martes, 31 de marzo de 2015

LA POLÍTICA SEGÚN SAVATER

“Ser político”, nos dice Savater, “en el sentido auténtico del término, no en el insultante y pueril, es preferir enmendar errores a linchar culpables. Actualmente, en España, los debates políticos giran en torno al rechazo abrupto a los gobernantes por ineficaces o corruptos, la desconfianza en las instituciones a causa de la crisis económica (…) Pero no siempre queda claro en todas estas cuestiones en qué consiste el papel de la ciudadanía democrática, que es lo que realmente está en juego”.

Muchos años antes, aunque de modo mucho más contundente, Bertolt Brecht nos decía:

El analfabeto político

El peor analfabeto
es el analfabeto político.
No oye, no habla,
ni participa en los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida,
el precio del pan, del pescado, de la harina,
del alquiler, de los zapatos o las medicinas
dependen de las decisiones políticas.

El analfabeto político
es tan burro, que se enorgullece
e hincha el pecho diciendo
que odia la política.

No sabe, el imbécil, que,
de su ignorancia política
nace la prostituta,
el menor abandonado,
y el peor de todos los bandidos,
que es el político trapacero,
granuja, corrupto y servil
de las empresas nacionales
y multinacionales.

Bertolt Brecht  (1898-1956)

Tal vez el tono de Brecht nos parezca demasiado enfático, y es posible que sus elecciones políticas no hayan sido demasiado “sabias”. Sin embargo, creo que al amigo Brecht no le faltaba  razón.

Respecto de Savater, déjenme decirles que, más allá de su habitual incontinencia verbal, que lo hace opinar de casi todos los temas que le parecen interesantes sin tal vez documentarse de manera rigurosa, con lo cual a veces manda fruta o dice gansadas importantes, me gustó su último libro, Política de urgencia. Rescato algunas frases que tienen no sólo actualidad en España, sino también en la Argentina y en América latina:


“Cuando un tópico se convierte en moda y tenemos que aguantarlo repetido desde la izquierda y la derecha, por jóvenes y menos jóvenes, no es difícil adivinar que encubre alguna forma de pereza intelectual: el conocimiento realmente significativo nunca goza de tantas adhesiones. Uno de esos lugares comunes populares y vacuos es hoy el que proclama el descrédito delos políticos. Los políticos son torpes,  venales, perniciosos y por tanto culpables de los padecimientos de la ciudadanía en crisis. (…)


En un sistema democrático todos somos políticos en ejercicio, aunque la estructura institucional haga que unos cuantos sean elegidos para representar a sus votantes en determinados cargos, transitoriamente. Por decirlo contundentemente,  los que mandan son nuestros mandados, aquellos a quienes nosotros les hemos mandado mandar. Si cumplen mal la función para la que fueron designados, tampoco quienes les hemos elegido nos hemos lucido como políticos. Tendremos que asumir nuestra parte de culpa, revocar su nombramiento optando por otros o incluso ofrecernos para sustituirlos, si creemos que podemos hacerlo mejor. (…)


En democracia, cualquier crítica a los gobernantes es en realidad una autocrítica de los ciudadanos. Seguramente imprescindible, porque hay muchos mecanismos institucionales que deberían sufrir transformaciones en vista de su mal funcionamiento. Pero sin buscar chivos expiatorios en el Parlamento ni la absolución demagógica del resto de la población”.



¿El verborrágico Savater nos dice algo tremendamente novedoso? No, pero lo que dice es lúcido y está escrito de manera sencilla y accesible, y la lucidez combinada con la claridad expositiva me parece siempre una buena noticia. No importa que a veces nos parezca un poco "fast thinker", desde acá lo bancamos. 

Aquí tienen una entrevista con nuestro "héroe", donde dice algunas cosas piolas y algunas pelotudeces triviales sobre el concepto del "populismo" y el movimiento "podemos". Es como si Savater no pudiese pensar nada al margen del "iluminismo" y el "liberalismo". Definir el "populismo" como "la democracia de los ignorantes" es realmente pobre. No es crítica sino descalificación.

¡Sean felices!

LA "DESOBEDIENCIA RETROSPECTIVA" COMO FALSA HEROICIDAD EN TIEMPOS DEMOCRÁTICOS

El filósofo alemán Odo Marquard caracterizó el fenómeno que lleva a rebelarse contra los defectos de una democracia con los aspavientos y altisonancias de quien se está enfrentando a una violenta dictadura, como en el caso de Alemania ocurría con quienes callaron bajo el régimen nazi pero alzaron la voz en plena democracia, como "desobediencia retrospectiva". Con su acostumbrado tono irónico, Marquard decía, al menos si hemos de creerle a Savater, que "con la resistencia a la no tiranía se pretende suplir la no resistencia a la tiranía".

En la Argentina de hoy suele ocurrir bastante que quienes no se alzaron nunca, e incluso estaban a favor con varias de las políticas de nuestra última dictadura militar, pretenden ahora hacerse los héroes o inflarse de razones para tratar de convertir en dictadura algo que no lo es. Está claro que la heroicidad en tiempos difíciles está al alcance de muy pocos, y sería muy cobarde pedirle coraje a los demás cuando uno mismo no sabe cómo se hubiese comportado en aquellas circunstancias. Ahora bien, lo que uno deplora es esa tendencia a tildar de "fascista" o "nazi" a cualquiera que no opine igual, para darse aires de "resistencia antifascista" en tiempos que, con todas las imperfecciones del caso, son democráticos.

Las payasadas de un Luis Majul denunciando ser objeto de una persecución implacable, son un ejemplo caricaturesco de una práctica más común de lo que a uno le gustaría.

ANDRÉ COMTE-SPONVILLE Y EL FAST THINKING

En un posteo anterior hablamos de "lo complejo y lo complicado". Hoy quiero dialogar sobre un ex profesor de filosofía, muy amante de la exposición sencilla, que suele opinar sobre cualquier cosa que uno le pregunte: André Comte-Sponville. Se trata de un filósofo francés, racionalista y humanista, nacido en 1952. Según confiesa él mismo, fue alumno y amigo de Louis Alhusser, a quien conoció como estudiante de la Escuela Normal Superior de París.

Durante mucho tiempo fue conferencista en la Universidad de la Sorbona, de la cual dimitió, allá por 1998, para dedicarse exclusivamente a escribir y dar conferencias. No niego que le tengo cierta envidia, pues mientras yo me rompo la espalda cargando expedientes y escribiendo boludeces en un blog que no lee ni mi vieja, el tipo gana guita escribiendo más o menos quince veces el mismo libro con distinta tapa.

El autor de El placer de vivir suele mostrarse bastante seguido en diversos debates televisivos: en este sentido se parece un poco a filósofos como Tomás Abraham o Fernando Savater. Entre sus influencias se me ocurre nombrar a Epicuro, los estoicos, Pascal, Montaigne, Alain (Emile Chartier), Spinoza, Claude Lévi-Strauss, La Rochefoucauld, Marcel Conche, Clément Rosset...

El sociólogo francés Pierre Bourdieu, cuyos textos son de lectura mucho más compleja y farragosa, fue siempre académicamente más riguroso que Comte-Sponville y, en parte por ese motivo, lo tildaba maliciosamente de “fast-thinker”.

Comte-Sponville es “amigote” de Luc Ferry, Tzvetan Todorov, Jacques Attali, Alain Minc, Alain Finkielkraut.

Pierre Bourdieu -que hasta donde sé no se bancaba a los Minc, Ferry y demás “figuretis”- era más elitista: consideraba que existe una contradicción difícil de conciliar entre urgencia y pensamiento. El autor de La distinción pensaba, no sin razón, que al existir un vínculo tan estrecho entre pensamiento y tiempo, la televisión no permite la reflexión auténticamente democrática, sino el cualunquismo y la proliferación de falsos debates.

En su ensayo Sobre la televisión -uno de sus libros más "legibles" y, a mi juicio, menos relevantes- Bourdieu hablaba de la existencia de “fast-thinkers”: generalmente licenciados en filosofía que dominan muy bien el lenguaje televisivo, y que por eso están habituados a pensar mediante “ideas preconcebidas”. Evidentemente, el amigo Bourdieu juega con la comparación entre lo nutritivo de las ideas de Comte-Sponville y las calorías vacías que uno puede comer en los restaurantes de fast-food.

Digresión: el libro Sobre la televisión es de lectura muy amena, y aporta ideas muy enriquecedoras. No digo que sea un mal libro, sino que es de lo menos riguroso que escribió Bourdieu. 


Retomando el hilo, diría que a juicio de Bourdieu, las “ideas preconcebidas” son aquellas que, por decirlo así, “flotan en el ambiente”: son corrientes, banales, y por eso no plantean problemas en cuanto a la recepción de los espectadores.

