sábado, 24 de julio de 2021

NIETZSCHE EN CASTELLANO EN INSTAGRAM

Por el momento abandoné bastante este blog, pero estoy intentando volcar algo de contenido cada tanto a mi cuenta de Instagram. ACÁ TIENEN EL LINK.


¡Sean felices!


Rodrigo



domingo, 2 de agosto de 2020

EL AMIGO JACQUES LACAN ERA ALTO HISTÉRICO


Desde que la leí por primera vez, me quedó grabada la cita de Nietzsche que criticaba el estilo de algunos pensadores que “enturbian las aguas para hacerlas parecer profundas”.

La cuestión es que en estos días volví a rememorar esa vieja frase porque de a poco estoy comprando y leyendo, a los tumbos y como autodidacta, las obras de Freud y Lacan.

A decir verdad, Freud siempre me atrajo, y además me parece que no descubro nada si digo que escribía maravillosamente bien; en cuanto a Lacan, me pareció muy desafiante su obra y además me ayuda a entender mejor el aporte de un autor argentino que me gusta mucho: Don Jorge Alemán.

Leyendo la biografía de Elisabeth Roudinesco confirmo algo que dijo alguna vez Todorov sobre Lacan: me impresiona como un tipo muy seductor y muy manipulador. En Deberes y delicias, una serie de entrevistas de Tzvetan Todorov con Catherine Portevin, el lingüista búlgaro recuerda su impresión de Lacan:

 

“(…) leía asiduamente  a Freud y me apasionaba desde otra perspectiva, por los problemas del lenguaje. Pero el estilo de Lacan, alambicado y pretencioso, me producía risa; sus admiradores me hacían  recordar a los miembros de una secta, absolutamente devotos de su gurú. Lacan buscaba golpear y seducir, no convencer con argumentos racionales, aspiraba a alienar la voluntad de sus auditorios, no a hacerlos más libres. Ésa era en todo caso mi impresión, lo que explica por qué no me atraía. Para mí, la máxima claridad en la expresión es una cuestión de ética, de respeto hacia aquel a quien me dirijo: es el modo en que lo coloco en el mismo plano que yo, que le permito responder y por lo tanto convertirse en sujeto de la palabra con el mismo derecho que yo. (…) Me interesa poco el culto a la oscuridad”.

Y un poco más adelante, Todorov relata una anécdota bastante interesante:

“Mi único encuentro personal con Lacan se desarrolló de esta manera: después de presentarme, me llenó de elogios. A juzgar por lo que decía, no tenía más sueño en la vida que el de encontrarse conmigo. ‘Usted se merece formar parte de mi círculo’, me dijo, ‘usted no es uno de esos adoradores que van a mi seminario y que no entienden nada de lo que digo’. Venga a mi casa a las 19 y hablaremos. Impulsado por la curiosidad y realmente envanecido, toqué su puerta a la hora convenida. Era otra persona: me trató con desdén, como si no comprendiera por qué me había permitido ir a molestarlo. Era toda una estrategia: seducir, después rechazar, para provocar dependencia. Me fui y nunca más lo vi en privado”.

No quiero ahondar demasiado en la cuestión del estilo de Lacan ni en la profundidad de su obra, sencillamente porque no soy un lector formado en psicoanálisis. A medida que vaya leyendo más seguramente iré complejizando esta visión de Todorov, que a priori y hasta el momento, en buena medida comparto.

¡Sean felices!

Rodrigo

sábado, 1 de agosto de 2020

CUANDO COPI PREFIGURÓ UN VESTIDO DE LADY GAGA

En La guerra de las mariconas (1982),  un texto de  Copi - plagado de situaciones delirantes- hay un fragmento que prefigura a Lady Gaga y su famoso vestido de carne. Allí se narra la vestimenta de una tribu de travestis y homosexuales brasileños llegados a Francia:


 “Estaban vestidos, y no miento, con carne. Uno llevaba un collar de tripas anudado alrededor del cuello, y nada más; otro se había hecho un sombrero con una pavita; algunos llevaban vísceras verdaderamente repugnantes; uno se había hecho una suerte de corpiño de plástico que rebosaba de bofe e hígado, otro tenía un conejo despellejado entre los dientes”.
La obra, escrita originalmente en francés, me pareció una de las más entretenidas que leí en mucho tiempo. Es cierto que la temática y el estilo de escritura, luego de cierto tiempo, dejan de sorprender, y hasta pueden resultar tediosas. 

