viernes, 26 de junio de 2015

GRUPO DE ESTUDIO AMATEUR SOBRE LA OBRA DE FRIEDRICH NIETZSCHE

Para los interesados, les cuento que estoy armando un "Grupo de estudios sobre Nietzsche". Si pinchan el link podrán ver la página en Facebook.

La primera actividad, como para irnos familiarizando, consiste en leer la segunda de sus "Consideraciones intempestivas", titulada Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida, junto con Funes el memorioso, de Jorge Luis Borges.

Sean felices,

Rodrigo

Post scriptum: pueden ver la foto hermosa con parte de mi "Biblioteca Nietzsche", orgullo de papá (?). 

lunes, 22 de junio de 2015

EL GORILISMO EJEMPLIFICADO EN LA FIGURA DE BORGES

“Con Borges decimos que no se puede ser peronista sin ser canalla o idiota o las dos cosas. Desde luego no basta con ser antiperonista para ser buena persona, pero basta ser peronista para ser una mala persona” (Adolfo Bioy Casares)

Muchos creen que el término "gorila" no sirve para pensar, sino para descalificar al que piensa distinto y para clausurar el debate. En síntesis: el término gorila es usado más como “adjetivo” que como “sustantivo”, más o menos como ocurre con el término “fascista”. Pese a que hay algo de cierto en esa queja, no coincido plenamente. Para mí, el término sigue teniendo vigencia, aunque ahora los cañones "gorilas" estén dirigidos a "la Yegua". Para evitar confusiones, déjenme aclarar que no soy peronista, aunque tengo cierto rechazo hacia el "gorilismo recalcitrante". 

Para apoyar mi argumentación, traigo a colación una definición de Ticruz, dicha en otro contexto, con la que mayormente coincido:

“Existe un viejo reclamo en torno a la palabra “gorila”, principalmente de parte de las izquierdas tradicionales. ¿Es posible no ser peronista y tampoco gorila? ¿Es sencillamente “gorila” un sinónimo de “opositor”? Se ha usado así, y coincido en que no tiene sentido el término de esa manera. El gorilismo, si es de alguna manera una palabra que representa algo, no es la oposición al peronismo, sino la reducción del peronismo a eso: a un fenómeno primitivo, infernal, visceral. No hay desacuerdo, no hay discusión, sólo odio y desprecio. El otro no piensa diferente, o es cómplice del mal, o es víctima de su estupidez”.

Y un poco más adelante:

“Tampoco nadie pensaba que Perón era un orangután irracional, todo lo contrario. El gorililismo piensa que el líder es, de hecho, un estratega maquiavélico, con una capacidad especulativa brillante, que manipula a una masa irracional. El primitivo no es el líder para el gorilismo -véase el Rosas de “El matadero” y el “Facundo”- , sino sus seguidores. Sólo puede haber dos razones para seguir a ese líder: la idiotez y la maldad. Y el corolario necesario de eso es que el otro, el seguidor de ese líder, deja de ser sujeto válido de diálogo, no es atendible en tanto sujeto pensante. Hacia él sólo queda el odio y el desprecio, la lástima si se es generoso. Eso implica poner al otro en el lugar del salvaje o del bárbaro, en categorías de Lévi Strauss. Esa reducción del otro a la oposición entre civilización y barbarie, es, propongo yo, el gorilismo. E insisto: veo eso en Sarlo”.

No me interesa elucidar si Sarlo es gorila o no lo es, sino ayudar a entender qué es el gorilismo, aunque intuitivamente sea algo que todos conocemos. Ahora bien, ¿por qué es nocivo el "gorilismo"? Porque descalifica en automático, porque impide la crítica lúcida, porque confunde el pensamiento con el reordenamiento de los prejuicios, porque suele desembocar en el honestismo –la reducción de la discusión política a lo judicial- y el intencionalismo (que consiste en evitar analizar las consecuencias de una medida para centrarse en las intenciones, en última instancia inescrutables, de los gobernantes).

