viernes, 15 de enero de 2016

EL ONANISMO DEL ESCRITOR DE NARRATIVA Y LA DIVERSIÓN DE ESCRIBIR

El onanismo del escritor de narrativa que se divierte escribiendo para sí mismo porque sabe que lo hace en el desierto, que no lo lee ni el loro, ni bien publica y toma conciencia de que a algunas personas les gusta lo que escribe, o alguna "groupie" se confiesa conmovida por un relato suyo, se convierte en un intento de seducción como motivación para seguir escribiendo, que a su vez resulta en un miedo al rechazo o a no cumplir las expectativas. 

"Descubres algo peliagudo que tiene la escritura de narrativa: que para ser capaz de escribirla es necesaria cierta cantidad de vanidad, pero que cualquier cantidad de vanidad por encima de la estrictamente necesaria resulta letal. Llegado este punto, más del noventa por ciento de las cosas que estás escribiendo ya están motivadas e informadas por una necesidad abrumadora de gustar. Y esto genera una narrativa de mierda. Y la obra de mierda debe acabar en la papelera, no tanto por una cuestión de integridad artística como por el simple hecho de que la obra de mierda va a hacer que no gustes. Llegado a  este punto de la evolución de la diversión del escritor, la misma cosa que siempre te ha motivado para escribir ahora te está motivando también para tirar lo que escribes a la papelera". 

Es por eso que DFW dice que Don De Lillo dice que un libro en proceso de escritura es como un niño "repulsivamente deforme que sigue al escritor a todas partes, yéndole eternamente detrás a cuatro patas (es decir, reptando por el suelo de los restaurantes donde el escritor está intentando comer, apareciendo a primera hora de la mañana a los pies de su cama, etcétera), repulsivamente defectuoso, hidrocefálico y sin nariz y con aletas en vez de brazos e incontinente y retrasado y babeando líquido cerebroespinal por la boca mientras lloriquea y gorgotea y llama al escritor, pidiédole amor, pidiéndole eso que su misma repulsividad le garantiza que va a obtener: la atención total del escritor.


El tropo de la escritura deforme es perfecto porque capta la mezcla de repulsión y de amor que todo escritor de narrativa siente hacia la obra en la que está trabajando". 


Vale decir que tu obra es un poco como un hijo medio pelotudo y del que no estás muy orgulloso pero que es tu hijo y por ende, en cierto sentido sos vos mismo. Vos lo odiás "porque SU deformidad es TU deformidad (puesto que si fueras mejor escritor de narrativa tu criatura, por supuesto, se parecería a esos bebés de los catálogos de venta de ropa para bebés, perfectos y rosados y cerebroespinalmente continentes) (...)".


Sin embargo vos, hipócrita escritor, querés mucho a tu criatura y tenés ganas de que los demás lo quieran tanto o más que vos, cuando por fin llegue el momento de que el niño deforme salga y haga frente al mundo. "Es algo así como que querés engañar a la gente: querés que vean como perfecto lo que vos en tu corazón sabés que es una traición de toda perfección.


Mejor dicho, no es que quieras engañar a esa gente; lo que querés es que esa gente vea y ame a un bebé de anuncio, encantador, milagroso y perfecto, y que TENGAN RAZÓN, que estén EN LO CIERTO en lo que ven y sienten. Querés ser vos el que se equivoca terriblemente: querés que la repugnancia del niño deforme resulte no ser nada más que una extraña alucinación engañosa que has tenido. Pero eso significaría que estás loco: que en realidad esas deformidades repulsivas que viste, que te persiguieron y te hicieron encogerte de asco no existen (o por lo menos te convencen de eso). Lo cual quiere decir que te falta más de un tornillo y más de dos, claramente".


La clave está, aunque seguramente la clave no existe, en que aceptes tus límites y trates de decir la verdad en lugar de ser escrito por los lectores: pinta la aldea de tu yo y pintarás el mundo, o una partecita del mundo, pero eso da miedo y es trabajoso aunque pueda ser divertido. 


Otra solución posible consiste en ser más simple, dejar de lado la autoconsciencia, pero eso no es en realidad más que una utopía, porque si sos escritor y te preocupan todas estas cosas es que sos un neurótico vanidoso autoconsciente la mayor parte del tiempo.