El argumento es estrambótico, al par que sarcástico y esdrújulo (?): el narrador se enamora de un hermafrodita brasileño -Conceição do Mundoque resulta ser el príncipe de una tribu del Amazonas que habitan en la Luna. El tono es descarnado y, como imaginarán, políticamente incorrecto. 

Súbitamente aparece Michel Foucault tirado en unas baldosas, Margarite Duras en posición fetal y adentro de un tacho de basura; en otra escena le cortan la cabeza a un negro con cara de gorila y alguien se pone a jugar al fútbol con el cráneo, y así siguiendo. 

En medio de todo este candombe, hay espacio para las reflexiones metafísicas:

“El placer es como el nacimiento o como la muerte, nos ocurre una sola vez, pero al nacimiento lo olvidamos y a la muerte la ignoramos; el placer es ese único instante de éxtasis cuyo recuerdo o ilusión nos mantiene vivos. Nos ocurre solamente una vez. El resto de la existencia, antes y después, es tan sólo una reflexión al respecto".
En fin, tengo las uñas crecidas y,  en cada golpeteo que le doy al teclado, se van borrando las letras. Muy loco todo (?). Me aburrí de escribir sobre Copi (Paste). Chau, ¡sean felices!

MILENA JESENSKÁ HABLA DE KAFKA

Era trece años menor que él, apasionada, inteligente y bastante bonita. Dicen que lo comprendió como no lo había hecho ni lo haría ninguna mujer. Esta semblanza suya sobre Kafka me pareció maravillosa:

"Las cosas son así: en apariencia, todos somos capaces de vivir, porque en algún momento nos refugiamos en la huida, en la ceguera, en el entusiasmo, en el optimismo, en una creencia, en el pesimismo o en cualquier otra cosa. Pero él nunca se ha refugiado en ningún caparazón, en ninguno. Es totalmente incapaz de mentir, igual que es incapaz de emborracharse. No tiene el menor refugio ni techo que lo cobije. Por eso está expuesto a todas las cosas de las que los demás estamos a salvo. Es como alguien que anduviera desnudo entre personas vestidas. Todo lo que dice, lo que es, lo que vive, ni siquiera es verdad. Es un puro existir sin  más, carente de todos los ingredientes que podrían ayudarle a vivir efectivamente la vida, en belleza o en miseria, es igual. Y su ascetismo no tiene nada de heroico… Todo “heroísmo” es mentira y cobardía. No es una persona que se construya su ascetismo como medio para obtener algún fin; es una persona que se ve forzada al ascetismo por su terrible clarividencia, su pureza y su incapacidad de pactar… Sé que no se resiste a la vida, sino solo a esa manera de vivir”.

Y también recuerda la primera vez que se conocieron:

“Conocí su miedo antes de conocerle a él… En los cuatro días que pasó a mi lado, lo perdió. Nos reímos de su miedo… No hacía falta el menor esfuerzo, todo era fácil y claro… Durante esos días, su enfermedad se nos antojó como una especie de leve resfriado”.
Kafka, por su parte, le escribió a  su amigo Max Brod:
"(Milena) es un fuego viviente como no he visto nunca otro... Y al mismo tiempo extremadamente tierna, valiente, inteligente, y lo pone todo en su sacrificio, o, si se quiere, lo consigue todo por el sacrificio".

EL PINTOR CHINO



Érase una vez un pintor que llegó a viejo, luego de dedicar toda su vida a un único cuadro. Una vez que lo hubo terminado, invitó a los amigos que todavía le quedaban para mostrarles su obra: en ella se veía un parque, y entre los prados un estrecho camino que conducía  a una casa situada en lo alto de la montaña.

Cuando los amigos, listos para dar su opinión, se giraron hacia el pintor, éste ya no estaba junto a ellos. Miraron de nuevo hacia el cuadro: estaba ahí, recorriendo la suave pendiente del camino; abrió la puerta de la casa, se paró un momento, se volvió, sonrió, les dio nuevamente la espalda y cuidadosamente cerró tras de sí la puerta dibujada.

FIN

Este tipo de historias son las que nos provocan la sugestión de la verdad en la vida, como si esa verdad fuera inefable. La inimencia de una revelación que no se produce es, quizá, el hecho estético, dijo un escritor argentino de cuyo nombre todos nos acordamos.

A ROBAR QUE SE ACABA EL MUNDO


Walter Benjamin decía que las citas de sus trabajos eran como bandidos que saltan al camino para robar al lector sus convicciones. Incluso planeaba publicar un libro conformado íntegramente por citas ajenas.

