jueves, 21 de julio de 2016

RECORDANDO AL RABINO BLUMBERG

Pe-lo-tu-do, la punta de la lengua emprende un viaje de cuatro pasos desde atrás de los labios para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. ¿Cómo puede alguien ser tan pelotudo? 

Sergio Bergman es “como una especie de cyborg, una maquinita antropomórfica que repite frases a una gran velocidad –como si recién le hubiesen cambiado la batería-, para que el lenguaje robótico que lo hace hablar rinda a la altura de las exigencias televisivas que se le presentan. Está programado por una serie de aforismos cuya eficacia depende exclusivamente de sus reiteraciones (nada más efectivo que decir las mismas cosas mil veces) y del sonido publicitario de esas reiteraciones, un conjunto de difusión de contenidos compuesto de inexpresividad gestual y verborragia planificada” (Juan José Becerra). 

Es impresionante –aunque la estupidez que fomenta la televisión nos sorprenda poco- cómo hay personas que pueden creer que un discurso que parece copypasteado a base de frases de sobrecito de azúcar haya tenido semejante repercusión mediática. 


“No es que desliza una frase que viene al caso y luego, cuando la ocasión lo permite, desliza otra. No es que tenga un ritmo, una cadencia, y que tanto cadencia como ritmo se ajusten a la lógica de la conversación. De ningún modo. Pocas veces está adentro de las conversaciones que parece sostener, y eso ocurre porque Bergman tiene una misión de carácter autista que cumplir: difundir sí o sí su mensaje cívico antes que se acabe el mundo. Habla mediante eslogans, como si hablara solo, o frente a un espejo, acaso del modo en que Travis, el personaje de Martin Scorsese, se pregunta a sí mismo mientras entrena su yo nuevo antes de sus excursiones purificadoras en Taxi Driver: ‘¿Me estás hablando a mí?”. Por lo que advertimos que no ha ido a mostrarse a la televisión: ha ido a verse. Está pendiente de qué cantidad de clichés introducirá en la entrevista, es decir, de cómo se las arreglará para pasar sus avisos frenéticos. Ahora mismo acaba de dar un correo para movilizar contra la Ley de Medios que trata el Congreso y que su lectura considera chavista” (Juan José Becerra, Patriotas: héroes y hechos penosos de la política argentina).



Sus frases nos recuerdan el ingenio popular de “no es lo mismo un metro de encaje negro”, o “no es lo mismo las ruinas del Machu Pichu a que…”. 

Son de una vacuidad que asusta: “en vez de hablar de Ley de Medios, hay que volver al principio en el que el medio es la Ley”; que “Internet parece virtual pero es lo único real”; que una cosa son las reglas del juego y otra “jugar con las reglas”; que "el legado de Perón" no debe ser “la locura de Nerón”. Y cuando se le queman los papeles de esa retórica hueca con la que construye su discurso, deja que sea el sentido común osificado hasta el cliché el que hable por él. En rigor, el lenguaje televisivo funciona muy bien cuando lo hace a través de ideas pre-digeridas, preconcebidas, masticadas y vueltas a masticar, por lo cual se vuelven ideales para ser ESCUPIDAS a gran velocidad.


2 comentarios:

  1. Para pescar, se usa la carnada que le gusta al pez.
    Y este babieca, accidente de la endogamia, es pescador.

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  2. Jaja, es cierto! Es un pescador de boludos.

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