martes, 1 de noviembre de 2016

LA LITERATURA COMPROMETIDA

Todos conocemos aquella frase que Kafka le escribió a su amigo Oskar Pollak, donde dice que “si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?”. Y luego agregaba que “un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro”. ¿Y de qué está hecho ese hielo? De costumbre, de automatismo, de un cierto  embotamiento de nuestros sentidos…


Al respecto, me gustó mucho una reflexión que hizo el escritor español Javier Cercas en referencia a la crítica a la posmodernidad de David Foster Wallace. El tipo coincide en que se trata de una crítica muy acertada, pero con matices: 


“Forster Wallace acierta por completo cuando afirma que nuestra cultura se ha vuelto de un escepticismo congénito, que nuestros escritores desconfían por completo de las creencias firmes y las convicciones abiertas y que la pasión ideológica los asquea profundamente; también acierta al sostener que lo que nos ha llegado del auge de la posmodernidad, quizá malinterpretándola, ha sido sarcasmo, cinismo, ‘ennui’ (tedio) permanente y recelo de cualquier autoridad; y desde luego tiene toda la razón cuando, en 1996, en una apasionada vindicación de Dostoievski, afirma que la feroz gravedad del novelista ruso sería considerada a menudo, por la actual ortodoxia posmoderna, pretenciosa y ridículamente sentimental, y que no provocaría indignación ni improperios, sino algo peor: una ceja levantada y una sonrisa sardónica. Todo esto, ya digo, me parece exacto. Pero Foster Wallace va más allá, y acaba atribuyendo la falta de ambición y seriedad de la narrativa de nuestro tiempo- su incapacidad para escribir sobre ‘las viejas certezas y verdades del corazón’ de las que hablaba Faulkner- a la omnipresencia de la ironía, al hecho de que, dice, ‘la ironía posmoderna se ha convertido en nuestro hábitat’; lo cual parece llevarle por momentos a abogar por una literatura propositiva, capaz de transmitir certezas, de dar respuestas y presentar soluciones”.


No sé si esto que dice Cercas es exactamente lo que dice David Foster Wallace, pero sí  creo que Cercas tiene toda la razón cuando afirma que “la literatura, y en particular la novela, no debe proponer nada, no debe transmitir certezas ni dar respuestas ni prescribir soluciones; al revés: lo que debe hacer es formular preguntas, transmitir dudas y presentar problemas y, cuanto más complejas sean las preguntas, más angustiosas las dudas y más arduos  e irresolubles los problemas, mucho mejor. La auténtica literatura no tranquiliza: inquieta; no simplifica la realidad: la complica. Las verdades de la literatura, pero sobre todo las de la novela, no son nunca claras, taxativas e inequívocas, sino ambiguas, contradictorias, poliédricas, esencialmente irónicas. Es muy probable que la ironía destructiva, aquella que se funde o se confunde con el sarcasmo y hasta con el cinismo, conduzca a un nihilismo despiadado y estéril; pero la ironía cervantina, la que muestra que la realidad es siempre equívoca y múltiple y que existen verdades contradictorias, es una herramienta indispensable de conocimiento. Esa ironía no es lo contrario de la seriedad, sino en cierto sentido su expresión máxima; sin ella, en todo caso, apenas hay narrativa digna de tal nombre, o por lo menos novela”.


Por eso “la inminencia de una revelación que no se produce es, quizá, el hecho estético”. El hombre práctico, el político, debe tratar de hacer más sencilla la vida del hombre en sociedad; el buen novelista, en cambio, debe hacer complejo lo aparentemente simple, tornar extraño lo familiar dándonos herramientas para  aumentar nuestra capacidad de percepción.

