domingo, 20 de noviembre de 2016

MIS AMIGOS SON UNOS ATORRANTES. SE EXHIBEN SIN PUDOR, BEBEN A MORRO… Y NO LEEN UN CARAJO

A casi ninguno de mis amigos les interesa la literatura o la filosofía, aunque a ellos y a mí nos guste hablar de mujeres, de música, de fútbol o de series de televisión. Si les cito algún pasaje de los Diálogos de Platón, son capaces de salirse con alguna grosería del tipo “¿hace cuánto que no la ponés, pedazo de pelotudo? ¡Dejá de joder con ese griego de mierda!”.

Esos canallas impresentables que yo tanto quiero, suelen escuchar bandas uruguayas horribles, o elogian temas de Los Piojos en mi presencia. Por más que yo los invite a disfrutar conmigo esos temazos de Spinetta que a mí me hacen llorar de emoción, tienen el oído tapado.




“Pero hay tanta belleza/ tirada en la mesa/ desnuda toda rebalsada”… ¿Cómo les puede gustar esa poesía de mierda? Si no los quisiera tanto, tendría que cagarlos bien a trompadas.

Será por eso que envidio la suerte de Gonzalo Garcés, que tiene de amigos a tipos como Abelardo Castillo o Hernán Casciari, con quienes además de hablar más o menos de los mismos temas que nos obsesionan a mis amigos y a mí, puede colgarse a debatir sobre la obra o la personalidad de Tolstoi, de Proust o de Roberto Bolaño.


Una vez leí que, para el escritor chileno Alejandro Zambra, la presencia de libros estuvo siempre asociada a la falta de ropa. A mí me pasa igual: cada vez que cobro me gasto un vagón de guita en libros, aunque hace meses que no me compro una remera decente o un pantalón medianamente potable.




A propósito de Zambra, si pueden traten de conseguir No leer, que está muy bueno. Me gusta el rescate que hace de Julio Ramón Ribeyro, el escritor peruano que estuvo al margen del "boom":

“Ribeyro escribe para vivir, no para demostrar que ha vivido. Un fragmento de 1977 es, en este sentido, revelador: ‘La verdadera obra debe partir del olvido o la destrucción (tansformación) de la propia persona del escritor. El gran escritor no es el que reseña verídica, detallada y penetrantemente su existir, sino el que se convierte en el filtro, en la trama, a través de la cual pasa la realidad y se transfigura’”.

A Ribeyro le gustaba presentarse como un narrador de tercera división que alguna vez ha hecho algún gol magnífico. ¿No es hermosa esa definición de sí mismo?

Tampoco quería llenar las expectativas de lectores “europeos”: “El Perú que yo presento no es el Perú que ellos imaginan o se presentan: no hay indios o hay pocos, no ocurren cosas maravillosas o insólitas, el color local está ausente, falta lo barroco o el delirio verbal”.

Cuando le preguntan el motivo por el cual no escribe novelas, contesta que es un corredor de distancias cortas: “Si corro el maratón me expongo a llegar al estadio cuando el público se haya ido”. 


En La tentación del fracaso, nos dice: “Tengo una gran desconfianza por los hombres que no fuman ni prueban un vaso de alcohol. Deben ser terriblemente viciosos”.


Y respecto de la literatura moderna: “Cada nuevo escritor coteja su obra con la de los escritores anteriores, no con el mundo. De este modo se llega a una rarificación de la materia novelesca, que puede confundirse con el esoterismo”. Los nuevos escritores, concluye, “tratan de hacer de su obra no el reflejo personal de la realidad sino el reflejo personal de otros reflejos”.

No estoy completamente de acuerdo con lo que dice ahí, pero me gusta la forma en que lo dice, y además me da que pensar; aunque dentro de diez minutos me voy a olvidar de ese fragmento, como me olvido de casi todo lo que leo.

Volviendo a Garcés, tengo que confesar que es un tipo que me cae muy bien, sin importar que me parezca medio “gorila”. Ojo, jamás fui ni seré peronista, pero por lo general desprecio las actitudes “goriloides”. Y digo las actitudes y no "las personas", porque los demás son como yo: seres pluridimensionales, a despecho de tipos como Luis Majul. Por lo demás, la razón suele justificar lo que quiere la voluntad, como decía Borges que decía George Bernard Shaw y/o Schopenhauer. ¿Y quién tiene la posta en cuestiones políticas o ideológicas? ¿Foucault, Zizek, Isaiah Berlin, Norberto Bobbio, Rodolfo Walsh, Tony Judt, Heidegger? NADIE.



