sábado, 11 de abril de 2020

UN VIEJITO HERMOSO NOS DA SU ÚLTIMA LECCIÓN

Todo lo realmente importante ha sido dicho muchas veces, pero como casi nadie escucha, hay que volverlo a decir. 

El Covid-19 me demuestra, por si hiciera falta, que no importa tanto la guita o las posesiones personales cuanto los amigos, la familia, las personas que nos han querido y/o que han ayudado a que sintamos la alegría auténtica de estar vivos.


Está bien, entiendo y es evidente que sin posesiones materiales mínimas –tener comida y techo, algo que muchos no tienen- no podemos disfrutar plenamente del afecto de nuestros semejantes. Creo que ustedes, clasemedieros burgueses como yo, comprenden a qué me refiero.

El eximio politólogo italiano Norberto Bobbio (1909-2004) confesaba, en su última entrevista antes de morir: “Nací como aquel que llegué a ser, o sea, como Norberto Bobbio. Quiero decir que aquello que cuenta en la vida son sobre todo las relaciones humanas que has tenido con los otros. (…) Es la única cosa que cuenta al final”.



Les recuerdo que Bobbio fue un pensador que vivió los acontecimientos centrales de la historia de Europa en el pasado siglo: desde la Primera y la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. El amigo Norberto participó de la resistencia antifascista en Italia, protagonizó múltiples debates, fue Senador, dio clases durante años y escribió decenas de libros y cientos de artículos académicos. Según su opinión, a la edad de la senectud, todo eso “no cuenta absolutamente para nada”.

Al hacer el balance de lo que estuvo bien y lo que estuvo mal, Bobbio nos recuerda:

“Lo que cuenta son las relaciones con los otros: cuántas personas amaste, cuántas personas te han amado, cuántas personas te han educado, fueron cercanas a vos, estuvieron a tu lado.


Cuenta más un acto de amor con la esposa, con los hijos, los nietos, con un estudiante que te viene a visitar después de muchos años y te dice: ‘¿se acuerda profesor, cuando en clase decía tales y cuales cosas?’. Eso cuenta. Cuentan las buenas relaciones, las buenas relaciones que tuviste con los otros”.

He leído muchos libros de Bobbio, incluso alguna vez saqué de la biblioteca de mi universidad –mi querida Universidad Nacional de Quilmes- su autobiografía, de cuya lectura no puedo acordarme.

¡Qué viejito hermoso! Y pensar que ahora su tierra está pasando momentos tan difíciles, al igual que el mundo.

¡Desde acá te abrazamos, querido viejito sabio! 

Abrazo grande. 

Los quiere,

Rodrigo

martes, 7 de abril de 2020

ACERCA DE LA MERITOCRACIA

Hace unos días estuve mirando una entrevista muy interesante que Julián Guarino realizó para C5N con mi ex profe Alejandro Kaufman, en la que se abordó la cuestión de la meritocracia. Antes que nada debo aclarar que Alejandro es una persona por la que siento un afecto muy especial, porque aunque no fue el único, sí ha sido uno de los profesores que más hicieron para que yo conociera y apreciara la obra de autores como Walter Benjamin, Simone Weil, Karl Kraus, George Steiner… Sin embargo, a pesar de -o precisamente por- el afecto que le profeso, suelo coincidir bastante con su manera de ver la realidad.






El neoliberalismo tiene una concepción de la meritocracia vinculada con la riqueza: “el que tiene riqueza, sea material o simbólica, tiene méritos, tiene una virtud, algo por encima de los demás”.


Está claro que en sociedades muy complejas como las nuestras, la meritocracia de algún modo es necesaria: no se puede administrar una central nuclear o realizar una operación a corazón abierto sin criterios “meritocráticos”. Ningún hincha de fútbol aceptaría que el club de sus amores se plagara de jugadores pésimos aunque fueran muy buenas personas, y así siguiendo.

No se trata de condenar a priori la excelencia o de dejar de reconocer que hay personas que se esfuerzan más o que pulen sus defectos y desarrollan sus virtudes a fuerza de trabajo y dedicación y en buena medida se merecen lo que tienen.

Está claro que mi idea no es eliminar el mérito como criterio de convivencia, sino de no transformarlo en el único criterio posible. Si no hacemos una crítica de cómo valoramos la vida de las personas independientemente de sus méritos, de sus logros, de lo que hacen más allá de criterios comparativos vinculados en buena medida al mercado capitalista, no podemos alcanzar criterios de igualdad tal y como pretendemos.

Vale decir, una crítica a la meritocracia supone la posibilidad de valorar a todos los seres humanos POR LO QUE SON, por su existencia.

Lo que dice Alejandro es que “tiene que haber formas tales que ésa no sea la única manera de vivir, la única manera de relacionarnos entre nosotros”.


Es importante destacar que la idea de meritocracia no es “de derecha” o “conservadora”: nuestro progresismo se ha construido sobre la base de exacerbar el valor del mérito. Aquello de “mi hijo el Doctor” viene de allí. ¿Por qué doctor y no plomero o peluquero?

Kaufman distingue entre una cuestión cultural y el rol estatal: el rol del Estado es asegurarse de que la meritocracia sea legítima y de garantizar un piso común en relación a la igualdad de oportunidades: asignar recursos, garantizar el cumplimiento de acuerdos, etc.

En el terreno cultural, la igualdad de oportunidades postula a la vida como si fuera una carrera donde lo más justo es que todos partan de la misma línea de largada. "Si yo no tengo piernas habrá una carrera para gente sin piernas, pero también será una carrera".

Nuestro sistema educativo se corresponde con el mundo "de los mejores". La escuela está todo el tiempo enfatizando el valor de la competencia y ejemplificando el logro de la tradición de grandes científicos o escritores reconocidos o diversos personajes históricos relevantes.


Esa idea de competencia debería convivir con una vida más plena vinculada a cierto estado de "infancia". Es interesante cuando el amigo Alejandro destaca como “los niños no compiten entre sí por quién hace la manchita más linda". Una sociedad convivencial requiere combinar virtuosamente ambas dimensiones.


Para complementar lo que dice Alejandro, resulta útil traer a colación un artículo escrito por el politólogo Julián Montero, quien desde una visión más apoyada en el liberalismo nos dice lo siguiente:



"Las meritocracia es objeto de un rechazo atávico entre los progresistas. De hecho, suelen pensar que el mérito está en las antípodas de la igualdad: una sociedad meritocrática castiga a los vulnerables mientras recompensa a los ya privilegiados. Pero estamos, en realidad, ante una alquimia conceptual. El ideal meritocrático moderno es parte integral del paradigma de la igualdad.

En el orden medieval, las perspectivas de vida de las personas estaban totalmente determinadas por su origen. La meritocracia surgió cuando el ethos igualitario burgués barrió de un golpe esas estructuras fosilizadas.

En la medida en que las oportunidades de los individuos —incluyendo su acceso a cargos, posiciones y roles sociales— ya no podían depender del pedigree, el mérito personal se instaló como el criterio más democrático para administrar el progreso entre iguales.

La cultura del mérito tuvo un impacto altamente progresivo en materia social. Si realmente queremos que el éxito dependa solo del esfuerzo, debemos igualar las situaciones de partida de todos. De otro modo, las circunstancias de crianza se convertirían en nuevas barreras estamentales. Este es el axioma que los liberales cristalizaron en su famoso principio de igualdad de oportunidades, bajo el imperativo de una educación pública de calidad de alcance universal.

A la inversa de lo que se supone, el mérito también es crucial en el ideario socialista. Marx repudiaba a capitalistas y banqueros porque se enriquecían sin esforzarse ni producir. En sintonía con su planteo, los socialismos reales acuñaron el mito del héroe proletario: un trabajador abnegado que explota al máximo sus talentos en beneficio de la comunidad. Todavía podemos verlo en las manifestaciones pictóricas del arte socialista.

En su caso, por supuesto, la recompensa no era monetaria; se operativizaba en celebraciones simbólicas, como la entrega de condecoraciones a quienes alcanzaran records de productividad.

Naturalmente, el mérito no es el único valor, ni siquiera el más importante. Los derechos humanos, pilar de las democracias constitucionales, son universales e inalienables. Por eso, en la medida de lo posible, toda persona debe gozar de acceso seguro a alimento, vivienda, educación y salud al margen sus logros y elecciones o del modo en que use su humanidad.

Pero convertir la anti-meritocracia en la causa de los pueblos es una maniobra profundamente regresiva. Cuando se destruyen los incentivos al talento, el arte, la cultura y la innovación científica se estancan; las sociedades se vuelven también más pobres, la calidad de los servicios públicos se deteriora y queda menos para repartir.

Así se acaba por revertir la pulsión igualitaria que arrasó al mundo feudal. En rigor, la ola anti-mérito abona el retorno a un orden estático sin movilidad social ascendente, signado por la ignorancia y la miseria generalizadas. ¿Será la utopía del progresismo un neo-feudalismo post-industrial?".

En síntesis, el desafío sería: ¿cómo hacemos para armonizar más o menos virtuosamente ciertos criterios "meritocráticos" junto a criterios "igualitarios" que valoren a las personas por el solo hecho de existir?

The answer my friend, is blowing in the wind.

P.S.: By the way: acá tienen un artículo de La Nación sobre la tensión entre meritocracia e inclusión. Y acá tienen un artículo de Artepolítica acerca del tamaño del Estado. Soy un basurero que rescata discusiones viejas, jeje.

¡Abrazo de gol! Cuídense todxs. Los quiere,

Rodrigo

lunes, 6 de abril de 2020

DIGRESIONES EN DÍAS DE CUARENTENA: ALGO MÁS ACERCA DEL AMOR

Decíamos hace unos días que todo ser humano es, antes que nada, el deseo que de él/ella tuvo otro ser humano. En cierto modo, si nos pasamos de rosca mientras nos entrevista Fantino y nos llamamos Gabriel, podríamos decir que las madres empiezan a desear a sus hijos desde que juegan a las muñecas cuando son niñas.

Por otro lado, los bebés humanos, ni bien nacen, no son capaces de sobrevivir sin el reconocimiento y la mirada de otro sujeto.