No quiero extenderme mucho, pero no estoy totalmente de acuerdo con Bourdieu en este aspecto: me parece que Comte-Sponville, lo mismo que Luc Ferry, concilia bastante bien un estilo didáctico con cierta profundidad de pensamiento. Sin embargo, es cierto que, muchas veces, tiende a simplificar demasiado los problemas. Hay que tener en cuenta que muchos de sus libros se originan en conferencias orales dirigidas a un público masivo, que luego son modificadas y publicadas en forma de libro. Tal vez por ser extranjero, y como los temas que toca no provienen de la actualidad política nacional, me cae mucho mejor que otros pésimos fast-thinkers criollos como Alejandro Rozitchner o Marcos Aguinis. Obviamente, se trata de una apreciación personal. 

Entiéndaseme bien: para mí los "opinólogos" y divulgadores son tan necesarios como los académicos rigurosos. Además, no es tan sencillo convertirse en un opinólogo sofisticado e interesante. La cuestión es no quedarse sólo con este tipo de pensadores. Existe el alimento espiritual y el alimento material, y aunque ambos sean indudablemente necesarios, cada tanto no está mal clavarse una buena hamburguesa, siempre y cuando no forme parte de nuestra dieta diaria.

A mí me gustan mucho los estudiosos que logran conciliar legibilidad y profundidad, como es el caso de Eric Hobsbawm, pero esa síntesis no está al alcance de cualquiera. Más allá del éxito editorial de sus libros, creo que el amigo André dice cosas atendibles. 

¡Sean felices!

domingo, 29 de marzo de 2015

MACRI, LA ANTIPOLÍTICA Y CELEBRITYLAND

“¿Quién toleraría las estupideces de Susana Giménez si no fueran dichas por ella, enunciadas por ese cuerpo enteramente cyborg, diseñado en Celebrityland” (Beatriz Sarlo)

“El secreto de la demagogia es parecer tan tonto como su audiencia, para que esta gente se piense a sí misma tan inteligente como el demagogo” (Karl Kraus)

Una vez lo escuché a mi ex profe Alejandro Kaufman hacer una distinción entre el periodismo amarillo de Anabela Ascar y la farandulización de la política. En el programa de Ascar, para muchos la "reina del periodismo bizarro", lo que se hace es amarillismo clásico: nunca he visto que inviten a políticos para que hagan el ridículo. Se trata de llevar el circo a la televisión, con enanos, la mujer barbuda, un travesti o alguna persona fea que no sabe cantar pero le gusta figurar. No es un periodismo que a uno le agrade, pero ha existido y seguirá existiendo. Lo grave es que muchas veces uno no advierte la diferencia que debería existir entre un programa de periodismo político serio y el amarillismo más burdo. 

En la foto, lo pueden ver a De Narváez cocinando sin prender la hornalla. Vale decir, ¡dedican toda la sustancia de su política a la imagen y ni eso saben hacer! Porque convengamos que los discursos del colorado son menos nutritivos que un pochoclo. En lo personal me interesan los funcionarios que son "cuadros políticos", y no mucho los que llegan a políticos gracias a su "famosidad", como el caso de Scioli o Del Sel.

Uno no pretende que los políticos sean el paradigma del filósofo rey platónico, ni una suerte de ayudantes de cátedra o profesores universitarios en ciencias sociales o teoría política –lo cual sería completamente absurdo-, sino que sepan traducir a lenguaje llano lo mejor posible cuestiones complejas vinculadas a la cosa pública. Y de los periodistas pido que previamente se informen y les pregunten sobre medidas y proyectos POLÍTICOS que afectan -en mayor o menor medida- al colectivo social.

Muchos considerarán este análisis -en rigor, síntesis a partir de fragmentos de Sarlo- como una visión "elitista". En parte lo es, y tal vez deberían matizarse muchas afirmaciones. Sea como fuere, es una obviedad el hecho de que la realidad es más compleja que cualquier cosa que podamos predicar de ella. Que el lector llene los vacíos de sentido dejados por los fragmentos de Sarlo como mejor le parezca. Aclaro, por si hace falta, que Sarlo no es una analista política que me parezca muy interesante, pero le reconozco una lucidez que a muchos periodistas y opositores al gobierno les falta.

Nota: lo que sigue a continuación fue escrito en julio de 2011:

MACRI EN CAMPAÑA VISITA A SUSANA

Susana Giménez invita a Macri en campaña y a su mujer embarazada a su living y una de las primeras frases que le dice es “quedáte tranquilo que de política no vamos a hablar”. Vale decir: invita a un político a quien presupone –y hace muy bien- que le molesta que le pregunten sobre política. Un delirio... Bah, un favor "de amiga".

¿Se puede invitar a Mourinho para entrevistarlo y decirle “quedáte tranquilo, que de fútbol no vamos a hablar”? Se me dirá: existen entrevistas donde el periodista busca mostrar qué hay detrás del personaje (futbolista, músico, etc). Pero no es lo mismo en el caso de un político: invitar a un político en campaña para no hablar de política tiene un efecto político: mostrarlo tomado de la mano como un esposo amoroso y padre de familia para seducir al votante “apolítico”, a aquel que presumiblemente asemeja la política a algo sucio, plagado de chorros y delincuentes que viven de un Estado ineficiente. El apolítico suele confiar en celebridades que vienen “de afuera” y no están “contaminadas” para que gestionen la cosa pública como si se tratara de una empresa o una multinacional. Al apolítico le gustan los políticos que se dirigen “al vecino” o a “la gente”.

El truco del casamiento+esposa embarazada no es ningún misterio: Nicolás Sarkozy y Carla Bruni serán padres en plena campaña política en Francia. Así como Macri tiene su Ale Rozitchner, Sarkozy cuenta con amigotes como Luc Ferry o Comte Sponville. Pero no nos vayamos por las ramas.

Se asegura que la política es cruda gestión de las cosas y se desestima de un plumazo el momento de la resolución de conflictos y de la asignación de recursos. Los partidos como el PRO que se dirigen a “la gente” carecen de capacidad de movilización precisamente porque interpelan a sujetos que, por definición, no se movilizan. El diseño a partir de asesores de imagen como Durán Barba es la base y el sustituto ideal de ese apoliticismo individualista.

Voy a usar algunas ideas y fragmentos de Beatriz Sarlo -sacadas de "La audacia y el cálculo"- sobre el concepto de "Celebrityland". Intentaré comprender un hecho: ¿cómo se explica la excelente medición en las encuestas por parte de Miguel del Sel como candidato a Gobernador de Santa fe por el PRO?

En la televisión viven las “celebrities”: personas famosas más allá de sus méritos- el talento puede existir, pero no es condición necesaria ni suficiente- y actividades. Están las celebrities instantáneas, que se consumen en poco tiempo. Por lo general, las celebrities “consagradas” se burlan de las celebrities instantáneas, más allá de que tanto una como otra puede llegar a demostrar una inteligencia y un talento que merecería el desprecio de todo un gallinero. Algo semejante, salvando las distancias, a lo que ocurría en la colimba, cuando el soldado era “bailado” a balazos o torturado y luego con el tiempo aplicaba el mismo trato sufrido sobre algún subordinado o advenedizo.

“Esta comarca imaginaria adora las jerarquías: una nobleza de linaje; una masa de trabajadores de la celebridad, pequeñas celebrities, o celebrities pasajeras, a quienes les espera el éxito o el fracaso, pero también la burla, el escarnio, la adulación tan súbita como precaria, la decadencia, el ninguneo; centenares de pretendientes ansiosos que hacen cualquier cosa por recibir la luz caprichosa y esquiva; alrededor, todos los que han aprendido, mirando televisión, a hablar para la pantalla: floggers cool, señoras suburbanas, kioskeros que presencian el día a día de la calle, travestis, prostitutas que se defienden donde pueden y hacen bien en conectar su estética con las de sus colegas televisivas a la espera de un golpe de fortuna”.

La televisión es el medio que requiere menos credenciales educativas: para navegar por Internet, incluso se necesita saber leer. A ver televisión se aprende mirando televisión, casi sin conocimientos previos. A la mañana, tarde y noche hay múltiples programas que se citan el uno al otro y repiten fórmulas. Tinelli, por caso, es una usina generadora de contenido para varios canales.

Síntesis: existe un cierto fascismo de la ignorancia en muchos medios. La televisión promedio es el reino de la pelotudez. La televisión se alimenta del conflicto y del instante: cada minuto de impacto se monta para el olvido. "La televisión es tan instantánea como inevitable es su obsolescencia: del minuto caliente al olvido. Ningún otro medio devora con tanta velocidad sus materiales. Es un descomunal tubo digestivo, un barril sin fondo”. .