Como el post es una vindicación del robo, no me da culpa confesar que se lo robé a Juan Terranova:


"Nada es original. Robá de cualquier lugar que haga resonar tu inspiración o que alimente tu imaginación. Comé películas viejas o nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones al azar, arquitectura, puentes, señales callejeras, árboles, nubes, cuerpos de agua, luz y sombras. Elegí para robar sólo las cosas que le hablen directamente a tu alma. Si lo hacés de este modo, tu trabajo (y tus robos) serán auténticos. La autenticidad es invalorable; la originalidad es inexistente. Y no te preocupes en ocultar tus hurtos, celebralos si tenés ganas. En todo caso, acordate siempre lo que dijo Jean-Luc Godard: No importa de dónde tomás las cosas; se trata de a dónde las llevás." (Jim Jarmusch)

“Nothing is original. Steal from anywhere that resonates with inspiration or fuels your imagination. Devour old films, new films, music, books, paintings, photographs, poems, dreams, random conversations, architecture, bridges, street signs, trees, clouds, bodies of water, light and shadows. Select only things to steal from that speak directly to your soul. If you do this, your work (and theft) will be authentic. Authenticity is invaluable; originality is non-existent. And don’t bother concealing your thievery - celebrate it if you feel like it. In any case, always remember what Jean-Luc Godard said: “It’s not where you take things from - it’s where you take them to.” (Jim Jarmusch)

lunes, 20 de julio de 2020

EL MEJOR INDIO ES EL INDIO MUERTO



¿Quiénes son los indios? Es una pregunta para hacerse… Pero ese no es el punto de más interés, sino qué hacemos con ellos, cómo los segregamos. Y no importa tanto quiénes son ellos, sino el hecho de que SEGREGAMOS. El problema a pensar, ¿cómo se da la segregación?


Estamos todos profundamente implicados en una situación que sufre todo tipo de operaciones eufemísticas, de invisibilización. En las pantallas de televisión es donde está muy claro eso: no hay en las pantallas públicas una imagen del cuerpo humano  argentino que no sea blanca. Están en la calle, están en la escuela, pero en nuestra televisión y nuestro cine NO ESTÁN, porque tampoco están en nuestras élites, en la conducción institucional. Están casi ausentes en la parte “alta” y también en  muchos casos “media” de nuestra sociedad. Casi no hay acciones de compensación de ese desequilibrio.



Una de las operaciones segregatorias es definir lo originario como algo que tiene una identidad muy clara, que vive en las condiciones históricas y que está en otro lado: de ahí que asume la forma de los Quom, los mapuches que están en un lugar periférico en el campo donde viven igual desde hace 500 años y debemos respetar esa vida y etc. Y claro que se trata de un fenómeno existente entre quienes se organizan identitariamente de  una manera, pero esa es sólo una parte de la cuestión. La cuestión principal es que la mayoría de la población argentina es una población étnicamente heterogénea, que tiene un componente indígena o afrodescendiente invisibilizado. Las operaciones que llevan a la invisibilización son el problema, porque generalmente se realizan en nombre de la igualdad, de la indiferenciación; sin embargo, en la realidad de los hechos, segregan. Es una tarea que tenemos pendiente.





En la escuela hay como una sordina puesta: cuando usamos la palabra “esclavitud”, parece que se trata de un fenómeno que ocurrió en otro lado. En nuestros actos escolares hay una negra que vende mazamorra. En  el caso de la negritud está todo mucho más definido, porque hubieron movilizaciones al respecto y porque en nuestra experiencia cultural argentina no hay una idea de regreso. ¿A dónde sería ese regreso? ¿Al África? Podría haberla pero en nuestra historia no se dio de esa manera, sino con recuperaciones culturales, con los "quilombos", etc. El relato de afrodescendientes es un relato de clandestinidad, de culturas que han estado clandestinas. Ha habido una atmósfera segregatoria, represiva, de la que no tenemos idea. No nos sentimos partícipes de forma responsable y colectiva de lo que llevó a la clandestinidad de nuestros afrodescendientes. En la escuela nos llevamos una idea de que la esclavitud es un fenómeno de Estados Unidos o de Europa o a lo mejor de Haití o Brasil, pero que no tiene nada que ver con nuestro país. ¿Por qué decimos “mita”, “yanaconazgo” y “encomienda” si se trata de esclavitud y servidumbre? Cuando vos buscas cómo hablamos de eso te encontrás con discursos que dicen que “se parece a la esclavitud”. ¡No se parece a la esclavitud, es esclavitud, servidumbre, sometimiento, subyugación!