Gabriel Rolón –sí wachines, leo a Freud, a Kafka, a Wittgenstein y también a Rolón, ¿algún problema?- recordaba una anécdota de Federico II de Prusia cuando quiso formar un ejército de soldados sin debilidades, fuertes y libres de temores. “Entonces mandó construir un lugar donde los recién nacidos serían bien alimentados y cuidados pero no recibirían ni el menor gesto de ternura, dado que pensaba que eso debilitaba el carácter. Los enfermeros cumplieron minuciosamente el trabajo que les encargó el rey. El resultado del experimento fue que todos los niños murieron”.

Somos seres frágiles, necesitados de afecto y cuidado a quienes una mierdita microscópica insignificante como Jorge Coronavirus puede hacernos ir a mirar las flores del lado de las raíces.

Un mamífero en la selva –gacela, búfalo, cebra -sale del vientre de la madre, asoman sus dos patitas, lo terminan de expulsar y luego de un instante se pone de pie y al rato está trotando en la hierba. Su instinto y constitución biológica lo preparan rápidamente para valerse relativamente por sí mismo, de lo contrario está condenado a que, más temprano que tarde, un depredador se lo coma.

Los animales están destinados a la especialización: algunos nadan muy bien, otros corren rápido, otros vuelan, son capaces de respirar bajo el agua, hacen agujeros en el suelo o cazan con el pico. Ese es el motivo por el cual las especies animales mueren cuando les cambia el ecosistema, porque no se pueden adaptar.

Los seres humanos, en cambio, “venimos al mundo con un buen hardware, del que nos ha previsto la naturaleza, pero no tenemos un programa establecido, tenemos que procurarnos un software para orientar nuestras acciones sociales”. (F. Savater dixit).

No podemos correr como un guepardo ni nadar como un delfín ni somos capaces de matar animales grandes con nuestras propias manos como puede hacerlo un león o una pantera. Sin embargo podemos hacer varias cosas a la vez: nadar, correr, trepar a los árboles, tocar el piano, componer una canción o diseñar y construir armas para matar a leones, delfines, guepardos, panteras e incluso otros seres humanos. 

¿Qué estoy intentando decir con esto? ¡Que somos animales indeterminados, programados para aprender eternamente! El olfato de un perro es mucho más fino para distinguir algo que alimenta de algo que envenena. A nosotros el instinto y el olfato nos sirve de mucho menos. 

"No existe una escuela que enseñe a vivir", cantaba Charly García en Desarma y Sangra: no tenemos un manual ni un programa que nos permita amar de la manera adecuada para evitar el sufrimiento! Los esfuerzos de Stamateas están destinados al fracaso, aunque a él lo lleven al éxito.

A mí juicio, los estudios de Freud aciertan cuando sugieren que en el terreno amoroso nadie sabe, quiere ni decide con absoluta libertad. No hace falta haber leído ni medio libro de psicoanálisis para darse cuenta hasta qué punto el encuentro amoroso con el otro está mediado por una multitud infinita de malentendidos y fantasmas.

El sentimiento amoroso por alguien sobreviene y se va, en buena medida, más allá de nuestra voluntad y control. Eso no implica que no podamos aprender a amar mejor o no tengamos a nuestra disposición la ayuda del conocimiento y la razón. Ni es cierto que seamos totalmente libres de elegir ni tampoco que estemos sometidos a la pasión irracional de un eros ciego. 

Aunque en  principio no podamos decidir sobre un sentimiento, sí podemos decidir y ser relativamente responsables –ahí es donde adhiero al psicoanálisis y su noción de inconsciente- en relación a ese sentimiento. El psicoanálisis bien entendido no es una excusa para decir “disculpáme, te cagué con otra mina porque me lo dictó mi inconsciente”. Por ejemplo, yo jamás trataría de seducir a la pareja de un amigo, por más atractiva que me pareciese en una primera impresión.

En ese sentido adhiero a la ética aristotélica que sugiere que la reflexión y el desarrollo de nuevos hábitos produce variaciones en la manera en que sentimos las cosas. Las emociones también se relacionan con un contexto social y se pueden construir virtuosamente.

El amigo Jorge Corona me hace escribir mucho estos días, pero en algún momento hay que parar. La seguimos otro día.

¡Cuídense mucho y sean felices!

Rodrigo


DIGRESIONES EN DÍAS DE CUARENTENA: LA FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU HEGELIANA Y EL INTERROGATORIO A PINOCHO

Allá por el año 207 A.C. (antes de la cuarentena), el amigo Georg Wilhelm Friedrich nos decía que "el puro conocerse  a sí mismo en el absoluto ser otro, este éter en cuanto tal, es el fundamento y la base de la ciencia o el saber en general. El comienzo de la filosofía sienta como supuesto o exigencia el que la conciencia se halle en este elemento. Pero este elemento sólo obtiene su perfección y su transparencia a través del movimiento de su devenir. Es la pura espiritualidad, como lo universal, la que tiene el modo de la simple inmediatez; esta simplicidad, tal y como existe (Existenz hat) en cuanto tal, es el terreno, el pensamiento que es solamente en el espíritu". (G.  W. F. Hegel, "Fenomenología del espíritu")

Afortunadamente para nosotros, años más tarde y en el transcurso de un interrogatorio, el amigo Pinocho clarificaba el fragmento citado:




DIGRESIONES EN DÍAS DE CUARENTENA: DONDE EL AUTOR DEL BLOG BANCA LA VALENTÍA DE SOFÍA GALA E INTENTA PENSAR CONTRA CIERTA CONCEPCIÓN POLICÍACA

El poder no está estancado fijamente en los cuerpos: no por el hecho de tener un físico grandote y musculado, un patovica es un abusador. No por el hecho de ser hombre, alguien es un violador en potencia. Hay mujeres que tienen poder y abusan de su poder, hombres que tienen poder y abusan de su poder, y mujeres y hombres que teniendo poder se abstienen de abusar del mismo.

El poder circula, y más que detentarse, se ejerce. No es lo mismo abusar del poder que ejercerlo. Tengo para mí que TODO AQUÉL/AQUELLA QUE TIENE PODER, LO EJERCE, porque el poder no tolera el vacío: el futbolista que juega muy bien no intenta jugar como si fuera malísimo, la mujer hermosa que le guiña el ojo a un barman para obtener un trago gratis usa su poder seductor en beneficio propio, el niño que extorsiona tiernamente a la madre para que le compre galletitas sonriéndole afectuosamente quiere influir sobre su voluntad, y así siguiendo. Y no hace falta ser una eminencia en medicina para ejercer poder sobre un paciente. Nietzsche nos enseñó muy bien que  el poder también se ejerce desde la debilidad: por caso, una madre o un padre enfermo pueden abusar de la hija o del hijo que los cuidan a través de la culpa, y volverles la existencia algo insufrible.


Muchas de las conquistas del movimiento feminista me parecen una excelente noticia. No he leído mucha bibliografía feminista –aunque espero hacerlo en el futuro- ni me siento en condiciones de darle lecciones a nadie. Simplemente ejerzo mi derecho a opinar y a pensar con quienes quieran leerme para ayudarme a desmontar o mejorar mis argumentos.

¿Quiénes pueden estar a favor de un femicidio o una violación? Se trata de crímenes atroces. ¡Sólo los muy perversos pueden apoyar algo así! Lo que intento en este posteo es separar la paja del trigo, porque hacer del debate un manto nocturno donde todas las vacas son pardas nos impide pensar. Para actuar adecuadamente no es suficiente con pensar adecuadamente, pero no se puede actuar bien sin pensar bien.

Creo que hombres y mujeres somos  distintos - los hombres solemos ser más fuertes, las mujeres son capaces de llevar una vida en su vientre, etc.-; pero debemos tener los mismos derechos, y apuntar como horizonte aspiracional a la construcción de una sociedad en la cual todxs seamos iguales ante la ley. Sin embargo, a esta altura o yo no entiendo demasiado o predomina cierta tergiversación de un axioma que se presenta como incuestionable: “todo es cultural” o “todo es construido”.

A mí, por ejemplo, me gusta jugar al fútbol mixto con mis amigas, pero cuando disputo una pelota no pongo la pierna fuerte como lo haría con un varón. ¡Porque somos distintos Judith Butler, la concha de la lora! Estoy seguro que no entiendo a Butler, y capaz si la leyera en profundidad la adoraría o no sé, pero simplemente hablo desde mi experiencia personal. También es verdad que he jugado con chicas que se dedican al fútbol profesional, y que al trabar lo hacen igual que un hombre, porque están física y técnicamente entrenadas. No niego que existan influencias culturales. Simplemente digo, ¡somos distintos Judith Butler, la concha de la lora!

Un tenista profesional entre los primeros 100 puestos del ránking derrotaría probablemente a cualquier mujer que fuera número uno del tenis profesional femenino. ¡Porque somos distintos!

Sin embargo, la idea no es “esencializar” el concepto de hombre y mujer. Si una mujer que está en pareja decide no tener hijos, ¡genial! Si una mujer que está en pareja decide tener hijos pero no laburar porque su marido cobra un buen sueldo y asume el rol de ser la que le dedica más tiempo a las tareas del hogar, ¡genial! Si es el hombre el que lava los platos y la mujer la que trae el sueldo a casa, ¡genial! Si laburan ambos y se reparten las tareas, ¡genial! Y así siguiendo. No me gusta ser policía de la vida de nadie: si una amiga mía elige ser “Susanita”, pues bien; si quiere ser “Mafalda”, ¡adelante con los faroles! Y está claro que la situación es distinta si se trata de una mujer que vive en la miseria, porque ahí el margen de elección se acota muchísimo. De todos modos no quiero entrar en la discusión sobre el “trabajo en el hogar no remunerado” y otras cuestiones de economía política en relación al movimiento feminista, porque dan para un libro aparte y escapan al espíritu del posteo de hoy.


Retomando, para mí está muy claro que –y soy consciente de que para muchos psicópatas esto no es así- si una mujer se muestra interesada en vos y viene a tu departamento, se debe respetar su decisión SIEMPRE. Si ambos nos besamos apasionadamente, terminamos desnudos y en determinado momento la mina se arrepiente, yo no tengo derecho a avanzar.

