viernes, 1 de julio de 2016

MESSI NO JUEGA FINALES PARA ALCANZAR LA GLORIA, SINO PARA QUE LO PERDONEN. NO SE SABE MUY BIEN QUÉ

Borges dijo alguna vez que a la mayoría de los hinchas argentinos no les gusta el fútbol: les gusta que su equipo gane. En cierto sentido tenía razón: nunca preguntamos a un amigo que viene de la cancha, de ver  o de jugar fútbol;  “¿cómo fue el partido?” sino “¿cómo salieron?”. Le preguntamos primero por el resultado, y después, quizá,  por el desarrollo del juego.

Para muchos fanáticos argentinos –no digo que esto no ocurra en otros países, simplemente hablo del país que más conozco y más me duele- ; entre una pelota que pega en el palo y sale y una pelota que pega en el palo y entra no hay una distancia de milímetros, sino un abismo semejante al que existe entre Mahatma Gandhi y un asesino en serie; o entre Mozart y Ricardo Arjona. En los programas deportivos casi no se habla de fútbol: se hace análisis del discurso de jugadores y técnicos, de la composición química del “gas pimienta” que un hincha de Boca le arrojó a algunos jugadores de River, de si tal o cual jugador “siente la camiseta” o “tiene huevos”, de cuántos millones gana determinada estrella, de si esa estrella está inflada por la maquinaria publicitaria o no lo está, de si la novia de tal jugador salió con otro jugador o si es “cornuda”…


Como cualquier extranjero que haya venido a Buenos Aires podrá notar, los porteños –y en el resto del país ocurre algo similar- hablamos un lenguaje plagado de exageraciones: las cosas son “una mierda total” o “la última mierda” o, por el contrario, son “geniales” o “alucinantes”. Entre lo genial y lo lamentable, casi no distinguimos grises.


Nicolas Shumway, un profesor estadounidense, autor de La invención de la Argentina, escuchó la siguiente conversación durante un intermedio de una ópera en el Colón: “Che, ¿ya viste la tortura que va a resultar esta temporada?”. Nosotros naturalizamos el uso de la palabra “tortura” hasta en: ¡¡una temporada del Teatro Colón!!


Ese tipo de dramatismo, que en dosis adecuadas puede resultar simpático, en el fútbol puede volverse algo intolerable. Es casi imposible que muchos argentinos le perdonen a Messi que nunca haya ganado un título con la selección mayor. ¿Ustedes creen que a Messi eso no le afecta? Yo creo que sí, y mucho. Además, Messi es un jugador acostumbrado a desarrollar su juego en un ambiente que lo contiene y protege, ya que se crió en Barcelona, lejos de hinchadas amenazantes que no perdonan una derrota.


Otra variante del periodismo vernáculo consiste en hablar de fútbol como si se tratara de ajedrez mezclado con física cuántica. ¿A qué persona auténticamente aficionada al cine le interesa, en tanto cinéfilo o cinéfila, qué temperatura hacía en la butaca del lugar o cuál era la presión atmosférica en el preciso día en que vio un film que le produjo un trastorno estético o emocional? Hay periodistas deportivos que parecen astrónomos que jamás han mirado las estrellas.


Respecto de Messi, propongo un axioma: decir que te gusta el fútbol y al mismo tiempo decir que no te gusta cómo juega Messi son opuestos contrarios, no contradictorios: como pretender adelgazar comiendo medio quilo de manteca. Se trata de un jugador que lleva la pelota pegada al botín a alta velocidad, con un panorama único de dónde están sus compañeros y dónde están los rivales, y que cada vez que agarra la pelota a uno le da la sensación de que algo distinto va a pasar. Messi es el mejor en lo suyo, que es el fútbol. No a todos los hinchas que le piden que “salve” a la selección, les pasa de ser los mejores en cada actividad profesional que desarrollan. La pregunta sencilla que uno se hace es, ¿por qué pedirle a Messi que se haga cargo de nuestras frustraciones? Después de todo, no es más que un jugador de fútbol, excepcional pero de carne y hueso.


Antes les hablé de Nicolas Shumway, un estadounidense graduado en letras y nacido en Arizona, quien en 1975 obtuvo una beca para estudiar en la Argentina y en cierto modo se “enamoró” de la obra de Borges, y también de Buenos Aires. Su segundo libro sobre nuestro país se titula Historia personal de una pasión argentina; allí el autor escribe algunas impresiones del país y de su gente. Les dejo algunas citas del libro, así juzgan ustedes por sí mismos:


“(…) la Argentina es un país que puede tratar a sus hijos con mucha crueldad, incluyendo la indiferencia, el exilio y aun la muerte”. 

(Nota: Shumway está haciendo referencia a su maestro, un profesor argentino que tuvo en la Universidad de Californa en Los Ángeles, llamado Aníbal Sánchez Reulet, quien tuvo que exiliarse por la dictadura militar).