No es de extrañar que el “gorila” –aunque no exclusivamente- tenga una noción reductora y prejuiciosa acerca del “clientelismo”. En el transcurso de una entrevista que le hicieron para el suplemento Enfoques del diario La Nación, Javier Auyero –autor de ¿Favores por votos? Estudios sobre clientelismo político contemporáneo- dijo que el vocablo clientelismo suele ser una asociación estigmatizadora de que los pobres son clientes, son masa manipulable:

"La idea de que porque va una heladera o un par de zapatillas viene un voto es asumir como cierta una presunción. Hay que indagar. Esas relaciones recíprocas nunca funcionan así. Uno nunca sabe si fue la heladera o la relación afectiva con un puntero. Para saber eso hay que plantarse desde el otro punto de vista, no desde el que da la heladera sino desde el del sujeto. Mucha gente de clase media, media alta, vota a alguien porque le va mejor. ¿Llamamos a eso clientelismo? No".

Y luego agrega: "EL CLIENTELISMO NUNCA GARANTIZÓ RESULTADOS ELECTORALES NI LOS VA A GARANTIZAR".

Uno lee y disfruta de la prosa de escritores extraordinarios como Bioy Casares y Borges: tipos que conocen varios idiomas, que han leído muchísimo, y que al mismo tiempo demuestran un conocimiento de la política  de su tiempo, absolutamente maniqueo, infantil y canallesco.

BORGES Y EL GORILISMO:

Me resulta difícil adherir a la creencia popular acerca del “apoliticismo” y la “ingenuidad” de Borges, y al mismo tiempo conciliar ese prejuicio con la aparición del panfleto anti-peronista titulado La fiesta del monstruo (1). Es un cuento que, como bien se sabe, abreva en la herencia de La Refalosa de Hilario Ascasubi y El matadero de Esteban Echeverría.

"Este relato -le dice años después Bioy a Matilde Sánchez- está escrito con un tremendo odio. Estábamos llenos de odio durante el peronismo", Clarín, 17/11/1988.

Según Ricardo Piglia, el panfleto trata de la fiesta atroz de la barbarie popular contada por los bárbaros:

“La fiesta del monstruo” combina la paranoia con la parodia. La paranoia frente a la presencia amenazante del otro que viene a destruir el orden. Y la parodia de la diferencia, la torpeza lingüística del tipo que no maneja los códigos. (…) es un relato totalmente persecutorio sobre el aluvión zoológico y el avance de los grasas que al final matan a un intelectual judío (…) No diría que increíble, es un texto límite… Difícil de encontrar algo así en la literatura argentina”.

Seguramente para Don Jorge Luis, la Revolución Libertadora -para otros "fusiladora"- es parte del sueño civilizatorio de Sarmiento.

Si uno lee el Borges de Bioy (2), se puede encontrar con una larga ristra  de frases y reflexiones “gorilas”:

Por caso, el 26 de junio de 1955, Borges cuenta que ver las iglesias incendiadas le dio ganas de llorar. Pero no hay una palabra en el diario para el bombardeo sobre la Plaza de Mayo en el que murieron cientos de personas.

Pongo otros ejemplos, que no son exhaustivos:

En agosto de 1957 asesinan a un chofer en el barrio de Nueva Pompeya. Bioy apunta:

"Aunque persona de edad, el chofer se defendió y lo mataron de catorce puñaladas. Se asustaron de lo que habían hecho y huyeron sin sacarle el dinero. Borges opina que todos esos criminales son el fruto del peronismo: 'Antes uno decía el crimen del Silletero del año 20...' BIOY: 'Ahora hay que decir: 'el crimen del Silletero de las tres de la tarde, el de las cuatro', etcétera. BORGES: Habría que fusilar a toda esa gente'".

Páginas más adelante:

“Bioy: –El individuo que tiene más probabilidades de ganar la elección de presidente es el individuo más desvergonzadamente demagógico. Vale decir, la peor persona del país: Perón, Frondizi, Solano Lima”.

Los soviéticos, en octubre de 1957, lanzaban al espacio el Sputnik 1, el primer satélite artificial.

"Bioy: –Tuve ganas de hacerle una broma a tu madre: preguntarle si sabía la noticia y, cuando ella preguntara cuál, decirle que Perón había lanzado un satélite.

Borges: –Ya está enojada contra ese satélite. Dice que es un juguete insignificante y que quién sabe si no cae en la Tierra y no produce alguna Monstruosa hecatombe".

Aramburu convoca a elecciones y Borges lo lamenta, “desea que el gobierno se quede”. Manuel Peyrou se felicita del llamado y lo ve como un triunfo del gobierno.

"Borges: –Sí, el gobierno queda muy bien para la Historia, pero Peyrou no puede ver muy lejos: el país saltará en el vacío".