Ahora bien, en lo personal no puedo menos que adherir a las palabras de Alexandra Kohan cuando dice:

“Está en crisis el juego de seducción. ¿Cómo hacemos para seducir si no puedo mirar fijamente a alguien en una fiesta porque es acoso? Mil veces alguien intenta darte un beso y decís que no y está todo bien. Ahora si te agarra es otra cosa. No existe el consenso a priori. ¿Cómo se va a consensuar antes si voy a querer? Son garantías para lo que no tiene garantías. Empezamos, apretamos y después no me gustó porque tiene mal aliento, la piel, lo que sea. El abuso es otra cosa. Acostarse con un boludo no es violencia. La violencia es violencia. Si no, se banaliza y como todo es violencia, nada es violencia. Eso no es una frase hecha. Es así. Cuando veo que le dicen psicópata a todos, después aparece el psicópata de verdad y se enganchan, obvio. Porque el psicópata te envuelve”.

Llegados a este punto, me permito incorporar al posteo fragmentos no de Judith Butler o Simone de Beauvoir sino de Sofía Gala, quien en el transcurso de en una entrevista que le hicieron hace un tiempo en Clarín dijo algo que me pareció muy sabio:

“Todo lo que se pone extremo se vuelve facho. Pero también creo que hay un movimiento muy grande sobre muchas cosas que por muchos años fueron injustas, como la identidad, el género, la sexualidad, la mujer, y para que haya cambios hay que ponerse un poco extremo. Después encontraremos el equilibrio”.


En lo personal me parecen peligrosos ciertos discursos que suponen que toda diferencia de edad es abuso de poder. ¿Quién se arroga para sí la autoridad de decidir con quién se tiene que acostar una persona que es mayor de edad? Si un profesor sale con una estudiante mayor de edad una vez terminada la cursada, ¿qué tiene de malo? El problema es si usa ese poder para obtener un beneficio sexual: “si no te acostás conmigo no vas a aprobar la materia”. ¿Qué problema hay si una profesora de filosofía, como es el caso de Esther Díaz, confiesa que no le calientan los hombres de su edad sino que los prefiere más pendejos? ¿Acaso ella no tiene derecho a cojer con quien quiera y pueda porque tiene 79 años? Nadie ignora que a medida que crecemos las oportunidades de tener sexo disminuyen, ¡pero eso no significa que los demás tengan que andar fisgoneando con quién o quiénes nos acostamos! ¡No infantilicen la sexualidad ajena, mojigatos de mierda! Y si alguien tiene ganas de meditar o vivir una vida ascética, ¡pues que lo haga!

Se puede ser maduro a los 20 años y un idiota a los 40. La edad,a priori, no lo dice todo. Tampoco la vejez trae necesariamente sabiduría. La edad es un condicionamiento más, entre tantos otros. No podemos prescribir un manual de comportamiento para las relaciones sexoafectivas: hay que ver cada situación en particular. Tampoco somos parejamente maduros en todas las dimensiones de la existencia: Sofía Gala a sus veinte años tenía mucha mayor experiencia sexual que Borges a sus 50.


La discusión de si está bien o está mal que Gastón Pauls tenga una novia mucho menor no me parece un debate moral sino moralina berreta. Es puritano y represivo andarse metiendo en los cuerpos ajenos toda vez que se trata de una relación consentida entre dos mayores de edad.

Me rompen las pelotas los “policías de los cuerpos ajenos”. No me van las personas que intentan prescribirle las conductas sexuales al resto:

“Si yo elijo, teniendo en cuenta que nadie elige libremente, tener una pareja monogámica porque estoy enamorada y no tengo ganas de coger con nadie más, y la persona con la que estoy, tampoco, ¿por qué estoy más “alienada” que el que dice que hay que coger con ocho? Que “la monogamia no va, que aguante el poliamor”. ¿Por qué yo estoy más alienada si esa persona eligió tan poco libremente como yo? El problema es el cuco: la monogamia es un cuco y, al parecer, el poliamor es la salida de esa opresión”. (Alexandra Kohan dixit)

Era todo lo que tenía ganas de decir hoy. La idea era completar un poco algunas cosas que dijimos acá y acá.

¡Cuídense mucho y traten de ser felices!

Los quiere,

Rodrigo

sábado, 4 de abril de 2020

CONSIDERACIONES SOBRE EL SENTIDO DEL HUMOR



El amigo Pedro Saborido, quien muchas veces reflexiona en clave humorística mejor que cualquier profesor de filosofía, decía que la frase "el humor es síntoma de inteligencia" a veces se tornaba una verdad incuestionada, como otras frases triviales del tipo "la información es poder" o "en la moto la carrocería sos vos".

Y es cierto que la debilidad y la torpeza ajena son muchas veces motivo de risa, y que esa característica no nos vuelve automáticamente inteligentes sino que muchas veces es hija de una actitud entre psicópata e imbécil:

"De la misma manera, se le otorgan al humor cualidades imposibles de verificar: desde propiedades terapéuticas hasta formidables actitudes para luchar y vencer a los poderosos. Grandes exageraciones ambas. Nadie se cura una pancreatitis mirando Gasalla ni derrota una dictadura a base de memes". Muchas veces uno se ríe de aquello que lo oprime y no puede cambiar.

Es popular la definición de Arthur Schopenhauer, para quien el humor consistía en "poner una cosa donde no va". Si nos imaginamos una mesa donde se reúne un grupo de vacas que caminan en dos patas y charlan sentadas mientras comen asado de ser humano, la situación es humorística. Aunque también podría ser un indicio de haber estado interactuando con sustancias psicotrópicas. Pero como siempre me digo a mí mismo: no nos vayamos por las ramas.

El sentido del humor sería una especie de cumbre aristotélica entre dos extremos: cierta armonía entre el exceso de frivolidad y el exceso de seriedad. El frívolo se ríe de todo, es insípido, dice trivialidades y no se preocupa si con sus bromas hiere al resto. El serio es aquél que piensa que todo debe considerarse grave y se reprime el costado de algún modo leve o ridículo inherente a la condición humana.

El sentido del humor es la virtud que nos permite mirar el costado frívolo que existe en todo lo serio, y el costado serio que anida en la frivolidad.

En lo personal me parece que aquellas personas que están absolutamente seguras de tener razón es porque padecen una forma velada de locura; de ahí se sigue que los fanáticos no se suelan llevar muy bien con el humor.

A las personas que carecen de sentido del humor les falta humildad, porque se toman demasiado en serio a sí mismas. Eso no quita que existan personas muy amables sin sentido del humor y cabrones egocéntricos que nos hacen reír. Sabemos que las virtudes son como el agua: es vital si está mezclada con sales minerales, pero es nociva en estado puro.

Hay muchas personas que no tienen habilidad para hacer reír, pero son dueñas de una risa contagiosa que las vuelve deliciosas. Tengo amigas y amigos, incluso conocidos, que cuando me pongo en modo Krusty me festejan todo y me alegran el alma.

Cualquier periodista que se vea en la situación de entrevistar a un humorista y no sepa qué preguntarle, va a recurrir a las remanidas preguntas que yo intentaré responder aquí porque estoy aburrido y me dan ganas: 1) ¿Hay límites para hacer humor?; 2) ¿el humor es sanador?


¿Hay límites a la hora de hacer humor?

Es una línea divisoria muy fina, cuyo criterio de demarcación popperiano podría ser la diferencia entre “reírse con” y “reírse de”. No es lo mismo un judío haciendo chistes de judíos que poner la misma broma en labios de un antisemita.

Groucho Marx dijo, luego de una fiesta: “he pasado una linda velada, pero no fue ésta”. Ahí ya nos estamos metiendo de lleno en el terreno de la ironía. En todo caso, si la frase va dirigida a la anfitriona de la fiesta, es ironía; en cambio, esa misma frase en boca de un standupero que se la dice al público luego de finalizar su espectáculo, es humor.  

A mí me parece que se puede bromear acerca de todo: el sexo, la muerte, la tortura, la enfermedad, el amor, la guerra. Ocurre que suele confundirse "la comedia" con "la burla", siendo que es una mirada diferente de abordar la realidad.

Para Comte-Sponville, "lo importante es que la risa agregue algo de alegría, algo de dulzura o de ligereza a la miseria del mundo, y no más odio, sufrimiento o desprecio". Me parece una definición piola, aunque tal vez demasiado moralista.

¿Qué es la ironía? De algún modo es decir lo contrario de lo que se piensa pero en una forma o en un tono que revele nuestra intensión: "¡Ah pero qué inteligente te volviste, Juan Carlos! ¿Cómo es que no te dan el Premio Nobel?".

A veces pasa que alguien medio cruel le tira ironías a un siome que se toma todo literal: eso hace que el gracioso se salve o se condene a ligar una golpiza. 

El sarcasmo es una variante más hiriente de la ironía, porque sarcasmo creo que tiene cierta conexión etimológica con sarcófago, con desgarrar la carne.

Cuenta Bioy Casares que una vez Borges dijo, en referencia a un escritor de capacidad nula: “Si llega al infierno, lo van a rechazar por insignificante.”


By the way, en el Borges de Bioy hay un comentario que hace el amigo Jorge Luis que me recuerda al personaje Luis Almirante Brown de Capusotto:


Borges abre The Perfumed Garden -una traducción al inglés que hizo Richard Burton de un manual árabe sobre sexualidad escrito por un tal 'Nefzawi'- y lee:

‘Women would succeed in making an elephant mount on the back of an ant, and would even succeed in making them copulate.’

Al terminar de leer comenta: "He ahí la versión oriental, y desprovista de gracia, de con paciencia y con saliva, el elefante se la metió a la hormiga.”


Retomando el hilo, y ya puestos a elucubrar digresiones después de fumar un churro, diremos que la ironía hiere y el humor cura.