“De hecho, hablar mal de su país parece ser una constante de la sociedad argentina”.


“Por más querido que fuera Kennedy, jamás lo he visto pintado de santo”. 

(Nota: Evidentemente, el autor hace referencia a Eva Perón y al misticismo del peronismo. Aunque también podríamos relacionar ese misticismo con la figura de Maradona, que entre nosotros ha dado lugar al surgimiento de una “Iglesia Maradoniana”).


“Un argentino puede ser el mejor de los amigos –generoso, divertido, atento, cariñoso y todo lo que se pueda esperar de un amigo-, pero en cuanto se coloca detrás de un escritorio, es capaz de volverse monstruoso, un déspota con ínfulas de gran rey. En fin, la amistad se entiende y se practica. El servicio, no tanto”.


Algunas de las impresiones de Shumway explican, en parte, la extraordinaria dificultad que tienen los técnicos argentinos y los jugadores para trabajar en un entorno adecuado, que respete la planificación a largo plazo y se desarrolle más allá del resultadismo extremo, resultadismo que no contempla la posibilidad de perder un partido;  porque perder, para el hincha, es poco menos que “una tortura”.


Y hay algo que, en mi opinión, se suele pasar por alto: al igual que el hincha argentino promedio, Messi tampoco soporta perder. En su club, el Barcelona, está acostumbrado a ganar por lo menos un título por año. Su poca tolerancia a la frustración lo lleva a retraerse y deprimirse ante la posibilidad de no salir primero. Su relación con la derrota y el marco adverso es más de drama y sufrimiento que de desafío para hacer aflorar una personalidad rebelde.


Martín Zariello, un amigo que escribe cada tanto en su blog Ilcorvino, expresó aquí, algo que me representa:


“La idea de “un país” que insulta y denigra a un jugador por el simple hecho de errar un penal o no ganar una Copa es deleznable. Pero que ahora el mismo país, a través del chantaje emocional de periodistas compungidos, padres enajenados y maestras equivocadas, quiera convencer a ese mismo jugador de que no renuncie a la Selección es propio de un psicópata. Ojalá que Messi haga lo que se le cante”.


Fuente: posteo publicado originalmente acá, pero con algunos agregados posteriores.


Post scriptum: les dejo algunas reflexiones sobre “la cuestión Messi” que me han parecido interesantes:


Este artículo de Ezequiel Fernández Moores me pareció muy lúcido. Rescato dos fragmentos:

"Como su pelea es contra un mito", escribió Jorge Valdano apenas antes de la final del domingo pasado, "nada de lo que Messi haga bastará para que Argentina lo santifique". Tiene razón. Si hubiese ganado el domingo, escucharíamos que "una Copa América no es un Mundial". "Messi -escribió también Valdano en el diario mexicano Record- no juega finales para alcanzar la gloria, sino para que lo perdonen. No se sabe muy bien qué". 


Y este otro:


"Algunos pretendieron recordar que, aunque se trate de una final, "es sólo fútbol". ¿Por qué -si sólo es fútbol- políticos, gobierno, TV y sindicalistas pujan hoy como alimañas para ver quién se queda con la AFA? Hay sentimientos y pasión, claro. Pero también hay sobreactuación generalizada. Y destinos de nación, que suponen el fracaso patrio porque, nos dicen filósofos, sociólogos y otros, "no sabemos actuar en equipo". Como si Pumitas, Leonas y el vóleibol -por hablar de ese mismo fin de semana- hubiesen logrado victorias notables jugando con camiseta de Polonia. A diferencia de otras disciplinas, el deportista compite de modo directo. Hay un rival que se opone. Y que, aunque alguna prensa lo omita, juega con los mismos deseos, ambiciones y sueños de ganar el título. O más, porque tiene menos",

Y acá tienen otro muy buen artículo del escritor Juan José Becerra.

Entiendo que ya se habló demasiado del tema, pero no quería dejar pasar la ocasión de hacer mi propia catarsis.

¡Gracias Messi por tanto fútbol!

Sean felices,


Rodrigo

2 comentarios:

  1. En el club saben que no le doy bola al fóbal, no obstante antes de ayer apenas llegué un parroquiano conocido como "Culo Jetón"(juega al codillo con "Pija Mocha" y "Pedo Lento") tuvo el siguiente diálago conmigo:
    -Vo que opiná, ¿Messi tiene que seguí en la seleción o no?
    -Messi es un puto del orto, pecho frío, hueco, infeliz, soretito mal cagado que nunca quiso jugar en la selección, que siga sobándole los huevos a los catalanes.
    -¡Eehh!¿Porqué tanta bronca si a vo no te gusta el fulbo?
    -¿Y?¿Vos te creés que iba a dejar pasar semejante oportunidad para quejarme indignado y putiar?

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    1. Jaja, y sí, nos gusta quejarnos y nos gusta echarle la culpa a otro.

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