Según Sarlo, el valor de celebridad se mide por cantidad de impactos por unidad de tiempo: "A más impactos por unidad de tiempo, mayor valor. También cuenta el factor de permanencia en una memoria colectiva inestable y caprichosa, que positivamente invertido, puede convertir a un advenedizo, cuya corta estadía es precaria, en un residente legal con papeles”. (...)
La improvisación televisiva exige ritmo y brevedad, frases tajantes y emotivas, llenas de pathos. Como se intenta conquistar una franja de espectadores social y culturalmente muy amplia, los discursos deben desechar la argumentación complicada y los giros alambicados. El histrionismo profético y oracular de Lilita Carrió -una suerte de Casandra que predice catástrofes que ya casi nadie toma en serio- y el abuso de términos como "escándalo" o "monumental" en Pino Solanas son eminentemente "televisivos". Estimo que "el invento" Cobos no logró ser impuesto por algunos medios hegemónicos, precisamente, por su falta de carisma.

“En Celebrityland no valen las ideas sino la Opinión, que no esconde su carácter subjetivo, basado en la experiencia, los sentimientos y la propia historia. La Opinión reemplaza a la idea sin exigir demasiado de quien la emite ni de quien la escucha (…) El giro subjetivo de la cultura contemporánea es, en este aspecto, igualador: todo el mundo tiene experiencias y creencias respetables; los argumentos e ideas, en cambio, están menos democráticamente repartidos”.

EL CASAMIENTO DE MACRI

El 16 de noviembre de 2010 Macri se casa por civil en Buenos Aires, en medio de diversos escándalos y discusiones políticas al interior del PRO: allí recupera su aura de celebrity twiteando mensajes de enamorado a su joven esposa: "negrita querida", y mensajes por el estilo.

Francisco de Narváez, en un comercial exitoso de la campaña electoral de 2009, comunicó: “Tengo cinco hijos y otro en camino”. Listo, el enunciado va directo al corazón: un padre prolífico, calmo y confiable, que está esperando el sexto y, sin embargo, encuentra tiempo para pensar un país mejor para usted y su familia, es alguien; se lo vote o no, nunca se dirá de él que se presenta como un hombre libre de lazos, un solitario consagrado por entero a una vocación y, en consecuencia, un modelo demasiado lejano, demasiado duro e intelectual. Los hijos son un gran capital en Celebrityland.

FRANCISCO DE NARVÁEZ

Entre otras cosas ha dicho: “Voy a ser candidato a gobernar bien”, “El pueblo argentino necesita esperanza”, “Hay muchos proyectos de poder pero no terminan siendo un proyecto de país”, “Tenemos un problema de dirigencia”, “La gente quiere gobernantes honestos y preparados”, “No hay una ley electoral que cambia la vocación de la gente”, “La política no es para dividir, es para sumar”. Las frases no han sido elegidas por malicia. Son las que los empleados de De Narváez usan como títulos de los centenares de videos que están en su página web oficial. También se da el caso de una fama adquirida gracias a Gran Cuñado, el programa de Tinelli, y su conocida parodia: "alica, alicate/ votame, votate", que "el colo" utilizó en algún discurso como recurso humorístico y cómplice hacia el auditorio.


América 24 (el canal propiedad de De Narváez) cubre con la estética más adecuada sus desplazamientos por el mundo exterior; al que desciende como quien llega a la locación de un film, acompañado por su equipo de sonido y cámara. Visita Longchamps; junto a una mujer que parece una manzanera de las de Chiche Duhalde transmigrada, De Narváez habla de las “salitas de primeros auxilios”, y se atreve a una identificación que si no fuera falsa sería insultante: “Todos vivimos con miedo, porque violar la ley en la provincia de Buenos Aires no tiene riesgo y la paciencia se está acabando”. Exactamente lo que podría haber dicho la mujer que De Narváez tiene como compañera de plano en la casita pobre de “un barrio demasiado humilde muy olvidado de todos, por las necesidades que tienen nuestros ancianos, nuestros hijos discapacitados”, donde han llegado otros vecinos (imaginemos a los asistentes de producción del video denarvaezco, desde horas antes, reuniendo a la gente allí). La manzanera reclama que el político vaya a ver sus carencias; De Narváez asegura que él v a traer gestión y capacidades concretas. La adoctrinada manzanera agrega: “Lo importante es que Francisco escucha a la gente directamente, el trato directo con el vecino”.

Un clip. No innova: sabe que lo que se repite es lo efectivo. De todos modos, resulta un poco repugnante por la terrible asimetría que separa al visitante paquete de la gente que lo recibe, asimetría social y económica a la que, de todos modos, se ha acostumbrado el público de Celebrityland. Y eso explica que el mito sea eficaz, que la gente más pobre adore a sus celebrities más gastadoras, admire sus Rolex y sus coches importados o contrabandeados, sus mansiones tio Beverly Hills y sus escapadas a Miami. Sin esa eficacia del mito, figuras como la de Francisco de Narváez no llegarían a ninguna parte”.

De Narváez y Macri son políticos de la mímesis: reflejan lo que creen percibir; perciben lo que les construyen como real; se atienen a esa construcción y devuelven el reflejo. El círculo hermenéutico del infierno”.

LA HERENCIA DE MENEM

Es sabido que uno de los precursores de incorporar figuras ajenas a la política hacia su proyecto fue Carlos Menem: hasta donde recuerdo, Scioli, Reutemann, Palito Ortega... La elección del ex Midachi Miguel del Sel -quien trabajó varios años en lo de Susana Giménez haciendo de "La Tota"- sigue la misma lógica neomenemista.

“Al explotar la celebridad de Palito Ortega y de Reutemann, dos nativos de Celebrityland, Menem intuyo que le agregarían al peronismo: una popularidad conseguida en otra parte pero que, en un momento de baja intensidad política, podía transferirse como capital. Aunque no siempre ese capital es transferible. Tienen que darse algunas circunstancias: el descrédito de figuras políticas “normales”, la audacia innovadora de un dirigente (Berlusconi también fue un audaz cuando hizo esas transferencias), el cansancio de los votantes que se disponen a experimentar no con ideas sino con imágenes. Así, el electorado porteño votó a Mauricio Macri, haciendo una transferencia tan sencilla como equivocada. 

Palito Ortega, alguien consecuentemente reaccionario desde los años setenta, gestor de entertainment radicado en Miami, conservaba todavía, cuando lo convocó Menem, el aura del changuito tucumano, cafetero de canal 7, a quien un golpe de fortuna lo llevó a la fama primero en El Club del Clan y luego en todas partes. Hombre de origen humilde, un espigado morocho argentino impecablemente vestido con grandes marcas, prudente porque ese rasgo innato lo ayudó en ámbitos difíciles, alguien cuya música estaba al alcance de todos y no podía ser más elemental (…)”.

lunes, 23 de marzo de 2015

LA VIOLENCIA SIMBÓLICA HACIA LAS MUJERES

La mujer, al igual que el hombre, tiene derecho a ELEGIR con quién tiene ganas de estar, y cómo tiene ganas de vestirse. Que una mina te quiera o no te quiera es una cuestión de libertad de elección, no un derecho a ser reclamado. No puedo ir con un abogado y hacerle juicio a una mina a la que no le gusto, sin importar cuál sea el motivo: si porque le parezco tonto, pobre, feo y/o carente de gracia, o porque cree que puede conseguir algo mejor. "Señor juez, una mina en un boliche no me dio bola y en cambio salió con otro pibe fachero y musculoso. ¡No puede ser señor juez!”. La discusión sobre la histeria femenina o la histeria masculina no aporta nada cuando se mezcla con la cuestión de la violencia simbólica hacia las mujeres y los derechos humanos. No puede ser que naturalicemos que en nuestro país, todos los días y a toda hora se le digan barrabasadas por la calle a las mujeres. Tampoco creo que esté bien decirles piropos galantes a mujeres desconocidas. No es un asunto de “cómo levantarse minas”. No es una cuestión de estadísticas por la cual “si me chamuyo a cien, con que el uno por ciento me lleve el apunte capaz que conquisto a varias”. 

De acuerdo a un informe del Observatorio de Femicidios, entre 2008 y 2012 murieron 1432 mujeres. Y casi 1800 chicos quedaron sin madre. En los primeros nueve meses de 2013 hubo 209 casos. En el último año se duplicaron los femicidios de mayores de 60 años. 


Es importante que los hombres tomemos conciencia del tema y ayudemos a no farandulizarlo. No se trata de una "guerra de sexos" sino principalmente de un asunto de derechos humanos, de dignidad humana, de respeto a uno mismo y a los demás. No se trata de que los hombres acompañemos la lucha por los derechos de las mujeres porque así "las minas nos van a dar pelota". Se trata de algo grave, denso, que está ocurriendo en nuestro país y que no es para tomárselo en joda. 

