viernes, 27 de marzo de 2020

DIGRESIONES EN DÍAS DE CUARENTENA. HOY ESCRIBIMOS A PARTIR DE ERICH FROMM

La vida no deja de ser cómica porque un ser humano muera, ni deja de ser trágica porque haya seres que ríen. El amor es esencialmente trágico, en el sentido de que uno no puede evitar el conflicto y el dolor toda vez que ama. Pero no nos vayamos por las ramas.


La idea de escribir sobre un tema tan trillado surgió a partir de la alegría que me produjo enterarme que mi Coniglia Hermosa está leyendo El arte de amar de Erich Fromm, un texto clásico que le regalé hace ya un tiempo. Hay un fragmento en el que Fromm dice que no se puede respetar y amar a otra persona sin conocerla: “el cuidado y la responsabilidad serían ciegos si no los guiara el conocimiento. El conocimiento sería vacío si no lo motivara la preocupación”.


En lo personal coincido bastante con ese fragmento del pensador alemán. ¿Qué implica conocer al otro para QUERERLO BIEN y no para MANIPULARLO?


En cierto modo, conocer al otro como condición necesaria para quererlo mejor implica respetar sus tiempos y espacios, percibir cuándo la otra persona está receptiva o de buen humor y cuando no, qué le suele gustar hacer, cuando tiene ganas de hablar y en qué momento conviene respetar su silencio…



El escritor irlandés George Bernard Shaw decía, parafraseando irónicamente una frase bíblica: “no hagas a los otros lo que quisieras que te hiciesen. Puede ser que tus gustos no sean los mismos”.



Y es que lo difícil es amar en el otro la pura diferencia: no amar al otro en aquello en que se nos parece, sino amar justamente su “otredad”, lo que hace que el otro sea diferente a mí.



Suelo cansar a varios con el análisis de una frase que dice que “sólo serás amado allí donde puedas mostrarte débil sin provocar la fortaleza”. Vale decir que la prueba del amor verdadero no está en recibir la retribución exacta por lo que se da, sino en no ser manipulado por el otro cuando para él/ella sería fácil ejercer esa manipulación.



El amor no se deja reducir por los principios de la economía: el amor es gasto, es entrega, tiene que ver con la generosidad. Como decía Darío S., a quien voy a robarle ideas sin citarlo a partir de este momento: ¿Quién no recuerda los dilemas que uno tenía cuando debía elegir qué carrera estudiar? Me gusta filosofía o teatro o lo que fuere pero “no tiene salida laboral”. ¿Entra en juego el amor en la elección de una carrera universitaria? Es inevitable que en un mundo capitalista siempre se interponga cierta lógica económica.



Aunque nos digamos a nosotros mismos que amar al otro es priorizarlo, lo que todo el tiempo hacemos es dejarnos atravesar por la lógica del deseo y la economía: nos priorizamos constantemente, tendemos a poner primero nuestras necesidades y placeres. Estamos todo el tiempo haciendo que el otro me sea funcional. Sin embargo, ¿por qué pensar el amor en términos de utilidad? ¿Tiene que tener un PARA QUÉ? ¿No habrá otra forma de amor, un amor revolucionario que nos saque de la constante lógica de la utilidad y la productividad? No siempre seremos capaces de tanto, pero está piola plantearse la cuestión como una suerte de horizonte aspiracional.



Y sin embargo uno no es un santo: todo acto de amor exige cierta respuesta, toda carta pide ser contestada, hasta el mínimo gesto espera cierta reciprocidad. Pongo un ejemplo que me molesta bastante de mi Coniglia, aunque nunca o casi nunca se lo hago notar: jamás me invitó una cerveza o un helado o una hamburguesa, mientras que yo suelo tener con ella ese tipo de gestos. ¿Es una cuestión de ser tacaño? ¡En mi caso para nada! Es inevitable que uno se pregunte: “¿lo hace de colgada o lo hace de egoísta?”. Es una verdad de Perogrullo: nadie puede querer bien sin quererse a uno mismo. No es sano “dar” sin exigir algo a cambio. Y en mi caso no se trata de “economía” sino de amor propio. Otra cuestión es cuando uno es generoso porque espera manipular a través de sus actos de generosidad, pero no es el caso, o no creo que sea mi caso.


Sea como fuere, la cuestión es que es muy difícil ir en contra de nosotros mismos para que el otro sea, para que el otro se expanda y crezca. La tendencia “natural” para el ser humano es la voluntad de poder, en el sentido nietzscheano. La voluntad de poder no significa joder al otro sino expandirme en lo que soy, en lo que pienso y en lo que deseo. Ahí es cuando la “otredad” del otro molesta, porque cuanto menos “otro” sea el otro, más te cierra para tus propios intereses egoístas. Si el amor se concibe desde la lógica de acumulación personal, en experiencias o en dinero, el otro siempre es un medio y no un fin en sí mismo. La otra persona siempre me “desborda”, siempre corre mis límites, nunca permite que uno la termine de “cosificar”, fijar, etiquetar o instrumentalizar.


Creo que Spinoza decía que amar a alguien consiste en “querer ser causa de su alegría”, una definición que me parece bastante lúcida. ¿Nunca les pasó de mirar una película y sentir "¡qué lindo sería estar viendo esta película con Tal persona!"? 

¿Quién no disfruta eligiendo un regalo o una obra o una comida o un gesto porque intuye que le puede llegar a gustar a la persona que ama o que quiere mucho? Salvo que seamos perversos...