Nos educamos sobre un negacionismo de la situación de los indígenas, los afrodescendientes, de los que no son los blancos descendientes de europeos. Nos educamos sobre un negacionismo de lo que se les ha hecho pero también de lo que SE LES HACE y de lo que sigue ocurriendo. Yo creo que ese drama es hora de que lo rediscutamos. ¿Cómo es que salimos de la escuela sin la conciencia del problema? 

Hay dos grandes modos de reprimir o disfrazar el problema: uno es cierto pintoresquismo del indígena que vive en una choza, en un lugar periférico que es una imagen en apariencia positiva pero de segregación brutal; mucho más grave porque es amistosa. La otra forma es escandalizándonos por los muertos: ¡qué terrible la masacre de los indios de América! ¡Qué buenos que somos porque repudiamos la masacre que los españoles, la matanza que los blancos hicieron sobre América! El genocidio, la conquista del desierto, etc. Y decimos que eso no era un "desierto" porque llamarle "desierto" es invisibilizar la matanza, en fin...

En síntesis: para que el indio nos suscite un sentimiento debe estar muerto. EL BUEN INDIO ES EL INDIO MUERTO, pero el indio vivo no es un tema. El indio vivo es un indio segregado, pero no se tematiza. No puede haber una mujer bella, un dirigente que participe de la vida social, salvo que sea un sindicalista o un enfermero, un obrero, un peón, un suboficial, un alguien que siempre está abajo. Y como está abajo lo pisamos, no lo ponemos en cuestión. Es algo que está en el piso mientras le caminamos por arriba como cuando pisamos a las hormigas. Es una situación dramática de la que no tenemos conciencia porque no nos interesa. No es un tema de interés público, político.



P.S.: las palabras son de Alejandro Kaufman, ligeramente modificadas por mí para hacer más legible un relato que es oral.

Esto que sugiere mi querido ex-profe Alejandro se relaciona con aquello que escribíamos sobre la "violencia simbólica", concepto que yo aprendí gracias en parte a Bourdieu y en parte a él:

La violencia simbólica es una violencia que no es física pero tiene un correlato y consecuencias eventualmente físicas. Y precede a la violencia física. Siempre que va a haber violencia física viene precedida por la violencia simbólica. A veces son palabras dichas casi sin querer, insultos velados, descalificaciones que luego se legitiman socialmente. En los colectivos sociales la violencia no ocurre de repente, "en frío", como venida de otro planeta. Cuando se trata de situaciones de linchamiento, de discriminación, de racismo, de genocidio, de femicidio, antes hay una sistemática situación de violencia simbólica que puede durar mucho tiempo y que debemos ayudar a parar.

domingo, 28 de junio de 2020

EL MITO DECADENTISTA DE "POR QUÉ NO FUIMOS CANADÁ O AUSTRALIA"


En su iluminador libro Mitomanías Argentinas, el antropólogo Alejandro Grimson aborda los “mitos decadentistas”, y sugiere que algunos argentinos tenemos cierta tendencia a pasar de la soberbia de creernos los mejores del mundo a la autodenigración de sentir que somos la peor escoria que habita el planeta Tierra. 


Esta suerte de ombliguismo cultural hace que, al movernos de un extremo a otro, logremos “ahuyentar cualquier reflexión compleja sobre nuestra propia situación” y nos hundamos en las arenas movedizas de la mitología.

Hace un tiempo Luis Novaresio entrevistó al gran basquebolista argentino Luis Scola, quien a lo largo de sus cuarenta años de vida vivió más tiempo afuera del país que adentro, dado que jugó en clubes de España, Canadá, Estados Unidos, China e Italia: 

Luis Novaresio: “Los argentinos tenemos la fantasía de saber qué dicen de nosotros en el exterior, y yo suelo decir ‘no demasiado’. ¿Coincidís?”

Luis Scola: “No dicen mucho de nosotros. No les importa mucho. De la misma manera que, ¿qué decimos nosotros de Nigeria, Croacia, Turquía? Nada”.



El gran capitán agrega que a él le gusta hablar bien de nuestro país a los extranjeros, y reflexiona acerca de dos tendencias que suelen darse entre los argentinos que por diversos motivos tuvieron que emigrar: “hay una cultura del que se fue (...) hay de todo”, está la visión “tremendamente negativa” del que se fue y dice “no vuelvo nunca más, y qué tontos los que se quedaron y menos mal que yo me fui” y hay otra que se fue y extraña “el asado y los amigos y te cuenta todo el tiempo cosas positivas del país”.

