lunes, 23 de marzo de 2015

LA VIOLENCIA SIMBÓLICA HACIA LAS MUJERES

La mujer, al igual que el hombre, tiene derecho a ELEGIR con quién tiene ganas de estar, y cómo tiene ganas de vestirse. Que una mina te quiera o no te quiera es una cuestión de libertad de elección, no un derecho a ser reclamado. No puedo ir con un abogado y hacerle juicio a una mina a la que no le gusto, sin importar cuál sea el motivo: si porque le parezco tonto, pobre, feo y/o carente de gracia, o porque cree que puede conseguir algo mejor. "Señor juez, una mina en un boliche no me dio bola y en cambio salió con otro pibe fachero y musculoso. ¡No puede ser señor juez!”. La discusión sobre la histeria femenina o la histeria masculina no aporta nada cuando se mezcla con la cuestión de la violencia simbólica hacia las mujeres y los derechos humanos. No puede ser que naturalicemos que en nuestro país, todos los días y a toda hora se le digan barrabasadas por la calle a las mujeres. Tampoco creo que esté bien decirles piropos galantes a mujeres desconocidas. No es un asunto de “cómo levantarse minas”. No es una cuestión de estadísticas por la cual “si me chamuyo a cien, con que el uno por ciento me lleve el apunte capaz que conquisto a varias”. 

De acuerdo a un informe del Observatorio de Femicidios, entre 2008 y 2012 murieron 1432 mujeres. Y casi 1800 chicos quedaron sin madre. En los primeros nueve meses de 2013 hubo 209 casos. En el último año se duplicaron los femicidios de mayores de 60 años. 


Es importante que los hombres tomemos conciencia del tema y ayudemos a no farandulizarlo. No se trata de una "guerra de sexos" sino principalmente de un asunto de derechos humanos, de dignidad humana, de respeto a uno mismo y a los demás. No se trata de que los hombres acompañemos la lucha por los derechos de las mujeres porque así "las minas nos van a dar pelota". Se trata de algo grave, denso, que está ocurriendo en nuestro país y que no es para tomárselo en joda. 

La violencia simbólica es una violencia que no es física pero tiene un correlato y consecuencias eventualmente físicas. Y precede a la violencia física. Siempre que va a haber violencia física viene precedida por la violencia simbólica. A veces son palabras dichas casi sin querer, insultos velados, descalificaciones que luego se legitiman socialmente. En los colectivos sociales la violencia no ocurre de repente, "en frío", como venida de otro planeta. Cuando se trata de situaciones de linchamiento, de discriminación, de racismo, de genocidio, de femicidio, antes hay una sistemática situación de violencia simbólica que puede durar mucho tiempo y que debemos ayudar a parar. 

Luego podremos discutir qué tan materialistas son las mujeres o los hombres en el marco de la actual sociedad de consumo, y en qué medida eso es nocivo o cualquier otra discusión paralela que se les ocurra. No se está diciendo que los tipos que dicen barrabasadas por la calle sean "femicidas" (quienes dicen guarangadas son mucho más numerosos que quienes matan mujeres), pero sí que ayudan a generar situaciones de violencia simbólica que no hay que naturalizar.


"Tiradas a la basura en la bolsa de consorcio: igual que se tira un forro, la cáscara del zapallo, los papeles que no sirven y los huesos del asado entre tantas otras cosas. Tiradas como si nada, como objetos de consumo que ya fueron consumidos. Agarrarlas, asustarlas, verlas rogar, desnudarlas, humillarlas, violarlas, después matarlas, meterlas en una bolsa, tirarlas a la montaña de restos de la ciudad. Ya terminó el predador. Seguirán la policía, los abogados, los jueces y las cámaras de TV: sigue la carnicería en una especie de show que explica los femicidios. 

Si la chica usaba short. Si tenía más de un novio. Si puso fotos en Facebook con boquita pecadora. Si salía mucho de noche. Si volvía a la mañana y tenía olor a whisky. Si estudiaba o no estudiaba. Si trabajaba de día o repartía tarjetas en la puerta de un boliche. Si era virgen. Si le gustaba enfiestarse. Si fumaba marihuana o sólo tomaba agua. Si tenía buenas notas o había repetido de año. Lo que dicen los amigos. Lo que piensan los vecinos. Lo que recomienda el cura que dirige la parroquia. Lo que supone un psiquiatra que va a la televisión. Lo que dice el movilero. Lo que supone la prensa. La idea que todos dicen sin terminar de decir: si la chica usaba mini y le gustaba bailar y si llevaba adelante su propia vida sexual según lo que le gustaba, era una trola y las trolas se la buscan y la encuentran. 

La construyen poco a poco como si fuera culpable: digamé, comunicador y digan sus audiovidentes, si una mujer joven tiene más de un novio o, peor, ninguno, y vuelve en pedo a las seis y salió en vestido corto, ¿Se está buscando la muerte? ¿Piensa que se la merece? ¿Usted cree que debería volver antes de las doce? ¿Vestirse con una burka e ir a misa los domingos? ¿Usted quiere que le pida permiso a algún buen señor para salir cuando quiere? ¿Que deje de salir sola? ¿Que piense lo que se pone porque si a un hijo de puta le parece algo indecente por ahí la hace pelota? Le pregunto más cortito: ¿Piensa que una chica es propiedad de algún muchacho y que si no tiene dueño pueden matarla tranquilos? ¿De verdad se siente bien eligiendo como elige la foto más provocativa para decir sin decir “la piba era una atorranta”, “los padres no la cuidaban”, “su vida no tenía rumbo”? Empieza una denigración, algo que está en la cultura, no digo que lo inventa usted, pero podría revisar la máquina de prejuicios que le salta cuando habla y cuando hablan los demás. 

Entre otras cosas se nota la puntuación del mercado: hay cuerpos que valen más y hay cuerpos que valen menos. Casta, rica y estudiosa vale más que pobre y trola pero todas valen menos que el cuerpo del matador que es la manifestación extrema de este estado de las cosas: buena parte del planeta cree, a veces sin saberlo, que cosas somos nosotras. Pobres cosas, poca cosa, algo que se usa y se tira, nada de bienes suntuarios, muñecas que se descartan como globos ya pinchados. Es como canibalismo. Es una bestialidad. Piensen un poco, señores, piensen también las señoras y sientan un poco más: somos sus madres, sus hijas, sus hermanas, sus esposas, sus amigas, sus amantes, sus novias. Somos más de la mitad del mundo que hacemos juntos. No insumos a descartar".

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