La violencia simbólica es una violencia que no es física pero tiene un correlato y consecuencias eventualmente físicas. Y precede a la violencia física. Siempre que va a haber violencia física viene precedida por la violencia simbólica. A veces son palabras dichas casi sin querer, insultos velados, descalificaciones que luego se legitiman socialmente. En los colectivos sociales la violencia no ocurre de repente, "en frío", como venida de otro planeta. Cuando se trata de situaciones de linchamiento, de discriminación, de racismo, de genocidio, de femicidio, antes hay una sistemática situación de violencia simbólica que puede durar mucho tiempo y que debemos ayudar a parar. 

Luego podremos discutir qué tan materialistas son las mujeres o los hombres en el marco de la actual sociedad de consumo, y en qué medida eso es nocivo o cualquier otra discusión paralela que se les ocurra. No se está diciendo que los tipos que dicen barrabasadas por la calle sean "femicidas" (quienes dicen guarangadas son mucho más numerosos que quienes matan mujeres), pero sí que ayudan a generar situaciones de violencia simbólica que no hay que naturalizar.


"Tiradas a la basura en la bolsa de consorcio: igual que se tira un forro, la cáscara del zapallo, los papeles que no sirven y los huesos del asado entre tantas otras cosas. Tiradas como si nada, como objetos de consumo que ya fueron consumidos. Agarrarlas, asustarlas, verlas rogar, desnudarlas, humillarlas, violarlas, después matarlas, meterlas en una bolsa, tirarlas a la montaña de restos de la ciudad. Ya terminó el predador. Seguirán la policía, los abogados, los jueces y las cámaras de TV: sigue la carnicería en una especie de show que explica los femicidios. 

Si la chica usaba short. Si tenía más de un novio. Si puso fotos en Facebook con boquita pecadora. Si salía mucho de noche. Si volvía a la mañana y tenía olor a whisky. Si estudiaba o no estudiaba. Si trabajaba de día o repartía tarjetas en la puerta de un boliche. Si era virgen. Si le gustaba enfiestarse. Si fumaba marihuana o sólo tomaba agua. Si tenía buenas notas o había repetido de año. Lo que dicen los amigos. Lo que piensan los vecinos. Lo que recomienda el cura que dirige la parroquia. Lo que supone un psiquiatra que va a la televisión. Lo que dice el movilero. Lo que supone la prensa. La idea que todos dicen sin terminar de decir: si la chica usaba mini y le gustaba bailar y si llevaba adelante su propia vida sexual según lo que le gustaba, era una trola y las trolas se la buscan y la encuentran. 

La construyen poco a poco como si fuera culpable: digamé, comunicador y digan sus audiovidentes, si una mujer joven tiene más de un novio o, peor, ninguno, y vuelve en pedo a las seis y salió en vestido corto, ¿Se está buscando la muerte? ¿Piensa que se la merece? ¿Usted cree que debería volver antes de las doce? ¿Vestirse con una burka e ir a misa los domingos? ¿Usted quiere que le pida permiso a algún buen señor para salir cuando quiere? ¿Que deje de salir sola? ¿Que piense lo que se pone porque si a un hijo de puta le parece algo indecente por ahí la hace pelota? Le pregunto más cortito: ¿Piensa que una chica es propiedad de algún muchacho y que si no tiene dueño pueden matarla tranquilos? ¿De verdad se siente bien eligiendo como elige la foto más provocativa para decir sin decir “la piba era una atorranta”, “los padres no la cuidaban”, “su vida no tenía rumbo”? Empieza una denigración, algo que está en la cultura, no digo que lo inventa usted, pero podría revisar la máquina de prejuicios que le salta cuando habla y cuando hablan los demás. 

Entre otras cosas se nota la puntuación del mercado: hay cuerpos que valen más y hay cuerpos que valen menos. Casta, rica y estudiosa vale más que pobre y trola pero todas valen menos que el cuerpo del matador que es la manifestación extrema de este estado de las cosas: buena parte del planeta cree, a veces sin saberlo, que cosas somos nosotras. Pobres cosas, poca cosa, algo que se usa y se tira, nada de bienes suntuarios, muñecas que se descartan como globos ya pinchados. Es como canibalismo. Es una bestialidad. Piensen un poco, señores, piensen también las señoras y sientan un poco más: somos sus madres, sus hijas, sus hermanas, sus esposas, sus amigas, sus amantes, sus novias. Somos más de la mitad del mundo que hacemos juntos. No insumos a descartar".

viernes, 20 de marzo de 2015

LA SOLEDAD ELEGIDA

La soledad es negativa cuando implica cierto grado de abandono. Cuando decimos que estamos solos, decimos que estamos solos de alguien con quien quisiéramos estar en ese instante. Mis momentos de soledad son una elección, y no un destino. Estar en estado de recogimiento, rodeado de libros y música, pensando cosas en diálogo con otros no es estar solo. "Retirado en la paz de estos desiertos,/ con pocos, pero doctos libros juntos,/ vivo en conversación con los difuntos, / y escucho con mis ojos a los muertos", decía Quevedo. Y esa soledad elegida, que uno disfruta tanto, es la que hace que cuando invito a alguien a tomar algo o a charlar, lo disfrute mucho más. Y trato de no contar cuántas veces yo invité a otra persona sin que la otra persona me haya invitado. No "histeriqueo" si quiero tomar una cerveza con alguien, ni le insisto para que venga conmigo si no quiere o no puede. No digo que hay que ser como yo, digo que soy así, o creo ser así. Mi problema, tal vez, es la pereza para tomarme el bondi, que hace que muchas veces me pierda de algunos momentos gratos de puro vago.

jueves, 19 de marzo de 2015

LA CREDIBILIDAD Y LA VERACIDAD

Los medios masivos suelen valorar mucho más la "credibilidad" que la "veracidad", cuando debería ser al revés. Cuando la verdad queda sepultada por la calumnia, ¿nos da lo mismo? El método más sencillo para volverte creíble es decir lo que el otro quiere oír. "Yo le creo a X". ¿y por qué le creés? ¡Porque sus prejuicios confirman los tuyos! 

Karl Kraus, periodista vienés, decía: 

"El secreto de la demagogia es parecer tan tonto como su audiencia para que esta gente se piense a sí mismos tan inteligentes como el demagogo". 

Entiendo que Kraus solía ser bastante elitista, y sin embargo creo que tenía mucha razón.

Otros periodistas y comunicadores han construido su carrera escandalizando a las tías. Esos muchachos y muchachas también son prescindibles.

martes, 17 de marzo de 2015

LA ADMIRACIÓN Y EL DESPRECIO

En términos generales, creo que las personas cultivadas admiran más de lo que desprecian, entre otras cosas porque el desprecio suele ser hijo de la ignorancia, el resentimiento, la soberbia, el prejuicio y/o cierta tendencia al cualunquismo. No por nada el asombro filosófico del niño es el motor que lo hace aprender. Escucho y leo muchos argentinos despreciar tal o cual aspecto cultural de un país limítrofe, pero al indagar un poco noto que no son muy cultos que digamos. Te entiendo un poco más, pero sólo un poco más, si luego de ningunear la totalidad de una cultura me citás un aforismo de Nietzsche en alemán, me abrumás con tus conocimientos de historia latinoamericana o de literatura francesa. Tu desprecio es una forma de autobiografía. Más allá de que admirar a ciertos personajes poco recomendables también sea una forma de autobiografía. Si me preguntan por la cultura húngara, simplemente respondo: no conozco lo suficiente como para opinar.

Eso no implica que uno niegue que, por diversos motivos que no vienen al caso, la filosofía alemana constituye una tradición más rica que la filosofía paraguaya o argentina. Simplemente digo que se puede admirar a la filosofía alemana sin necesidad de despreciar al resto. Admiremos el rock británico y/o el fútbol brasileño y/o la literatura rusa sin necesidad de despreciar por despreciar.

domingo, 15 de marzo de 2015

PETER CAPUSOTTO Y LA ARGENTINIDAD

En cierto modo, la patria es cualquier lugar en el que  uno se encuentre a gusto. No me considero un nacionalista, y creo que uno puede y debe ser todas aquellas cosas que quiera, siempre y cuando sus deseos no interfieran con la convivencia en armonía y libertad con el resto de los seres humanos. Sin embargo, deploro cierta concepción para la cual pareciera ser que para un argentino, no hay nada peor que otro argentino.