Sea como fuere, la cuestión es que los mitos decadentistas postulan que la Argentina fue alguna vez un país fantástico hace algunos años pero que ahora -según cierta visión 'gorila' esto sería culpa del peronismo- hemos ingresado en una decadencia irremediable:

“Ser terceros de treinta, décimos de cincuenta o trigésimos de doscientos es una verdadera catástrofe. Hemos hecho todo mal. Bueno, en realidad, la primera persona del plural es aquí demasiado generosa. Un pequeño grupo de militares y corporaciones ha destruido el país, rasgo que después se transfiere a los directores técnicos de la selección o a un jugador de fútbol o tenis, al rendimiento escolar de nuestros estudiantes o a cualquier objeto que se tome en consideración”.

Es la contracara de los mitos patrioteros, igualmente obtusos y simplistas.

El amigo Grimson recordaba un monólogo de Dady Brieva acerca de la historia de un argentino que le escribe cartas a su amigo desde Canadá, país a donde había emigrado:

“Feliz de haber dejado de una vez por todas este ‘país de porquería’, aguardaba la llegada de la nieve, contemplando a través de su ventana bellos bosques donde adivinaba o inventaba simpáticos bambis. Celebró como una confirmación de estar en otro planeta la llegada de la nieve, como si no nevara de hecho en la mitad del territorio argentino. A medida que pasaban las semanas, la rutina de levantar la nieva con pala y descongelar su automóvil se tornaba insoportable; las últimas carta referían a la nostalgia del calor húmedo y pesado de la siesta santafecina”.

Uno de los mitos decadentistas más arraigados es el que sugiere que la Argentina estaba predestinada a ser Canadá o Australia: agua, tierra fértil, montañas, bosques, petróleo, teníamos todo para ser los mejores, pero algo se frustró:

Para algunos no fuimos Canadá “por la corrupción, por la clase dirigente o por el imperialismo. No falta quien lo vea al revés: si hubieran triunfado los ingleses, seríamos Canadá. ¡Qué error fue haberles arrojado aceite a aquellos muchachos que hablaban la lengua de Shakespeare!

Si se realiza una comparación histórica con Canadá, podrá verse que los gobiernos de ambos países tomaron decisiones opuestas hace poco más de un siglo en relación con tres temas importantes: los ferrocarriles (para integrar el vasto territorio del país o para integrar el país al mundo), la distribución de la tierra y la elección de una política proteccionista o librecambista. Canadá tenía, al igual que la Argentina, un territorio inmenso con escasa población. Pero la Argentina tenía dos ventajas: su clima era más favorable y las zonas productivas estaban más cerca de los puertos.

Sin embargo, Canadá tomó tres decisiones cruciales: construyó el ferrocarril de este a oeste, priorizando la integración interna antes que la integración con los Estados Unidos; impuso una política de protección para su industria y entregó parcelas a quienes estuvieran dispuestos a trabajarlas y a volverse ciudadanos canadienses. La Argentina, en cambio, como detalla José Nun en la introducción a Debates de Mayo. Nación, cultura y política, priorizó, en el marco del modelo agroexportador, la construcción  de ferrocarriles que permitieran llevar la producción hacia el puerto, no protegió su industria y mantuvo una alta concentración de la propiedad de la tierra. Estas diferencias nada tienen que ver con el ADN ni con nuestra raza. Son diferencias de formas de construcción política en un momento crucial de la historia".

Desde una perspectiva de desarrollo económico, me parece interesante leer el siguiente artículo de Claudio Scaletta:


El "Plan Australia": un modelo que nunca fue

"Hay quienes creen que los problemas del desarrollo consisten en replicar experiencias nacionales exitosas. Un caso extremo fue el que el actual gobierno mostró como presunto modelo a seguir: el "Plan Australia". Fiel a su estilo, el plan, que debe haber costado unos cuantos dólares en viajes y consultorías, quedó en los anuncios.

La idea parecía simple. Se trata de un país riquísimo en recursos naturales que decidió abortar sus intentos de industrialización para reconcentrarse en la producción de base primaria y en servicios. Al igual que la última dictadura militar y el menemismo, Cambiemos creía que Argentina debía seguir un camino similar, abandonar su industria "subsidiada e ineficiente" para concentrarse en ser el "supermercado del mundo".

