viernes, 9 de diciembre de 2016

DONDE EL AUTOR DEL BLOG NOS HABLA DEL ADÁN BUENOSAYRES DE LEOPOLDO MARECHAL PERO TAMBIÉN HACE MENCIÓN AL ULISES DE JAMES JOYCE AL PERONISMO Y MUCHAS COSAS MÁS QUE HACE DE CUENTA QUE CONOCE PORQUE ES UN CHAMUYERO MARCA ACME Y HASTA REFIERE ALGO DE SU ADMIRADO JORGE LUIS BORGES Y ESTE TÍTULO DEBE SER LEÍDO TODO SEGUIDO Y MANTENIENDO LA RESPIRACIÓN

Este posteo está dedicado a mi amiga Troska, una lectora apasionada de Don Leopoldo Marechal. Ante todo empiezo por admitir que me gusta más el Ulises de Joyce que el Adán Buenosayres, pero eso importa poco. Afortunadamente tenemos la libertad de disfrutar de ambas obras, aunque no sean sencillas de “digerir”. El Ulises, en particular, debe ser lo obra literaria más compleja que leí en mi vida. 

-“¿Leíste el Ulises de Joyce todo el día en tero?”

-“Sí, pero hacia el final del día, al pobre tero se le quebró la tibia y el peroné de la patita derecha”.

-“¡Qué macana!

-“Msé, fue un garrón. Tuve que pedir turno en el Hospital Fiorito. Encima para enyesarlo tardaron como tres horas porque el tero se quejaba y no lo podían mantener quietito".

El amigo Carlos Gamerro, a quien pienso chorearle fuerte varias de las ideas que expuso en “Marechal entre Joyce y Perón”, nos recuerda que en 1948, cuando publicó  su Adán Buenosayres, las múltiples críticas a Leopoldo Marechal se podían reducir a dos grandes acusaciones: la primera es la de plagiar al Ulises de Joyce; y la segunda consistía en deplorar los excesos escatológicos e incluso “coprológicos” de la novela.

En el número 69 de la revista Sur, en noviembre de 1948, Eduardo González Lanuza -que entre paréntesis supo componer poemas boludos de pollos y pavos- , escribió lo siguiente: “Imaginad, si podéis, el Ulises escrito por el Padre Coloma  y abundantemente salpimentado de estiércol, y tendréis una idea bastante acabada del libro”.

La referencia al cura obedece a la acusación de “chupacirios” o de “beato”, porque como sabrán, Don Marechal era católico. 

Emir Rodríguez Monegal, por su parte, aseveró: “En cuanto a las inmundicias con que cubre casi todas las páginas de su novela, sólo repiten con pueril fruición, las más fatigadas del idioma, esas que decoran las letrinas del orbe hispánico…”. 

Mi estimadísimo Gamerro da en el clavo cuando dice que acusar a alguien de imitar el Ulises de Joyce y de abundar en obscenidades es como acusarlo por ser de Boca y venerar la azul y oro. Una vez más vemos la actitud “tilinga” del crítico que le prohíbe al argentino lo que le permiten al irlandés. Algo similar sugirió Roberto Arlt en el prólogo a Los Lanzallamas:


“Variando, otras personas se escandalizan de la brutalidad con que expreso ciertas situaciones perfectamente naturales a las relaciones entre ambos sexos. Después, estas mismas columnas de la sociedad me han hablado de James Joyce, poniendo los ojos en blanco”.

Haciendo caso omiso de la justicia o injusticia de tales acusaciones, lo que uno intenta responder es: ¿a qué viene tanto ensañamiento? La respuesta, mis amigos, no está soplando en el viento sino que me parece bastante clara: al apoyo político de Marechal al peronismo.

Porque, ¡no jodamos! Escribir un proyecto de obra en la cual  los personajes tendrán rasgos semejantes a los de sus amigos o compañeros de Sur es una idea casi infantil, juguetona, y no demuestra “mala leche” contra nadie. 

A esta altura del partido (6 minutos del segundo tiempo) ya sabrás, mi estimada Troska, que Luis Pereda es Borges, Bernini es Scalabrini Ortiz, Xul Solar es Schultze… Nos parece que “una mano fofa de molusco le tocó la espalda: era el hombre fortachón y bamboleante como un jabalí ciego” no es un insulto a Borges ni una injuria irreparable, sino un juego de escritor-niño-juguetón-copado-total-lo-bancamos-a-morir. 



Tal vez la única persona que verdaderamente sale mal parada sea Victoria Ocampo, a quien Marechal acusa de esnob pero además de un poco putarraca, porque se acostaba y/o seducía y/o coqueteaba con los autores extranjeros y famosos que venían a Buenos Aires gracias a su invitación. Es cierto que no lo dice con palabras tan directas, pero hay una mezcla de mojigatería, chovinismo y misoginia en sus críticas. Hoy en día es sencillo decir, ¿por qué un tipo que está con varias mujeres es un “ganador” mientras que la misma conducta en una mina es considerada inmoral? Qué se yo, estamos en 1948. Ahora por suerte las mujeres han logrado la preciada igualdad (?). 