Dos de las veces que estuve en la biblioteca del Instituto Goethe, escuché a personas que dialogaban con una de las bibliotecarias, de nacionalidad alemana, casi en tono de disculpas por ser argentinos. Recuerdo que un señor mayor se la pasó media hora hablándole de la inseguridad, de lo riesgoso que era que los extranjeros visitaran centros turísticos como La Boca, porque los robaban y los mataban. El señor no se privó de aportar su solución mágica ante tanta barbarie: su propuesta consistía en matar a todos los chorros con un revólver con silenciador. Estimo que su fantasía se reducía a que los extranjeros, principalmente de origen europeo y norteamericano, pudieran seguir disfrutando del exotismo de nuestras tierras bárbaras mientras a su alrededor los chorros morían como moscas, pero sin ruido.

Tampoco falta el tipo que compara cada aspecto de la Argentina con lo mejor que ocurre en el mundo: nuestros trenes con los trenes japoneses, nuestros jugadores de básquet con los mejores players estadounidenses de la NBA, nuestro sistema de salud con el sistema sueco, y así siguiendo. No se necesita ser demasiado perspicaz para darse cuenta que este tipo de comparaciones no tienen otro objetivo que el de confirmar un prejuicio inamovible: "este país es una mierda" y "acá no se puede vivir". Además se advierte cierta tendencia en confundir "despotricar" con "hacer política".

En este sentido, el personaje de Luis Solari (ver aquí) me parece una de las creaciones más interesantes de Peter Capusotto.


Voz en off: “¿Todavía no estás convencido acerca de cómo es la tierra en la que naciste?”

Luis Solari (cantando): “Ayer tiré un papel en la calle, y nadie hizo nada. En Miami te meten 300 dólares de multa: no es como acá”.

Voz en off: “Luis Solari, el cantante que nunca viajó afuera pero le contaron. Seguí sus canciones y su día a día para convencerte de que tenés que deprimirte por vivir en un país que siempre será una absoluta bosta”.

Luis Solari (mientras un asistente le alcanza una tacita de café): “Gracias querido. ¿Cuánto te salió el café?”

Asistente: “Catorce pesos”.

Luis Solari: “Je, en Portugal, un euro te sale… Un café bueno, un café de verdad. Esto seguro que es de filtro (toma un sorbito). ¿No te digo? Está frío. ¡Vení nene, devolvélo! Está frío. Esto en Dinamarca… vendés un café frío y te cierran el local. Te ponen una multa… (…)”

Voz en off: “Luis Solari, para reafirmar que vivís en la tierra del fracaso”.

Luis Solari (cantando): “Ayer paré a la policía, y la coimeé. En Chile si lo querés coimear, te meten en cana, y no como acá”.

Voz en off: “¡Dále, sentí vos también que jamás podrás ser feliz viviendo en este país enfermo y psicópata; sólo creado para someter a sus habitantes al sufrimiento de saber que en otro lado podrían vivir mucho mejor!”

Luis Solari (a un asistente que está con un celular): “¿Tiene muchas cosas eso?”

Asistente: “Sí, muchas”.

Luis Solari: “Disculpáme, ¿cuánto te salió?”.

Asistente: “Dos lucas”.

Luis Solari: "Listo, en Canadá, cinco dólares. Esto mismo, cinco dólares y de calidad. No es como acá(…)"

Me pareció  muy significativo el artículo que aparece leído por la voz en off -Pedro Saborido-, parodiando el estilo típico de los artículos de Marcos Aguinis, autor de un muy mal libro como "El atroz encanto de ser argentinos".

Por Marcos Aguinis, para La Nación

Sentir de una vez por todas que este país es una patada en los huevos. Yo voy a otro y la paso mejor. Venir es una tragedia. Irse es la felicidad.

¿Por qué carajo me quedo entonces? No lo sé a ciencia cierta. Pero seguro es que afuera se darían cuenta de lo que soy. Y por ahí me cago de hambre.

Entonces, me quedo a las puteadas. Pero me quedo.

Alguna vez hablé de Juanete, pero hoy hablo de Luis Solari, cuya inspiración nos ilumina porque nos muestra desde la más absoluta ignorancia que estamos condenados a vivir en un país del orto, donde lo único que nos queda es el culto a la amistad y esas pelotudeces, o realizar el sentimiento patriótico con el fútbol, la Copa Davis o en una propaganda de tarjeta de crédito  que esponsorean a los Pumas, que encima siempre terminan con el upite roto.

De esta manera nos sentimos identificados con la síntesis de su poesía. Al rescate de los verdaderos sentimientos argentinos con respecto a la propia tierra. Un amor incondicional hasta que todo se va al carajo, cosa que pasa seguido. Como amar, entonces, algo que es una basura como definición.

Es cierto que también está la reacción contraria, que asegura que somos "los mejores del mundo". Pareciera que entre la soberbia y el desprecio casi no existieran matices. Al respecto me gustaría comentar un libro de Alejandro Grimson, titulado Mitomanías argentinas, pero eso será tema de un próximo posteo.


La pregunta que a uno le surge es: ¿hasta qué punto se puede construir un país mejor si varios de sus habitantes creen estar viviendo en el peor de los mundos posibles?

viernes, 6 de marzo de 2015

ADORO LOS PLACERES SENCILLOS; SON EL ÚLTIMO REFUGIO DE LOS HOMBRES COMPLICADOS

Es muy superior el sámbuche de salame y queso respecto del sámbuche de jamón crudo, siempre y cuando el salame sea de güéna calidát. No sólo disfruto más su sabor con una cerveza fresca para reempujarlo, sino que no se te queda la grasita entre los dientes, o cuantimenos no se te queda tanto. El jamón crudo es traicionero... es para personas que gusten de los desafíos, para quienes están del lado "Mascherano" de la vida. Y no es que yo sea vago, no señor, pasa que si me hago un sámbuche es porque quiero algo sencillo, fácil de hacer, que me permita mirar un partido de fúlbo frente al televisor paladeando algo rico, y dejar de pensar en cosas complicadas. Cuando me como un sámbuche de salame y queso quiero ser un tipo simple, sencillo, cotidiano.

miércoles, 4 de marzo de 2015

ECONOMISTAS QUERIDOS: EL CIENTIFICISMO NO ES LO MISMO QUE LA CIENCIA

La cosmovisión “cientificista” es una suerte de Frankenstein: un monstruo hecho con retazos del discurso auténticamente científico.

En un ataque de "sincericidio", no muy común entre los miembros de su "especie", Claudio Loser -el argentino que más lejos llegó como funcionario del FMI- confesó lo siguiente: 

“La mayor parte del cuerpo profesional del FMI está integrado por economistas, una profesión que debe incluir una altísima proporción de personas que se creen dueñas absolutas de la verdad. En eso, competimos con los abogados y los médicos. Y, a veces, creo que les ganamos. Los economistas del Fondo vienen del mundo académico, donde se destacaron, y en ese caso se creen estrellas. O vienen del Estado, y se sienten jefes. Son –somos- ambiciosos, un poco soberbios y muy dedicados, yo diría que adictos, al trabajo”. 


Y un rato antes había declarado algo muy revelador: 

"Le diría que el FMI está compuesto por un grupo de expatriados, por voluntad propia, que se comunican todo el tiempo entre ellos en inglés. La mayoría de nosotros tendría dificultades para reinsertarse en sus propios países pero tampoco pertenecemos al país donde vivimos. Es decir, nuestros amigos, mayoritariamente, integran el staff del Fondo, o de algún otro organismo internacional como el Banco Mundial o el BID. Eso genera, le reconozco, cierto aislamiento respecto del mundo exterior" (págs 46-47) (Ernesto Tenembaum, Enemigos: Argentina y el FMI: la apasionante discusión entre un periodista y uno de los hombres clave del Fondo de los noventa).

El cientificismo –en parte causa y consecuencia de lo que Weber llamó “proceso de desencantamiento”- es una hipótesis acerca de la estructura del mundo, según la cual éste es coherente por completo. El mundo se concibe como transparente, y todos sus secretos pueden ser develados por la razón humana, a través de la práctica aplicada de lo que se llama ciencia: ninguna parcela del mundo, material o inmaterial, animada o inanimada, puede escapar al conocimiento científico. El cientificista tiende a creer que los problemas que origina la ciencia, pueden y deben ser resueltos de modo exclusivamente científico.

De la ciencia como actividad del conocimiento se desprende la técnica, como actividad de transformación del mundo.

Sin embargo, el cientificismo no es estrictamente ciencia, pues reduce todas las cuestiones a problemas de resolución técnica. Su ideal humano es el producto de demostraciones, no de opiniones. Su postulado de partida, la supuesta transparencia de lo real, es improbable; y la fabricación de los fines últimos por el propio proceso del conocimiento es, además de falso, muy peligroso.

Como ha sugerido muy bien Weber, en la ciencia no hay pregunta por el sentido. Un médico puede alargarnos la vida utilizando su conocimiento tecno-científico, pero no nos puede decir, en tanto médico, si la vida merece o no ser vivida.

