En términos generales es casi imposible sumergirse en una discusión política con un libervirgo, sin sentir que el tipo o la tipa van a salir de la pileta del debate con el mismo peinado con el que entraron.
El siguiente fragmento fue publicado hace más de 260 años por uno de los
padres fundadores del pensamiento liberal clásico:
“Esta disposición a admirar,
y casi a idolatrar, a los ricos y poderosos, y a despreciar o, como mínimo,
ignorar a las personas pobres y de condición humilde (…) es la principal y más
extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos morales” (Adam Smith,
The theory of moral sentiments, Dover Publication Classics, 2006, publicado
originalmente en 1759, p.59)
Mientras que en los 70’s había personas valientes y lúcidas como Rodolfo
Walsh, quien pagó con su vida la publicación de su Carta abierta a la junta militar, hoy tenemos a periodistas como Luis Majul declarando que “tiene miedo”
a publicar la enésima seudo investigación periodística contra CFK o a jóvenes libervirgos
cuya máxima expresión de valentía radica en difundir a través de las redes
sociales memes injuriosos contra el exceso de peso de Ofelia Fernández,
idolatrando a pacientes psiquiátricos como Boggiano o Javier Milei cual si
fueran rockeros rebeldes que pelean contra un sistema que los oprime.
Pongamos como ejemplo de confusión mental al libervirgo Bender, para quien
un funcionario como Cafiero no debería intervenir cuando empresarios
millonarios estafan al Estado porque no es la versión criolla de Steve Jobs.
Dejemos de lado el mito del economista-técnico sustentado en otro mito, el
de la ciencia económica como un saber que no contiene juicios éticos o
posiciones ideológicas. Sabemos que un modelo neoliberal que en su práctica
concentra la riqueza en pocas manos no puede convencer al conjunto de la
sociedad de que sus políticas son maravillosas, y ese es el principal motivo
por el cual trata de convencerla de que su modelo utópico es el único posible.
Los dueños de Vicentín no son el modelo de capitalistas emprendedores que
admiraba Schumpeter, sino los típicos empresarios oligarcas argentinos, que
privatizan ganancias, socializan pérdidas y le piden al Estado que los defienda
de las inclemencias del mercado.
Podría poner muchos ejemplos, pero básteme decir que en los orígenes del capitalismo, en la Europa del siglo XVI, antes de que
se inventara la empresa de responsabilidad limitada (o “de fondo”, como se
llamaba entonces) los empresarios tenían que arriesgarlo todo a la hora de
emprender un negocio: sus bienes personales –la responsabilidad ilimitada hacía
que el empresario que fracasaba tuviera que vender todas sus posesiones
personales para saldar sus deudas-, sino también su propia libertad personal,
dado que cuando los deudores no pagaban sus deudas podían ir a la cárcel.
Ahí te creo que había capitalistas de espíritu emprendedor que uno –como le
ocurría a Max Weber o a Joseph Schumpeter- puede llegar a admirar. ¿Pero los
dueños de Vicentín? Sólo un Libervirgo puede defender a semejantes canallas.
Tal vez Juan Carlos Libervirgo dirá: "pero Milei habla pestes de los EMPRESAURIOS nacionales bla bla bla". Ok, por un momento démosle la razón al pelotudo de Milei, quien en un juego de palabras digno de su capacidad intelectual sugiere que nuestros empresarios son jurásicos incompetentes en comparación con otros empresarios que viven en los "países serios". Si esto es así, ¿no conviene tener en cuenta la realidad empírica en la concepción de un modelo que ya de por sí ha demostrado ser un desastre en América latina? Es como si Sergio Hernández, técnico de la Selección Argentina de básquet, propusiera un esquema de juego basado en la altura de nuestros pívots, y tratara de competir contra las torres de Serbia, Estados Unidos o España sin tener en cuenta la realidad de nuestro ADN. ¿Se entiende la comparación? Yo creo que hasta un libervirgo debería entenderla. Vale decir, oh joven libervirgo, que deberás tener en cuenta el carácter particularmente predatorio de nuestra clase empresarial a la hora de participar en debates sobre el modelo de desarrollo que le conviene a nuestro país.