En todo caso el defecto sería querer ser causa “exclusiva” de la alegría del otro. Podríamos decir que si uno logra armonizar el deseo de alegrar al otro evitando la tentación de considerarlo nuestra posesión, habremos alcanzado una capacidad de amor más que respetable.

El amor es aquello que hace insustituibles a las personas. Nos olvidamos de la existencia del almacenero del barrio más allá de que nos caiga bien o lo veamos con frecuencia; sin embargo, no nos olvidamos nunca o por lo menos muy difícilmente de alguien a quien hemos amado. 

EL DERECHO A "SER AMADOS":

Hay dos tragedias típicas: amar a quien no nos ama, y ser amados por alguien a quien no podemos amar. El amor es el terreno donde todos podrían ser felices y donde la felicidad, por eso mismo, se les niega a todos. Aquí no importan las cualidades personales (belleza, dinero, inteligencia, talento). El derecho a ser amado es el único derecho por el que no se puede reclamar en nombre de la justicia. Ningún individuo puede ser obligado a corresponder la demanda de amor de otro. Pero aun en la situación ideal, la de una relación amorosa correspondida, la reciprocidad engendra una paradoja: si esa reciprocidad existiera realmente, el amor se destruiría, porque sería una transacción de afecto perfecta y respondería a la lógica del intercambio que reina en la sociedad. En las relaciones correspondidas cada persona cree que ama más que la otra, aunque sepa que la otra la ama. 



Podría agregar la frase de Discépolo: "si yo pudiera como ayer, querer sin presentir". Pasada la infancia, nos damos cuenta de que la ingenuidad se vive una sola vez, o unas pocas "primeras veces". Luego es imposible que uno quiera "sin presentir" un futuro desengaño, al menos parcial. No podemos pretender la ingenuidad de un niño cuando ya no lo somos. El niño olvida fácil porque casi no tiene historia.


ERICH FROMM: EL AMOR COMO ARTE:


De los escritos de Ovidio se desprende que el amor no pertenece exclusivamente a la esfera de la irracionalidad o la pasividad sino que es un ARTE, que por tanto se puede perfeccionar y aprender. Esa idea es la que está presente en Erich Fromm.


Fromm argumenta, al igual que Ovidio, que el amor es un arte, y que en tanto arte requiere conocimiento, esfuerzo y aprendizaje de cierta teoría y práctica. El meollo del argumento de Fromm es priorizar el aprender a amar en lugar de en tratar de ser objetos de amor. En efecto: la mayor parte de los seres humanos consideran que la cuestión principal radica en ser amados, en alcanzar una suerte de mezcla entre éxito económico, popularidad y sex-appeal para incrementar la demanda. 

El camino principal usado por los hombres es “tener éxito, ser tan poderoso y rico como lo permita el margen social de la propia posición. Otro, usado particularmente por las mujeres, consiste en ser atractivas, por medio del cuidado del cuerpo, la ropa, etc”. Tengamos en cuenta que Fromm publicó su obra en 1956, en momentos en que el movimiento feminista no estaba tan arraigado como hoy. En la actualidad, tanto hombres como mujeres se sienten impulsados a ser más deseables físicamente y más "exitosos" en su carrera o en su bolsillo.

La cultura contemporánea impulsa una idea de felicidad basada en considerar las relaciones humanas como si fueran relaciones comerciales, por lo cual un hombre y una mujer “atractivos” son aquellos que reúnen ciertas cualidades muy solicitadas en el mercado de la personalidad. Siguiendo este razonamiento económico, las personas se unen “cuando consideran que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, dentro de los límites impuestos por sus propios valores de intercambio”.

Para Fromm, el amor no es posible sin humildad, coraje, fe y disciplina, y dado que estas cualidades son raras, también es rara la capacidad que los seres humanos tienen de saber amar.

En una cultura consumista como la nuestra, apenas toleramos el conflicto, los defectos del otro. Ni bien aparecen problemas ya queremos dejar de frecuentar a una persona. Como diría Zygmunt Bauman, las soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieren esfuerzos prolongados, las recetas infalibles, los seguros contra todo riesgo y las garantías de devolución del dinero es lo que predomina, en tanto tendemos a ver en cada relación amorosa a una "inversión" de tiempo y dinero.

Otro día la sigo, porque hoy estoy bastante triste. Estoy solo en mi departamento y la cuarentena me está pegando mal. En fin... mañana será otro día.

¡Sean felices y cuídense! Abrazo grande,

Rodrigo

4 comentarios:

  1. Hay muchísimo más para comentar y para criticar en "El arte de amar" de Erich Fromm. Lamentablemente no tengo mucha energía ni la cabeza despejada en esta cuarentena. Estoy más solo que Kung Fu, como les pasará a varios... necesito un abrazo, el sol, hacer deportes, jugar al truco... Hipócrita lector, mi semejante, mi hermano... seguramente a vos te pasará algo más o menos parecido.

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    1. Mirá vos Rodri, hoy me siento así como describís! Lamento no haberlo leído el mismo día que lo publicaste. La próxima podes hablar conmigo, filosofar por amor al conocimiento justamente, y capaz nos sentimos menos solos.
      En el otro posteo ya te lo dije pero capaz iba mejor en este: te abrazo!

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  2. ¡Me gustó! Me dieron ganas de comprar el libro��.

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    1. Muchas gracias Aldana! No te conozco pero aunque sea un libro "envejecido" en algunas partes, sigue siendo un clásico cuya lectura enriquece mucho si uno lo sabe aprovechar.

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