Muchos humanistas a lo largo de la historia han discutido el postulado inicial de la total transparencia de lo real: la posibilidad de que todo pueda ser conocido por la razón. Si bien uno puede aceptar que el Universo posee una coherencia que es, en principio, cognoscible, hay mucha distancia entre el principio y la práctica. Las causas de un fenómeno suelen ser tan complejas y numerosas, e interactúan de modo tan dinámico, que jamás podemos estar seguros de los resultados de nuestros conocimientos. Ese es el motivo por el cual, mientras subsista la duda, más vale abstraerse de acciones radicales e irreversibles (lo cual no implica decir de toda acción).

Como nota muy bien Tzvetan Todorov: 

“Ningún saber puede jamás afirmarse absoluto y definitivo, so pena de dejar de serlo y convertirse en un simple acto de fe. Por eso mismo quedan ya arruinadas las ambiciones de cualquier utopismo: la ausencia de una transparencia global sólo autoriza unas mejoras locales y provisionales. La universalidad que reivindican cientificistas y humanistas no es, por consiguiente, la misma: el cientificismo se basa en una universalidad de la razón, las soluciones halladas por la ciencia convienen, por definición, a todos, aunque provoquen el sufrimiento e, incluso, la perdición de algunos. El humanismo, en cambio, postula la universalidad de la humanidad: todos los seres humanos tienen los mismos derechos y merecen un igual respeto, aunque sus modos de vida sigan siendo distintos”.

Además, la voluntad y la libertad humana es en gran medida imprevisible, como lo es el resultado de un partido de fútbol (no hay ciencia capaz de predecir cómo va a salir Boca, y por eso no han habido científicos millonarios enriquecidos por ganar sucesivamente el prode). Obvio que existe una distinción entre "racional" y "previsible": la Bolsa de Valores es racional, pero retrospectivamente. Quiero decir que se puede explicar el funcionamiento bursátil una vez que conocemos los resultados. Entiendo que no estoy hilando muy fino, pero esto es un blog y lo hago cuando tengo tiempo: ¡sepan disculpar!



Otro punto importante que nota Todorov es que existe un salto acrobático entre la pretensión de derivar lo que debe ser de lo que es. El mundo de la acción humana revela ante todo al observador, no el derecho sino la fuerza: los más fuertes sobreviven a expensas de los más débiles. Para decidir la dirección del cambio, entonces, no basta con observar y analizar hechos sino que debemos apelar a objetivos que dependen de una elección voluntaria, que supone argumentos, contra-argumentos, acuerdos, políticas. Los ideales no son verdaderos o falsos, sino más o menos elevados, de acuerdo a concepciones histórico-sociales que varían a lo largo del tiempo.

“Cientificismo y humanismo se oponen en su definición de los fines de las sociedades humanas. La visión cientificista excluye cualquier subjetividad, la contingencia, pues, que constituye la voluntad de los individuos. Los fines de la sociedad deben desprenderse de la observación de procesos impersonales, característicos de la humanidad entera, incluso del Universo en su conjunto. La naturaleza, el mundo, la humanidad mandan; los individuos se someten. Para el humanismo, por el contrario, los individuos no deben ser reducidos, pura y simplemente, al papel de medios”.

martes, 3 de marzo de 2015

LA ORIGINALIDAD DE MAQUIAVELO

¿Se imaginan a un policía antidisturbios, frente a un grupo de barrabravas de Chacarita enardecidos, pensando “si alguien te golpea la mejilla izquierda, ofrécele la derecha”? Si cualquier uniformado actuara según criterios dictados por el Sermón de la Montaña, no sólo pondría en peligro su propia vida, sino que lo consideraríamos un imbécil que debe dedicarse a otra profesión. 


- "¿Vos me estás diciendo que la música está arriba de la política? Yo ya sé eso, la música está arriba de la política. Gracias a Dios, si no estamos perdidos".

A despecho de lo que puede llegar a creer algún cultor del “Lanatismo” -la doctrina según la cual la investigación periodística se reduce a demostrar que “los políticos son todos chorros” y la política es algo sucio y feo- , el político de raza no se mete en política para afanar guita, aunque a veces lo haga, sino porque concibe a la política como una auténtica vocación, a la que entrega gran parte de su vida y energía.

Hace un tiempo estuve releyendo “La originalidad de Maquiavelo”, del filósofo liberal inglés de origen ruso Isaiah Berlin. Lo que sigue es una especie de resumen/comentario del artículo:

Si tenemos en cuenta que El Príncipe  es una obra breve, de estilo seco, lúcido, cuya prosa constituye un modelo típico de claridad renacentista: ¿cómo puede ser que haya suscitado un número tan grande de interpretaciones encontradas?

La obra de autores como Platón, Rousseau, Hegel o Marx, también ha dado origen a muchísimas lecturas diversas: “Pero entonces podría decirse que Platón escribió en un mundo y un lenguaje que no podemos estar seguros de entender; que Rousseau, Hegel, Marx fueron teóricos prolíficos, cuyas obras son escasamente modelos de claridad o consistencia” (Isaiah Berlin).

¿Será por haber separado, como asegura Benedetto Croce y quienes lo siguen en este punto, la política de la moral? No han faltado intérpretes que creen que Maquiavelo recomendó como políticamente necesarios ciertos caminos que la opinión común condena moralmente; esto es, pisar cadáveres para beneficio del estado. Según Isaiah Berlin, esta antítesis es falsa:

“Lo que Maquiavelo distingue no son los valores específicamente morales de los valores específicamente políticos; lo que logra no es la emancipación de la política de la ética o de la religión, que Croce y muchos otros comentadores ven como el logro que la corona; lo que instituye es algo que corta aún más profundamente: una diferenciación entre dos ideales de vida incompatibles, y por lo tanto dos moralidades. Una es la moral del mundo pagano; sus valores son el coraje, el vigor, la fortaleza ante la adversidad, el logro público, el orden, la disciplina, la felicidad, la fuerza, la justicia y por encima de todo la afirmación de las exigencias propias y el conocimiento y poder necesarios para asegurar su satisfacción; aquello que para un lector del Renacimiento equivalía a lo que Pericles había visto personificado en su Atenas ideal, lo que Livio había encontrado en la antigua República Romana, lo que Tácito y Juvenal lamentaron de la decadencia y la muerte en su propio tiempo. Estas parecen a Maquiavelo las mejores horas de la humanidad y, como humanista renacentista que es, desea restaurar. (…)”.

Los ideales de la moral cristiana, en cambio, son la caridad, la misericordia, el sacrificio, el amor a Dios, el perdón a los enemigos, el desprecio por los bienes de este mundo, la fe en la vida ulterior, la creencia en la salvación del alma individual,  como valores incomparables, más elevados que, y de cierto absolutamente inconmensurables a, cualquier meta social, política u otra terrestre, a cualquier consideración económica, moral o estética.


Para Maquiavelo no hay posibilidad de conciliar ambas moralidades. La religión cristiana le da un valor supremo a la humildad, la abyección, al desdén por las cosas humanas; la religión antigua enfatizaba la grandeza de espíritu, el vigor del cuerpo y todo lo que hace fuertes a los hombres.

Ahora bien, si los hombres fueran distintos a lo que son y han sido siempre, podrían crear una sociedad cristiana ideal, pero no es lo que ocurre en la realidad.

Como bien nota Berlin, Maquiavelo no dice que la humildad, la bondad, la ingenuidad, la fe en dios, la santidad, la compasión, son malas, o atributos sin importancia; o que la crueldad, la mala fe, el poder político, el sacrificio de hombres inocentes a las necesidades sociales, son buenos.

Lo que dice Maquiavelo es muy similar a lo que años más tarde dirá Max Weber –gran lector del florentino, así como también de Nietzsche- en La política como vocación: elegir llevar una vida cristiana te condena a la impotencia política: a ser  usado y aplastado por hombres ambiciosos, inteligentes e inescrupulosos. Tampoco cree que se pueda llegar a una conciliación entre ambos mundos. Los políticos que toman caminos intermedios, y ante determinadas circunstancias son incapaces de ser completamente buenos o completamente malos, terminan por vacilar y caer en la debilidad y el fracaso.

Insisto una vez más: el tipo no trata de corregir las virtudes cristianas, ni llama “maldad” al “bien” y “bondad” al “mal”. Lo que dice, según la lectura de Berlin, es  que los principios cristianos son incompatibles con las virtudes cívicas.

Maquiavelo condena, en el terreno político, la inefectividad. En un pasaje de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, dice que la fe cristiana ha hecho a los hombres “débiles”, fácil presa de los “hombres malvados”, ya que aquéllos “piensan más en soportar las injurias que en vengarlas”.

