viernes, 28 de noviembre de 2014

ALGUNAS INTUICIONES DE GEORGE STEINER EN CONTRA DE LAS MEDIACIONES... Y DE SERENA VAN DER WOODSEN

Debo admitir que, además de leer autores considerados “clásicos”,  soy un consumidor compulsivo de toneladas y toneladas de basura televisiva. Con los libros me ocurre en menor medida: suelo ser más selectivo con lo que elijo para leer. No digo que a veces no sienta cierta culpa, por el simple hecho de que el tiempo que uno emplea en mirar una película o una serie pelotuda es tiempo que uno no emplea en tomar contacto con una obra de arte con mayúsculas. Y ojo que cuando hablo de mirar pelotudeces estoy haciendo referencia a series como Gossip Girl. Lo mío es serio…  ¡me he llegado a copar con las aventuras de Serena van der Woodsen!

Ocurre que muchas veces llegamos tan abombados del laburo que sólo tenemos ganas de entretenernos. “Loco, estoy cansado, ¿qué me puedo preparar para morfar? Ya fue, una hamburguesa, una coca y a la mierda”.

En lo personal, trato de evitar dos extravagancias respecto de la televisión: una es reducirla a una suerte de monstruo morfa cerebros, la gran hipnotizadora, la hacedora de estúpidos en masa; y por otro lado negar que muchas veces tiene efectos muy nocivos en la audiencia.

Creer simplemente que una obra está marginada sólo porque el público es demasiado estúpido como para apreciarla, me parece demasiado sencillo. Como dijo el escritor estadounidense David Foster Wallace (lo traduzco al castellano rioplatense):

“Si vos, el escritor, sucumbís a la idea de que el público es demasiado estúpido, entonces existen dos obstáculos. El número uno es el obstáculo de la vanguardia, según el cual tenés la idea de que estás escribiendo para otros escritores, por lo cual no te preocupás de ser accesible o relevante. Te preocupás de ser estructural y técnicamente innovador: intrincado de una forma adecuada, incluyendo las referencias intertextuales apropiadas, haciendo que parezca inteligente. Sin importarte realmente si te estás comunicando con un lector al que le importa algo ese sentimiento en el estómago que es la razón por la que leemos. Luego, el otro obstáculo consiste en esas obras de ficción extremadamente burdas, cínicas y comerciales que se hacen de un modo mecánico –en esencia, televisión escrita- para manipular al lector, que presentan asuntos grotescamente simplificados de una manera apasionante al modo infantil”.

A  mí me parece que el escritor tiene como desafío, y no digo que sea el único desafío pero sí digo que es un buen desafío, el de hacerse entender y al mismo tiempo tratar de producir algo más o menos innovador. Más allá de que, como es obvio, uno no hace realmente lo que quiere sino muchas veces lo que puede o lo que le sale.

Odo Marquard decía que “los filósofos que sólo escriben para filósofos profesionales actúan de un modo casi tan absurdo como actuaría un fabricante de medias que sólo fabricase medias para fabricantes de medias”. Y agregaría una frase de otro filósofo alemán, Peter Sloterdijk, quien dijo en un reportaje que “el profesor de filosofía se adapta a la Universidad como el pingüino a la Antártida”.

Todo este introito viene a cuento de un texto que tenía ganas de comentar, que se relaciona con el posteo anterior. El texto es Presencias reales, de George Steiner.

Para quienes no lo conocen, Steiner -nacido en 1929- es un crítico literario sumamente erudito y elitista. Hijo de judíos austríacos, habla con total fluidez tres lenguas: alemán, inglés y francés. La madre y el padre empezaban una frase en cualquiera de los tres idiomas y la seguían en cualquiera de los tres idiomas, de modo tal que el tipo no tiene una lengua madre sino tres. En síntesis, fue educado como un auténtico nerd: aprendió griego, latín, tiene conocimientos avanzados de física y matemática…

La cuestión es que en Presencias reales, Don Steiner imagina una ficción racional, una especie de sociedad ideal en la que está prohibida toda conversación acerca de arte, música y literatura. Allí “no habrá revistas de crítica literaria; ni seminarios académicos, conferencias o coloquios sobre este o aquel poeta, dramaturgo o novelista. (…) Lo prohibido sería el milésimo artículo o libro sobre los verdaderos significados de Hamlet y el inmediato artículo posterior que lo refuta, lo restringe o lo aumenta (…) Estarían fácilmente disponibles reproducciones de la mejor calidad; en cambio, estarían prohibidas la crítica de arte, las reseñas periodísticas de pintores, de escultores o arquitectos (…) El orden del comentario permitido sería filológico, es decir, de un tipo explicativo e históricamente contextual”.

Lo que propone Steiner como hipótesis explicativa es imaginar una política de lo primario, de inmediateces respecto a textos, obras de arte y composiciones musicales. Imagina una sociedad donde al chismorreo de altura se lo destina al ostracismo, de modo tal que los ciudadanos acceden directamente a las obras de arte, sin pasar por el comentario o la crítica especializada, salvo que sea hecha por artistas. ¿Qué se propone demostrar Steiner? Muy sencillo: plantea que todo arte, música o literatura serios constituyen, en sí mismos, un acto crítico. En cierto sentido, toda obra de arte encarna una reflexión expositiva, un juicio de valor respecto de la herencia y el contexto al que pertenece.

“Ningún arte, literatura o música estúpidos perduran. La creación estética es inteligencia en sumo grado. La inteligencia de una artista importante puede ser la de la intelectualidad soberana. Las mentes de Dante o Proust se hallan entre las más analíticas y sistemáticamente informadas de las que tenemos constancia. Es difícil igualar la perspicacia política de un Dostoievski o un Conrad. A la vista está el rigor teórico de un Durero, de un Schönberg”.