Tal vez lo que ocurre es, como me dice alguien por ahí, que el escritor quiera exorcizar sus demonios y, como cualquier ser humano emocionalmente sano, lo que busca es que lo quieran.

Post scriptum:

"Si el artista depende en exceso de ese mero gustar, de tal modo que su verdadero objetivo no resida en la obra sino en la buena opinión de un público determinado, va a desarrollar una hostilidad terrible a ese público, sencillamente por haber renunciado a todo su poder en favor de ellos. Se trata del consabido síndrome de amor-odio seducción: "En realidad no me importa lo que digo, únicamente me interesa gustarte. Pero dado que tu opinión positiva es el único árbitro de mi éxito y mi valía, tienes un poder tremendo sobre mí, y te temo y te odio por ello". Esta dinámica no es exclusiva del arte. Sin embargo, muy a menudo pienso que puedo apreciarlo en mí mismo y en otros escritores jóvenes, ese deseo desesperado de agradar junto con una especie de hostilidad hacia el lector". (David Foster Wallace)

jueves, 14 de enero de 2016

LA BIBLIOFILIA DE NIETZSCHE Y SU PASIÓN POR CONOCER

De modo semejante a lo que nos acontece cuando tragamos más comida de la que podemos digerir, la lectura excesiva de algunas obras y/o  de algunos autores complejos, en vez de servirnos de estímulo para transformar la realidad o transformarnos a nosotros mismos, nos puede caer pesada al punto de petrificarnos en la comodidad del sillón.

La erudición obsesiva engendra cierta nostalgia de la acción. Es la "proeza" que tienta al doctor Fausto a salir de la prisión hacia el ancho mundo. Los padecimientos del "erudito absoluto" constituyen un caso aparte: el intelectual influyente que padece el cáncer de la vacía "santidad del mínimo detalle", al decir de William Blake. Su monomanía lo lleva a desinteresarse de la utilidad social del hallazgo, del dinero e incluso de los resultados. El archivista, el monografista, el anticuario, imbuido por una fascinación casi morbosa, puede ser indiferente también a las fastidiosas exigencias de la justicia social, de la vida familiar, de la conciencia política y de la humanidad sufriente.


Nietzsche, cuya pasión casi enfermiza por la lectura lo llevó a tomar decisiones extremas como elegir ciudades para vivir de acuerdo a si tenían o no buenas bibliotecas y librerías, hace suya en los Nachlass la frase de Cicerón, para quien "si tienes un jardín con biblioteca, no necesitas nada más" (si hortum cum bibliotheca habes, nihil deerit). (1). 


Sin embargo, fue capaz de criticar impiadosamente el exceso de lectura como una falta de afirmación en la vida misma:


"El docto, que en el fondo no hace ya otra cosa que 'revolver' libros -el filólogo corriente, unos doscientos al día- acaba por perder íntegra y totalmente la capacidad de pensar por cuenta propia. Si no revuelve libros, no piensa. Cuando piensa responde a un estímulo (un pensamiento leído), al final lo único que hace ya es reaccionar. El docto dedica toda su fuerza a decir sí y a decir no, a la crítica de cosas ya pensada; él mismo ya no piensa. El instinto de autodefensa se ha reblandecido en él; en caso contrario, se defendería contra los libros. El docto, un décadent. Esto lo he visto yo con mis propios ojos: naturalezas bien dotadas, con una constitución rica y libre, ya a los treinta años 'leídas hasta la ruina', reducidas ya a puras cerillas, a las que es necesario frotar para que den chispas 'pensamiento'". (Ecce Homo, Porqué soy tan listo, 8).


Antes de seguir con Nietzsche, vuelvo a una cuestión que más de una vez preocupó al crítico literario estadounidense George Steiner. El autor de Gramáticas de la creación, haciendo referencia al profesor Anthony Blunt, una persona de extraordinaria inteligencia y erudición, se pregunta cómo alguien semejante fue capaz de volverse un espía soviético durante la Guerra Fría:


"El erudito absoluto es, en realidad, un ser bastante raro. Está imbuido de la conclusión de Nietzsche según la cual el interés por algo, el interés absoluto por ello, es un impulso libidinal más poderoso que el amor o el odio, más tenaz que la fe o la amistad; no pocas veces, incluso, más imperioso que la misma vida personal. Arquímedes no huye de sus asesinos; ni siquiera vuelve la cabeza para percibir su precipitada entrada en el jardín mientras está inmerso en el álgebra de las secciones cónicas. (...) Un hombre dedicará toda su vida al estudio de los fragmentos de la cerámica sumeria; al intento, que produce vértigo, de clasificar los escarabajos peloteros de un rincón de Nueva Guinea; al estudio de las pautas de apareamiento de las cochinillas, a la biografía de un único escritor o estadista, a la síntesis de una sustancia química, a la gramática de una lengua muerta". (George Steiner en The New Yorker, "El erudito traidor, 1980).


Volviendo a Nietzsche, es bueno recordar que desde temprana edad se la pasaba recomendando a sus amigos una gran cantidad de libros: los ponía al tanto de las últimas novedades editoriales y les regalaba libros en los cumpleaños y para Navidad. Como bien destaca González Varela:

"En esta época, Nietzsche desarrolla un hábito malsano del cual no podrá desprenderse jamás: escribe sin citar fuentes o sin entrecomillado, llegando al borde del plagio".

Hacia 1860 funda Germania, una asociación cultural donde se junta con sus amigos a leer y escribir. En las reuniones se obligaba a sus miembros a presentar cada mes un trabajo literario (poema, ensayo o composición musical), se recomendaban libros y revistas, y cada uno criticaba los trabajos del otro. Años después, luego de ser designado profesor de filología en Basilea (1869-1879), lee entre cinco y siete horas por día, más que nada textos filológicos.

Muchos de sus admiradores, aún hoy, tienden a considerar a Nietzsche una suerte de inspirado genio solitario. El Genius se opone al Doctus, como figura patética generada por la burguesía.

Lo digo redondamente: no hay que darle tanta pelota a la construcción que Nietzsche hace de sí mismo en varios pasajes de su obra. Si algo hizo a lo largo de su vida fue leer, escribir y comentar textos ajenos. Y algo más que es necesario destacar: hoy en día hay documentos que nos muestran de modo bastante detallado incluso la "biblioteca personal" y las lecturas que hizo Nietzsche. Sin embargo:

"El catecismo nietzscheano se mantuvo intacto hasta nuestros días: cuales quiera de los libros sobre Nietzsche, ya interpretativos, ya biográficos, jamás ha consultado las fuentes originales de su pensamiento, y mucho menos rastreado las marcas y huellas en su propio Nachlass o en los libros de su biblioteca personal. Se suceden así elipsis posmodernas e inferencias posestructuralistas que llegan al ridículo, como concluir que cuando menciona el término Dialektik discutía con Hegel (Deleuze), cuando lo leyó poco o nada (a excepción de su Voerlesungen über die Philosophie der Geschichte) y su objetivo central era elnaciente socialismo y anarquismo; o que estaba profundamente influido por Spinoza (cuando lo conoció a través de manuales de segunda mano o de la opinión de Goethe: jamás lo leyó directamente). Se encuentran parentescos con filósofos prestigiosos en el Olimpo académico y se obliteran las verdaderas influencias en el pensamiento de Nietzsche y de los pensadores y escritores que realmente leyó y estudió con profundidad".

Eso es todo por hoy. ¡Sean felices!



Nota:

(1) Esta y otras citas son tomadas del excelente libro de Nicolás González Varela, Nietzsche contra la democracia.

EL MACRISMO COMO FENÓMENO CULTURAL

El neoliberalismo no tiende a pensar a los seres humanos como sujetos de derechos, como sí pueden pensarse en el radicalismo, el peronismo o el socialismo, por citar algunos ejemplos. El   neoliberalismo piensa que la sociedad es una suerte de conjunto inorgánico de iniciativas individuales donde el resultado es que los más aptos sobreviven y que esos que sobreviven son los que tienen derechos. No es que Macri llegue a esa conclusión fruto de una sesuda reflexión teórica: no se trata de alguien muy ilustrado. En ese sentido es similar a Daniel Scioli, más allá de que Scioli sí se reivindique como "peronista".