A propósito de la ironía, el escritor estadounidense David Foster Wallace decía algo muy lúcido: 

"El sarcasmo, la parodia, el absurdo y la ironía son formas geniales de quitarle la máscara a las cosas para mostrar la realidad desagradable que hay tras ellas. El problema es que una vez desacreditadas las reglas del arte, y una vez que las realidades desagradables que la ironía diagnostica son reveladas y diagnosticada, ¿qué hacemos entonces? La ironía es útil para desacreditar ilusiones, pero la mayoría de las ilusiones desacreditadas en los Estados Unidos ya se han hecho y rehecho. Una vez que todo el mundo sabe que la igualdad de oportunidades es una bobada, ¿qué hacemos ahora? [...] Aparentemente todo lo que queremos hacer es seguir ridiculizando las cosas. La ironía posmoderna y el cinismo se han convertido en un fin en sí mismas, en una medida de la sofisticación en boga y el desparpajo literario. Pocos artistas se atreven a hablar de lo que falla en los modos de dirigirse hacia la redención, porque les parecerán sentimentales e ingenuos a todos esos ironistas hastiados. La ironía ha pasado de liberar a esclavizar. Hay un gran ensayo en algún sitio que contiene una línea acerca de que la ironía es la canción del prisionero que llegó a amar su jaula".

Según Comte-Sponville, "la ironía se ríe del otro (o del Yo, en el autosarcasmo, como si fuera otro); el humor se ríe de sí mismo o del otro como sí mismo, y se incluye siempre, en todo caso, en el sinsentido que instaura y devela".

Personalmente creo que la ironía es virtuosa cuando se burla de los poderosos, de la autoridad; pero se vuelve cruel al volcarse hacia las personas en situación de debilidad.

¿El humor es sanador, o es mejor Claudio María Domínguez?

Les había dicho que disfruto mucho cuando mi actitud o mis palabras resuenan en los demás haciéndolos reír. Salvo cuando estoy tratando de seducir a una mina que me gusta, y sólo la hago reír pero no logro avanzar más allá:

-“Boludo, ¡no sabés qué bien la pasé con Tatiana! Estuvimos tomando cerveza en un bar de Palermo casi toda la noche. Después se fue porque le llegó un mensaje de Whatsapp del personal trainer. Yo ni me preocupé porque seguro que en plena garchada furiosa con ese gil iba a pensar en lo extraordinariamente gracioso que soy. ¡Tomá para vos bobina: tendrás muchos abdominales pero la minita conmigo se muere de risa!”

Cuando aplicamos el sentido del humor para seducir, nos movemos en un terreno resbaladizo: si somos rechazados, el rechazo se vuelve más leve; pero también ofrecemos una vía de escape para que la mina no nos termine de tomar en serio cuando le tiramos los perros:

-"Jajaja, tonto. ¡Sos un loco lindo!"

-"Jajaja, sí. ¿Querés ir a mi departamento a mirar si el cactus que me compré necesita agua?"

-"Jajaja, ¡cómo me hacés reír Rodrigo! .

-"Jeje, gracias. ¿Pero vamos a ir a mi departamento o preferís que nos quedemos charlando sobre el lanzamiento de la cuarta temporada de La Casa de Papel hasta las 5 de la mañana?"

Vivir es una experiencia más cercana a lo doloroso que a lo gratificante, y por eso el humor es también un escape, una forma de reírse de lo que más nos angustia. Hacemos chistes sobre la muerte porque en rigor estamos cagados de miedo.

Uno con el humor de algún modo denuncia un mundo que tiene mucho de estafa, y por eso se burla del poder, de la estupidez, de la autoridad… Y también existe el ritual del juego, como decía Capusotto en ésta entrevista con Gastón Pauls: “uno también se siente como alguien que está hinchando las pelotas en el recreo”.

Al mirar algunas películas de los hermanos Coen, como The Big Lebowsky, nos podemos imaginar a dos tipos en modo marihuana maquinando situaciones disparatadas y riéndose como cuando eran nenes.

Lo que intento sugerir es que el sentido del humor puede ser una forma de la inteligencia, pero también la risa nos provoca cierto estado de estupidez. A veces nos reímos como niños, y nos olvidamos por un rato toda responsabilidad inherente a la vida adulta.

Eso es todo por hoy. ¡Cuídense y sean felices! Un abrazo,

Rodrigo

jueves, 2 de abril de 2020

DIGRESIONES EN DÍAS DE CUARENTENA: CUANDO EL FEMINISMO SE CONVIERTE EN UNA EXCUSA PARA EJERCER LA PEREZA MENTAL SE PEGA UN TIRO EN EL PIE

Alguna vez habíamos escrito -parafraseando al amigo Goethe- que pensar adecuadamente es difícil, actuar es más difícil y actuar siguiendo el pensamiento propio es lo más difícil del mundo. ¿Qué quiero decir con esto? Sencillamente que actuar requiere coraje y fuerza de voluntad, que pensar requiere también coraje y fuerza de voluntad; ¡y ni que decir lo difícil que puede ser armonizar pensamiento y acción! 

Lo más cómodo es unirse a una "tribu", repetir consignas como un loro y evitar contradecir los prejuicios de la manada. La labor intelectual no consiste tanto en reforzar las convicciones del espectro ideológico elegido y batallar contra los adversarios políticos o demonizarlos, sino principalmente en inquietar las convicciones pétreas de quienes están en nuestro propio campo. Eso no quita que no sea importante luchar honestamente con un adversario político o ideológico o con aquellos discursos antagónicos a una idea de comunidad, de justicia social o de solidaridad entre los pueblos.


No es necesario que me recuerden que mi intención de polemizar o de problematizar mis propias prácticas no asegura ningún resultado, dado que lo más probable es que todo esto que voy a escribir no produzca entre mis lectores potenciales otra cosa que indiferencia y tedio. Sin embargo, como por estos días no tengo nada mejor que hacer, me arriesgo a la indiferencia absoluta. Ahí va... 

El ser humano VE interpretaciones todo el tiempo, porque nuestra visión de la realidad está atravesada por emociones. Cada razonamiento es antes un sentimiento. Hagan la experiencia de mirar un partido River  vs Boca con un fanático de cada equipo y comprobarán que cada uno MIRA un partido diferente, por más que luego puedan razonar las imágenes una vez que el partido termina. Digamos que la razón, demasiadas veces, termina siendo la justificación de una emoción previa.

Hace un tiempo, allá por el año I A.C. -antes de la cuarentena- un amigo me contaba, acodado en la barra y clavándose una birra, que yendo en moto a una velocidad respetable se le cruzó en rojo una chica que iba caminando como si la Avenida 9 de Julio le perteneciera. Por suerte mi amigo maneja muy bien y su moto tiene muy buenos frenos, porque de lo contrario ambos hubieran terminado gravemente heridos o incluso muertos. Mi amigo no pudo evitar reprocharle, en un tono enfático: "flaca, ¿vos sos pelotuda? ¡Fijáte por dónde cruzas, casi nos matamos!".

La respuesta de la chica fue ridícula, porque salió con "bajá el tonito" o "¿qué te creés, que un hombre me va a decir lo que tengo que hacer" y bla bla bla. Mi amigo, entendiendo que la mina era impermeable a cualquier tipo de intercambio lingüístico, optó sabiamente por irse.

Es evidente que la situación hubiera sido diferente si mi amigo le hubiese gritado: "¡pelotuda, mujer tenías que ser!" o algún improperio misógino por el estilo. Hacer catarsis por haber estado a punto de morir gracias a la distracción ajena no es un actitud machista sino una acción perfectamente explicable desde la claridad mental más meridiana. Si no entendemos eso no entendemos un carajo.

Lo que trato de decir es que muchas veces los discursos feministas o los debates sobre "el patriarcado" terminan por volverse una suerte de chivo expiatorio para ejercer el fanatismo y la pereza mental. En otras palabras, que les chiques a veces se pasan de rosca.

El psicoanálisis demuestra que no debemos esencializar las cuestiones de género, a riesgo de volverlas prejuicios que nos impidan escuchar razones. ¿Qué es una esencia? Digamos que es sencillo definir o "esencializar" un concepto en términos geométricos o matemáticos. Basta con dar una definición tipo "el triángulo es una figura de tres lados cuyos ángulos interiores suman 180 grados" y ya está. Dada esa definición, a menos que seamos muy pelotudos o estemos recontra alienados, jamás vamos a confundir un triángulo con la figura de Luis Majul. Esa idea de esencias eternas, hija de la abstracción matemática, estaba presente en la filosofía platónica: siguiendo este razonamiento, un discípulo de Platón podrá decir que un triángulo es isósceles, equilátero o escaleno, pero jamás se le ocurriría predicar que es "malvado". 

Las relaciones entre hombres y mujeres, para centrarnos en el paradigma heterosexual, no pueden definirse de una vez y para siempre, sino que están llenas de fantasmas, miedos, prejuicios, tanto propios como ajenos. Y más allá de que existan condicionamientos históricos en la manera que cada uno tiene de relacionarse consigo mismo y con los demás, esos miedos e inseguridades VAN A EXISTIR SIEMPRE, porque se trata de afectaciones típicas de la condición humana. ¡No se puede reducir mecánicamente cada acto afectivo entre el hombre y la mujer a la cuestión del patriarcado o del machismo!

Si uno mismo no es transparente para sí mismo, ni piensa lo mismo que pensaba hace diez minutos: ¿cómo carajo creen que los actos de les otres pueden volverse transparentes o explicarse satisfactoriamente mediante un concepto tan escurridizo como "patriarcado"? 

"Se supone que el otro no es transparente porque es mentiroso. Yo no digo que no haya gente mentirosa pero el movimiento es inverso: es suponer que el otro no hace lo que vos esperás que haga pudiendo hacerlo. 'No le costaba nada llamarme'. Bueno, parece que sí le costaba". (A. Kohan dixit, desde ahora A.K.). En estas exigencias de reciprocidad nunca admitimos que el otro puede tener sus propias necesidades, sus propios miedos, sus propias neurosis.

Oh mujer que lees este post: si el tipo te clava el visto no necesariamente implica que sea un machito heteropatriarcal. ¿No se te ocurre pensar que las razones son muchas o es una sola? ¡Tal vez no le interesas, o no le interesas lo suficiente! Tener una relación es estar sujeto constantemente a malentendidos, a desencuentros, a interpretaciones diversas acerca de un mismo hecho, a imposibilidades de complementación.

