domingo, 23 de agosto de 2015

EL AMOR Y LOS CELOS

Me parece necesario desmontar cierta mitología que sugiere que cuanto más te celan más te quieren. Creo que los celos son un asunto de grado, pero en cierto nivel tienen que ver más con una falta de amor por uno mismo que por una demostración de amor al otro.

Recuerdo una cita de Fragmentos de un discurso amoroso, un muy bello libro de Roland Barthes:

"Como celoso sufro cuatro veces: porque estoy celoso, porque me reprocho el estarlo, porque temo que mis celos hieran al otro, porque me dejo someter a una nadería: sufro por ser excluido, por ser agresivo, por ser loco y por ser ordinario".

Aunque la realidad es compleja y llena de matices, un inmenso guiso donde todo se mezcla de manera confusa, para analizarla debemos recurrir a la distinción conceptual, para lo cual voy a basarme en algunos  libros del "psicoanalista mediático" Gabriel Rolón, quien tiene la virtud de ser pedagógico sin por eso dejar de alcanzar cierta profundidad en sus planteos:

"Empecemos por diferenciar la envidia de los celos y digamos que la envidia es una relación que hace referencia al vínculo que se establece entre dos personas, en el cual una de ellas desea tener lo que la otra tiene". 

Eso que tiene el otro, para el envidioso no tiene ningún valor. El envidioso no desea por el atractivo del objeto, sino a partir de la molestia que le genera que el otro tenga algo que él no tiene. Un buen ejemplo, que cita Rolón, es observar el comportamiento de los niños:

"Lleven dos golosinas exactamente iguales a dos chicos; denle una a cada uno y van a ver cómo es casi seguro que alguno de los dos va a protestar y a decir que quiere la que tiene el otro. 'Pero ¿si son iguales?', tratarán de explicarle en vano. A lo que el chico responderá que no le importa, que igual quiere la que tiene el otro".

La envidia es, a diferencia por ejemplo de la ambición -que en cierto grado es positiva- un vicio puro: es un modo de relacionarse enfermizo donde el único placer que se obtiene es a partir del dolor del otro. No creo que exista la "envidia sana", sino en todo caso la envidia mezclada con otros sentimientos más nobles. Porque las virtudes, como los vicios, nunca están en nosotros en estado puro.

El envidioso, muchas veces, prefiere tener un objeto y "tirarlo antes de dártelo a vos". Con los celos ocurre algo distinto:

"En los celos hay una relación triangular, hay también algo muy valorado y hay un temor enorme de que eso pueda ser dado a otro.

Generalmente, la persona celosa sufre mucho; vive en una eterna intranquilidad, está todo el tiempo pendiente y atemorizada ante la posibilidad de perder aquello que ama".

De modo muy esquemático pero didáctico, el amigo Rolón distingue tres momentos en la construcción del amor:

1) Enamoramiento;

2) Desilusión;

3) Aceptación de las diferencias y desarrollo del amor.

"En el primer momento el amado es alguien maravilloso, no tiene defectos, nadie es mejor porque está terriblemente idealizado, casi endiosado. El amado se  ve engrandecido en tanto que el enamorado se va empequeñeciendo hasta el punto tal de no poder entender cómo alguien tan perfecto se ha fijado en él.

Por eso depende tanto de su objeto de amor, porque siente que lo completa, lo llena; en esta etapa el enamorado dice frases del tipo: 'yo ya había perdido  la esperanza de encontrar alguien como vos'".


Recordemos que la ilusión es un trastorno de la percepción, que consiste en la visión deformada de un objeto, y es lo que produce el enamoramiento. En este sentido, no debe confundirse con la "alucinación", que radica en una percepción sin objeto: vemos algo ahí donde no hay nada. 

Retomando, diremos que lo que primero es un "qué dulce que es mi novio, me llamó a las 4 de la mañana para saber cómo llegué", con el tiempo se puede transformar en "¿para qué me llama este pelotudo a las 4 de la mañana, no confía en mí o sólo tiene ganas de joderme?".

"Al principio el otro llamaba y el enamorado salía corriendo a su encuentro. En cambio, tiempo después, puede decir que ahora no, que está haciendo otra cosa, que va a pasar después. ¿Por qué ahora puede esperar para verlo y antes no? Porque ha recuperado ese afecto que estaba volcado en su totalidad en el otro, empieza a aparecer el valor propio y vuelve a sentir que es alguien más allá de estar o no con el otro".

Estar eternamente enamorados no es tan bueno como parece. Cuando el otro no puede salir del estado de enamoramiento, termina por asfixiar a la persona amada:

"Me decía una paciente que le resultaba agobiante sentirse tan necesitada por su novio. Se quejaba de que él no podía hacer nada si ella no lo aprobaba, que le consultaba ante cada cosa y terminó esa sesión diciendo: 'por favor, que baje un cambio... soy simplemente una mujer'".