Ahora bien, ¿cuál es la razón principal por la cual tantos economistas
integrantes o adherentes al Partido Libertario -cuyo candidato a presidente más
cercano a su ideología, José Luis Espert, obtuvo el 1,47% de los votos en la
última elección presidencial de 2019- tengan tanta representación mediática en
la esfera pública?
Me parece iluminador leer el siguiente artículo de Claudio Scaletta, cuya
capacidad didáctica para exponer cuestiones de economía de modo sencillo sin
por eso perder profundidad de análisis, constituye una muy buena noticia para un
lector agradecido, como es mi caso:
"Algunos analistas de ambos lados de “la grieta”, muy prolíficos en la
prensa, insisten en una caracterización extraña, casi un nuevo tópico: afirman
que la Alianza Cambiemos falló en aquello en lo que se esperaba le fuera muy
bien, el manejo de la economía, y le fue bien en aquello en lo que no se
esperaba tanto, el armado político. La realidad habría arrojado la “sorpresa”
de lo contrario.
¿En serio alguien con un mínimo de conocimiento de la historia económica
podía creer que las recetas que llevaron a los fracasos económicos más
estrepitosos de “los últimos 70 años” lograrían en el presente, repitiendo el
mismo abecedario, un resultado exitoso? ¿En serio los mismos economistas que
las llevaron adelante, con la misma teoría, lograrían con Cambiemos un
resultado diferente?
Dicho de otra manera ¿por qué las políticas ortodoxas, que fueron una
máquina de generar shocks inflacionarios, recesiones profundas,
desindustrialización, desarticulación productiva y deuda pública externa,
desencadenarían ahora resultados luminosos? ¿Por qué analistas políticos y
económicos esperaban un resultado positivo?
La pregunta es necesaria: ¿por qué?
La respuesta lógica es difícil de comprender si no se incorpora el detalle,
potente, del poder mediático. Para el sentido común metódicamente construido
por la prensa hegemónica, los liberales autores de todos los colapsos de la
historia económica reciente son rotulados como “economistas serios”. Lea de
nuevo: son “economistas serios”. Y cuanto más ultramontano, más serio. Sin el
sentido común construido por los medios, personajes como Federico Sturzenegger,
secretario de Política Económica de Domingo Cavallo con Fernando de la Rúa,
jamás podría haber saltado por encima de su historia para llegar a la
titularidad del Banco Central y generar otro colapso.
Defensores de todos los ajustes como Carlos Melconian tampoco se habrían
dado el gusto de rechazar el Ministerio de Economía. El entorno mediático en
que todo sucede es sencillamente tóxico. Una muestra es que un individuo
psiquiátrico como el insultador profesional Javier Milei es el economista que,
bajo la segunda Alianza, acumula en los medios audiovisuales más minutos de
aire que cualquier otro.
El aparente despropósito se entiende en su contexto. El personaje Milei
cumple una función comunicacional muy clara: correr el discurso público a la
derecha. Generalizando y sintetizando, los guerreros superextremistas hacen que
los verdaderos extremistas, los que implementan cotidianamente las actuales
políticas económicas, parezcan moderados. En la historia los Milei son el
relevo generacional de los José Luis Espert, quien durante el apogeo neoliberal
de Carlos Menem aparecía para decir que no se iba lo suficientemente a fondo
con lo que por entonces se denominaba “cirugía mayor sin anestesia”.
En los debates, el personaje que ejecuta Milei suele amedrentar a sus
interlocutores, casi siempre sin formación económica, con citas irrelevantes o
papers improbables. Pero cuando el argumento de presunta autoridad académica,
nunca el desarrollo de la idea, no surte efecto, su vía de escape es el insulto
y la agresión. ¿Se imagina el lector el tratamiento mediático que recibiría un
economista kirchnerista si copiase el estilo? Luego, el presunto look de “joven
transgresor” de un casi cincuentón de peluquín que habla de sexo tántrico le
facilita a sus seguidores, los autodenominados “libertarios”, proponer las
recetas más retrógradas en nombre de la “incorrección política”. Nunca la
incorrección fue tan conservadora.