La lección de Maquiavelo es que uno puede salvar su alma o puede mantener o bien servir un gran y glorioso estado, pero no siempre puede hacer ambas cosas a la vez. Como la de Aristóteles o Cicerón, la moralidad de Maquiavelo era social, no individual. Pero es una moralidad no menos que la de ellos, y no una región amoral más allá del bien y del mal.

En síntesis: ¿por qué la lectura de El Príncipe ha dado lugar a interpretaciones tan diversas? Según Isaiah Berlin:

"Me gustaría sugerir que es la yuxtaposición de las dos perspectivas en Maquiavelo -los dos mundos moralmente incompatibles, por decirlo así- sobre las mentes de sus lectores, y la colisión y aguda inconformidad moral subsecuentes lo que, a través de los años, han sido responsables de los desesperados esfuerzos por interpretar mal sus doctrinas, para representarlo como un cínico y por lo tanto, finalmente, como un superficial defensor del poder político, o como un satánico, o como un patriota que receta para situaciones particularmente desesperadas que raramente se presentan, o como un contemporizador, o como un amargado fracasado político, o como mero vocero de verdades que siempre hemos conocido pero no nos gusta pronunciar, o nuevamente como el ilustrado traductor de antiguos principios sociales universalmente aceptados dentro de términos empíricos, o como un criptorepublicano satírico (un descendiente de Juvenal, un precursor de Orwell); o un frío científico, un mero tecnólogo político libre de implicaciones morales (...)

Esta no es una división de la política y la ética. Es el descubrimiento de la posibilidad de más de un sistema de valores, sin ningún criterio común a los sistemas entre los que se puede hacer una elección racional. Esto no es el rechazo del cristianismo por el paganismo (aunque Maquiavelo claramente prefirió este último), ni el paganismo por el cristianismo (...) sino el acomodo de ambos lado a lado, con la implícita invitación a los hombres a escoger entre una vida privada, buena, virtuosa, o una existencia social buena, de éxito, pero no ambas".

MAX WEBER, LECTOR DE MAQUIAVELO:

Siguiendo a Maquiavelo, Weber distingue entre la “ética de la convicción” (Lilita Carrió) y la “ética de la responsabilidad”.

A ojos de Weber, “lo patético de la acción estaba vinculado a la antítesis entre dos formas morales, la moral de la responsabilidad y la moral de la convicción. O bien obedezco a mis convicciones (pacifistas o revolucionarias, tanto da) sin preocuparme por las consecuencias de mis actos, o bien me siento obligado a rendir cuentas de lo que hago, aunque no lo haya querido directamente, y entonces las buenas intenciones y los corazones puros no bastan ya para justificar a los actores” (Raymond Aron).

Cuando se entra en política, la moral que debe seguirse es la de la responsabilidad por las consecuencias de las acciones que se toman en la coyuntura. Entrar en política es participar en conflictos en los que se pelea por el poder, por la capacidad de influir sobre el Estado y, a través de él, sobre la colectividad. Al mismo tiempo, el político queda atrapado en la obligación de someterse a las leyes de la acción, aunque esas leyes sean contrarias a sus convicciones más íntimas, a los diez mandamientos o a las recriminaciones que Pepe Grillo le puede hacer en la soledad nocturna de una conversación con la almohada. Los dardos de Weber estaban dirigidos, probablemente, a los pacifistas de orientación cristiana y a los revolucionarios principistas, a los idealistas. Aunque nuestro contexto y lugar no son los de la época de Weber -y mucho menos los de los tiempos de Maquiavelo-, la lección de ambos sigue teniendo vigencia.

Por ejemplo: para un seguidor de la “ética de la convicción”, el aborto está mal sin importar las consecuencias, y por lo tanto no debe ser legalizado. Un político debe considerar las circunstancias, y las consecuencias que puede tener su no legalización sobre la población femenina, sobre todo entre las mujeres que pertenecen a los sectores económicamente más desfavorecidos.

Aclaración importante: Weber no quiere decir que el moralista de la responsabilidad no tenga convicciones, ni que el moralista de la convicción no tenga sentido de la responsabilidad. “Lo que él sugiere es que, en condiciones extremas, ambas actitudes pueden contradecirse y que, en último análisis, uno prefiere al éxito la afirmación intransigente de sus principios y el otro sacrifica sus convicciones a las necesidades del triunfo, siendo morales tanto uno como otro dentro de una determinada concepción de la moralidad” (R. Aron).

Esta es la lección que Weber toma de Maquiavelo, según el cual la política se revela en situaciones extremas. Es evidente que un buen político debe estar convencido de sus ideas –que no es lo mismo que ser un necio o un soberbio- y al mismo tiempo ser responsable de sus actos. Ahora bien, ¿cuál es la elección moral cuando es preciso mentir o perder, matar o ser vencido? La verdad, responde el moralista de la convicción (Lilita Carrió); el éxito, responde el (¿peronista?) moralista de la responsabilidad.

Otro punto importante: no existe criterio científico universal capaz de salvar al político de tomar decisiones erróneas. Creer que la política debe someterse al dictado de la ciencia no es más que “cientificismo”. La política es negociación constante, y por lo común, no hay una medida política o económica que beneficie a todos: generalmente se perjudica a algunos en beneficio de otros.

¡DEMOCRACIA NO ES AUSENCIA DE CONFLICTO!

Aclaración: el post es muy general, y toca principalmente cuestiones relacionadas con la "filosofía política", con "lo simbólico", con lo cual te pido, hipócrita lector, que no busques validaciones empíricas al modo de las ciencias sociales. No se trata de un posteo escrito por un "experto", sino por un aficionado, o sea, yo.


Para Maquiavelo –leído bajo la lente de Claude Lefort- la política implica esencialmente un conflicto entre dos deseos: “oprimir” y “no ser oprimido”. Cada uno de estos deseos es la negación definitiva del otro. El tema es que no se trata de una lucha “por algo”, y por lo tanto no tiene culminación: sólo se puede renegociar una y otra vez. La eliminación del conflicto no sólo es imposible sino además no deseable. Es más: para Lefort, el deseo y el fantasma de la eliminación del conflicto tuvo un papel relevante en la conformación de los regímenes totalitarios como el estalinismo y el nazismo. Mientras que la política clásica considera que el desacuerdo tiene su fuente en los errores de juicio provocados por el sometimiento de la razón a las pasiones, Maquiavelo descubre la irreductibilidad de la división social. Más adelante voy a retomar esta cuestión.


Según Lefort, Maquiavelo es el primero en ver al poder no como una "cosa en sí", sino como un entrecruzamiento de conocimiento y no conocimiento, una relación de polaridades en constante conflicto.

El sueño racionalista de una sociedad reconciliada consigo misma y liberada del conflicto es, en el mejor de los casos, una utopía inconsistente alimentada por algunos pensadores sin asidero en la realidad efectiva o, en el peor, un proyecto mortal cuya puesta en práctica implica el necesario aplastamiento de la sociedad en su conjunto.

En las democracias modernas, la fuente legítima del poder radica en el pueblo. ¿Pero quién puede arrogarse el papel definitivo de "representante de la voluntad popular"? El alegato de cada persona que diga estar hablando “en nombre del pueblo” o como representante de lo que “piensa la gente” -como hace tanto conductor televisivo/periodista tilingo- debe validarse por medio del discurso, y cada alegato está siempre abierto a discusión. Se trata de un vacío simbólico de poder, que no puede encarnarse/corporizarse de modo definitivo en ningún presidente ni representante político alguno.

Ahí radica el motivo por el cual jamás puede establecerse con certeza al verdadero vocero del pueblo. Para nosotros los "modernos", nociones como "patria" o "pueblo" son esencialmente abstracciones, o en todo caso lugares vacíos que cada quien llena como le parece en virtud de su propia cosmovisión o ideología. Quien dice ser la voz de los que no tienen voz NO PUEDE SER la encarnación de dicha voz, sino alguien que necesariamente se encuentra EN LUGAR DE. No importa cuáles sean sus intenciones: pueden ser benévolas, altruistas, demagógicas, interesadas o lo que fuere. Como el lugar del pueblo está siempre “vacío”, esto genera una ansiedad tremenda en épocas de crisis. Para Lefort, los movimientos totalitarios son una respuesta a la experiencia moderna de la vacuidad, que intenta llenar este vacío de poder. Vacío que, repito, es intrínseco a la democracia moderna. El carácter simbólicamente "vacío" del poder en un régimen democrático actual es constitutivo de lo político. 


El proyecto totalitario, en las formas comunista y fascista, buscó llenar el lugar vacío con una materialización del “pueblo-como-uno” y ya no en conflicto consigo mismo. En este tipo de regímenes, todos los conflictos sociales, que necesariamente siguen existiendo -porque la política JAMÁS puede eliminar el conflicto-, terminan siendo proyectados al exterior: al Otro malvado, al extranjero, al enemigo del pueblo. Aclaración: cuando hablo de gobierno "totalitario" me refiero específicamente al estalinismo o al nazismo, no a lo que un idiota como Vargas Llosa podría denominar "totalitario".


