sábado, 19 de septiembre de 2015

TE PIDO POR FAVOR QUE NO ME CUENTES UN CHISTE

Cuando me cuentan un chiste, por lo general me obligan a poner cara de que me estoy divirtiendo, y eso me hace sentir incómodo. Como dice Casciari, uno tiene que poner la mandíbula en piloto automático, sonriendo de entrada, mientras el otro empieza un relato que no prospera. El contador amateur se esfuerza denodadamente por ser gracioso, y se le notan los hilos desde lejos: mueve los brazos ampulosamente como una marioneta, se esfuerza por imitar acentos que no le salen -quiere hacer un cubano y le sale un chileno que vivió en Cartagena- , pone diversas voces, multiplica las palabras procaces inútilmente...

"El esfuerzo mayor, sin embargo, es dividir el cerebro en tres compartimentos: el que escucha el argumento del chiste, el que se pregunta porqué mierda no me quedé en mi casa, y el que critica minuciosamente la performance".

Uno sufre cuando el chiste va llegando al final y nota que la trama va perdiendo fuerza, o cuando intuye el remate.

Y si el interlocutor es una señora almidonada que elige contar un chiste verde, pero en lugar de decir "pija" trata de remplazar lo irreemplazable con gestos o sinónimos no muy eficaces, el sufrimiento se transforma en vergüenza ajena. Nunca cuentes un cuento donde la pija es protagonista si te parece inmoral o te da pudor.

También están "los que imitan la voz de los maricones poniendo la mano como si llevaran una bandeja invisible", los que te explican el final, los que repiten el remate creyendo que no lo entendiste cuando lo cierto es que no te causó gracia... Jamás finjo una carcajada, porque trato de no confundir ser cortés con ser hipócrita: me limito a mantener una semi-sonrisa congelada que, lo digo nuevamente, me pone incómodo. Conclusión: si no sos MUY GRACIOSO, te pido de rodillas que no me cuentes un chiste. Si sos mi amigo sí, porque te mando al carajo y está todo bien.

Y sin embargo, porque soy un tipo re contradictorio al que no hay que tomar demasiado en serio, les dejo un chiste de José "Pepe" Nun que me pareció muy bueno:

"Un capataz llama a su patrón, alojado en el Hotel City de Buenos Aires por negocios ganaderiles.

-¿Hola, patrón?

-Diga, don Braulio.

-Se murió el lorito, patrón.

-Qué pena, don Braulio. Pero vea, hombre, yo ando muy ocupado por acá. Haga lo que usted quiera.

-Pero, ¿usted lo recuerda bien al lorito?

-Sí, don Braulio. Y me duele mucho su noticia. Bué, ¿algo más?

-El lorito se murió quemado.

-¿Quemado? ¿Y por qué quemado?

-Por la caballeriza.

-¿Qué pasó con la caballeriza don Braulio?

-Se incendió toda, patrón. Algunos caballos se salvaron. Pero pocos y no los mejores.

-Pero, ¿qué me está diciendo, hombre? ¿Y por qué mierda se incendió la caballeriza?

-Ay, patrón, porque se incendió la casa.

-¿Y por qué mierda se incendió la casa?

-Por las velas, patrón.

-¿Qué velas?

-Las del velorio de su esposa.

-¿Qué? ¿Murió mi mujer?

-Sí, patrón. Y como sabemos que usted no va a volver hasta dentro de quince días la velamos nosotros nomás. Pero si quiere quedarse por más tiempo, quedesé, patrón. Porque con la casa también se incendió el féretro de su mujer. Con ella adentro.

-Don Braulio, ¡váyase a la puta que lo parió!

-Epa, patrón, tanto enojo por un lorito muerto".


(Relatado por J. P. "Soberbia" Feinmann en su libro "El flaco").

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