Al respecto, el sociólogo Luis  Alberto Quevedo aporta algunas reflexiones sobre el macrismo como fenómeno cultural que me parecieron bastante interesantes:

HABLAR DE "LA GENTE" O "EL VECINO"

"Cuando nominás a alguien, lo estás ubicando en un lugar, lo estás interpelando desde ahí. Si dicen vecino, ya sé que lo está poniendo en un lugar que no tiene que ver con un entramado de derechos políticos, sino que está colocando a una persona en una localización geográfica: que vive en tal barrio de esta ciudad. Si digo compañero o correligionario, como decían los radicales, lo ubico en una ideología política. Y si digo ciudadano, lo estoy colocando en una trama de derechos y de identidades, porque no es lo mismo ser ciudadano francés, que peruano o argentino. Macri desterritorializa la política, la saca del territorio de los derechos y la pone en los territorios geográficos. La vecindad es eso. La “gente” como categoría es casi lo peor; la gente es como un estado prepolítico. Todos lo usamos, no estoy dramatizando esto. Pero que un presidente o un político la usen tiene cierto peso".

Hablar de "la gente" como si fueran cuerpos que andan por ahí es evitar decir que "los humanos se asocian en estados nacionales, tienen o no tienen derechos, funcionan dentro de ciertas identidades, se les reconoce ciudadanía. La gente es una categoría muy despectiva en la compleja adquisición de derechos que tiene cualquier país".


El neoliberalismo conecta bien con un sentido común de la política que difunde la idea de que cada uno de nosotros se hace a sí mismo gracias al esfuerzo individual. Por ejemplo: "hay que ganarse la vida; los que no trabajan no merecen ser ayudados; el esfuerzo se debe pagar". Lo paradójico es que Macri no es precisamente Steve Jobs, el paradigma del empresario pujante, schumpeteriano, que ideó un producto novedoso, sino alguien que básicamente heredó una fortuna de su padre Franco, quien se caracterizó por hacer suculentos negocios con el Estado. Y además, alguien que ayudó a un amigo como "Nicki" Caputo a ganar licitaciones que lo llenaron de guita.


Retomando el hilo marcado por Quevedo, digamos que hoy en día las identidades políticas distan de ser "sólidas", como ocurría en tiempos -por caso hacia fines del siglo XIX o principios del siglo XX- donde el "socialismo", el "liberalismo" y el "nacionalismo" constituían conceptos mucho más fuertes en términos de estructuración identitaria.


"Si a mí me preguntan si Macri es de derecha, me cuesta decir simplemente que sí porque es más complejo: es de una derecha liberal, pero es también un tipo posmoderno en sus convicciones, porque no es ideológico sustantivamente, no tiene ningún inconveniente con cambiar de idea, no tiene ningún inconveniente de nutrirse de figuras políticas que vienen de distintos campos. No tiene ninguna pretensión de que la sociedad argentina quede teñida de algo que uno podría imaginar como ideología pro macrista. (...)


A diferencia de lo que ocurre por ejemplo con el radicalismo, el peronismo o el kirchnerismo, Macri no te pide nada, por eso es fácil votarlo:

"(...) pensá lo que quieras, vení de donde quieras, si sos socialista, radical, peronista, no importa para él. Lo que importa es que te sumes a un proyecto de trabajo moderno donde todos tenemos que dialogar y cosas por el estilo. Es muy liviano todo eso".

Según Quevedo, en la actualidad las identidades se construyen con "retazos". Hay identidades que vienen del rock, o del fútbol, que mantienen cierta cohesión entre sus adherentes. Uno puede ver a jóvenes con diversos tatuajes inscriptos en su cuerpo: la cara del Che Guevara, la figura del "nestornauta" o el logo de los Rolling Stones. Es impensable ver a alguien con un tatto de Macri o de Gabriela Michetti. Es como si Macri dijera: "Yo acepto que seas hincha de mi club, pero también si querés gritar por el otro no me molesta. Y si querés cambiarte de club al otro día no me jode".


Es como decir: vení, votáme, y después andáte a tu casa y disfrutá de la vida. No hay una tradición de derecha como pudiera ser la de Ramón Doll, un nacionalista católico, o Ignacio Anzoátegui. 

Un artículo que me pareció muy interesante como para entender un poco mejor el fenómeno de Macri es "Globología", de José Natanson.