EL TESTIGO

“Los que sobrevivimos a los campos de concentración no somos los verdaderos testigos. Esta es una idea incómoda que gradualmente me he visto obligado a aceptar al leer lo que han escrito otros supervivientes, incluido yo mismo, cuando releo mis escritos al cabo de algunos años. Nosotros, los supervivientes, no somos sólo una minoría pequeña sino también anómala. Formamos parte de aquellos que, gracias a la prevaricación, la habilidad o la suerte, no llegamos a tocar fondo. Quienes lo hicieron y vieron el rostro de la Gorgona, no regresaron, o regresaron sin palabras”. (Primo Levi, sobreviviente de un campo de concentración nazi y autor de dos libros excepcionales: "Si esto es un hombre" y "Los hundidos y los salvados").


Lo que sugiere Levi es que no sólo la historia la escriben los que ganan, sino que en cierto modo los "verdaderos testigos" son los que no pueden dar testimonio de su experiencia como oprimidos. Digamos que la historia de los vencidos se escribe con el inestimable testimonio de los "vencidos-vencedores" que han podido "vivir para contarlo" (cuestiones que como muchos sabrán se plantean en las "Tesis de filosofía de la historia" de Walter Benjamin). Esto es tema de otro debate muy denso -Agamben, entre otros autores, ha escrito sobre el particular-, pero lo sugiero para dar a entender que nunca se le puede dar REALMENTE voz a quienes no tienen voz. Esto de ningún modo implica renunciar a la aspiración de alcanzar una sociedad lo más pluralista posible, donde no TODAS -sería una pretensión vana- sino la mayor cantidad posible de voces tengan la posibilidad de ser escuchadas. Y sobre todo: donde las voces de los más débiles tengan representación. De ahí la importancia de una ley de medios audiovisuales, para tratar de democratizar el "monopolio legítimo de la opinión pública y la cultura" que se arrogan para sí los medios hegemónicos.


LA POLÍTICA: LIBERTAD E IGUALDAD


Según la concepción de Castoriadis, la función de la política no es hacer al pueblo feliz, sino libre. Se trata de un deseo que jamás se alcanza pero al que se debe aspirar. En palabras de Castoriadis:



“(…) es falsa la idea de que el objeto de la política sería la reducción de la miseria y finalmente la felicidad. Incluso es una idea –y que Rorty me disculpe- muy peligrosa. Si la meta de la política fuese volver feliz a la gente, alcanzaría con votar leyes que decretaran la felicidad universal mediante, no sé, la música de Cage, la lectura obstinada de los Upanishad, tal o cual práctica sexual… Pero todo esto depende de la esfera privada, íntima, y es perfectamente ilegítimo tratarlo en el agorá –la esfera público-privada-, y menos aun en la ekklesía, la esfera pública-pública”.


No puedo menos que adherir a las palabras del amigo Cornelius (no voy a entrar a hilar fino porque sería demasiado complicado para un espacio que pretende ser de discusión): la gente que está dispuesta a hacer la felicidad de la gente aún contra su propia voluntad es peligrosísima. Es casi como promover una ley para que tal mina que me ignoró en un cheboli se vea obligada a darme pelota.

¿Y entonces porqué debemos eliminar la miseria y disminuir la pobreza? Sencillamente porque reduce a "esclavitud" (aunque no en el sentido griego) a quienes azota, impidiéndoles ser ciudadanos auténticos. Si hay gente lo suficientemente rica como para comprar a personas lo suficientemente pobres como para verse obligados a venderse, el ejercicio de la libertad se ve fuertemente disminuido. De todas formas, es cierto que está el problema de "qué se entiende por libertad".

Cuando alguien dice que “los lectores eligen leer libremente Clarín” está diciendo una mentira burda, o cuantimenos una verdad a medias. En el mercado capitalista, los precios no tienen mucho que ver con los costos; ni el mercado se parece a una suerte de fluido etéreo que pasa inmediatamente de un sector de la producción a otro porque es ahí donde pueden hacerse mayores beneficios. Los precios se relacionan, esencialmente, con una relación de fuerzas. ¿O alguien piensa que "elige" ver cine yanqui porque sus películas "se imponen por mérito propio" al competir en un supuesto mercado libre? ¿Cuántas opciones tiene el consumidor para no elegir a Windows como sistema operativo? No hay verdadero argumento económico y racional que permita decir: “una hora de trabajo de tal hombre vale tres veces más que la hora de trabajo de tal otro”. ¿Cuál es el argumento RACIONAL por el cual Messi “merece” cobrar varios millones de dólares mientras un docente gana anualmente menos de lo que un futbolista genial como él gana en un día? La distribución de los ingresos no es más que una relación de fuerzas condicionada social e históricamente, y no presenta una conexión causal universal y necesaria con el "mérito" ni la "excelencia". Obviamente puede existir una relación con el mérito o la excelencia, como ocurre en el caso de Messi; o no existir en absoluto: como mayormente ocurre en el contenido de las notas de Clarín. 


Esa fantasía de un mercado libre donde los consumidores DECIDEN es absurdo por donde se lo mire: el voto de un gran financista como Donald Trump vale un millón de veces más que el del norteamericano promedio. El mercado capitalista y la democracia, normalmente no coinciden. (Ojo: "mercado" no es sinónimo de "mercado capitalista"). Lean "La gran transformación" de Karl Polanyi y sabrán de lo que hablo.


P.S.: Toqué muchos temas a vuelo de pájaro, y sé que tal vez la lectura se presta a confusión. Ocurre que desplegar cada tema tornaría quilométrico el post. Si alguno quiere mejorarlo con su comentario adelante!!

AMPLIACIÓN A PARTIR DE LEFORT:

Aclaración: repito que el post corre el riesgo de mezclar tesis de filosofía política con teorías sociológicas (que pretenden tener un correlato empírico). Amplío un poco lo que dijo Lefort usando algo que Gabriel Kessler resume a propósito de su obra "El sentimiento de inseguridad: sociología del temor al delito":

La idea de la democracia como forma de sociedad implica, entre otras cosas, aceptar los márgenes de incertidumbre sobre las conductas de los otros y la conflictividad como parte consustancial de la vida democrática. En palabras del propio Lefort: "la democracia se instituye y se mantiene por la disolución de los referentes de certeza. Inaugura  una historia en la que los hombres experimentan una indeterminación última respecto del fundamento del poder, de la ley y del saber y respecto del fundamento de la relación del uno con el otro en todos los registros de la vida social". Si partimos de la idea de que el estado natural de una sociedad no es el orden, sino una tensión entre orden y conflicto, y de que el delito es una de las expresiones de la conflictividad de la vida social, la sensación de inseguridad puede ser vista como una de las implicancias de la incertidumbre propias de la sociedad democrática.

Ahora bien- nos dice Kessler-, ¿qué hacen los individuos cuando esa situación se torna intolerable? Lefort advierte acerca de la amenaza totalitaria:

"Cuando la inseguridad de los individuos crece como consecuencia de una crisis económica, o de la devastación de una guerra; cuando el conflicto no encuentra su resolución simbólica en la esfera de lo político; cuando el poder parece decaer al plano de lo real y aparece como algo particular al servicio de los intereses y apetitos de vulgares ambiciosos,dicho brevemente, se muestra dentro de la sociedad y al mismo tiempo ésta se deja ver como fragmentada, entonces se desarrolla el fantasma del pueblo uno, la búsqueda de una identidad sustancial, de un cuerpo social soldado a su cabeza, de un poder encarnador, de un Estado libre de la división".

De modo semejante a lo que ocurre en la teoría de Hobbes, la dificultad de aceptar la incertidumbre y la conflictividad del orden social no llevaría maquinalmente a la adscripción totalitaria, pero contribuiría a instalar la pregunta sobre la conveniencia de una sociedad sin divisiones, capaz de expulsar el conflicto de su interior.

Un tema central en relación con el delito es el saber. Lefort advierte que la sociedad democrática actual exige aceptar que no existe un saber último sobre lo social, una suerte de transparencia que permita reducir la incertidumbre. En épocas de mayor incertidumbre, la carencia de ese saber es una fuente de angustia y la fantasía de su existencia puede acrecentarse. De este modo se explicaría el apoyo de varios entrevistados -analizados por Kessler- a Juan Carlos Blumberg, a quien muchos adhirieron aun sin compartir o sin conocer sus ideas, porque, finalmente, "hay alguien que sabe qué hacer", aunque haga puras cagadas.