Se trataba de explotar recursos naturales. Volver al país presuntamente exitoso de las carnes y las mieses. Había alguna lógica en la propuesta. En su etapa de auge el modelo agroexportador era tan rico en recursos naturales como lo es hoy Australia. La población era escasa y la frontera agrícola estaba en expansión. Pero existía también un tercer factor escasamente reconocido: se promovió un crecimiento conducido por la demanda por la vía de la construcción de un Estado.

Sin embargo, el modelo agroexportador llevaba en sí la semilla de su propia destrucción. Primero la construcción del Estado perdió dinámica, luego la expansión de la frontera agrícola no podía seguir creciendo a la misma velocidad que el aumento de la población. Finalmente, la concentración de la propiedad de la tierra, otra diferencia con "Canadá y Australia", desalentó el poblamiento del interior y la democratización de la vida rural.

El flujo de inmigrantes comenzó a abarrotarse en las ciudades, donde crecían las industrias vinculadas al mantenimiento del transporte, los talleres ferroviarios y alguna agregación de valor a los alimentos. Los servicios financieros y la logística de comercialización dieron origen a los trabajadores de cuello blanco.

En el escenario presente, donde los recursos naturales siguen siendo una ventaja comparativa, pero insuficiente, los replicadores de ejemplos nacionales afirman que deben sumarse también las experiencias de países con factores más convergentes con la realidad argentina. Por ejemplo, algunas experiencias de Corea del Sur, o el fondo de reserva noruego o las prácticas de otros países nórdicos.

Si bien las experiencias nacionales siempre son una referencia, la metodología de la réplica enfrenta algunas limitaciones también abordadas en la literatura. La más evidente es que los procesos de cierre de brecha en países de desarrollo tardío suponen siempre aprendizajes que son fuertemente tácitos. El know how no se compra, sólo se puede copiar parcialmente, pero sobre todo necesita ser adaptado y aprendido por los actores de cada país.

No al pleno empleo.

Pero tampoco es esta la principal limitación. El desarrollo de las estructuras productivas es impulsado por las estructuras sociales. Es decir, la principal restricción al desarrollo puede encontrarse en las sociedades mismas. Poniendo la lupa sobre el caso argentino y el actual desastre económico, el verdadero tiro en el pie que se autoinfligieron algunos actores sociales, desde las clases medias a los jubilados, desde las pymes al conjunto de las grandes empresas que no pertenecen ni al sector financiero, ni al agro, ni a las energéticas, debería llevar a preguntarse muy seriamente por qué a los ciclos de despegue, conseguidos durante gobiernos populares, le siguen recaídas neoliberales que los abortan.

En su reciente exposición de rechazo al Presupuesto 2019 en el Senado, la ex presidenta Cristina Kirchner recurrió a la luminosa explicación brindada por el economista polaco Michal Kalecki en su breve texto de 1943 "Aspectos políticos del pleno empleo". Kalecki afirmaba que los empresarios no desean que el pleno empleo se mantenga en el tiempo porque ello empodera a los trabajadores, deteriora la disciplina al interior de los espacios de trabajo, aumenta las demandas salariales y extrasalariales y, por todo eso, genera problemas de sustentabilidad política para el poder del capital. Contra lo que se proclama en los discursos, el desempleo no es un producto indeseado, sino una necesidad estructural del capitalismo. Llegado a un cierto punto de expansión económica vía el impulso a la demanda, la clase capitalista puede considerar razonable inducir una recesión disciplinadora o "ajuste kaleckiano". Incluso si en el camino pierde dinero en el corto plazo, ya que ello es preferible a perder poder en el largo.

El orden imperial.

Es una explicación que pertenece al ámbito de la lucha de clases. A diferencia del nacionalismo metodológico incorpora la realidad del poder. Sin embargo, visto desde la Argentina del siglo XXI le falta una pata, la del imperialismo. Los procesos productivos, vía las firmas multinacionales, tienen escala global. Como al interior de estos procesos existen jerarquías -matrices y subsidiarias-, jerarquías que a la vez son respaldadas por el poder militar, resulta más adecuado hablar de imperialismo que de globalización.

En este orden imperial las clases dominantes locales funcionan como auxiliares de las hegemónicas de los países centrales. Las necesidades de este orden son la libre circulación de capitales y de mercancías y que ninguna región del globo se aparte del lugar que le fue asignado en la producción global. En el caso argentino, este lugar es el de la provisión de commodities y absorber productos industriales. La ruptura de este orden es una tarea titánica. Los países que lo logran durante algún tiempo son sometidos a fortísimas presiones, externas e internas". 

Eso es todo por hoy. ¡Sean felices!

Rodrigo