Lo que sugiere Steiner es que las lecturas, interpretaciones y creaciones artísticas son en sí mismas críticas del arte. Virgilio guía nuestra lectura de Homero; a su vez, la Divina Comedia de Dante es una lectura de la Eneida. El Ulises de Joyce es una experiencia crítica de la Odisea, y no sólo en el plano de la estructura. Anna Karenina de Tolstoi es, en lo que omite, en lo que sugiere, en el lenguaje que emplea, una crítica de Madame Bovary de Flaubert.

Podríamos añadir que las Cartas a Théo de Van Gogh son, en muchos sentidos, más instructivas que toda la obra de un crítico tan perspicaz e informado como Ernst Gombrich. Se podrían añadir los covers, como puede ser Jimmi Hendrix interpretando All along the watchtower de Bob Dylan.

“La crítica más útil del Otelo de Shakespeare que conozco es la que puede hallarse en el libreto de Boito para la ópera de Verdi y en la respuesta del compositor, tanto musical como verbal, a las sugerencias del libretista. Por cruel que parezca, la crítica estética merece ser tenida en cuenta sólo, o principalmente, cuando es de una maestría de la forma responsable comparable a su objeto.

(…) la traducción es interpretativa por su misma etimología. También es crítica en el modo más creativo. La transposición de Valéry de las Bucólicas de Virgilio es una creación crítica. Ningún estudio crítico sobre el surgimiento y los límites del Barroco consigue igualar las traducciones de Roy Campbell de San Juan de la Cruz. Ninguna crítica literaria educará tanto nuestro oído interno a la cambiante música del significado en la lengua inglesa como la lectura de las sucesivas versiones de Homero en las traducciones de Chapman, Hbbes, Cowper, Pope, Shelley, T.E. Lawrence y Christopher Logue”.

Se podría agregar la traducción de Proust que hace Walter Benjamin, o la versión al francés de los textos de Edgar Allan Poe por parte de Baudelaire... 

Lo que dice Steiner es que las mejores críticas del arte son arte. Algo no muy distinto sugería Oscar Wilde en The critic as artist, cuando hace decir a dos de sus personajes, Ernest y Gilbert:


“(…) Why should the artist be troubled by the shrill clamour of criticism? Why should those who cannot create take upon themselves to estimate the value of creative work? What can they know about it? If a man's work is easy to understand, an explanation is unnecessary... And if his work is incomprehensible, an explanation is wicked".

En fin, los ejemplos podrían multiplicarse innumerablemente. A mí me parece que las intuiciones y argumentos de Steiner, más allá de que nos puedan sonar demasiado elitistas o “adornianas” en un mundo y en un país donde mucha gente lee a Ari Paluch o a Luis Majul, no dejan de ser interesantes.

Está claro que Steiner sabe que esa ciudad ideal de lo primario que plantea como hipótesis exigiría un grado enorme de censura, lo cual sería absurdo. Se trata de poner en discusión el hecho de que muchas veces empleamos mucho más tiempo leyendo comentarios, críticas, críticas de las críticas, papers y artículos sobre grandes obras, y nos perdemos de ir directamente a las grandes obras.

Además, "ningún canon de sensibilidad con sentido común desearía borrar los comentarios de Samuel Johnson o Coleridge sobre Shakespeare, los de Walter Benjamin sobre Goethe o el ensayo de Mandelstam sobre Dante. ¿Cómo distinguir lo secundario de lo primario, lo parasitario de lo inmediato en los Discourses de Reynolds, en las lecturas que Erwin Panofsky hace del arte y la iconografía medievales y renacentistas? ¿Debería incluso el más convencido compromiso a la regla de la primera mano desestimar los análisis y las evocaciones críticas de la música realizados por Berlioz, por Adorno (que compuso) o por un virtuoso y musicólogo como Charles Rosen?"

Eso es todo por hoy.

¡Sean felices!


Off topic: La pucha digo, ¡otra vez perdimos con River! ¿Qué nos  está pasando viejo? ¡Me caigo y me levanto!

3 comentarios:

  1. Steiner es un luterano del arte, quiere abolir la tradición de los comentarios y regresara las Escrituras. O en ámbito judío, volver a la Biblia descartando el Talmud. Y tiene razón, y te cito un caso paradojal: Macedonio es mejor comentado por Borges, la experiencia directa de Macedonio es algo desconcertante si uno llegó a él por Borges. Lo mismo puede decirse de Swedenborg. Pero los textos de Borges que se ocupan de ellos son grandes páginas de la literatura.
    Saludos y a cumplir con la máxima con que te despedís. A pesar de Gigliotti.

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    1. No toques el tema Gigliotti que estoy re sensible (?). Coincido con lo que decís de Swedenborg, a quien empecé a leer por Borges... creo que su libro se llamaba "Del cielo y del infierrno" o algo así. Estoy citando de memoria y no recuerdo bien. A Macedonio no lo leí lo suficiente como para compararlo con la imagen de Borges, pero la imagen que construyó Borges es realmente muy interesante/entretenida/divertida.

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  2. Dicen que la biografía de Ricardo Straface: "Osvaldo Lamborghini, una biografía", es mejor que la obra de Lamborghini. Uno lee "El fiord" y es realmente terrible... no se puede terminar de leer. Al igual que Bolaño, no imagino qué herencia interesante puede salir de ahí. Otro ejemplo podría ser "La vida de Samuel Johnson" escrita por James Boswell, pero no puedo confirmar si es así porque jamás leí nada de Samuel Johnson.

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