EL MITO DE LA "MERITOCRACIA" Y EL EMPLEO

LA CREENCIA DE QUE A TODOS NOS PAGAN SEGÚN NUESTRO VALOR INDIVIDUAL SUELE TENER MUCHO DE MITOLÓGICO: Ejemplo: un conductor de autobús de Nueva Delhi cobra en torno a 18 rupias por hora. Un conductor de bondi en Estocolmo cobra unas 130 coronas.

El ejemplo está sacado de un libro de Ha-Joon Chang, economista coreano, y es de 2009.

A valores de 2009, eso implica que el conductor sueco gana casi cincuenta veces más que su colega indio (una corona eran como 870 rupias).

La cuestión es, en el caso en que se pudiera cuantificar fehacientemente; ¿se puede ser 50 veces mejor conductor de autobús que otra persona? Lo más probable es que el conductor de Nueva Delhi sea, acaso, mucho más habilidoso que el conductor sueco. ¿Por qué? Porque debe manejar en rutas sinuosas, esquivar vacas cada dos por tres, sortear bueyes, rickshaws y bicicletas con tres metros de cajas apiladas, etc. En cambio el sueco, a lo sumo, deberá esquivar algún conductor medio choborra un sábado a la noche, pero maneja en caminos bien asfaltados, y con recorridos en línea recta, etc.La explicación es compleja, pero puede decirse lo siguiente: los pobres de países pobres, por lo común, no tienen nada que envidiar a sus equivalentes de los países ricos. Son los ricos de los países pobres los que usualmente no están a la altura de los ricos de los países ricos.

El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz cuenta, en La gran brecha: qué hacer con las sociedades desiguales, que en el transcurso de una cena escuchó a un multimillonario, quien como punto de partida de su fortuna había heredado un vagón de plata, comentar con otro el problema de la gente vaga que trataba de salir adelante aprovechándose de los demás. "De ahí pasaron sin interrumpirse a hablar de los paraísos fiscales, sin que parecieran darse cuenta de la ironía".

Con respecto a la "justa distribución", sabemos que cualquiera que gane una suculenta suma de dinero, aunque sea por herencia o por azar, intentará creer que es fruto de su talento: como esos estudiantes que "se sacan" un diez pero el profesor "les pone" un uno. Hasta el tipo que saca la lotería es capaz de explicarnos el complejo modo en que calculó el número ganador: "le sumé la edad de mi tía Gertrudis y dividí esa cifra por el último número de la patente del auto de mi hermano  y la multipliqué por cuatro".

Como dice el economista coreano Ha-Joon Chang, en Economía para el 99% de la población

"Otra explicación de los estereotipos errados es que la gente muchas veces cree, equivocadamente, que la pobreza es producto de la pereza y, por tanto, da automáticamente por sentado que los habitantes de los países pobres son los más perezosos. Pero lo que hace que esas personas sean pobres es su baja productividad, de las que rara vez son culpables. Lo más importante a la hora de determinar la productividad nacional son las tecnologías, las infraestructuras y las instituciones que posee un país, todas ellas cosas quelos pobres no pueden fomentar por sí solos". ("Economía para el 99% de la población"). Un ejemplo: los mexicanos (pueden comprobarlo viendo "Speedy González", ese dibujito tan popular que nos viene de yanquilandia), muchas veces considerados el arquetipo del "latino perezoso", en Estados Unidos, trabajan más horas que las "laboriosas hormigas coreanas". Los datos de la OCDE indican que en México se trabaja 2.250 horas anuales. Los griegos, por ejemplo, trabajan en promedio entre 1,4 y 1,5 veces más que los alemanes y holandeses, supuestamente adictos al trabajo.

Este posteo forma parte de una serie que pienso "colgar" para estimular la formación de una "ciudadanía económicamente, política y socialmente activa".

Post scriptum: me llega un mensaje de un conocido muy piola que aporta su voz para que este posteo no quede demasiado esquemático. Cito textual:


"Estoy básicamente de acuerdo con las observaciones, pero quiero añadir algo. Por supuesto que es un mito que se paga a cada trabajador por su valor y habría que ver las millones de razones detrás de esto, pero hay un problema con tu primer ejemplo y es que no está considerando el costo de vida de una y otra economía. Es decir, para decir que uno gana 50 veces más que el otro, tendrías que adscribir a la teoría de la paridad del poder adquisitivo, es decir, que 130 coronas en Estocolmo, compran lo mismo que 18 rupias en Nueva Delhi. Esto sería así si todos los bienes se pudieran comercializar entre países inmediatamente, sin costos. Claro que esto no es así y la clave de la refutación de dicha teoría está en los bienes no transables (de los cuales el principal es el salario). 