¿Cuál es la diferencia principal entre un "viejo verde" y un "galán maduro"? ¿Que uno es heteropatriarcal y otro está "deconstruido"? ¡No! La diferencia principal es que UNO TE GUSTA y EL OTRO NO TE GUSTA. 

El patriarcado no es cualquier pelotudez que no te guste en la actitud de un hombre. El patriarcado o el machismo sería, entre otras cosas, suponer que una mujer es sumisa o es pasiva o no puede decirte, en el contexto de un boliche, "¡no me jodas flaco, estoy con mis amigas y quiero bailar con ellas!". Ahora bien, estar enganchado o interesado o incluso enamorado de alguien es interpretar cada acción y cada gesto al infinito. 

"Porque la pregunta es por qué seguís esperando a alguien que te clavó el visto. ¿Por qué empezás a hacer capturas de pantalla y mandárselas al comité de tus amigas? Tres noches seguidas tratando de escrutar, haciendo una hermenéutica del chat, de los emojis del pibe. Si a todo le ponemos el nombre patriarcado, no pensamos más nada. 'Listo, es el patriarcado, no soy yo que me quedo enganchada con un tipo que no me contesta los llamados, que lo estoy persiguiendo'". (A.K.)

En síntesis, me arriesgo a decir que hay dos peligros de igual valor pero de signo contrario: la sacralización y la banalización del concepto "patriarcado".

Cuando un concepto está sacralizado sólo nos recuerda a sí mismo, sin servir de lección para las prácticas del presente; mientras que cuando está trivializado, nos hace pensar en todo y en cualquier cosa. Ejemplo: si yo considero que Maradona es Dios, no admito compararlo con ningún otro jugador de fútbol que haya existido sobre la tierra (sacralización); en tanto que si considero que Messi o el lateral de Atlético Campana son técnicamente semejantes desde lo futbolístico, no entiendo nada y estoy trivializando el concepto que tengo de lo que significa la excelencia en el deporte.

En la investigación histórica, por caso, la trivialización o banalización es un peligro del que hay que cuidarse. Si al estudiar la historia europea del siglo pasado utilizamos el término “nazi” como sinónimo de canalla, más como adjetivo que como sustantivo, toda lección de lo que aconteció en lugares como Auschwitz se ha perdido. Hitler mismo termina por volverse un personaje que está en todas las salsas y ensaladas, y a cada momento aparecerán nuevos hitleres.

Siguiendo con la reflexión sobre los comentarios personales, recuerdo que una vez una amiga me decía hace varios meses: "¡qué bueno que los chiques de hoy en día estén mucho más deconstruidos y no tengan los prejuicios que tenemos nosotres". Yo asentí, dándole la razón, pero después me quedé reflexionando.

La verdad es que todo el tiempo veo pendejas y pendejos que en muchos aspectos no saben ni dónde carajo están parados, aunque usen el pañuelo verde o el pañuelo celeste. ¡Y es normal! Creo que la estupidez, el fanatismo, la pereza mental, la bondad y la maldad no distinguen religión, clase social, edad o género. Sencillamente van adoptando diversas formas de acuerdo con cada condicionamiento al que esté sometido el sujeto. Les adolescentes a veces son maravillosos, y a veces son terriblemente egoístas y/o están más perdides que perre en canche de boches. ¿Cómo podría ser de otra manera?



Yo no tengo una formación muy sólida en cuestiones de feminismo o de género, pero no puedo menos que adherir a las intuiciones de la amiga Kohan cuando dice que "el patriarcado no es el varón, es un sistema de opresión, porque incluso hay mujeres patriarcales. Es un error de análisis y por lo tanto de consecuencia. ¿Por qué no incluir a los varones en la lucha por la legalización del aborto? Si son parte. Porque además, lo que yo digo, es que a cualquier mujer, después de decidir, lo que le vendría mejor es que el varón la acompañe. No que la deje sola".

Luego está el problema de la esencialización de las relaciones de poder entre hombres y mujeres:

"Hay una idea a priori que no deja de ser esencialista que es que las mujeres no mentimos y los varones sí. Entonces se ha escrachado a una cantidad de varones que no habían hecho nada, se arruinan sus vidas siendo jóvenes y no tan jóvenes, y yo estoy totalmente en contra de eso. Me parece nocivo, me parece que se arma un estado policial que es contrario a la supuesta emancipación del feminismo. El feminismo tiene que incluir a los varones, primero porque también son víctimas del patriarcado y, segundo, porque la lucha no debe pasar por el género". (A.K.)

Tampoco es cierto que el abuso de poder sea patrimonio de los hombres: ¿cuántos ejemplos conocen de mujeres que abusan de su posición de poder? Cientos de miles. Creo que ahí la cosa está más repartida de lo que muchas feministas están dispuestas a admitir.

Por lo demás, entiendo con Foucault -y en esto Kohan coincide- que el poder no es tanto una "cosa" que se posee o se detenta, sino más bien algo que circula. No hay relaciones humanas que no estén atravesadas por el poder. No hace falta ser alguien vigoroso u ocupar un puesto jerárquico importante. Si definimos al poder como la capacidad de torcer la voluntad del otro en mi propio beneficio, las situaciones donde circula el poder son innumerables:

Ejemplo 1: Cuando se juega un deporte en equipo, el jugador que está física y técnicamente más dotado ejerce mayor poder que el resto de sus compañeros, porque tiene más capacidad para torcer el resultado en su favor. Los compañeros reconocen la legitimidad de su "poder" y suelen pasarle la pelota más seguido que a los demás;

Ejemplo 2: Una mujer de belleza hegemónica, de veintidós años y que está que se explota, se hace pagar tragos gratis para ella y sus amigas porque un "viejo" de cuarenta está embobado con ella. Mientras el tipo hace la fila para traerle un trago, le susurra divertida a sus amigas: "Mirá cómo le estoy haciendo pagar tragos a este viejo pelotudo! ¿Querés un fernet con coca Agostina? ¡La próxima le digo que te traiga!";

Ejemplo 3: Una madre postrada, supongamos que tiene setenta años, ejerce un poder tiránico sobre su hija, aprovechando SU SUPUESTA POSICIÓN DE DEBILIDAD, y convierte su voluntad en una suerte de voluntad divina. La hija, que tiene poco más de cuarenta años, no puede rearmar su vida con otros hombres porque no se puede despegar de esa relación de sumisión con la madre. Dejarla un rato sola la llena de culpa.

Hay otros fragmentos de la entrevista de A.K. que ya pusimos en el posteo anterior que dan para debatir largo y tendido. Sin embargo, como creo que en parte dije algunas cosillas, la seguiremos mañana.

¡Cuídense mucho!

Rodrigo

DIGRESIONES EN DÍAS DE CUARENTENA: EL AMOR, EL POLIAMOR Y LAS RELACIONES “TÓXICAS” DESDE LA MIRADA PSICOANALÍTICA

Arranquemos con los tapones de punta: tenemos que comprender que los seres humanos NO SOMOS TOTALMENTE TRANSPARENTES PARA NOSOTROS MISMOS, con lo cual mucho menos los otros serán totalmente transparentes para uno. En otras palabras, el deseo no equivale a decir "hago lo que quiero" y "quiero lo que hago" y voy en búsqueda de mis sueños y si le pongo garra las cosas me irán bien. El amor, el deseo y la satisfacción pulsional son tres cosas distintas que no van directo hacia el objeto. 

Anyway, la cuestión es que la idea de este posteo surgió a partir de una promesa que le hice por chat a mi Coniglia Hermosa, un cactus absolutamente incapaz de decirme “te quiero mucho” aunque yo se lo diga cada treinta segundos. Sin embargo, por alguna razón opaca que no alcanzo a vislumbrar del todo, a la muy basura inmunda la quiero un montón.

En fin, la cuestión es que, tratando de aprender cómo viven las relaciones amorosas las nuevas generaciones, le pregunté a un amigo, de poco más de veinte años: “¿no te parece curiosa la idea de ‘relación tóxica’ que usan muchos pendejos hoy en día?”.

Y me contestó: “Creo que es algo que dice mi generación para no hacerse cargo de la irresponsabilidad emocional que nos caracteriza”.

Aclaremos que la idea de “gente tóxica” viene de los libros de autoayuda; es un concepto medio pelotudo que acuñó, si no estoy mal informado, el siome de Bernardo Stamateas. Según Alexandra Kohan, “prendió mucho porque te des-responsabiliza de todo. El otro es tóxico, vos no tenés nada que ver y no es así. Lo que hay que pensar es por qué sostenés relaciones con personas tóxicas. Además se dice mucho que ‘no hay que juntarse con gente tóxica’. Bueno, te vas a quedar solo en tu casa, para siempre. A mí me gusta mucho la idea de ‘estar intoxicado’. Siempre lo pensé en términos positivos. Me molesta mucho que se la hayan apropiado y que ahora tenga una connotación negativa. (…)

Leer, leer a otro, tiene que ver un poco con intoxicarse. Es como la palabra ‘fármaco’, que viene de los griegos: es algo que por un lado te cura y por otro te envenena. Bueno, las relaciones son así. Y eso que te envenena, no es porque el otro sea malo. Uno también produce su propio veneno”.


Volviendo a la charla que tuve hoy vía Whatsapp con mi amigo, le pregunté su visión respecto del concepto de “poliamor”. Su respuesta fue: “la idea de poliamor en teoría suena bárbara, pero debe ser duro ser el segundo plato. Debe ser duro saber que tu pareja busca en alguien más lo que a vos te falta”.

Luego me contó el caso de una chica, llamémosle Julia, que estuvo muchos años con un flaco, hasta que decidieron abrirse a experiencias “poliamorosas”. No va que terminan haciendo un trío con otra chica, y ahí Julia sintió que su pareja y la chica la estaban pasando mucho mejor sin ella. ¿Corolario? Al poco tiempo el chico le dijo de separarse, e inclusive terminó poniéndose de novio con la chica del trío. Ni falta que hace que les aclare que, según mi amigo, Julia sufrió horrores esa experiencia.

Siguiendo con este mosaico de ideas teóricas ajenas que iré desperdigando más o menos al tuntún, diremos que cada momento histórico tiene su erótica: sus modos de amar, de gozar, de odiar.  

