EL SUFRIMIENTO AMOROSO

"Ese pobre Swann –dijo aquella noche la princesa a su marido- sigue tan simpático como siempre, pero tiene un aire tristísimo. Ya le verás, porque ha dicho que va a venir a cenar una noche. En el fondo me parece ridículo que un hombre de su inteligencia sufra por una persona de esa clase, y que, además, no tiene ningún interés, porque dicen que es idiota”, añadió, con esa prudencia de las gentes que no están enamoradas y que se imaginan que un hombre listo no debe sufrir de amor más que por una mujer que valga la pena; que es lo mismo que si nos asombráramos de que una persona se digne padecer del cólera por un ser tan insignificante como el bacilo vírgula”. (Marcel Proust, “Por el camino de Swann”)

Desde la primera vez que lo leí, ese fragmento del primer tomo de En busca del tiempo perdido me pareció muy sabio: con frecuencia ignoramos, fingimos ignorar u olvidamos que el amor-pasión es, antes que nada, una ilusión; una especie de fantasma que habita en la imaginación enfermiza de quien ama.