Anyway, lo concreto es que muchas veces, la diferencia entre una cargada amistosa y una ofenda mortal se debe, como bien acota Gamerro, a la relación entre las partes: perdonamos, entre risas, cargadas a amigos que puestas en boca de alguien que nos cae antipático pueden derivar en trompadas, en juicios e incluso en tiros. Lo que no se bancaban varios de los muchachos de Sur  es que un tipo que se hizo un “peronista inmundo”, encima les tomara el pelo.

Años más tarde, en “Las claves de Adán Buenosayres”, Marechal rememora:

“Al escribir Adán Buenosayres me sentía, con obstinada juventud, en el mismo clima intelectual y temperamental de nuestra revolución literaria. Más tarde, buscando una explicación a la hostilidad o hielo de mis camaradas frente al Adán Buenosayres, advertí con tristeza que habían envejecido; su graciosa desenvoltura se había trocado en la “Solemnidad” literaria que tanto nos hiciera reír en nuestros antecesores de la pluma”.

Según Gamerro, Marechal excluye de esta acusación a Xul Solar, Scalabrini Ortiz y Oliverio Girondo.

Pero no se trata de entrar en la cíclica batalla entre “peronistas y gorilas”, dado que a Marechal no le fue mucho mejor con los suyos. Como él mismo confiesa:

“El movimiento me ignoró. Y lo justifico, porque estaba sobre todo preocupado por solucionar problemas económicos más perentorios. No creo, desde luego, que se deba hacer eso; una revolución  debe solucionar todos los problemas paralelamente. Y se produjo un hecho muy curioso: la intelectualidad argentina, antiperonista en su mayoría, y que me conocía bien, personalmente, me excluyó de su seno. Por otro lado, los peronistas prácticamente ignoraron mi existencia: ponían el acento sobre los aspectos populistas de la cultura”.

Y cuando se acordaban del pobre Leopoldo, era todavía peor. Gamerro cita una revista peronista en cuyo número 61, allá por 1950, lo felicitan por “haber realizado una feliz incursión por la novela en 1948 con Galván Buenosaires (sic)”. En eso los peronistas no fueron nada sectarios: ninguneaban por igual a intelectuales oficiales y opositores.

Como se sabe, los populismos no suelen darle mucha pelota a los intelectuales. ¿Y la derecha argentina? La derecha argentina, en cambio, suele tener entre sus filas a intelectuales bastante pelotudos.

Uno de los pocos escritores que defendió la novela de Marechal fue Julio Cortázar, quien publicó un artículo para la revista Realidad en 1949, donde afirmó que “la aparición de este libro me parece un acontecimiento extraordinario en las letras argentinas”. Cortázar elogia los muchos méritos de la novela de modo entusiasta, y señala muy pocos errores y defectos, siempre de forma respetuosa y honesta.

Si leen las cartas de Cortázar, notarán que siempre habla bien de Marechal, aunque se nota que un poco le dolió que el autor de Megafón o la guerra no le agradeciera el gesto en su momento sino muchos años después. Cabe recordar que Cortázar recibió amenazas e insultos telefónicos por esa simple reseña elogiosa. Y es que "la grieta" en la Argentina viene de muchos años, no es un invento de Jorge Sanata ni "seisieterrocho".

Respecto del peronismo, unos amigos decían algo sobre el antikirchnerismo emocional que puede aplicarse muy bien a lo que debe haber pasado en aquel tiempo:

"El paradigma antikirchnerista, el mínimo común denominador al que suscriben tanto la Mentalista como Ricardito, Pino o De Narváez, sostiene que todos los aciertos del oficialismo eran inevitables mientras que sus errores fueron intencionales.

Se suele comparar al kirchnerismo en particular y al peronismo en general, con absolutos, con sistemas de tubo de ensayo (una muy buena expresión del gran Jorge Katz), con intenciones, con fantasías y vapores varios, pero por alguna extraña razón, nunca con otras realidades. Ya sean locales o planetarias.

Es una vieja tradición argentina, confundir las limitaciones de la condición humana con las intenciones peronistas. El peronismo, bajo esa luz impiadosa, inventó la ambición, el ansia y las luchas de poder, el verticalismo, las bolsas de gatos, el discurso hegemónico, las crisis de sucesión. Hasta el ´45, esas patologías no formaban parte de nuestra sociedad mansa y respetuosa, que resolvía sus conflictos con la civilidad de un cantón suizo".

Sé que algunos de ustedes no me va a creer, pero les juro por Carlitos Tevez y Juan Román Riquelme que no soy peronista. Si no me quieren creer no me crean.

Bueno queridísima Troska, tenía pensado agregar algo más sobre las relaciones entre la obra de Marechal y la de James Joyce, pero me aburrí de escribir y en la tele están dando un documental de canarios. Te mando un gran abrazo y te dejo en paz. Te cuento que, por suerte, mi tero está mucho mejor de su patita derecha.


Saludos cordiales,

Rodrigo

4 comentarios:

  1. Se me cae un ídolo Rodrigo, parecés Rial en el chiquero del putaje y el gaterío.
    Játe'e jodé.

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    1. Jajaja el próximo posteo será sobre Tolstoi. Re pero re profundo (?). Lo prometo!

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  2. Subirse a un tero para leer a Joyce es una crueldad con los animales por partida doble.

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