El 9 de diciembre del mismo año, Borges y Bioy hablan “de un match de box, ganado por un tal Pascual Pérez, que fue un mignon de Perón”.


"Borges: –Qué lástima que haya ganado un peronista inmundo".

Notas:

(1) El 12 de octubre de 1955 leen en Marcha, de Montevideo, la publicación del cuento La fiesta del monstruo, que firmaron como Bustos Domecq (Borges y Bioy Casares). “En esta reescritura antiperonista de El Matadero de Echeverría, una turba abominable lapida hasta la muerte a un estudiante judío que se niega a saludar a la foto del Monstruo. (Durante la década peronista no hubo actos de hostilidad hacia los judíos, Perón fue el primer presidente que tuvo judíos en su gabinete, apoyó a una organización judía pro peronista e inauguró las relaciones diplomáticas con Israel, mientras en las páginas del libro abundan las frases y chistes antisemitas, que Borges cuenta en presencia de amigos judíos y luego le sorprende que en vez de reír se entristezcan.)” (Horacio Verbitsky)


(2) Adolfo Bioy Casares, Borges. Edición a cargo de Daniel Martino. Ediciones Destino, Colombia, 2006, 1663 páginas. 

BORGES Y EL DILEMA ARGENTINO DE LA CIVILIZACIÓN O LA BARBARIE

Hay una veta polemista que muchos olvidan en los escritos de Borges. Considero que el autor de Ficciones no era simplemente un ingenuo: hay ensayos, reseñas y artículos periodísticos que lo muestran más del lado del “militante” que va con los botines de punta; una imagen que lo aleja del viejecito tímido, irónico y desinteresado por las cuestiones políticas.

Bioy Casares, en conversación con Borges, dijo que “en realidad, el marxismo y el psicoanálisis han hecho un gran mal. Restan dignidad al individuo: cualquier opinión que uno proponga está determinada fatalmente por cuestiones de clase o de patología. Lo que uno opina no lo opina uno, sino la cuenta del banco o un impulso contenido de nuestra infancia”. El desprecio por Freud y el marxismo fue compartido por ambos escritores.

Esas frases tajantes y llenas de sofismas son frecuentes también en Borges, sobre todo cuando se refieren a cuestiones políticas, históricas o sociológicas. En su texto Anotación al 23 de agosto de 1944, Borges sugiere la extraordinaria pelotudez de que los nazis, al ser occidentales, no pueden querer la derrota de Occidente; por lo tanto, si Hitler perdió la guerra fue porque en el fondo sabía que no tenía razón y quería ser vencido. Es curiosa una explicación tan burda en alguien que desprecia el psicoanálisis. Precisamente las teorías psicoanalíticas, al ser extrapoladas a la interpretación histórica, suelen desembocar en juicios absurdos.

La conclusión del artículo es de un reduccionismo apabullante: "Para los europeos y americanos, hay un orden -un solo orden- posible: el que antes llevó el nombre de Roma y que ahora es la cultura de Occidente. Ser nazi (jugar a la barbarie enérgica, jugar a ser viking, un tártaro, un conquistador del siglo XVI, un gaucho, un piel roja) es, a la larga, una imposibilidad mental y moral (…) Hitler de un modo ciego, colabora con los inevitables ejércitos que lo aniquilarán, como los buitres de metal y el dragón (que no debieron de ignorar que eran monstruos) colaboraban, misteriosamente, con Hércules”.

En síntesis: el sofisma grosero de atribuir toda la cultura, el progreso y la probidad moral a Occidente y la barbarie y la violencia a sus adversarios, como si no hubiesen existido los conquistadores españoles y portugueses del siglo XVI, los piratas holandeses e ingleses que abordaban un barco para saquearlo y hundir a toda la tripulación, el etnocidio indígena y la esclavitud en África. Me cuesta calificar las omisiones borgeanas como una “enorme ingenuidad”.

Decir que existe "un orden" en Occidente es casi una tenue anticipación de las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia y las desmesuras xenófobas de Samuel Huntington respecto del concepto de “civilización occidental”. Ni siquiera en Sarmiento se encuentra un reduccionismo semejante.