En fin, no interesa hablar de política, sino destacar que hace poco terminé de leer un libro suyo que disfruté mucho, y se titula Cómo ser malos. Sus artículos suelen tener ideas “provocadoras”, en el mejor sentido de la palabra. Les dejo algunas citas. 


“La verdad es que la crítica en español, con algunas excepciones admirables, es aburrida. Con esto quiero decir: prolija, temerosa, complaciente, acomodaticia. En inglés a veces también, pero en conjunto no, y no es raro que un crítico, y no un crítico destacado sino uno del montón, me haga reír o pensar. Quiero entender por qué.


Aclaro que la reseña en español no es, hasta donde llega mi conocimiento, la peor del mundo. Esa palma le toca a Francia, donde la prosa de cotillón, el provincianismo y el amiguismo la vuelven directamente ilegible. (…)

En España, la crítica suele ser igual de descerebrada, pero al menos tiene el encanto de lo rús­tico. Después del amaneramiento francés, reconforta leer al agrama­tical Francisco Solano (quien, en una reseña reciente, elogia a Julian Barnes por escribir "con una completa desconfianza al estilo solemne") o al hilarante Ricardo Senabre, que termina todas sus reseñas con una andanada de correcciones escolares. Uno casi puede oír el acento de maestro rural, estilo Amanece que no es poco , cuando Senabre deplora en una novela "ciertos anglicismos de moda", asevera que no debe decirse "no sufras" sino "no te preocupes", y termina despachando al autor con una palmadita en el hombro: hala, ahora a jugar, chaval, y no hagas trastadas. En la Argentina, la barra está colocada un poco más alto. Al menos suele haber cierta noción de historia literaria, cierta idea de que un libro debería situarse en un contexto. Pero, a la hora de la verdad, la crítica argentina padece las mismas taras que la española. Es chirle; casi nunca transmite la impresión de que hay algo impor­tante en juego. (…)

En este punto, supongo, se podría protestar que en España y Latinoamérica hay críticos admi­rables. Los hay, por supuesto. A los nombres evidentes (Domín­guez Michael, Faverón, Carrión, Gandolfo) podría agregar otros menos conocidos (Walter Cassa­ra, Osvaldo Gallone). Pero no se trata de eso. Es en las constantes donde se manifiesta el estado de la cultura. Y el hecho es que cier­tas nociones, y sobre todo ciertas inhibiciones, hacen de la crítica en castellano algo más débil de lo que podría ser".

Me gustaron otros artículos, como Instrucciones para criticar a Cortázar, donde critica esa tendencia que tenemos los "progre" a la "mala conciencia"; o lo que dice acerca de la literatura de Fogwill.

Me agrada la actitud de Gonzalo de tratar de liberarse del qué dirán. Acá lo dice, de modo tajante, en una entrevista que le hacen en la Revista Eñe: "Hay una obsesión por ser lo que no se es"

En lo personal no sé bien quién soy, pero sé de qué huyo. Estimo que a Gonzalo le pasa algo más o menos parecido.

Me parecieron reveladoras sus reflexiones sobre Fernando Vallejo y Washington Cucurto respecto de su incontinencia verbal, esa capacidad de anular la parte del cerebro vinculada al reconocimiento de los límites que nos ayuda a ejercer la libertad de no tenerle miedo al ridículo:

"A Cucurto le reprochan el haber expresado de manera complaciente la xenofobia, el sexismo, el racismo, en fin, casi todas las graves taras morales que se atribuye a los negros en la Argentina. Nunca lo entendí. Pero es verdad que, cambiando "negro" por "blanco de clase acomodada", lo mismo le reprochan a Fernando Vallejo. Vallejo toca con más instrumentos que Cucurto, pero comparten un tono. Los dos parecen movidos por una agresividad sin objeto que se resuelve en juego. Los dos son indecentes por falta de cohibición, má que por programa. Los dos ofenden al intelectual no tanto por su extremismo sino por su escandalosa falta de mala conciencia. Cucurto representa algo que asustaba y repugnaba a Jean-Paul Sartre: la plenitud del Ser".

¡Sean felices!

Rodrigo

2 comentarios:

  1. Qué agradable texto. No conocía la frase de Borges sobre la razón y la voluntad, está genial. Con respecto a Garcés, te paso la entrevista que le hice hace unos días con respecto al libro que mencionás: https://laboladelsur.blogspot.com.ar/2016/11/como-ser-malos-entrevista-extendida_20.html

    Saludos!

    ResponderBorrar