Considero que Alexandra Kohan tiene razón cuando sugiere que hoy en día impera una suerte de imperativo de bienestar que pretende suprimir el componente doloroso inherente a cualquier relación amorosa. La exaltación de “pasarla bien” y “disfrutar” termina por considerar que cualquier cosa que nos haga sufrir o impida cumplir ese mandato de gozar a como dé lugar, deba ser desechada. Es como si el disfrute, más que ser una opción hija de la libertad, fuera una obligación.


Ese discurso termina por frustrar a los seres humanos, sencillamente porque las vivencias amorosas SIEMPRE nos harán sufrir en mayor o menor medida. Está claro que lo antedicho no implica que uno tenga que abrazar el dolor a toda costa o ser masoquista o autoflagelarse permaneciendo eternamente en una relación perversa o enferma. Es muy simple: el precio de no sufrir es sencillamente no amar, vivir solos con un perro siendo relativamente felices mientras el animal viva o alcanzar cierto quietismo budista o Nirvana al alcance de casi nadie.

Toda vez que uno tiende a ponerle un velo al sufrimiento, o a rechazar o reprimir cualquier afectación del cuerpo, cualquier pathos –porque a veces se vedan pasiones que no necesariamente tienen que ver con el sufrimiento- termina por volcar ese rechazo reprimido en los demás. El problema consiste en que esa frustración de no poder alcanzar ese mandato de bienestar –que por definición es SIEMPRE inalcanzable- termina por provocar que los demás se nos vuelvan hostiles, temerosos o temerarios, porque los vamos a terminar culpando de impedirnos disfrutar “libremente”. Es un mecanismo bastante común el de terminar por rechazar en los demás lo propio que nos habita, que es la afectación corporal que siempre conlleva toda pasión.

Uno de los aportes más importantes de la teoría psicoanalítica es la que sugiere que el yo no es totalmente autónomo, porque uno no siempre hace lo que quiere, e incluso hace lo que no quiere o dice querer algo y hace lo contrario de lo que dice querer. Me parece que hay cierto voluntarismo un poco nefasto, hijo de cierta pedagogía pastoral de autoayuda, que nos miente al sugerirnos que “querer es poder”.

El querer, en el mejor de los casos, nos moviliza para ir en búsqueda de lo que deseamos, pero jamás nos garantiza que vayamos a conseguirlo. Los seres humanos estamos sujetos a condicionamientos que en buena medida nos exceden: condicionamientos que pueden ser biológicos, sociales o de historia personal.

En lo personal coincido con Gabriel Rolón cuando afirma que muchas veces, decirle a alguien “vos podés” puede ser cruel: “Porque quien dice ‘vos podés y si no te levantás es porque no querés’, no tiene en cuenta que, quizás, esa persona de verdad no puede porque está atravesando un momento difícil y no encuentra herramientas para defenderse, o ha entrado en una etapa en la que perdió el deseo y, por ende, la capacidad de armar proyectos”.

A mi juicio esto que dice Rolón es muy importante: ¿cómo le decís a alguien a quien echaron del laburo y tiene que mantener a una familia con tres hijos que no consigue trabajo porque no quiere? Nos atraviesan discursos que, repito una vez más, me parecen fruto de cierta hegemonía neoliberal individualista que constantemente intentan responsabilizar exclusivamente al sujeto de fenómenos relacionados muchas veces con la injusticia social o la situación económica o la diferencia de oportunidades.

También existen situaciones que se producen por una historia personal o familiar previa. Lo que el psicoanálisis muestra es que los seres humanos, sobre todo en la infancia, nos apropiamos de lo que escuchamos, construimos un mandato y luego le damos valor de verdad. Ejemplo: una mujer que dice “siempre me enamoro de tipos casados”, o alguien que dice “siempre termino arruinando la relación con todas mis parejas”, y así.

Según Rolón, “un mandato es una palabra, un gesto o un acto de Otro que incorporamos y al que, inconscientemente, le damos el poder de guiar nuestras vidas”. Y poco después agrega el recuerdo de una paciente que “no podía armar relaciones duraderas y placenteras con los hombres. Siempre que alguien le gustaba estaba comprometido, la trataba mal o ni siquiera se fijaba en ella”. Fueron trabajando juntos en terapia hasta que “en una sesión tuvo un recuerdo que resultó esencial para destrabar esa conducta sintomática. Me contó que cierta vez, estando en su casa, la madre la retó por algo que había hecho y en un momento de ira le gritó: ‘vos te vas a quedar sola, nadie te va a querer porque no servís para nada’. Podrás imaginar que revivir esa situación la dejó devastada, pero poner palabras en aquello que se le imponía desde lo Inconsciente y la llevaba a elegir de esa manera, fue fundamental para que se corriera de ese lugar subjetivo. Asumió que aquella frase de la madre se había transformado en un mandato y a lo largo de su vida lo había cumplido eligiendo personas que la iban a dejar sola, con lo cual satisfacía lo que –suponía- era el deseo de su madre. De hecho, lo dijo literalmente: ‘Mamá tenía razón. Siempre me quedo sola porque no sirvo para nada’”.


En estos días aburridos de cuarentena obligada me interesa problematizar, siguiendo el razonamiento de Alexandra Kohan, cómo en la actualidad proliferan discursos que intentan todo el tiempo protocolizar las relaciones sexo-afectivas, y creo que así como no existe un manual infalible respecto de cómo ser buenos padres, no podemos manejar con recetas pre-establecidas el modo de conducirnos en ese tipo de relaciones. En otras palabras, digamos que en toda relación afectiva hay ciertos “acuerdos” o códigos que son negociados permanentemente, y en donde si uno es honesto con la otra persona, va “midiendo” qué es lo permitido y qué lo prohibido. Ahora bien, pretender que ese tipo de acuerdos, siempre inestables y precarios, puedan tornarse un manual pedagógico que nos garantice que no habrá ningún tipo de sufrimiento, es utópico.

El artículo me va a terminar quedando muy largo, con lo cual la perorata sobre el "poliamor" la dejaré para otro posteo. Para concluir me gustaría citar in extenso fragmentos de una entrevista muy jugosa que le hicieron a Alexandra Kohan:

"Entonces, volviendo a la responsabilidad afectiva, mencionaste que no hay que generalizar ni esencializar. Ahora, cuando uno hace algo que puede molestar al otro ¿no es consciente de eso?

—Es que cuando veo que la responsabilidad afectiva es algo que se le exige a los varones, la cuestión principal es que se está evaluando todo como si las personas fuéramos sujetos de la voluntad y sujetos conscientes de lo que hacemos. Suponer que el otro sabe lo que hace y que hace lo que quiere es peligroso porque se construye un otro muy poderoso. Uno construye a un otro que sabe, que puede, que decide, que es libre. Que dice “yo voy a hacer esto” y va directo y lo hace. No hace falta leer una línea de psicoanálisis para advertir que no es así. Sobre todo en el terreno del amor. No hay una relación entre yo y otro sin que estén mediando fantasmas, miedos, prejuicios, tanto tuyos como del otro. No hay una relación dual. Es un error pensar que entre vos y yo, si nos vamos a relacionar afectivamente… Porque ese es el término, ¿no?

—Sexoafectivamente.

—Sexoafectivamente. Se le pide al otro algo así como “decime lo que querés sin vueltas”. ¿Cómo podría alguien saber lo que quiere? ¿Cómo podría alguien saber lo que quiere antes del encuentro con otro? ¿Cómo puede ser que alguien sea capaz de pensar que uno puede saber lo que quiere? Hay mediaciones entre lo que uno dice que quiere en el plano consciente y lo que después hace con eso. Esto lo descubre Freud y cambió el modo de pensar en Occidente, no se trata de si te gusta ir a terapia o no. El sujeto no es dueño de sí mismo porque hay un inconsciente. La voluntad freudiana está corrida, no es la voluntad “yo quiero”, es la de la pulsión que es un concepto mucho más difícil. Uno no tiende a su propio bien.

—¿Por qué?

—Porque advierte que “querer no es poder”: ¿por qué si yo quiero dejar de comer harinas, no dejo de comer harinas?, ¿por qué si quiero dejar de fumar, no dejo de fumar?, ¿por qué no dejo de hacer las cosas que “me hacen mal”? Trasladá eso al plano amoroso. Además, si uno a priori sabe lo que quiere con el otro, empieza a armarse como un manual de la persona ideal. Escribís las cinco características de tu persona ideal y listo, cualquiera que no entre en esa lista, deberías descartar. Sin embargo, no la descartás.

—Entonces, ¿el problema es esa lista?

—Claro. Funciona como un ideal que es a priori de cualquier posible encuentro con alguien. Y los ideales molestan bastante. Pero también podrías encontrar a una persona que cumpla con todos esos requisitos y que no te pase nada. Entonces el deseo no es lo mismo que lo que uno dice que quiere. El amor, el deseo y la satisfacción pulsional son tres cosas distintas que no van directo hacia el objeto. No somos transparentes a nosotros mismos, menos, el otro va a ser transparente para uno.

—Y estos ideales, ¿cómo intervienen en la idea de responsabilidad afectiva?

—Se supone que el otro no es transparente porque es mentiroso. Yo no digo que no haya gente mentirosa pero el movimiento es inverso: es suponer que el otro no hace lo que vos esperás que haga pudiendo hacerlo. “No le costaba nada llamarme”. Bueno, parece que sí le costaba, ¿por qué suponer que al otro no le cuesta? No funciona así. Después uno escucha el otro lado y resulta que se estaba carcomiendo la cabeza. En estas exigencias nunca se supone que el otro también está torturado, que tiene su propia neurosis. Siempre se lo supone libre, que sabe lo que quiere y que si no lo hace es porque es malo. Mal tipo.

—¿Que uno no sea libre, significa que no es responsable?

—Tendríamos que definir responsabilidad. Una cosa es responder por lo que uno hace y otra es suponer que uno está obligado a responder por lo que suscita en el otro. Pensémoslo en un lugar más evidente. En el Derecho, la responsabilidad civil, si vos atropellás a alguien, el seguro responde por ese acto. En términos generales yo puedo estar obligado a responder por mis obligaciones cívicas, ahora ¿qué quiere decir responsabilidad afectiva? ¿Que yo debería responder por qué?