En otras palabras: si esa idealización extrema se prolonga demasiado en el tiempo, termina por no ser grata para ninguno de los dos.


"Lo que ocurre es que hay quienes no están en condiciones psicológicas para emprender una relación sana y, entonces, cuando se les termina la novela rosa, se les termina el amor. Porque, en definitiva, la relación de amor tiene que ver con eso de poder discriminar lo que el otro tiene para dar, de lo que no tiene; y es más, a lo mejor lo tiene pero no lo quiere dar, y es su derecho.

Por eso se hace necesaria una cuota de madurez para tener ese respeto por la voluntad del otro e intentar ser feliz a pesar de esto que no puede o no quiere dar.

Cuando alguien no es respetuoso de esta dinámica, la relación se vuelve patológica. ¿Por qué? Porque va a buscar de cualquier modo lo que no obtiene y va a atormentar al otro, lo va a presionar y esto va a hacer que su pareja se sienta mal, cuestionada y exigida todo el tiempo".

Cuando el celoso o la celosa nos preguntan en qué estamos pensando, muchas veces lo hacen desde el temor a que estemos deseando a alguien que no sea él o ella. El celoso vive abrumado por el temor de perder a la persona amada, y por eso siente la necesidad de controlar con quién está, dónde está y qué es lo que está mirando su pareja.

Al celoso patológico no existe nada que lo conforme, porque quiere tener la exclusividad del deseo del otro, porque lo que busca jamás se lo podrá dar la persona deseada: siempre querrá más.


"Dice Freud que nunca estamos menos protegidos contra el dolor que cuando amamos. Porque es imposible no ser un enamorado en peligro ya que, todo el que ama, corre un riesgo.

El celoso, y llegamos por fin a una primera definición, es aquel al que ese riesgo se le vuelve una tortura".


En mi experiencia, las mujeres celosas -y a los hombres seguramente les pasará más o menos lo mismo- suelen tener arranques que no pueden controlar, de recriminación y desconfianza; al tiempo piden perdón, muchas veces con lágrimas en los ojos o incluso bañadas en llanto, para luego volver a repetir el mismo círculo.


Digámoslo nuevamente para que quede claro: como los celos enfermizos son una falta de amor por uno mismo que el celoso proyecta en la pareja, no podrá estar nunca tranquilo: la falta de confianza en su pareja no es más que la proyección de la desconfianza que siente por sí mismo. El celoso intenta colmar una falta en el otro que en rigor es de él, y por eso lo peor que se puede hacer con una persona celosa es darle el gusto.

"Imaginen que una mujer se levanta a la mañana para ir a trabajar y su pareja la mira y le dice:

-¿Te vas así vestida al trabajo?

-Sí -contesta ella-, ¿por qué?

-No, nada... es que das ordinaria... demasiado provocativa, pero qué se yo, si a vos te gusta.

Pues bien, les aseguro que si esa persona va, se cambia, se ponen un pantalón ancho o un jogging, después va a ser:

-Pero, cómo... ¿vos no llegabas a las seis?

-Sí.

-¿Y qué te pasó?, ya son las seis y cuarto.

Y luego será:

-No, ¿como que te vas a quedar a estudiar en casa de tus compañeros? Mejor vengan a estudiar acá.

O si no:

-No te quedes a dormir, yo te voy a buscar, yo te llevo, yo te traigo...

No hay que ejemplificar mucho más para comprender que esta situación, más tarde o más temprano, va a resultar asfixiante. Y, además, no acabará nunca, porque siempre va a querer algo más, porque en realidad lo que está pidiendo es otra cosa, algo que ni él mismo sabe qué es.

En cambio, si cuando esa mujer sale con la minifalda y él le pregunta: '¿Te vas así?, ella respondiera: 'Sí, me voy así', es cuando, quizá, lo esté ayudando. ¿Por qué? Porque es probable que al no obtener lo que está pidiendo se angustie y, a lo mejor, esa angustia lo va a llevar a buscar algo para resolverla. Un análisis, por ejemplo".

Más allá de que una interpretación maliciosa puede sugerir que Rolón tiende a promover la resolución de la angustia por medio del análisis para cuidar su negocio, efectivamente hay personas que necesitan ayuda psicológica para resolver cuestiones que no son capaces de resolver por sí mismas. La vida moderna está llena de mensajes que promueven las soluciones individuales, los libros de autoayuda, el "hágalo usted mismo", el "sálvese quien pueda". Yo tengo ganas de decir que ese mensaje puede ser profundamente falaz: muchas veces necesitamos ayuda, porque somos seres humanos y no dioses omnipotentes.

Está claro que a veces los celos son razonables: si mi novia me dice que tiene que hablar un tema con el padre de su hijo, para lo cual debe encontrarse a tomar un café, lo entiendo perfectamente. Si me dice "vamos a ir un fin de semana a una cabaña para ver si podemos charlar a fondo el futuro del nene", yo la mando a la mierda. ¿Me explico? 