Es cierto que mientras un tipo como Vargas Llosa es amigote de los Holdings financieros internacionales, Borges nunca aspiró a tener una influencia política semejante, e incluso es conocido su desprecio por el dinero. En la entrevista a Soler Serrano dice no entender nada de política sino de ética, y declara que la democracia es “un abuso de la estadística”, un régimen que no sirve en un país -¿tan bárbaro?- como el nuestro.

Como bien notó Juan José Saer: "en una América latina atormentada por la violencia, en el marco de los últimos conflictos de la guerra fría, eligió su campo con total lucidez, pero sin el coraje ni la energía intelectual que nos hubiese inducido a respetarlo, ya que trató de atenuar el alcance de su elección por medio de la ironía o de una supuesta indiferencia. La lógica de las declaraciones que treinta años más tarde causarían tanto escándalo ya estaba inscripta en la concepción de Occidente que tenía en 1944".


BORGES Y SARMIENTO

Dicho gruesamente, en Sarmiento hay un énfasis romántico mucho mayor que en Borges. El romanticismo valora lo propio, lo auténtico, lo original y distintivo de cada nación, en contraposición al cosmopolitismo ilustrado; aprecia a las personas que están cerca de la naturaleza, a los campesinos -cuya ignorancia en cuestiones intelectuales se compensa por su saber instintivo, natural, espontáneo, incontaminado de los refinamientos civilizados.

A lo largo del Facundo hay divorcios tajantes entre civilización y barbarie, y otras veces ambos conceptos se presentan con una fuerte hibridación. Sarmiento reconoce valores tanto a Rosas como a los gauchos.

A grandes rasgos, la fricción entre civilización y barbarie irá mutando en modernidad y atraso, desarrollo y subdesarrollo, primer y tercer mundo, peronismo y antiperonismo… Haciendo un jueguito intelectual, si tuviera que elegir entre poner a Borges del lado de los “civilizados” o los “bárbaros” –pese a su vindicación intelectual del coraje individual, los malevos y los cuchilleros- lo ubicaría claramente del lado de los que aprecian la “civilización”: su antiperonismo recalcitrante, su desprecio por la cultura latinoamericana, su menosprecio por todo tipo de nacionalismo (salvo en su juventud), su anglofilia, su tendencia liberal-conservadora…


Recordemos que la élite argentina del siglo XIX se dividirá entre quienes postularon una identidad de mezcla cosmopolita y los que la filiaron en un pasado más bien criollo e hispánico. Sin embargo, en casi ningún clivaje se pensó seriamente en que los pueblos aborígenes fueran un material incorporable a la nacionalidad argentina. Más allá de que han pasado muchos años desde entonces, tanto Borges como Vargas Llosa presentan varios de los rasgos de aquella élite decimonónica: menosprecio por ciertos rasgos culturales de América latina, prejuicios clasistas, desprecio por "lo indígena", etc. Como muestrario, les dejo…

Algunos frases de Borges y Bioy redactadas por Bioy:

1971:

BORGES: “Todas las desgracias de este país empezaron con la ley Sáenz Peña”.

BIOY: “(…) los intelectuales ven con simpatía todo lo peor: al comunismo y, por qué no, al justicialismo”. BORGES: Sí. Y no podés decir nada contra los negros. ¿Vos sabés que en los países negros de África, ahora que se libraron de la opresión del colonialismo, se practica la esclavitud y la venta de esclavos?”.

BORGES: “Me preguntaron si me gustaba Brasil. Les dije que no, porque era un país lleno de negros. Eso no les gustó nada. No se puede decir nada contra los negros. El único mérito que tienen es el de haber sido maltratados y eso, como observó Bernard Shaw, no es un mérito”.

BIOY: (refiriéndose a Borges) “En no sé qué debate en la Universidad de Columbia le preguntaron qué pensaba de la guerra de Vietnam; contestó que la política le importaba tan poco que no tenía una opinión formada. (…) Yo creo que su contestación sobre la política y la guerra de Vietnam es una verdad profunda, pero alegada para no decir la otra verdad cotidiana: que sí tiene una opinión, que quisiera que ganaran los norteamericanos esa guerra y que piensa que toda conquista de los comunistas significa desdicha para millones de personas. Como carece de conocimientos circunstanciales, no puede o no quiere esgrimir esas verdades generales entre gente convencida de lo contrario y que ve el asunto desde muy cerca: la guerra para ellos es la posibilidad de sobrellevarla, de morir o de llorar muertes”.