Los precios de estos bienes no se pueden equiparar internacionalmente, es decir no se pueden comprar y vender internacionalmente, esto es conocido como arbitraje, (el ejemplo de manual es el corte de pelo).

"El segundo tema en el que me interesaba hacer hincapié es otra contradicción de la meritocracia a la que hacés referencia. Esta idea de  que el salario depende de la capacidad del trabajador, es decir, su educación, esfuerzo y dotes (el lado de la oferta de trabajo) es una idea pionera de la teoría neoclásica. Sin decir que el efecto no existe, la falacia está en que esta teoría no considera los determinantes del lado de la demanda de trabajo (es decir, del capital). Una enorme porción de la productividad del trabajo viene determinada por el tipo de tecnología que el trabajador opera y por las condiciones de trabajo en que lo hace (tipo de empleo) que se relaciona a su vez con las regulaciones institucionales, esto es algo de lo que no se puede culpar al trabajador.


Para unirte las dos cosas que te acabo de señalar. En países donde la tecnología es avanzada y las condiciones de trabajo son buenas (alta tasa de formalidad e instituciones fuertes), además de tener buena educación, la productividad del trabajo es mayor, los trabajadores ganan más, pero el nivel de vida también es más alto y por ende más costoso. Obviamente estos países son los que primero hicieron las revoluciones industriales y acapararon los mercados mundiales de bienes manufacturados (en principio, ja).  No estoy tratando de decirte esto para refutar el hecho de que en Estocolmo un colectivero gana más que uno en Nueva Delhi, sino para mostrarte que acá radica la razón de por qué la proyección de un salario 50 veces mayor está sobrestimada. De todas formas, que esté sobrestimada no quiere decir que no exista. De hecho, dado que el salario acapara (o ha acaparado) un porcentaje mayor de la renta en los países desarrollados es que surgen la descentralización y deslocalización en el contexto de la globalización y la financierización que permitieron reducir costos como nunca antes sosteniendo esos niveles de vida en el primer mundo. Así es como países atrasadísimos se volvieron "competitivos" gracias a su excedente de mano de obra y sus condiciones inhumanas de trabajo (China). El proceso es muy preocupante de mil maneras diferentes".

miércoles, 13 de enero de 2016

CHICAS CHICAS CHICAS

Meses antes de morir de una enfermedad degenerativa, el historiador británico Tony Judt (1948-2010) escribió El refugio de la memoria, donde entre otras cosas narra su experiencia con una estudiante de la que se quedó embelesado ni bien entró en su despacho. La anécdota le sirve para enjuiciar cierto clima de mojigatería represiva que suele adoptar el discurso "políticamente correcto" en los Estados Unidos.


El capítulo del libro se titula igual que un viejo tema de Motley Crue: Girls girls girls.


Tal parece que en 1992 Judt era Jefe del Departamento de Historia de la Universidad de Nueva York, y además "el único hombre heterosexual no casado con menos de sesenta años. Una combinación explosiva: en el tablón de anuncios que estaba junto a mi despacho ocupaban un espacio destacado la dirección y el número de teléfono del Centro contra el Acoso Sexual de la universidad. La dedicación a la historia era una profesión donde la presencia de mujeres estaba aumentando rápidamente. (...) El contacto físico invitaba a la presunción de una intención malévola; una puerta cerrada era una prueba concluyente".


La chica había sido bailarina profesional, y como estaba interesada en Europa del Este, la habían animado a que Judt la tutelara. Tras algunas sesiones, y en un acto de temeridad, el tipo la terminó invitando al teatro.


"Desde los años setenta, los norteamericanos impiden asiduamente todo lo que pueda oler a acoso, incluso a riesgo de renunciar a prometedoras amistades y a los placeres del flirteo", nos dice Judt.