—Por no cuidar al otro, por ghostearlo, por ignorarlo. Por herirlo.

—Yo no tengo cómo saber lo que te voy a causar. Lo que vi de la responsabilidad afectiva es que es una traducción de “hacerse cargo” y hay cosas por las que no hay que responder. Pongamos un ejemplo concreto. Vos no histeriqueaste ni apretaste con nadie, pero al otro le dio celos y vos, en vez de alojar lo que sintió, aunque no se lo hayas causado vos, le decís “no hice nada, jodete”. Entonces está en el otro elegir con quien quiere estar: con alguien que rechaza lo que le pasa o con alguien capaz de escuchar, de ser contenedor, aunque no haya sido responsable. Pero no es que uno no tiene nada que ver porque no lo causó, es porque son cosas del otro. Es un lugar en el que el otro te quiere poner una y otra vez y eso también es violento. La responsabilidad afectiva es una especie de oxímoron. Porque uno no es responsable de los afectos.

—¿Cómo es eso?

—Si vos me amás, es porque hay algo amable en mi. Pero yo no tengo que responder por eso. Porque yo no soy estrictamente responsable porque lo que vos me amás. “Me desilusionaste porque yo pensé que vos…” y las ilusiones que te hiciste conmigo, no tengo que responderlas. Ahora, si yo digo que voy a pasarte a buscar a las 10 y no voy, a lo sumo decime “me cagaste”, pero no me hables de responsabilidad afectiva. Y si te lo hago una y otra vez, está en vos ver por qué te quedás esperando a alguien que te dice una y otra vez que va hacer algo que no hace. Endilgarle todo al otro, evita que uno se pregunte cosas a sí mismo. Uno siempre es bueno, casto, puro y todo es culpa del otro. No me parece. Además siempre se exige responsabilidad afectiva, pero nunca se promete. Siempre está enunciada en una sola dirección. ¿No es raro eso?

—¿Qué creés que se pretende con la responsabilidad afectiva?

—Veo que se pretenden cláusulas de un contrato. Y como hay que responder a esas cláusulas, no hay ningún margen de libertad. Si es que la hay. Pero además uno está obligado a responder por ese contrato. Para eso casáte, que eso es un contrato que dice que tenés que hacer esto y esto, y si no cumplís, el otro te puede hacer un juicio de divorcio.

–¿Intentamos evitarnos un malestar?

–Se pretende que la cosa ande, que haya garantías. Por ejemplo, empezamos a salir. “Por favor, si un día te dejo de gustar, avisáme, no me claves el visto”. Y el otro te va a decir “bueno, dale” pero después, como diría Macri, “pasaron cosas”. Yo sé que es horrible quedarse en ascuas, lo entiendo. No estoy diciendo “la vida es así”… pero la vida es así: uno a veces se queda sin respuestas y le exige al otro que responda cuando, en realidad, si uno revisara esa primera cita, ahí estaba todo. Y uno lo corrió y siguió. Ahí ya escuchaste algo y pensaste “esto mucho no me gusta, pero bueno, conmigo va a ser diferente”. Siempre hay malentendidos, desencuentros, imposibilidad de complementación: eso es tener una relación.

–¿Hay que aceptar esos riesgos cuando uno decide relacionarse?

–Son cosas que uno se juega porque tiene ganas de estar o conocer al otro. Pero si va y revisa, hay elementos. No es que el otro desaparece de la noche a la mañana: había indicios. Y eso es un trabajo enorme: revisar, pensar, pensarse. No es cómodo, uno se angustia, se da cuenta que es parte de una escena en la que a veces no quiere estar y sin embargo, está. Eso tampoco nos hace culpables. Pero hay que admitir que uno no se conoce a sí mismo como cree.

–Entonces son actitudes que forman parte de lo humano y no actitudes patriarcales…

–Yo no pondría eso a cuenta del patriarcado porque es banalizarlo. Eso no es patriarcado. Lo que es patriarcado es suponer que la mujer es sumisa, pasiva. Que no puede decirle “che, flaco, sos un tarado, chau”. Porque la pregunta es por qué seguís esperando a alguien que te clavó el visto. ¿Por qué empezás a hacer capturas de pantalla y mandárselas al comité de tus amigas? Tres noches seguidas tratando de escrutar, haciendo una hermenéutica del chat, de los emojis del pibe. Si a todo le ponemos el nombre patriarcado, no pensamos más nada. “Listo, es el patriarcado, no soy yo que me quedo enganchada con un tipo que no me contesta los llamados, que lo estoy persiguiendo”.

–Otra de las cosas que se escucha es que el amor no duele, ¿se puede amar sin sufrir?

–No, el amor duele. Son discursos que se compran de la misma manera que se compran los libros de autoayuda, que son los que más se venden. En la Feria del Libro había cola porque estaba Bernardo Stamateas. Y mirá cómo serán las cosas: es un pastor evangelista. ¿Cómo puede ser? Con Magalí Tajes pasa lo mismo. Porque son discursos evangelizadores. Son puro sentido, llaman a la identificación, a la fascinación. Fascinarse, que viene del latin fascinum, que a su vez viene de falo, también quiere decir petrificarse, paralizarse. Eso es el efecto de masa: uno queda paralizado y no puede pensar. No tengo nada en contra de los pastores, pero tienen un discurso evangelizador y lo que yo entiendo por feminismo, es lo contrario. (...) 


–También se dice que las relaciones “tóxicas” se solucionan con un poco de amor propio.

–Ese es el mensaje. ¿Para qué vas a buscar a otro si afuera es todo hostil? Quedate en casita, que estás más protegido. Ahí me parece la clave es la palabra “necesidad”. Porque uno puede decir “yo no necesito a otro, pero quiero estar con otro”. Hay que separar la necesidad de las ganas. Porque una cosa es el anhelo, por ejemplo, estudiar una carrera. Y otra cosa es que se conviertan en imperativos: hay que hacer una carrera. La gente sufre de eso y la cura es hacer caer esa idea de que tenés que saber hacia dónde va tu vida. ¿Cómo podrías saberlo? Eso trae frustración. Cualquier cosa que se ponga adelante como proyección, en algún momento empieza a ser un obstáculo. En términos de amor es lo mismo.

–El “amor propio” propone que no importe la mirada del otro, pero ¿es posible a la hora de relacionarse?

–Cuando te mirás al espejo, tenés una imagen tuya, una idea de vos. Y el otro, cuando te ama, hace que eso se diluya un poco. No te ama por lo mismo que por lo que vos creés que sos. Por ejemplo, vos decís “no me gustan mis piernas”, y viene el otro y te dice que lo que más le gusta de vos son tus piernas. ¿Qué haces con eso? Soportar ser amado, es dejarse tomar por otro. Y justamente el amor propio es lo contrario. Porque el discurso del amor propio es “amate tal cual sos”, con esas piernas, con ese culo no hegemónico. Si vos te amás demasiado tal cual sos, no hay lugar para otro. Porque el otro va a venir a decirte otra cosa.

–Hay que aceptar que la mirada del otro te modifica.

–Es que el amor hace de uno, otro. Te hace extraño para vos mismo. Uno nunca es amado por lo que cree que es. Hay una ilusión neurótica de creer que sabemos quiénes somos y quién es el otro. Entonces se arenga a favor de un amor propio pretendiendo ilusoriamente que así se dará lugar a relaciones que no serán “tóxicas”, sin advertir cómo ese discurso nos deja alienados al individualismo. Porque es muy individualista el amor propio. No puedo dejar de escucharlo en términos de propiedad: “no te metas conmigo”. Si se dice que el otro no es tuyo, que no es tu propiedad, entonces vos tampoco sos tu propiedad. Y el amor tampoco lo es. Además de que se presume que existe un yo que no necesita nada del otro, cuando no es así.

–Este individualismo que mencionás ¿tiene alguna relación con el neoliberalismo que nos atraviesa?

–No es casual que en este momento proliferen estos discursos. Por eso me molesta especialmente cuando salen de supuestas posiciones de izquierda o progresistas. Por un lado, hay un discurso del feminismo que yo celebro muchísimo, sobre todo en gente joven, porque es su entrada a la política y a lo político, y hay una cuestión de comunidad muy linda entre las jóvenes, eso es realmente emocionante. Pero no hay que confundir comunidad con masa. La masa que a veces se forma en esto de los varones, las mujeres, ellos son malos, nosotras buenas, arma un efecto que tiene un componente de segregación.

–Rita Segato dio una charla en la UNSAM, y mencionó esta segregación al hablar de los colegios, que ve por un lado a las chicas, por el otro a los chicos. E hizo hincapié en los escraches, ¿cuál es tu mirada sobre las denuncias públicas?

–Hay una idea a priori que no deja de ser esencialista que es que las mujeres no mentimos y los varones sí. Entonces se ha escrachado a una cantidad de varones que no habían hecho nada, se arruinan sus vidas siendo jóvenes y no tan jóvenes, y yo estoy totalmente en contra de eso. Me parece nocivo, me parece que se arma un estado policial que es contrario a la supuesta emancipación del feminismo. El feminismo tiene que incluir a los varones, primero porque también son víctimas del patriarcado y, segundo, porque la lucha no debe pasar por el género. Porque si no, vamos a subsumir todo en el género y es retroceder contra lo que estamos luchando: que la mujer no se define por los genitales.

–¿Se superpone varón a patriarcado?

–Sí, y es un error garrafal. El patriarcado no es el varón, es un sistema de opresión, porque incluso hay mujeres patriarcales. Es un error de análisis y por lo tanto de consecuencia. ¿Por qué no incluir a los varones en la lucha por la legalización del aborto? Si son parte. Porque además, lo que yo digo, es que a cualquier mujer, después de decidir, lo que le vendría mejor es que el varón la acompañe. No que la deje sola.

–Hace poco se armó un debate sobre “Jellyfish”, un libro escrito por un varón -Carlos Godoy- que se pone la piel de una joven que se hace un aborto y va relatando día a día cómo es transitar por esa situación.