5 comentarios:

  1. «“la inminencia de una revelación que no se produce es, quizá, el hecho estético”.» -> Estamos empantanados y no salimos mas: el hecho estético es la literatura, lo que diferencia a mí ("Recuerdo que durante una reunión nocturna, en Balvanera, hace tiempo, alguien mencionó al pasar a un Jacinto Chiclana") de Borges ("Me acuerdo, fue en Balvanera,/en una noche lejana/que alguien dejó caer el nombre/de un tal Jacinto Chiclana.") Técnicamente hablando: metáforas, sinécdoques, metonimias, etc. Y QUE NO SE LE OCURRAN A CUALQUIERA. Hay una anécdota de un programa que Antonio Carrizo tenía en Canal 11, donde invitaba a figuras de la cultura para recorrer sus carreras, en la que el invitado era Charlo. Y Charlo le estaba enseñando sus técnicas de composición, para inducir, mediante la música, estados de ánimo en el oyente que acompañaran a la letra de la canción. Y en un momento dado dice: "... y al escuchar esto vos sentís una gran ..." y cuando va a rematar con "tristeza" o "congoja" o "angustia", Carrizo, que se la ve venir, lo interrumpe diciendo: "FELICIDAD, siento una gran felicidad. Ya sé lo que querés decir, pero yo siento una gran felicidad ANTE EL HECHO ARTÍSTICO CONSUMADO." Yo también. Vos, bloguero, me parece que no.

    ResponderBorrar
  2. "... el político, debe tratar de hacer más sencilla la vida del hombre en sociedad; ..." -> Sí, señor. Julio César y Winston Churchill, con diez años de campaña militar en las Galias y otros diez de guerra civil el primero y diez años de guerras mundiales el segundo, no podrían estar mas de acuerdo: "El camino del Paraíso está empedrado de malas intenciones."

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Está bien, ¿y con eso qué? Puedo citar "Memorias del mal, tentación del bien" de Todorov, respecto de lo que decís de muchas ideas que nacen dulces y envejecen feroces. No veo cuál es el desacuerdo ni tampoco de qué me sirve que me trates de aleccionar. Por ahí nos enriqueceríamos más si hicieras un aporte más sustancial en lugar de presuponer ignorancia en mí y sabiduría en vos.

      Borrar
  3. Fe de erratas, me acabo de dar cuenta : "... de malas ACCIONES."

    ResponderBorrar
  4. Estimado anónimo, agradezco tus aportes pero a menudo tengo la impresión de que tus intervenciones se parecen a las de una modelo cincuentona que mira la entrega de los Martín Fierro para hablar de los actores mejor vestidos y peor vestidos. Su disfrute pasa por sacarle el cuero a cada personaje que mira en la pantalla. Ejemplo: "¿Viste cómo le quedaba el vestido a Susana Giménez? El negro la favorece porque la hace más delgada pero esos zapatos bla bla bla".

    Jueves, 22 de agosto de 1963: Conversamos acerca de los errores que se nos escapan en los libros. BORGES: "Los que más molestan suelen ser los de hecho: LOS MENOS IMPORTANTES. Voltaire escribe de alguien: 'Dice López de Vega; debe leerse Lope. Por este error no pienso mal de quien lo cometió. Los errores que importan son los de razonamiento y los de gusto".

    Y respecto de los errores "de gusto", no son fáciles de argumentar. Por caso, a Borges no le gustaba para nada "Gargantúa y Pantagruel" de Rabelais. Para otros autores, suponte Kundera o M. Bajtín, es un autor excepcional. Borges no veía en Rabelais mucho más que grosería y mal gusto; Bajtín en cambio analiza su obra en su libro "Rabelais y su mundo" o en "La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento".

    Corolario: estaría bueno que vos argumentaras mejor tu desacuerdo, en lugar de ponerte siempre la gorra con cada cosa que escribo sobre literatura. Repito: tratá de enriquecer el posteo, así dialogamos y tanto vos como yo salimos mejor de lo que entramos en lo que al intercambio se refiere.

    ¡Abrazo de gol!

    ResponderBorrar