"Como si fueran hombres de una década anterior -aunque por razones muy diferentes- tienen que poner un cuidado sobrehumano en no meter la pata. Lo encuentro deprimente. Los puritanos tenían una sólida base teológica sobre la que reprimir sus deseos y los de los demás. Pero los conformistas de hoy no tienen nada por el estilo a lo que aferrarse".


La cuestión central que sugiere Judt es que la sexualidad puede ser tan nociva cuando uno se obsesiona con ella, como cuando uno la niega. 


"En otra ocasión, una estudiante se quejó de que yo la 'discriminaba' porque  ella no me ofrecía favores sexuales. Cuando la ombudswoman del departamento -una mujer sensible de impecables credenciales radicales- investigó el caso, salió a relucir que la demandante estaba molesta por no haber sido invitada a asistir a mi seminario: suponía que las mujeres que tomaban parte en él obtenían (y proporcionaban) un trato de favor. Expliqué  que era así porque estaban mejor preparadas. La joven se quedó atónita: la única forma de discriminación que podía imaginar era la sexual. Nunca se le había ocurrido que tal vez yo fuera un elitista".


Además de dar clases en Nueva York, Judt fue profesor en Oxford  y en Cambridge:


"Cuando he tenido que explicar literatura sexualmente explícita -la de Milan Kundera, por citar un caso obvio- con estudiantes europeos, siempre me ha parecido que se encontraban cómodos debatiendo el tema. En cambio, los jóvenes norteamericanos de ambos sexos -por lo general tan comunicativos- se vuelven nerviosamente silenciosos: reacios a entrar en cuestión por si acaso se rebasan ciertas fronteras".


El autor de Sobre el olvidado siglo XX se divorció dos veces, en 1977 y en 1986, y hacia el final de su vida siguió enamorándose:


"(...) ¿como eludí a la patrulla del acoso, que seguramente ya me seguía el rastro cuando me cité subrepticiamente con mi bailarina de ojos luminosos? Respuesta: me casé con ella".

LA AUTENTICIDAD NO CANSA TANTO

Hacer de cuenta que uno es lo que no es produce cierto agotamiento, tanto mental como físico. Mostrar sin tapujos nuestra personalidad pelotuda tampoco suele ser muy recomendable, al menos no en cualquier circunstancia o frente a cualquier "auditorio". Una suerte de "asesor de imagen" en un relato de DFW, titulado Mi aparición, le recomienda a una actriz, invitada al programa de televisión Late Night with David Letterman, cómo debe comportarse frente a las cámaras:

-"Actúa como si supieras desde que naciste que todo es tópico, que todo está comercializado, que todo es superficial y absurdo -dice Ron-, y que ahí está precisamente la gracia de todo".

-Pero yo no soy así para nada".

Ella asiste al programa, se ríe ligeramente de sí misma y sale airosa frente al presentador, que es la quintaesencia de la ironía autoconsciente. Sólo que después se siente cansada, porque después de todo esa no era su forma de ser.

Tal vez la solución sea intentar relacionarnos con personas para las cuales debamos recurrir a lo mejor de nosotros mismos cuando tratamos de seducirlas. Si para agradarle a alguien debo comportarme como un imbécil, en algún momento tendré que escuchar una alarma, una especie de "clic" que suene en nuestro cráneo y que nos diga que estamos haciendo el ridículo.

martes, 12 de enero de 2016

ALGUNAS CUESTIONES PREVIAS SOBRE LA LITERATURA Y LA EXPERIENCIA

Como sugerí en otro post, siempre me han parecido admirables las personas que saben narrar una anécdota con gracia: esos hombres o mujeres capaces de mantener la atención de sus oyentes con frases que parecen tener una virtud hipnótica. 

Creo que la literatura nos permite ensanchar la experiencia, aunque existan infinitas fuentes de donde extraer historias para ser narradas. "Los dioses tejen desventuras para los hombres, para que las generaciones venideras tengan algo que cantar", dicen que decía Homero.  

También podría decirse que Madame Bovary contada por un necio es una historia pobre, mientras que si nos la narra Flaubert se convierte en una obra maestra. "Es todo cuestión de forma, estructura, tono y ritmo", diría Javier Cercas

En un ensayo que se hizo famoso -o por lo menos todo lo "famoso" que puede llegar a ser un ensayo filosófico complejo- titulado Experiencia y pobreza, Walter Benjamin dijo que durante la Primera Guerra Mundial los hombres "volvían mudos del campo de batalla", y añadía "no enriquecidos, sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable". El lenguaje requiere, para lograr comunicar a los seres humanos, que éstos tengan experiencias compartidas: el aroma del café es un misterio para una persona que siempre careció de olfato, el color violeta o el rojo no significan nada para un ciego de nacimiento.