A muchas personas les molesta que no los celen nunca, pero es porque confunden los celos con el amor, porque no tienen incorporada la importancia que en el amor juegan la confianza y la libertad.

"Si amas a un pájaro déjalo libre; si vuelve a vos es tuyo, de lo contrario nunca lo fue", dicen algunos.

Rolón argumenta, a mi juicio con mucha razón, que pretender que si alguien se va y vuelve es tuyo, o de lo contrario nunca lo fue, es pretender que las cosas son eternas y que no pueden perderse, y no es así como funciona el mundo. La realidad, es decir aquello que se resiste a mis deseos, nos demuestra que como verdad poética, la frase puede sonar linda -bah, a mí me suena demasiado cursi- , pero que en rigor es falsa.

Si no recuerdo mal, Lacan decía que amar es "dar lo que no se tiene a alguien que no lo es". No siempre el amor es algo maravilloso que todo lo vence y todo lo puede. En lo personal, me agrada la idea de Erich Fromm, para quien el amor es también un "arte", y por lo tanto podemos aprender a amar mejor, de modo más pleno y más maduro, más allá de que seamos conscientes que el amor es un sentimiento que viene y se va, hasta cierto punto, más allá de nuestra voluntad. En gran medida, no amamos sino lo inevitable. Considerar al amor un arte es entender que requiere conocimiento y esfuerzo; si en cambio creemos que se trata de una mera sensación placentera fruto del azar, adoptaríamos una postura pasiva, de niño medio pelotudo: casi diría un espectador de televisión ideal.


Esto es todo por el momento.

¡Sean felices!

Rodrigo

miércoles, 19 de agosto de 2015

DESEANDO UNA CHARLA EXTENSA, PROFUNDA Y QUE DEJE "HUELLA"

Tengo deseos de dialogar extensa y profundamente con cualquiera que sea capaz de producirme un "trastorno". Tengo ganas de tomarme una cerveza y hablar largo y tendido con alguien que no le tenga terror al aburrimiento. Hay conversaciones que florecen cuando uno menos lo espera, en medio de un terreno que minutos antes parecía yermo y anodino. Tengo ganas de que no me miren con cara de embole cada vez que digo que me apasiona la filosofía o la literatura... No estoy tratando de lucirme, de hacerme el diferente o de jugar el juego de la seducción histérica... Muchas veces me cansa representar el papel del payaso con pasta de campeón. Hoy no me importa -mañana por ahí sí- si el interlocutor es una mujer hermosa o un viejo decrépito. “Estoy con vos, pero en cuanto me aburro, le mando un mensajito de texto a otro. No podemos estar juntos sin hablarnos, no podemos confrontar nuestro aburrimiento. La posibilidad de aburrirnos es intolerable, ya que todos vivimos en una pantalla de televisión y ahí el tiempo es tirano. ¡Que no nos manden a la tanda!”. (Fabián Casas dixit). Me gusta mucho cuando alguien me cuenta, con lujo de detalles, alguna experiencia de vida que le ha dejado huella, como también me gusta mucho que me escuchen con sumo interés, sin mirar el reloj o el whatsapp. Imagino que esto que me pasa a mí no es muy original que digamos, ¿no?

domingo, 16 de agosto de 2015

¿NUNCA TE MIRÓ UNA VACA DE FRENTE?

"Contempla el rebaño que pasta delante tuyo: ignora lo que es el ayer o el hoy, brinca de acá para allá, come, descansa, digiere, vuelve a brincar, y así desde la mañana a la noche, de un día a otro, en una palabra: atado a la inmediatez de su placer y disgusto, en realidad atado a la estaca del momento presente y, por esta razón, sin atisbo alguno de melancolía o hastío. Ver esto se le hace al hombre duro, porque él precisamente se vanagloria de su humanidad frente a la bestia y, sin embargo, fija celosamente su mirada en su felicidad. Porque él en el fondo, únicamente quiere esto: vivir sin hartazgo y sin dolores como el animal, aunque lo quiera sin embargo en vano, porque no lo quiere tal y como lo quiere éste. Así el hombre pregunta al animal: ¿por qué no me hablás de tu felicidad y únicamente me mirás? El animal quiere responderle y decirle: "esto pasa porque siempre olvido lo que quisiera decir". Entonces también se olvidó de esta respuesta y calló, de modo que el hombre se quedó asombrado". (Nietzsche, "Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida", II Intempestiva).




Al decir de Enrique Santos Discépolo: "si yo pudiera como ayer, querer sin presentir"... El animal no siente culpa por el pasado ni temor por el futuro, como si en rigor no supiera que está condenado a morirse, y a tener consciencia de la muerte segura de aquellos a quienes ama.