viernes, 24 de julio de 2015

¿ESTABA FUMADO MICHEL FOUCAULT MIENTRAS LEÍA A NIETZSCHE?

Apenas comenzado su Nietzsche, la genealogía, la historia, Foucault sugiere que “la genealogía es gris; es meticulosa y pacientemente documentalista. Trabaja sobre sendas embrolladas, garabateadas, muchas veces reescritas”. A decir verdad, uno no sabe bien si mientras escribía este tipo de textos, el calvo Michel había fumado una flor o tomado Nesquick vencido. En un posteo anterior, que pueden leer acá, ya habíamos escrito sobre cierta tendencia a mandar fruta por parte de muchos lectores acríticos del autor de Vigilar y castigar.


Si leemos la Genealogía de la moral, nos será difícil percibir dónde carajo está lo “meticuloso”: el autor alemán no suele dar nombres, ni fechas, y muestra muy poco interés por el detalle; más bien el estilo está lleno de sugerencias inspiradas o especulativas. Desprovista de pruebas empíricas y de aparato erudito, también nos parece difícil ver qué tiene de “pacientemente documentalista”.



En cuanto a lo de “gris”, diríamos que lo predominante en Nietzsche consiste en reducir el colorido pasado moral de la humanidad a dos morales en competencia, con lo cual si tenemos ganas de construir metáforas, podríamos decir que sería más acertado sugerir que es “blanca” y “negra” en constante pelea, porque de gris tiene poco y nada.


Francamente me resulta medio extravagante pretender que la “genealogía”, tal y como la concibe Nietzsche, sea una suerte de nuevo método de investigación social que contiene innovaciones conceptuales originales. La genealogía nietzscheana no dista mucho de los objetivos de cualquier historiador convencional que, al investigar, debe recurrir a fuentes históricas para determinar el origen o las causas de determinadas creencias o prácticas.


El mismo Foucault admitió alguna vez, al menos hasta donde leí, lo siguiente: “el único tributo válido a un pensamiento como el de Nietzsche es precisamente utilizarlo, deformarlo, hacerlo gemir y protestar. Y si los comentadores dicen después que estoy siendo fiel o infiel a Nietzsche, eso no tiene ningún interés en absoluto”.


Al respecto me gustaría recordar que el amor por la palabra en los grandes filólogos, no es otra cosa que amor por la verdad. En un fragmento de Aurora, Nietzsche expresaba su deseo de que sus textos fueran leídos en clave filológica, con disciplina y esfuerzos suficientes como para desesperar a lectores apresurados o, como en el caso de Foucault, muchas veces medio chamuyeros.


En lo personal me resulta más interesante la visión de Mazzino Montinari, uno de los responsables junto a Giorgio Colli de la edición crítica en alemán de la obra completa de Nietzsche, para quien “la labor histórica privada de comprensión filosófica es ciega”, en tanto que “el pensamiento filosófico sin contenido histórico es vacío”. Es perfectamente válido pensar a partir de Nietzsche, lo que me parece mal es hacerle decir a Nietzsche, retorciéndolo o haciendo “chirriar” sus textos, lo que tenemos ganas de decir nosotros.

Como dice Peter Berkowitz: “Foucault sigue el ejemplo de Nietzsche al tratar de investir a la genealogía de un aura de legitimación erudita y científica que no merece. Pero al leer el mito de Nietzsche tanto literal como selectivamente, Foucault acrecienta la dificultad de entender la creación de mitos de Nietzsche”.



En algún otro momento, si tengo tiempo y viento a favor, me gustaría profundizar con mayor rigurosidad en la lectura que Foucault hace de la obra de Nietzsche. En este posteo, a partir de un título provocativo, mi intención no era tomar la parte por el todo e impugnar toda interpretación foucaultiana hacia el amigo Federico, sino llamar la atención sobre algunas lecturas seductoras que, cuando las miramos de cerca, están atadas con alambre.

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