En un capítulo de un libro muy recomendable(1), Carlos Gamerro cuenta que cuando estaba escribiendo su novela Las islas, que entre otras cosas narra la Guerra de Malvinas, decidió documentarse entrevistando a ex combatientes:

"Mi descubrimiento personal fue que los soldados volvían de Malvinas no mudos sino lacónicos. Me miraban como si supieran de antemano que yo no iba a entender, que las mismas palabras significarían, para nosotros, cosas diferentes. Entre ellos, en cambio, se entendían perfectamente. Cada palabra que usaban, como 'frío', 'pozo de zorro', 'balas trazadoras', 'bombardeo naval', desbordaba de paisajes, situaciones y vivencias definidas y precisas, infinitamente ricas y sugerentes, aterradoras, intolerantemente vívidas. Uno de ellos las pronunciaba; los otros asentían, generalmente mudos. Para hablar conmigo, todas las palabras parecían insuficientes; para comunicarse entre ellos, las palabras eran casi innecesarias: lo mismo valían los silencios y los gestos".

Estas dudas que plantea Gamerro son legítimas. Por ejemplo: ¿hasta qué punto un sociólogo, que no ha vivido la experiencia de ser pobre, puede conceptualizar la pobreza mejor que alguien que la vivió? En lo personal creo que muchas veces se da la paradoja de que quienes viven experiencias límite no siempre suelen tener la capacidad de poner en palabras lo que sienten; y quienes saben expresar lo que les pasa, a menudo carecen de experiencias interesantes, al menos por fuera de las experiencias "literarias".


Como sea, los encuentros que tuvo con los ex combatientes le sirvieron a Gamerro para infundirle confianza en su relato:

"Tuve una intuición, en ese momento. Sentí que ellos no necesitan hacer real esa experiencia mediante el lenguaje. Yo, el que no estuvo allí, yo, el que nada ve y el que nada siente ante esas pobres palabras en que destila todo lo que vieron y vivieron, me veo obligado a construir esa experiencia con ellas; debo hacerla verdadera para mí, primero, y si lo logro, hay una buena posibilidad de que logre hacerla verdadera para mis lectores; y quizá, quién sabe, verdadera, de modos nuevos, incluso para ellos, los que estuvieron. Ése fue mi primer descubrimiento, obvio tal vez, pero una de esas verdades que sólo valen si uno las descubre por su cuenta: que la pobreza de la experiencia puede ser suplida por la riqueza de la imaginación y, sobre todo, por el trabajo de la escritura; que no siempre el que ha tenido la experiencia vivida será el que mejor la cuente, o quizá, que la experiencia de escritura es, de modo diverso, tan válida como la vida".


Tomo un ejemplo al azar, relatado por Fernando Pessoa bajo el semi-heterónimo de Bernardo Soares:


"Soy un alma de esas que las mujeres dicen amar, pero a las que nunca reconocen cuando encuentran; una de esas que, si ellas las reconociesen, ni aun así las reconocerían. Sufro la delicadeza de mis sentimientos con una atención desdeñosa. Tengo todas las cualidades por las que son admirados los poetas románticos, incluso esa falta de cualidades por la cual se es realmente poeta romántico. Me encuentre descripto (en parte) en varias novelas como protagonista de enredos varios; pero lo esencial en mi vida, como de mi alma, es no ser nunca protagonista".

¿Quién no se sintió reflejado, al menos en parte, en este fragmento? Sin embargo no todos tenemos la capacidad de transmitir ese sentimiento como puede hacerlo un poeta como Pessoa.


Más adelante me gustaría retomar y completar mejor este posteo, retomando muchas de las intuiciones del amigo Gamerro. Por el momento lo dejo así como está. Estoy de vacaciones y me voy a tomar unas cervezas con mis amigos. 

¡Sean felices!

(1) Gamerro Carlos, Facundo o Martín Fierro: los libros que inventaron la Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2015.