Si alguien ve una fiesta en los últimos 70 años, debe abandonar el uso de
sustancias.
Pero subsiste una contradicción. Incluso para el sentido común construido
puede parecer evidente que si se aplican las mismas recetas que en el pasado se
llegará a los mismos malos resultados. La vía de escape discursiva, entonces,
consiste en apelar a que tal pasado nunca existió. Nunca hubo “verdadera”
ortodoxia. Los 12 años largos de kirchnerismo juegan a favor del mensaje. La
memoria de los treintañeros del presente no incluye la experiencia de los ’90.
Y mucho menos la de los ’70. Es fácil mentir que nunca hubo neoliberalismo, que
no hubo desarme del modelo sustitutivo de importaciones con bajo desempleo y
tampoco desarme del Estado benefactor. Es fácil afirmar impunemente que lo que
sí hubo, en cambio, fueron “70 años de peronismo”, una “posverdad” sin anclaje
en la historia repetida como un mantra por todo el oficialismo incluido Mauricio
Macri, quien agregó el giro de los “70 años de fiesta”. En paralelo sobre la
recaída de los últimos tres años la respuesta es una conocida de siempre: “no
se fue lo suficientemente a fondo”. Los Espert y todos los economistas serios
ya ganaron.
En “los últimos 70 años” hubo otra cosa. Entre los más conspicuos
estuvieron la Revolución Libertadora, Álvaro Alsogaray, el onganiato, Adalbert
Krieger Vasena, Celestino Rodrigo, la dictadura militar y José Alfredo Martínez
de Hoz, Juan Vital Sourrielle y el Plan Primavera, Domingo Cavallo y la
Convertibilidad. Si alguien ve “peronismo” en esta secuencia quizá sea
verdadero el mito de su carácter inexplicable. Y si alguien ve una fiesta debe
abandonar el uso de sustancias. Lejos de las tres banderas del peronismo
fundacional en el último medio siglo lo que predominó fue el antiperonismo y la
aplicación sistemática de políticas ortodoxas respaldadas casi siempre por
programas con el FMI. Gracias a ello la economía local se convirtió en un caso
histórico y único de “des-desarrollo”. La “fiesta” sólo fue para una minoría
selecta. Los paréntesis, en tanto, nunca fueron lo suficientemente a fondo como
para romper la secuencia".
Post Scriptum: es interesante leer, a la luz del presente, el siguiente fragmento de la carta de Walsh:
Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar11, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisioncs internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.13 Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subtérráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo , el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más afortutunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete. Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".14
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el "festín de los corruptos".
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideologia que amenaza al ser nacional.
Eso era todo por hoy. Otro día si puedo trato de escribir algo más sobre el
“neoliberalismo”, concepto cuya existencia no es reconocida por el libervirgo.
Sean felices,
Rodrigo
ClapClapClapClapClap!
ResponderBorrarAsí se ve mas claro.
¿Cómo estás tigre? ¡Hay que leerlo a Claudio Scaletta! Es muy didáctico y sabe exponer los dilemas de nuestra economía. No se queda en la pelotudez y te permite eludir el relato de los traficantes de información financiera disfrazados de economistas.
BorrarBuen artículo, acerca del peligro "inofensivo" de los libervirgos. Al decir "inofensivos", me refiero a que su erradicación y exterminación se puede realizar con educación y la palabra, y un par de correctivos..... Jajaja
ResponderBorrarInofensivos no son y más si tienen edad de votar. Por otra parte no se puede dialogar con gente que apoya discursos de odio, que polariza todo y pierde la capacidad de discernimiento. Milei es un debilitador social y quienes lo siguen son fanáticos.
BorrarJajajajja
ResponderBorrarNefasto jajsjajs
ResponderBorrarNo viví ni los 70´s, ni los 90's ni la posterior crisis del 2001, pero tampoco me hizo falta para reconocer el peligro de que ascienda una persona como Milei. Desde el principio ha dicho todo lo que piensa hacer y no es nada nuevo. Los libervirgos no tienen justificación ni todo el que le permitió ser presidente por acción u omisión ya que todavía no me explico como gente grande que experimentó las malas épocas aún recientes decidieron votar a este desquiciado.
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