martes, 5 de mayo de 2020

PUTO EL QUE LEE ESTO Y LA IDEA DE LITERATURA

Las concepciones sobre la literatura, como el ser de Aristóteles, se dicen de muchas maneras.

Hay autores y lectores que disfrutan de la literatura como de la anécdota de un amigo que sabe cómo narrar los acontecimientos para mantenernos entretenidos e interesados hasta el final:

"'Puto el que lee esto.' 

Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.


Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. 'Puto el que lee esto', y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacéte cargo y si no, jodéte. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. 'Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento...' Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross Macdonald".



Se trata de Palabras iniciales, un cuento lleno de ironía que escribió el amigo Roberto Fontanarrosa hace ya varios años.


El autor de Inodoro Pereyra contaba, en el transcurso de una muy buena entrevista que le hizo Cristián Warnken, que algunos confundieron ese cuento con una suerte de declaración de principios suya, siendo que se trataba de un cuento más.

Sin embargo, es evidente que en toda escritura hay, implícita o explícitamente, una concepción de lo que para el autor es la literatura, la lectura y la escritura:

"De todos modos no voy a deslindar responsabilidades: es posible que muchas de esas cosas yo las piense seriamente, o que alguna vez las haya puesto en la balanza".

Y es cierto que hay escritores que parecen más interesados en complacer a los críticos literarios que en captar la atención del lector. Recuerdo que un filósofo alemán, que si mal no recuerdo era Odo Marquard, decía que los filósofos que escriben para otros filósofos eran tan ridículos como si los fabricantes de medias fabricasen medias exclusivamente para otros fabricantes de medias.

El escritor y profesor argentino Martín Kohan, en cambio, dice que la literatura que a él le interesa es aquella que descoloca, desestabiliza, pone en cuestión y desafía tanto al lector como al escritor:

"Eso supone un riesgo de escritura, una apuesta sin garantías" tanto para el acto de escribir como para el acto de leer.

El amigo Martín recordaba un texto de Jacques Ranciére, titulado El espectador emancipado, que trataba de quebrar la premisa que supone un lugar activo para el que hace, para el escritor o el autor, y un lugar pasivo para el lector o para el espectador:

"El espectador emancipado apunta a recuperar el carácter activo de la mirada, no porque el que mira también después hace sino porque mirar es hacer".


En cierto modo, toda gran literatura es "literatura comprometida", en el sentido de que no se conforma con ser mero entretenimiento sino que compromete tanto al autor como al lector. La literatura comprometida aspira a cambiar la percepción del mundo tanto del autor como del lector. Al decir del amigo Javier Cercas, el escritor trabaja con palabras, y las palabras son dinamita. 

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