–A mí me gustó mucho ese libro. Es una barbaridad suponer que un varón no puede construir una voz ficcional distinta de su género. Es arrasar con la ficción. Es como si le dijéramos a Cabezón Cámara que no puede escribir sobre pobres porque ella no es pobre. La ficción es fundamental para producir verdades y el texto de Godoy es muy impresionante, muy realista. Yo leía sobre ese aborto de una chica de clase media, y se me ponía la piel de gallina, y tiene mucha más verdad esa ficción que un discurso que diga “mi cuerpo, mi decisión”.

–¿El feminismo peca de yoísmo?

–El feminismo no es uno solo y puertas adentro hay muchos debates. Pero sí, cierto sector peca de yoísmo, de voluntarismo, individualismo, cosas que pregnan mucho más en los jóvenes. Y eso yo lo puedo entender porque la adolescencia es traumática, hay muchos padecimientos. Las relaciones no son fáciles. Coger no es fácil a ninguna edad. No se trata de acumular experiencia. Y estos son discursos tranquilizadores. Entonces, démosles a los jóvenes la chance de tranquilizarse, pero esto va poniendo parches a esos agujeros que después van a quedar abiertos para toda la vida. Lo que me parece peligroso, es cuando eso deriva en punitivismo, escraches, y construir un otro malo todo el tiempo.

–Sin reparar en el poder de amplificación de las redes sociales…

–La idea de que hay que compartir y hacer público todo es también un problema, porque hay un efecto de catarsis que después, cuando te quedás sola, la angustia sigue ahí en el mismo lugar. Tenés 15 mil retuits porque decis “tal abusó de mí”… ¿y después? De todos modos, no es opinable qué debe hacer una víctima con su dolor. Hace poco salió una chica del colegio Carlos Pellegrini a contar que un coordinador de viajes de estudios abusó de ella y me parece que en ese caso es distinto porque efectivamente tuvo consecuencias, le inició una demanda penal, y es una manera de visibilizar muy distinta que ponerlo en Facebook. Primero porque el tipo estaba en un lugar de poder, mayor de edad, ella menor. Yo me opongo a los escraches de pares.

–Hay un sector del feminismo que cuestiona y alerta sobre las diferencias de edad entre varones y mujeres a la hora de relacionarse. Se habla de abuso de poder, ¿es así?

–Una cosa es el delito en términos judiciales y otra es la moral sexual. Una chica mayor de edad, de 18 años, con un tipo de 30, la única manera de que el poder lo tenga él, es desconocer lo que puede producir una chica de 18 en uno de 30. Recién hablábamos de Jellyfish. Ahí ella tiene 19 y el pibe tiene 32, y él es un boludo, “un estudiante crónico de Comunicación Social”, dice ella; que todo el tiempo lo denigra, lo hace mierda, el tipo no tiene plata pero la lleva a comer. Ahí claramente el de 32 está fascinado con la pendeja y el poder lo tiene ella. Volvemos a lo del esencialismo, a suponer que una persona de 30 es más madura que una de 18.

–Y suponer que alguien de 18 no puede tener una sexualidad activa, ¿no es infantilización?

–Suponer que la diferencia de edad de por sí es un abuso de poder, es infantilizar. Hay algo que a mi me molestó mucho con el caso de Thelma Fardin, que es que en los discursos se decía “era una nena”. No, no era una nena. Eso es privarla de su sexualidad. Era una chica jovencita, con su sexualidad, y lo que hizo Juan Darthés fue una canallada. Si no, para poder sostener que hay un canalla, se priva a una joven de su sexualidad. Ella no era una nena y él es un canalla. Las dos cosas a la vez. 

–¿Habría que hacer una distinción entre tener y abusar del poder?

–En todas las relaciones hay poder de por medio. Vos venís acá, necesitás hacer una nota y estás en mis manos. Pero si yo te cito 18.30 y te hago esperar una hora, ya es otra cosa. Por ejemplo, ahora está mal visto que un docente varón salga con una alumna mujer. ¿Por qué? Ahora, si el docente le dice “si no te acostás conmigo, no aprobás la materia”, es distinto. ¿Pero por qué no podrían salir? Es ridículo. Más que moral, me parece moralismo. Es represivo y puritano, y lo que hace es echar un manto de homogeneidad a todo. No se puede distinguir nada. Está dado que un docente va a abusar del poder cuando conozco miles de casos de matrimonios que se formaron así, que tienen hijos. O no, que salieron un tiempo y chau, no importa.

–Foucault habla de la microfísica del poder.

–Exacto. El poder circula. Entonces, se supone que el poder está estancado en alguien y que por eso, ese alguien va a abusar de ese poder. O sea, no es sólo una mala concepción del poder, sino una mala idea de que porque se lo tiene, se va a abusar. Está lleno de mujeres que abusan del poder. Lleno. Tengo miles de ejemplos. Y está lleno de mujeres que ocupan lugares de poder y no abusan del poder. Con los hombres lo mismo. Ocupar lugares es simplemente que ahí se produzca una asimetría.

–Decís que hay algo del juego de seducción…

–Está en crisis el juego de seducción. ¿Cómo hacemos para seducir si no puedo mirar fijamente a alguien en una fiesta porque es acoso? Mil veces alguien intenta darte un beso y decís que no y está todo bien. Ahora si te agarra es otra cosa. No existe el consenso a priori. ¿Cómo se va a consensuar antes si voy a querer? Son garantías para lo que no tiene garantías. Empezamos, apretamos y después no me gustó porque tiene mal aliento, la piel, lo que sea. El abuso es otra cosa. Acostarse con un boludo no es violencia. La violencia es violencia. Si no, se banaliza y como todo es violencia, nada es violencia. Eso no es una frase hecha. Es así. Cuando veo que le dicen psicópata a todos, después aparece el psicópata de verdad y se enganchan, obvio. Porque el psicópata te envuelve.

–¿Siempre el “no es no”?

–Mi hijo el otro día me decía que uno sabe cuando es no y tiene que cortarla, o cuando es “no pero insistimos”. Se sabe. Te das cuenta. Tenés que ser hijo de puta para avanzar cuando la mina te dijo no. El problema es transformar todo en un slogan indiscutible y en algo que no se puede pensar. Es un discurso yoísta, individualista, y también un poco evangelizador. Como el “yo te creo hermana”. Después, me parece genial lo que hicieron las chicas del Colegio Nacional Buenos Aires de denunciar a los profesores porque es un colegio muy verticalista, de mucho abuso de poder por parte de los docentes y este tipo de intervenciones ponen en jaque instituciones retrógradas, patriarcales. Ahora, que una chica no reconozca que está fascinada con un cantante de su banda preferida, qué se yo. Si abusa de todas, es otra cosa. Pero abusar, yo insisto, es que la mina aún estando en bolas diga “me arrepentí”, y vos avances igual.

–¿Y sobre la frase “lo personal es político”?

–Estoy de acuerdo en el contexto en el que surge. Porque lo que produce, si no la entiendo mal, es que se haga público y que se politice lo que quedaba en el ámbito doméstico. Lo que veo ahora es que todo se hace público. Beatriz Sarlo y Slavoj Žižek dicen, cada uno con su estilo, algo parecido: que no está desapareciendo la vida privada, sino la vida pública. Es un movimiento inverso: se despolitiza lo que tiene que mantenerse como público, en pos de la exposición permanente de la vida privada.

–¿Entonces se termina regulando algo que se pretende liberar?

–Yo diría que hay que volver a la noción de poder de Foucault. Por un lado, no hay que ser policía de los cuerpos del otro, porque eso es lo que hace el Estado: regula los modos de gozar. Ahora, si eso queda en manos del feminismo también es un problema porque está replicando lo que quiere combatir, que es ser policía. Una cosa es el colectivo y otra cosa es la masa. Los colectivos piensan, problematizan todo el tiempo. Hay muchas diferencias entre la masa y la comunidad, y muchos autores que se ocuparon de comparar y analizar esto.

–¿Qué es ser “policía de los cuerpos”?

–Prescribir las conductas del resto. Si yo elijo, teniendo en cuenta que nadie elige libremente, tener una pareja monogámica porque estoy enamorada y no tengo ganas de coger con nadie más, y la persona con la que estoy, tampoco, ¿por qué estoy más “alienada” que el que dice que hay que coger con ocho? Que “la monogamia no va, que aguante el poliamor”. ¿Por qué yo estoy más alienada si esa persona eligió tan poco libremente como yo? El problema es el cuco: la monogamia es un cuco y, al parecer, el poliamor es la salida de esa opresión.

–Volviendo a los escraches, ahora cuando un artista varón es escrachado o si una música se comporta de manera “antifeminista”, se lo cancela…

–Es una idea un poco naif, ¿no? Yo justo fui al último recital de Los Espíritus en Niceto y esa tarde me mandaron una captura de pantalla con la denuncia de Facebook. Lo gracioso es que debajo de la denuncia, había una chica que decía que se acababa de enterar, que había decidido no ir y que quería vender las entradas. ¿El asunto era vaciar Niceto? Ahí es donde yo digo que de político no tiene nada, es un gesto totalmente vacío. Eso es no pensar. ¿Qué consecuencias políticas tiene eso? ¿A quién le importa que ella no vaya? Pero además las quería vender, ni siquiera romper y que haya una persona menos en el lugar.

–¿Se modifica la realidad cancelando gente?



–Es suponer que muerto el perro se acabó la rabia. El asunto es que no están muy dispuestos a problematizar. Y cuando vos lo hacés, rápidamente sos tildada de “antifeminista”. Definamos acá qué es feminismo y yo te aseguro que mantuve una vida feminista. El problema es el exceso, el fanatismo. Ahora, también conozco personas que en algún momento pararon y pensaron un poco. Porque a la larga, y yo creo que es una cuestión de tiempo, uno empieza a advertir los efectos nocivos de todo esto: se dañan personas".


Eso es todo por hoy. Yo sé que es un posteo tremendamente largo para estos tiempos donde muy pocas personas se bancan leer textos de más de ocho caracteres, pero me parece que VALE LA PENA.

Sean felices (o intenten estar bien),

Rodrigo